Quinto Domingo de Cuaresma, 29 Marzo, 2020
«Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba».
Estamos ya muy cerca de nuestro destino final que es la Pascua y que es hacia donde nos lleva el camino de la Cuaresma.
Betania está muy cerca de Jerusalén y es ahí donde vivían estos tres hermanos amigos queridos de Jesús.
La Cuaresma esta semana nos conduce hacia un lugar de amistad, de intimidad y de descanso, pero en un momento de incertidumbre, dolor y muerte.
La enfermedad grave deja al descubierto nuestra vulnerabilidad, tanto si la enfermedad la padecemos nosotras mismas como si es alguien cercano quien está enfermo. Y la muerte… la muerte nos adentra en el misterio. La pérdida de alguien muy querido nos quiebra por dentro. Se lleva algo muy íntimo y valioso y en su lugar abunda la tristeza, el llanto.
En Betania hoy se oye murmullo de llanto. Se entremezclan los silencios con los sollozos y las palabras de consuelo. Pasan los días sin Lázaro y la ausencia parece que crece sin medida. En medio del dolor Marta y María reciben a Jesús.
Marta que es la que siempre toma la iniciativa es capaz de confesar a Jesús como Mesías en medio de su dolor. María, deshecha, se echa una vez más a los pies de Jesús con todo su dolor. Y Jesús llora con sus amigas, se conmueve.
Ahora se acercan todos juntos a la tumba de Lázaro. Y ante el asombro y el desconcierto Jesús lo prepara todo para la vida. “Quitad la losa”. Es necesario quitar aquello que nos separa tanto por dentro como por fuera. Hay que quitar la losa que cierra la entrada de la cueva pero también esas losas que cierran nuestra mente y nuestro corazón.
Y así, sin losas, la vida sale. Lázaro sale, pero no puede apenas moverse. “Desatadlo y dejadlo andar.”
Terminamos nuestro recorrido de Cuaresma con un muerto que vuelve a la vida. Con Jesús que nos devuelve la esperanza y nos ayuda a crecer en confianza. Con un amigo que sabe llorar con nosotras.
Oración
Habita, Trinidad Santa, nuestros duelos, acompaña nuestros llantos y haz crecer en medio de nuestro dolor esa fe que tú has puesto en nosotras. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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