Dom 2º Cuaresma, Mc 9, 2-9. Transfiguración: Camino judío, mutación cristiana
Presenté ayer una reflexión sobre la (im-)posible transfiguración del hombre, conforme al pensamiento de M. Weber que puede condensarse así: La “ciencia” moderna nos ha encerrado en una cárcel de hierro en la que estamos presos, bajo el poder de una razón absolutizada y el orden de un dinero/capital esclavizante. Para salir de esa cárcel necesitamos que venga otro Dios y que sea distinto del que ahora nos domina: O viene y nos saca de esta cárcel o moriremos todos (dejaremos de ser humanos) en unas pocas generaciones.
En ese contexto recuerdo que un judío argentino, oficial de Guerra del Estado de Israel, me dijo un día: Ese Dios del que hablas está viniendo y yo le veo cuando subo al Tabor de Galilea, para reparar mi espíritu cansado o a preparar el futuro de la guerra final de Israel.
‒ Dios viene allí con Moisés, hombre de Ley, y con Elías, el profeta. Se me aparecen con toda claridad, los veo con ojos cerrados, les siento con ojos abiertos, se apoderaban de mi espíritu y escucho la gran voz de la Altura Infinita, lo mismo que Jesús: ¡Yo soy, tú eres, libera de la mano de los enemigos, como quiso hacerlo Jesús, tu Jesús, pero no pudo!
‒ Jesús descubrió en el Tabor el buen camino de la Transfiguración, pero que no lo supo culminar… o no lo habéis culminado sus seguidores, los cristianos. Por eso, nosotros, los buenos judíos, herederos de Jesús,en la línea de Moisés y Elías, estamos llamado a transfigurar la tierra, a ser signo de Dios sobre el mundo.
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Transfiguración judía
Así seguimos, hace algún tiempo, aquel soldado judeo-argentino y un servidor, leyendo junto el evangelio de Marcos:
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.” Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: “Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.” De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos (Mc 9, 8) Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.” Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos” (Mc 8, 2-11).
Transfiguración militar. Tras un silencio, el judío añadió:
‒ Es un texto hermoso, pero ustedes los cristianos olvidan que el Tabor es el monte de Barac, el Rayo, el guerrero de Israel, con Débora, la Abeja, la profetisa más grande. Allí subieron los soldados escogidos, como sabe el libro de los Jueces 4, y de allí bajaron, con la ayuda del Dios para vencer en la llanura encharcada por la gran tormenta a los los cananeos y palestinos enemigos, que no pudieron manejar sobre el barro sus carros de combate.
No hace falta que se lo recuerde, Usted lee la Biblia, y sabe que este monte, antes de lo que llaman Transfiguración de Jesús, era y sigue siendo la Montaña de la Transfiguración militar y victoriosa de Israel, con Barac y Débora.
No quise argumentar, guardé silencio, a pesar de que estaba comentado por entonces el salmo 69, que habla de esa transfiguración. Pero, al poco rato, poniéndose en un el plano personal, el judío y me preguntó:
– Y usted, cristiano ¿ve a Jesús? Yo veo a Dios en la guerra final victoriosa de Israel contra los enemigos de la humanidad. Pero usted: ¿Ve a Jesús de verdad como liberador final, como hombre transfigurado? ¿No habrá espiritualizado a Jesús, no le habrá convertido en una evocación evanescente, “sin carne” y sin historia? Tengo la impresión de que ustedes los cristianos ya no creen en la transfiguración; parece que han convertido la religión en un sistema de poder espiritual cerrado, sin capacidad transformadoras. Tengo la impresión de que ustedes no creen ya en nada.
No dije nada al buen porteño-israelita, que interpretaba con armas de guerra el relato de la Transfiguración y que subía a Tabor para retomar la experiencia de Jesús, con signos de Barac/Débora y para así cumplirla liberando toda la tierra de Israel, el mundo entero, e iniciando la era mesiánica anunciada por Moisés y Elías.
No le dije entonces nada, pero he seguido pensando en ello, año tras año, como escribí en mi Comentario de Marcos (Verbo Divino, Estella 2012), donde he dedicado muchísimas páginas al tema.
— Sé que aquel judío tenía en parte razón: Al Tabor hay que subir para tomar fuerza y bajar luego a la lucha por la liberación de los pobres y enfermos … Pero estoy convencido de que la respuesta de aquel oficial no es la definitiva. Desde la cumbre del Tabor se siguen viendo signos y lugares de una guerra que no acaba (¡hasta las alturas del Golán, camino del desierto!).
— El camino de Jesús desde el Tabor incluye un elemento contemplativo, pero es ante todo un camino de compromiso real con la historia, un camino de liberación como muestra el Evangelio de Marcos. Ese relato de la Transfiguración ha sido leído y entendido desde diversas perspectivas. Aquí van algunas de ellas.
- Mi dialogante judío leía el evangelio en plano mesiánico-militar, partiendo de Barac/Débora,a quienes unía con Jesús, deseando reiniciar y culminar desde el Tabor la Gran Guerra de la reconquista judía y de la culminación mesiánica del Gran Israel… A su juicio, Jesús estaba en el buen camino, pero no supo culminarlo… y los cristianos inventaron una resurrección sin vida del Cristo muerto por fidelidad a su mensaje.
- Los exegetas profesionales leen este pasaje desde una perspectiva de Pascua cristiana y de fiesta judía de los Tabernáculos. La tradición cristiana anterior al evangelio Marcos habría “creado” simbólicamente este pasaje para presentar a Jesús Resucitado, Hijo de Dios, introduciendo su experiencia pascual en un momento de su historia anterior, con Moisés y Elías… De esa forma se habría cumplido, por otra parte, la fiesta judía de los Tabernáculos, esto es, la fiesta de la celebración de Dios en un tipo de cabañas simbólicas de la fiesta de los tabernáculos
- Los cristianos helenistas habría reinterpretado este pasaje en línea de “transfiguración sacral”, convirtiendo la escena en un “signo de cielo”, en el Icono por excelencia. Se trata de “ver” más allá de los accidentes y formas externas, la verdad de Dios que se expresa en Jesús, de un modo simbólico. Éste ha sido y sigue siendo el Icono más importante (el sacramento fundamental) de una parte significativa de la Iglesia ortodoxa.
- La Iglesia ortodoxa ha convertido el “icono” de la transfiguración en el símbolo fundante de un cristianismo espiritual, muy intenso, pero quizá separado de la vida real, de las luchas del mundo por la libertad y la justicia.
- La Iglesia Católica ha querido aplicar este Icono a la vida de los religiosos contemplativos,como han marcado varios documento sobre el despliegue de la Vida Religiosa (como el de Vida Fraterna en Comunidad”, año 1994). La vida religiosa sería un Tabor continuado, un lugar de encuentro con el Dios de Jesús en la montaña.
Esas cinco visiones son muy importante,pero el signo de la Transfiguración ha de recrearse hoy día desde otra perspectiva, en la línea de las reflexiones que hice ayer partiendo del pensamiento de M. Weber. Ésta es la tarea de la iglesia actual: Encontrar signos y recorrer caminos de transfiguración sobre la tierra:
El primer signo de transfiguración es “acoger y curar al niño enfermo”… Ésta es la primera lección de Mc 9 y paralelos. El signo de que hay Dios y de que la transfiguración es posible es la curación del niño enfermo, condenado a la “locura” precisamente por la “ceguera” de los padres. Sólo una nueva generación de padres que acojan y eduquen a los niños para la vida en libertad, admiración y amor serán signo de transfiguración.
El segundo signo de transfiguración según el evangelio de Marcos es la fidelidad a la vida, hasta la misma muerte, en un camino como el que va recorriendo Jesús, desde Mc 8 hasta el final del evangelio. No se trata de que esperemos en la transfiguración de otros para así cambiar nosotros, sino de que empecemos a cambiarnos por dentro para cambiar el mundo (es decir, la humanidad).
El tercer signo de transfiguración es una iglesia que cree en el evangelio, es decir, que vive en gratuidad de amor… No se trata de teorizar como he hecho yo mismo ayer ofreciendo unas variaciones sobre el pensamiento de M. Weber, sino de transfigurarme yo mismo, en amor y comunión con otros… Sólo si creemos que es posible podremos hacerlo.
todo esto implica una mutación humana… tal como he querido mostrarlo en un trabajo sobre “Dios se hizo carne… Teología de la Biblia”. Éste es el único argumento del libro, entendido como reflexión y camino de “mutación humana”, es decir, de transfiguración.
Esto es todo por hoy. Buen domingo de transfiguración a todos.
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