Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. 14 Junio, 2020
«Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.»
Jesús nos habla del pan vivo. Nos habla de un elemento material, que es el pan, y de un verbo, que habla de dinamicidad y vida, es decir, habla del espíritu.
Nos sitúa en la realidad total que somos y de cómo hemos de alimentarnos desde nuestra humanidad, para llenarnos de divinidad.
¿Cómo no comer y beber la vida de Jesús si es lo que me permite unificar mi vida? Nuestros cuerpos vibran al llenarse de la energía que aportan el pan y el vino. Pero no es una energía cualquiera, es la que aporta el espíritu. Vivificando nuestras vidas. Llenándolas de esa vibración incontenible, de quién renueva haciendo novedad su vida todos los días, a través de la Eucaristía.
Jesús se nos entrega de una manera total. Entrega todo lo que es. Y eso nos permite a nosotras entregarnos también en todo lo que somos. Una entrega que se renueva todos los días, porque todos los días recibimos lo que somos y entregamos lo que somos.
Muchos hablan de la Eucaristía como un símbolo, y esta palabra, símbolo significa reunir. La reunificación de una materia llena de espíritu, puede ser un símbolo. Pero para mí es auténtica presencia de quién se deja comer para dar nueva vida.
Es cierto que hay muchas más presencias de Jesús en el mundo, porque todo lleva semillas de divinidad si lo sabemos “mirar” con los ojos de la transparencia. Pero la Eucarística es la que recibimos a través del saboreo, diluyéndose Dios en nosotras en una unidad llena de común –unión.
La Eucarística es una Presencia viva que todos los días se quiebra para entregarse. Es una invitación a vivir en la plenitud que somos. En totalidad. Porque sólo podemos entregarnos cuando somos una con todo. Entonces sí, la parte es el todo y el todo, la parte.
Dejarnos amasar en las vulnerables semillas que se unifican para formar la masa y, posteriormente, llenas de ese fuego que impregna, entregarse sin miedo, en una donación confiada para ser parte y todo de la humanidad.
ORACIÓN
Gracias Jesús por entregar tu cuerpo y sangre todos los días, siendo alimento de Vida Nueva, que nutre, vivifica y nos hace comprender que nuestra vida, como la tuya, es un entrega sin medida ni tiempo.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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