La experiencia cristiana más profunda es sentirse amablemente querido por Dios.
1.El amor es la actitud más realizadora y sanante del ser humano.
Podríamos decir que las personas somos un entramado de dimensiones, que hemos de integrar bien en la vida para que resultemos equilibrados, serenos, pacíficos interiormente y en las relaciones con los demás.
Somos seres corpóreos, inteligentes, sociales-políticos, libres, seres culturales, seres históricos, etc. Todas estas dimensiones las viviremos serenamente si vivimos en amor.
Cuando otra realidad o perspectiva humana se alza como “dios”, pueden surgir graves desajustes y polarizaciones en la vida personal y comunitaria. Cuando el dios de mi vida es la patria, el poder, el sexo, el dinero, etc. entonces todo queda distorsionado.
Uno vive en bondad y una comunidad social o cristiana vive en paz, cuando vive en un clima de amor. Decía San Juan de la Cruz que el amor ni cansa, ni se cansa.
Podemos vivir sin dinero, con hambre, sin justicia, sin libertad (¡hemos vivido!). Lo que no podemos vivir es sin ser amados y sin amar.
2.Dios es amor.
Dios nos ama ya en la creación
Dios es amor, al menos el Dios de Jesús es amor. Dios nos ha creado porque nos ha amado ya en el seno materno (salmo 138).
Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que has hecho;
si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.
Tú tienes compasión de todos”,
y tú amas todo lo que tiene vida,
(Sabiduría 11,24.26)
Dios es bueno siempre con nosotros.
Ya en el AT Dios había hecho una -muchas- Alianza de amor con su pueblo: Dios no abandona nunca a “su gente”, y su gente somos todos, toda la humanidad. Dios está siempre de parte de sus hijos, de la humanidad. El pueblo hacía lo que podía, que era más bien poco y regular. Pero Dios siempre es fiel, su misericordia es eterna, repite un salmo.
La seriedad de nuestra existencia humana y cristiana se entiende desde la infinita misericordia de Dios.
El ser humano y los cristianos nos entendemos como tales desde el amor, desde la bondad de Dios.
Jesús no fue un monje religioso que pudiera haber vivido en Qumrám. Jesús fue el hombre para los demás.
3. El amor no es ley religiosa. (A vueltas con la religión).
El amor no es una norma o ley, al estilo de los 248 preceptos y de las 365 prohibiciones de la religión judía. El amor es esa fuerza que abre nuestra existencia hacia los demás.
Y el amor se realiza en lo que hemos escuchado en la primera lectura del libro del Éxodo:
No oprimirás ni vejarás al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, no siendo usurero ni extorsionando al pobre.
Es muy semejante a lo que Jesús dice en el NT (Mt 25,31-46):
Amamos cuando damos de comer al hambriento, damos de beber al sediento, vestimos al desnudo, acogemos al extranjeros, visitamos a los enfermos y encarcelados.
4. a propósito del extranjero
En la lectura del libro del Éxodo (1ª lectura) hemos escuchado algo que es constante en la Biblia y está muy presente en el pensamiento de Jesús: “No oprimirás ni vejarás al extranjero, porque extranjeros fuisteis vosotros en Egipto”
Jesús no es racista, ni mucho menos, y el cristiano, tampoco debe serlo.
Por una parte, Jesús era judío, más bien galileo, nazareno, pero conocía “al dedillo” la Palabra y sabía también el hondo respeto que Israel sentía -debía sentir- hacia el extranjero: porque extranjeros fuisteis vosotros en Egipto. Son decenas los textos en los que se recuerda esta actitud:
Él hace justicia al huérfano y a la viuda, y muestra su amor al extranjero dándole pan y vestido. Mostrad, pues, amor al extranjero, porque vosotros fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto, (Dt 10,18-19).
Cuando el mismo Mateo “escenifica el “juicio final” dice: Fui extranjero y me acogisteis, (Mt 25,35), o no me acogisteis…
No es fácil ser extranjero y menos cuando se es extranjero por debilidad y pobreza. Pensemos en tantos miles de emigrantes por razones de hambre, falta de trabajo, exilios políticos, etc., etc.
Por otra parte, Jesús siempre, siempre mira primero al ser humano. Jesús no le pide a nadie el “carnet del partido” o el DNI o el pasaporte, ni tan siquiera la partida de bautismo. “San Pedro” en la “puerta del cielo” no le pide absolutamente a nadie el pasaporte, la nacionalidad, etc., y Dios Padre, menos. En el cielo no hay “sin papeles”, ni indocumentados, ni extranjeros, ni emigrantes
Jesús cura, perdona, sana, alivia, acompaña a todo el mundo sea de la nación que sea, sin hacer acepción de personas, (Rom 2,11). A Jesús le da lo mismo da que seamos leprosos, endemoniados, medio locos, paralíticos, hombres o mujeres, samaritanos y samaritanas, centurión romano, cananeos, cobradores de impuestos, o que estemos muertos moral o físicamente. Jesús cura, salva.
Parece que las naciones y las Iglesias tienen fronteras, pero la salvación de Jesús no tiene límites. ¿Fuera de la Iglesia no hay salvación? ¿Y quién y por qué hay que poner rayas rojas en la Iglesia?
Salid a los cruces de los caminos e invitad a todos los que encontréis, buenos y malos. (Mt 22).
5. volvamos al Dios del amor
La tradición (los escritos) de San Juan hace gran hincapié en el amor a los demás como criterio del amor a Dios:
Quien dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en las tiniebla. El que ama a su hermano vive en la luz y no hay nada que le haga caer en pecado. (1Jn 2,9)
El que no ama no ha conocido a Dios, (1Jn 4,8)
El que no ama, aún está muerto. (1Jn 3,14)
El que dice: “Yo amo a Dios”, pero al mismo tiempo odia a su hermano, es un mentiroso. (1Jn 4,20)
La persona religiosa pretende contentar a Dios como los fariseos y el mundo judío: cumpliendo la ley, los ritos El cristiano ama a Dios a través del prójimo.
Llama la atención que hoy en día los obispos tienen la gran preocupación de la escasez de curas y, por tanto, de que no se celebre Misa en tal pueblo a tal hora. Ahora con la pandemia les preocupa si la Misa por TV “vale o no vale” (¿Y qué será valer o no valer? En Roma hay dicasterios, congregaciones y curias para todo: de culto, de religiosos, Secretaría de estado, etc, pero no hay una Congregación para los pobres.
Sin embargo, decía K. Rahner, el único criterio moral cristiano es el amor, el amor a los demás y, por tanto, a Dios. De otro modo: amar a Dios es ser buen samaritano, lo demás son “milongas” lucernarias.
6. El amor hace bien.
Probablemente la experiencia humana y cristiana más profunda sea el amor o la ausencia de amor.
Detrás de tantos comportamientos de ansiedad, de deseo de poder, de fanatismo, hay una falta de afecto fundamental, probablemente desde la infancia.
Quien ha sido y es amado, se encuentra centrado y sereno en la vida.
Hay estudios acerca de la falta de afecto inicial en los comportamientos fanáticos de tipo religiosos (Islam / ultracatólicos). Quien ha experimentado en su vida el amor, no será fundamentalista fanático. Cuando no se tiene la experiencia íntima del amor, se está tocando a vísperas de fanatismos.
El amor abre nuestra existencia a la vida, a la creatividad.
- ser cristiano es sentirse querido por Dios.
Todos nos hemos encontrado con alguna o algunas personas buenas, bondadosas en la vida; personas buenas que nos quieren (sin memeces ni alharacas). Esa es la experiencia cristiana, sentirse amablemente querido por Dios.
Yo no sé si a Dios le preocupa ni le interesa mucho todo el tinglado eclesiástico, el trasiego de obispos, el cumplimiento de la normativa litúrgica y todo el tinglado ultraortodoxo, más bien pienso que a Dios le importa poco toda esa coreografía.
Dios siente lástima y le conmueve mucho más la pandemia, los enfermos, el hambre de los niños, el paro, la madre soltera, la chica que anda angustiada y le da vueltas la cabeza y el corazón por el aborto que le ronda. A Dios -al Dios de Jesús – le preocupan mucho más los deprimidos, los suicidas, los encarcelados, que si hay que ponerse casulla o cómo se celebra la penitencia.
Y es que Dios nos quiere, nos ama a los seres humanos. Dios es amor. Lo demás es “pompa y circunstancia”.
Puede ocurrir que seamos unos perfectos cumplidores, unos buenos fariseos, pero que no tengamos la experiencia de ser cristianos, ni humanos. Y esto no es que esté bien o mal jurídicamente, sino que es una pena que no sintamos en la vida la bondad de Dios.
Dios no nos ama porque nosotros seamos buenos, sino porque Él es bueno. Ser cristiano es sentirse querido por Dios y vivir en esa bondad que transmite.
Buenos cristianos son el hijo pródigo, la pecadora que se postra a los pies de Jesús, la pobre mujer a la que quieren apedrear y a la que Jesús “no condena”, el buen samaritano, Zaqueo ¿Con quién trataba y comía Jesús? Pues todos esos son malos religiosos, pero excelentes cristianos, etc.
7. a veces no es fácil.
Nadie dice que -a veces- sea fácil amar. En problemas serios en los que entran en juego viejos contenciosos, viejas cuestiones familiares, modos de ser y psicologías, no es tarea sencilla.
Llegar a ciertos convencimientos de bondad y amor es, en muchos casos, tarea lenta que requiere procesos y recorridos en los que se ve implicada toda la persona: la inteligencia, la libertad.
Los sentimientos negativos estarán y aflorarán -probablemente- siempre, pero habremos de aplicar la inteligencia y la razón sobre los sentimientos para saber dejar de lado, aparcar viejas cuestiones, cerrar carpetas abiertas y vivir en la mayor entereza y paz posibles.
El amor, el respeto, hacer el bien humaniza también a todo el mundo: a uno mismo y a los demás.
Ama y haz lo que quieras, o lo que quieras (amas), hazlo
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