Pedro Aranda Astudillo: Humanizar la humanidad (I).
“La gente feliz no es rentable, con lucidez no hay necesidades innecesarias”. Antaño se escuchaba “contigo pan y cebolla” pues amar y ser amado era respirar plenitud. El imperio del consumo, del progreso voraz e insaciable trastornó la brújula que nos orientaba hacia el espíritu de la vida, y nos volcó al dominio de la materia y endiosarse con ella. Marshall McLuhan (+1980) uno de los investigadores socioculturales más acertados se refiere cómo las creaciones humanas a su vez “nos amasan” a su semejanza. “Los grandes avances de la civilización son procesos que casi hunden a las sociedades por lo que ellas mismas producen”.
El Covid 19 nos puso el cable a tierra, por ello sólo ataca a los humanos, nos tiene postrados en todo sentido. Profundizar los hechos, obliga. Este virus arrasó los continentes de rey a paje y nos tapó la boca, nos incomoda respirar, de abrazarnos a los codazos. Nos enrostró y desnudó nuestra máxima limitación: ¿qué es un portaaviones con una tripulación infectada? ¡Sucedió! ¡Las prepotencias desplomadas por un virus invisible!
Si desde los humos milenarios nos erguimos como humanos, el virus nos volvió a la igualdad y projimidad en la interdependencia de infectarnos, pero a su vez despertó la solidaridad: ollas comunes entre otras actividades.
Nos puso de señero sublime para siempre al personal de salud, que por meses de meses entregan sus vidas por sus prójimos bordeando la vida y la muerte. Una sociedad, para que sea humana debe entroncarse en sus raíces, todo y todos venimos del gran útero del universo, del útero de nuestra madre, para volver al útero de la tierra. Nacemos como Familia Humana.
Humanizar la humanidad nos es un verbo irrevocable, el reto para la economía, la política, la educación: “El derecho y deber de vivir en paz” entre nos-otros y no contra vos-otros. La pedagogía para reconstituirnos como humanos empieza con “el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos” Eduardo Galeano. Aprender a escuchar la conciencia, como es un templo, démonos el espacio-tiempo de reconocernos por dentro, donde nacen nuestros comportamientos. Por el algo el virus nos encerró… Es tan perentorio como tomar agua, comer… Pero, nuestra civilización nos redujo al activismo de acciones y reacciones, y, con la pandemia de la prisa “no hay tiempo” para tomar distancias frente a los hechos. ¡El que pestañea pierde!
La masificación de nuestras vidas, en el reino de las comunicaciones nos conectamos con todo el mundo menos con nosotros mismos. Así, nos quedamos vacíos, solos en la interperie del anonimato. Este sufrimiento runruneante nos sangra por dentro pues existimos para convivir. Los animales pueden vivir bien en un zoológico adecuado, los seres humanos al final del día se enferman por una sociedad enferma y un medio ambiente ardiente. “Paren este mundo que me quiero bajar”, un clamor ya de décadas… Humanizar la Humanidad es una exigencia de sobrevivencia.
Pedro Aranda Astudillo. Fundador de la Corporación Gen
Fuente Fe Adulta
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