17.5.20 Las siete obras de Cristo ¿Cumple hoy la Iglesia las siete obras de Cristo, y aún mayores? ¿Como las cumple?
Unos milagros al alcance de las manos
15.05.2020 | Pikaza
En un sentido, parece la Iglesia no cumple esas siete obras de Cristo, y aún mayores…, como seguirá viendo quien lea. Ciertamente, hace mucho en esa línea, es quizá el grupo social que más hace. Pero muchos añaden que no las cumple de un modo suficiente, quizá porque no sabe (¡cree que lo de Jesús es otra cosa!) o porque no puede o porque prefiere hacer otras cosas.
No es que la Iglesia en conjunto piense que el evangelio de Juan se ha equivocado al insistir en la siete obras que presentaré a continuación. Pero da la impresión de que algunos suponen que esas obras de Jesús eran de otro tiempo, y que los buenos ministros de la Iglesia tienen que hacer otras cosas.Juzgue quien siga leyendo.
Sea como fuere, quienes mejor cumplen esas obras de Cristo no son los ministros oficiales de la iglesia, sino otros, menos oficiales, pero quizá más evangélicos: Miles de “religiosas” de caridad, voluntarios de cáritas y de servicios sociales, hombres y mujeres de toda raza, lengua y lugar que creen en el evangelio y en las siete obras de Jesús.
El pasado domingo (10.5.20) escribí una postal sobre estas obras según el evangelio del día (Jn 14, 1‒12), donde Jesús terminaba diciendo Os aseguro: quien cree en mí, hará él también las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo voy al Padre (Jn 14, 12).
Puse la postal también en FB y casi nadie se dio por aludido. Me puse a ver la TV y a escuchar las misas de la radio, y todos los curas y obispos hablaban de cosas importantes, con vírgenes de mayo y coronavirus, pero nadie planteó el tema central de esas obras (como si no lo hubieran leído hasta el evangelio hasta el final, o no supieran qué decir sobre el tema): hacer la obras de Cristo y aún mayores.
El que más se acercó fue mi querido alumno Atilano de Sigüenza, en la 13, pero también él se quedó con la Virgen amada de Barbantona… Por eso pensé, voy a esperar una semana y hacer yo un sermoncito en RD sobre las siete obras de Cristo, tal como aparecen en el evangelio de Juan, que para eso estudié el tema en mi tesis de Roma sobre R. Bultmann, y el otro libro sobre las obras de misericordia.
Volveré a decir que estás palabras (¡quien cree en mí harás las obras que yo hago, y aún mayores!) son quizá las más escandalosas y urgentes del evangelio de Juan (y quizá del NT). Hemos creído en Jesús, le hemos divinizado en el sentido fuerte de la palabras (ya en el Concilio de Nicea, año 325); le hemos puesto en la gran peana de todos los altares de la Iglesia para adorarle, pero no sé si hacemos sus obras y aún mayores. Así me ha dicho un amigo:
O se equivoca Jesús cuando nos dice que las hagamos o nos equivocamos nosotros, que no sabemos, no queremos o no podemos. Ciertamente, hay que distinguir las obras
‒ La más importante es que creamos. En el fondo, según el evangelio de Juan, lo que importa es que creamos. Que creamos en Dios, en la vida, en nosotros mismos, unos en otros. La obra es creer, es decir, vivir de fe, de amor activo… Por eso el dicho de Jesús empieza “quien crea en mí” (quien crea como yo, conmigo…). Esta es la obra “crear”, es decir, crear queriendo…
‒ Pero esa fe se expresa en las siete obras ejemplares de Jesús… En un sentido se les puede llamar “milagros”, pero no son milagros externos, de esos de “mago”, sino los “milagros de la vida”, los milagros de la fe. Por eso el evangelio les llama “señales” (sêmeia), signos de la fe, de la transformación de la vida.
‒ Todas son obras humanas: que la gente crea, vida, ande… El evangelio de Juan dice quee Jesús hizo muchas más obras (Jn 20, 30‒31), de manera que si se escribieran todas no cabrían en todos loe libros del mundo (Jn 21,25 ), pero las siete son las principales
Dicen los expertos que Juan empezó ordenando las siete obras en un librito pequeño, y que después, cuando podía, añadía un largo comentario a cada obra, o a las más importantes (el sermón del paralítico, el de la multiplicación, el del ciego etc.). Y sin más introducción presentó ya cada una de las obras:
1º Obra: Bodas de Caná, que la gente se case bien casada, con fiesta de vino para toda la vida (Convertir el agua en vino: Jn 2, 1‒11).
Éste es el tema: Pasar de la religión y de la vida como agua penitencial y de leyes y leyes a las bodas con vino abundante. Fijaos bien, el evangelio empieza con un chico y una chica que parece que se quieren, pero después no pueden, falta vino. Fijaos mejor, a la boda viene “todo cristo”, hasta la Virgen María, con un “arquitriclino”, que es un tipo experto en leyes, ceremonias y vino. Pero nada, sigue la boda, hay mucha agua, mucha ley, hasta seis “hidrias” de las grandes. Pero pronto se acaba el vino.
En la gran tristeza de las bodas sin vino (la gente se casa, descasa y recasa, con toda ceremonia… pero falta el vino) está el “resquicio de la buena madre” que dice a Jesús “aquí falta el vino, tiene que hacer algo…”. Esta es la primera obra de Jesús, la primera obra de la iglesia. No sé si los curas de iglesia se tienen que casar o no, eso sigue siendo un tema de leyes de hidrias de agua de purificaciones. El tema es si los curas con obispos y toda la parafernalia están ahí para animar a la gente (chicos, chicas y mayores) a casarse bien con mucho amor de vino.
Animar a la gente a que se case, y se case con vino, no con aguas de leyes. Esa es la primera obra de Jesús… que nos dice “yo hice lo que pude”, pero añadiendo “le pediré al Padre Dios, os mandaré el Espíritu santo, y tendréis que hacerlo mejor.
¿Qué hace la iglesia en general con esta obra de Jesús? Ciertamente, la cuenta y explica de un modo más o menos moralista. Pero, va la iglesia a las bodas de la gente para animar la fiesta con vino. Normalmente solemos andar por el mundo con miedo en los ojos, con mucho derecho, con poco evangelio, si se abre la iglesia para la misa de las 11 o no se abre, si hay o distancia en los bancos, si el cepillo electrónico funciona… Pero de vino más bien poco. ¿Qué significaría en general que la Iglesia fuera a las bodas con más evangelio y menos miedo. ¿A todas las bodas? ¿Incluso o, sobre todo, a las homosexuales, a las bodas de la gente a la que se le acaba el vino?
2ª obra. Jesús cura al hijo enfermo del “reyezuelo” (4, 46‒ 54). Después de las bodas, celebradas de un modo o de otro suelen venir los niños… Y así vuelve Jesús, como si nada, para ver cómo andas las cosas, y se acerca a Caná, y le sale e “reyezuelo” diciendo que se le muere el niño.
Ésta es una obra extraña, que el evangelio de Juan no comenta después como las otras. Quizá no hace falta. El hecho está claro. Sucede, como dicho, en el entorno de Caná, el sitio de las bodas. El protagonista es un “reyezuelo” (es decir, un funcionario de la corte de Antipas, a quien el texto le llama “basilicós” (de la casa real, reyecito).
Este reyezuelo debe ser un tipo con cierto poder. Forma parte de la “corte de los milagros del rey Herodes Antipas”. Normalmente se decía que este tipo de gentes de la administración eran hábiles y se hacían ricos con el dinero que robaban a los “hijos” de los pobres. Así, sin más… Debe ser rico, no se dice que sea buena (al contrario, el texto supone que, siendo quien era, debía ser malo… pero su hijo está muriendo viene a Jesús para decirlo que su hijo se muere. Toma a Jesús como el “milagrero de la zona”: Tiene que hacerle un milagro
El texto no habla de la mujer de la mujer/madre (debe estar por Cafarnaúm, en la casa de familia, con el niño que se muere, mientras el padre anda por ahí haciendo política y sacando dinero de ello, mientras y el propio hijo se le muere. ¿Por qué se le muere? ¡No le sabe ni quiere cuidar‒educar a pesar de su dinero (o por su mismo dinero). Así viene a Jesús y le pide ayuda… y se la ofrece, pero diciéndole que lo resuelva él mismo, que crea y quiere de verdad a su hijo, que asuma la vida, que se fije en lo importante.
Jesús no le pide “dinero” a este reyezuelo, no baja con él a Cafarnaum, simplemente le dice que “crea”, que cuide a su hijo, que se olvide de negocios de “régulos”.Ésta a la obra, éste es el milagro: Que Jesús convenza a este tipo duro, reyezuelo, que deje de andar merodeando por ahí, por dinero, y se vaya con su mujer y su hijo, que crea en el hijo, que le escuche, que le abrace, que le cure.
¿Qué hace la iglesia con los hijos de los reyezuelos de este mundo? ¿Cómo dice a los padres que cuiden y animen a sus hijos, día a día, hora tras hora, sin dejarlos ante la TV sin más o sin “echarlos” a la escuela de pago o pago para que hagan otros lo que ellos no hacen? Éste es la tarea: No basta que los padres se casen con vino, sino que les llegue el vino bueno de la vida para los niños. Ésta es la segunda obra de la iglesia. Jesús no dice si los curas han de tener hijos propios o no, eso es secundario, sino que les dice que animen y ayuden a los padre para cuidar, animar, hacere crecer en amor a los hijos.
En la obra anterior, Jesús acompañaba a los novios… Aquí acompaña al padre (¡al padre que suele andar en otras cosas…!) para que él se preocupe, para que él crea, para que él cure al hijo. Jesús no cura directamente, no baja con el padre, no cura él al niño enfermo… El que le tiene que cuidar y curar es el padre, el que tiene que ir es el padre, dejar otras cosas, negocios de “reyezuelos” y ocuparse del hijo. ¿Cómo hace la Iglesia?
3ª obra. Curar al paralítico de la piscina de Jerusalén (5, 1‒15). Éste es un milagro (¡una obra!) de fuste, contada con todos lujos de detalles… Jesús tiene que ir al “santuario” de las ovejas del templo, al “patio del agua” de los milagros, para decirle al paralítico de turno que deje de buscar milagros de feria o TV, que crea de verdad, que tome su camilla y ande.
Aquella era una piscina milagrosa, de aguas termales, junto al templo de Jerusalén. Todavía se visita y da gran devoción. Allí se mezclaban las “historias” religiosas. (a) Se dice que llevaban allí las ovejas para los sacrificios del templo (por eso se llama piscina probática, es de “ovejera”, de las ovejas, ardiena). Eso es lo que importaba, buenas ovejas, y encima limpias, para los sacrificios. (b) Era una piscina milagrosa, un patio con fuente de milagros. Allí se juntaba la gente enferma en unos pórticos, esperando que las aguas termales intermitentes se “movieran”, borbotaran…, porque se decía que eran milagrosas…
Esta es la “ironía” del evangelio de Juan: A un tiro de piedra del Templo de Jerusalén estaba la “fuente de los milagros asegurados”, como si detrás de la catedral del pueblo o del Vaticano donde van los turistas (¡que dan el dinero, con las ovejas!) el listo de turno hubiera montado el chiringuito de los milagros. Es así, al pie de la letra, leed el evangelio. Ese listo de turno podía ser un sumo sacerdote, o un chino avispado con ojos para los negocios.
El sacerdote o chino de turno habían montado un negocio muy bien organizado. Aquellas eran unas fuentes termales intermitentes. Cada tanto tiempo manaban con fuerza las aguas sulfurosas o calientes (como en Orense, cerca de la catedral, pero en Orense, manan siempre)… Aguas de Lourdes, de Fátima, de Santa Apolonia de Urkiola. Había que estar preparado: en el buen lugar, todo con orden, para entrar primero, antes que se agotara el agua. ¡No sigo, el tema se entiende!
Allí había un pobre hombre que llevaba muchos años sin curarse, porque nunca lograda “coger” un buen lugar en las aguas sanadoras, no tenía dinero para pagarle al sacerdote o al chino… Vino entonces Jesús, vio aquel “negocio”. Le dio rabia, le dio pena y le dijo al paralítico, que llevaba allí una eternidad esperando (¡38 años!), y le dijo: ¿Quieres curarte? ¡No andes esperando milagros, cree, ponte en pie. Toma tu camilla inútil y vete a casa… Ése es tu milagro
Éste es el “milagro” (es decir, el anti‒milagro) que más debía realizar la iglesia. Dejarse de piscinas milagrosas, de aguas para limpiar ovejas para el templo, de ritos de sábados inútiles…, de santuarios con agua más o menos cara, y decir a la gente: ¿Quieres andar? Pues cree, quiere, déjate querer, consulta si te parece a tu médico… pero quiere y cree ¡Andemos!
La obra de Jesús consiste en que la gente “tenga marcha”, sea capaz de caminar, creyendo su poder interno, en su capacidad, sin fuentes milagrosas, sin loterías de entrar el primero en la piscina, sin ángeles que vengan a remover las aguas. ¿Hace algo de eso la Iglesia? De eso trata la larga discusión que sigue a la obra de Jesús a lo largo de todo el capítulo cinco del evangelio. Hay mucha gente (escribas y demás) que no quieren que Jesús ande por ahí diciendo a la gente que asuma el riesgo, que no crea el milagritos, que crea en el gran milagro de la vida, que ande… ya.
4ª obra: Multiplicar los panes (6, 1‒14). Después de los novios sin vino, del padre que no cuida a su hijo, del paralítico que no logra el milagro de la piscina de las ovejas y el agua intermitente… viene la gente con hambre.
Ya sé, Jesús no está ahí para multiplicar mágicamente los panes, como le decía el Diablo de las tentaciones (Mc 4), pero él está para dar y compartir palabra, para que la gente dialogue, para que se entienda, y junto a eso, para que coma, de forma si él y la gente de su grupo tienen pan deben compartirlo.
He dicho que Jesús no está para montar una panadería, que eso los sabe hacer el Diablo (y a veces a buen precio, con perdón de loa buenos panaderos), pero todo el pan que tiene Jesús y que tienen sus compañeros es para compartirlo, sabiendo siempre que el pan compartido se multiplica. Jesús aparece así como el hombre con el pan en la mano…, como el panadero de nuestro pueblo, que suena el claxon de la camioneta, reparte el pan de balde a los niños y después lo vende a los mayores. Pues bien, Jesús queda sin nada para que los que vienen con hambre coman,
Este ha debido ser un milagro discutido… porque, a fin de aclararlo lo del pan (cuando quieren hacerle rey de los panes), Jesús tiene que decir un largo discurso, muy discutido, muy contestado, en Cafarnaúm, la aldea de los peces junto al lago, el pueblo de los panes compartidos y discutidos, donde muchos al fin hasta se enfadan y se van, porque no les convence la forma en que Jesús comparte los panes y dice a la gentes que ellos mismos se hagan pan compartido.
Ese sermón Jn 6 es el más difícil de todos, pues trata de temas actuales: que compren el pan los que tengan dinero, sólo ellos; que haya una renta universal de panes para todos, que nadie almacene, que… Jesús mismo sabe que el tema es complejo, y al final (¡por eso del pan!), se queda casi sin gente, la mayoría se le marchan, pues quieren “sus panes”. Pero sentido de fondo es claro: La única manera de seguir y entender a Jesús es “hacerse pan” para los demás; dar lo propio, darse a sí mismo para que los demás puedan “comer”, enriquecerse, vivir.
Ciertamente, hay en la iglesia muchas personas que se dedican a multiplicar los panes y lo hacen genial, poniendo comedores sociales, con cáritas, con manos unidas para el pan… Pero no todos nos hacemos pan compartido, a pesar de que decimos que somos eucaristía. Dicen que hay eclesiásticos que han guardado más panes que los que han compartido.
5ª obra. Caminar sobre el lago en tormenta (6, 16‒22). Esta es una obra de arriesgados… Veamos, el evangelio de Juan sabe escoger y dosificar. Dice al final que Jesús hizo miles de obras más, obras de libro (¡ejemplares!), pero él escoge y comenta solo siete, y ésta es la quinta, la de andar por el mar encrespado.
Así viene el mar, tras las bodas, el padre de niño enfermo, el paralítico, los que tienen hambre… Ésta es en un sentido la obra más dura. Él que no se queda en casa tranquilo cuando sople el viento en el lago, cuando su gente en la barca se hunde, cuando llega el covid 9 y se mueren muchos… Jesús sale de casa, y se arriesga a “caminar” en medio de la tormenta para ayudar a los que corren el riesgo de perderse o tienen miedo. Jesús se hace enfermero, piloto de barco en peligro, pionero de amor y asistencia en los campos de peligro, bombero…
Ciertamente, no todo se resuelve haciendo de “bombero” en incendios, tornados y tormentas, pero son necesarios hombres y mujeres como Jesús que arriesguen, que se arriesguen, que arriesguemos. A veces hay cristianos de Iglesia que en caso de tormenta prefieren quedarse en casa. ¡Que jueguen el tipo otros, ya acabará y cuando acabe saldremos!
Pero Jesús sale en la tormenta… Sin duda, hay cristianos que arriesgan, que han arriesgado y siguen arriesgando, que caminan por donde nadie diría que se puede caminar. Esos son los que han hecho iglesia, abriendo vías nuevas de mar o de montaña, de humanidad, caminos con huella de vida por el mar. Pero no todos. Hay quizá demasiada Iglesia centrada en sus seguridades, en sus miedos, sin aire de aventura al servicio de la vida.
6ª obra de Jesús. Curar al ciego de (en) la piscina de Siloé (9, 2‒7). Ésta es quizá la obra que a Jesús más le ha costado. Ayuda, hace ver, acompaña… y sin embargo le critican y persiguen, los que nunca hacen más que aprovecharse de los otros, los que nunca mueven un dedo, ni se arriesgan
Ésta es de nuevo una obra “discutidísima”. Jesús dice al ciego, que está pidiendo limosna (¡que otros le ayuden, que le den de comer, que para eso él ciego…!) que se arriesgue, que vaya aunque sea a tientas, que baje a la piscina de Siloé (de la promesa, del enviado de Dios), que se limpie, que vea… que se atreva a ver por sí mismo.
Y el ciego se arriesga, y lo hace, y empieza a ver y a ser independiente; ya no necesita andar pidiendo, tiene dos manos, puede trabajar, sea en sábado en viernes…. Y de pronto se le echan al cuello todos los “rabinos de mala escuela” que vivían a costa del ciego, diciéndolo lo que tenía que hacer, guiarle o mal‒guiarle…
Y ahora que este ciego es autónomo, ahora que no necesita “lazarillos” interesados en que siga ciego, esos malos rabinos, de antes y de hoy, se enojan con Jesús y con el ciego, porque ha “roto el orden” del sábado, porque ha pisado la esquina de la baldosa sagrada que no puede pisarse. Vienen, le critican, y critican y condenan a Jesús porque se atreve a decir que la gente vea, que se valga por sí misma, que se independice de malos clérigos y oficiales políticos de turno, que viven de mandar a los demás.
No sé si nos pasa algo así en la Iglesia… Si queremos ser guías de ciegos, si queremos mantener a la gente en la ignorancia para aprovecharnos de ellos, y pensar después que estamos haciendo algo bueno. Jesús en cambio le dice al ciego que vaya, que se esfuerce, que vea… para despedirle diciendo “que te vaya bien, y cuídate”, es decir, sin aprovecharse de él. No sé si parte de la Iglesia ha aprendido esta lección.
La 7º y última de las obras de Jesús es la de resucitar a Lázaro (11, 22‒45). Ésta ya no es solo “discutidísima”, sino mortal… A Jesús le matan precisamente por “resucitar” a la gente dormida, medio muerta, mientras Jesús quiere que la gente viva.
Ésta es una obra discutidísima, con muchos matices que el texto ha iluminado en parte: Si Lázaro estaba muerto de verdad o no estaba muerto, si hermano es físico o espiritual de Marta y María, si… Podéis leer cualquier comentario serio de Juan y veréis estas cosas. Sea como fuere, para el evangelio de Juan ésta es la Obra definitiva de Jesús: ¡Que los muertos vivan, que la gente resucita, que escuche la voz de la vida que le dice ¡vive!, que salga del sepulcro en que se ha metido o meten.
Ésta es, como he dicho, la obra final (la 8ª, la de la pesca milagrosa de Jn 21 parece ha añadida más tarde). Esta obra de Jesús con Lázaro es la definitiva, la más trasparente y quizá la más difícil de entender, pues es una obra con varios personajes, entre ellos las hermanas de Lázaro… y sobre todo porque el tema es la resurrección.
Tal como lo tenemos este mundo se nos muere, es evidente, sea de coronavirus sea de miedo a la muerte…La obra de Jesús tiene dos partes: La primera es no tenerle miedo a la muerte; la segunda es ofrecer vida, hacer que los lázaros puedan vivir, con amor, con hermanas o hermanos, con esperanza.
Estamos ante un mundo que necesita resurrección, no sólo al final de los tiempos, tras la muerte, sino en esta misma vivir. Vivir como resucitados, esa es la tarea. No sé si las iglesia se ha especializado más en bendecir a los muertos que en promover, animar y potenciar a los vivos…
Pero con esto termino el blog de hoy, que es una continuación del que escribí el domingo pasado (8/10.5.20). Este domingo (17.5.20) empieza precisamente aquí, con Jn 14, 15, con la promesa del Paráclito, como diciendo “para hacer estas obras de Jesús y aún mayores necesitáis mucho Espíritu Santo”. Pero de eso trataré el domingo próximo. Buen fin de semana a todos
Comentarios recientes