24 de Mayo: Ascensión del Señor. Ciclo A
“Y sabed que yo estoy con vosotras todos los días, hasta el fin del mundo.”
Que Jesús se queda con nosotras lo sabemos, pero aun así la tentación de quedarse mirando al cielo es grande. Y es que esa manera tan “encarnada” de quedarse que tiene Jesús da bastante vértigo por eso sale espontáneo lo de mirar al cielo por si cambia de opinión.
La escena me recuerda a cuando era pequeña y alguien con “autoridad” te decía que tenías que hacer algo que a ti te parecía muy difícil o que te daba vergüenza. Sabías que tenías que hacerlo pero te daba miedo y levantabas los ojos buscando el coraje que te faltaba.
Aquellos primeros discípulos estaban como niños desconcertados, entre tímidos y asustados, con esa mirada que busca en las alturas el valor que le falta por dentro.
Y a nosotras nos pasa exactamente lo mismo. Se acaba la Pascua. La Vigilia Pascual con el “subidón” de alegría nos queda ya lejos. Nuestras “Galileas” personales nos imponen nuevos retos y viejos obstáculos, pero en medio de esta cotidianidad Tú nos desafías de nuevo. A nosotras se nos escapa una mirada al cielo: ¿yo?, ¿ahora?, ¿cómo?
Y tú, de mil maneras diferentes, a cada una según sus posibilidades, nos repites el encargo:
“-Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.”
Sí, esto es lo que nos pides. Tan grande y a la vez tan sencillo. Imposible pero real.
Real porque eres Tú quien está “con nosotras todos los días.” no es en el cielo donde encontraremos el coraje que nos falta, sino junto a nosotras mismas, en tu mirada compañera y cómplice.
Oración
¡Gracias, Trinidad Santa, por quedarte con nosotras de una manera tan cotidiana que a veces nos despista, pero siempre nos acompaña!
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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