Aprender en la pandemia
ECLESALIA, 15/02/21.- Estas reflexiones me han brotado después de participar en una tertulia virtual con un grupo de nuestra Comunidad de la Esperanza y de escuchar una videoconferencia del jesuíta Rodríguez Olaizola. No podemos evitarlo. Vivimos, oímos, vemos, hasta tocamos esta atmósfera provocada por ese bichito, procedente de China, que domina el planeta. Pandemias ha habido siempre, más o menos globales, que han asolado a la humanidad.
¿Qué ha ocurrido para que ésta alcance tal magnitud en nuestra conciencia? Primero: Está afectando a nuestro orgulloso Occidente. Segundo: La globalización económica, con el trasiego constante y rápido de mercancías y personas de unos países a otros. Y tercero: Las interconexiones mediáticas instantáneas, las tradicionales más las redes sociales, que han hecho del globo terráqueo una aldea global.
Frente a esta situación, se están dando dos respuestas opuestas, igualmente perniciosas en sus efectos. La primera, la de los negacionistas: la pandemia no existe, es un bulo creado por ciertos poderes ocultos para aumentar su dominio sobre nosotros. La segunda es la de quienes se han hundido en un pavor extremo, en el que piensan que no hay nada que hacer; por lo que o disfrutamos a lo loco cada minuto de la existencia que nos quede o nos encerramos en la depresión más amarga.
Claro que cabe un respuesta más humana y esperanzada. Ver la crisis como una oportunidad. Para ello, aprovechando el confinamiento de tantas horas en nuestras casas, hemos de empezar por frenar. Iniciar un proceso de pensamiento sobre nuestra propia existencia y el sentido de nuestra vida.
Hemos de reconocer que, a pesar de los avances tecnocientíficos, somos seres frágiles, extremadamente vulnerables. Y que la muerte, la mía y la de los míos, forma parte de la existencia humana. Tenemos fecha de caducidad, aunque ignoremos cuál sea.
Nuestra inmovilidad no ha de impedirnos ser peregrinos de nuestro interior. Ahondar dentro de nosotros con preguntas claves: ¿Somos personas líquidas, a merced de vaivenes exteriores o personas sólidas con anclajes firmes, pero flexibles? ¿Hemos desarrollado un pensamiento crítico, capaz de evolucionar, sin caer en gregarismos fáciles? ¿Estoy abierto a la escucha leal, aceptando que me lleven la contraria, para irme acercando a la verdad desde otras perspectivas?
Este análisis ¿me permite ver qué cambios debo realizar en mis actitudes vitales? ¿No debo empezarlos ya, en el hoy en que me encuentro? Sé que no parto de cero, mi vida tiene su historia, aunque seguro que debo cambiar el relato que hago de ella. Y desde ese ayer, con los pies anclados en el presente, es el momento de abrime a un mañana esperanzado.
Mi actitud debe ser de una humildad agradecida. A esos tús cuyos encuentros me han ído modelando. ¿No puedo resumir la lección de la pandemia en tres verbos: Buscar, Esperar, Agradecer?
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