Segundo Domingo de Cuaresma. 08 Marzo, 2020
«Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
–Levantaos, no temáis».
El domingo pasado nos encontrábamos en el desierto, solas y al mismo tiempo acompañadas de nuestras luces y nuestras sombras, y veíamos que nuestra libertad es la que va marcando nuestro camino.
Hoy el paisaje ha cambiado completamente. Pasamos del desierto a la montaña, y de la soledad a la intimidad.
Jesús se encuentra en un momento crucial de su existencia. Descubre que su vida debe dar una respuesta cada vez más concreta. Hace ya un tiempo que ha comenzado a predicar, se ha acercado a la gente y ha tocado su dolor. La gente lo sigue, su fama se extiende.
Pero la muerte de Juan Bautista le hace ver claramente que su compromiso puede traerle problemas. Así que reúne a sus amigos, a los más íntimos y marchan juntos al monte. Se van un día de retiro y convivencia. Y ahí los cuatro amigos oran y comparten.
Ahí, en el monte, Jesús tiene una experiencia de Dios y sus amigos, que son testigos, se estremecen. Se asustan.
La experiencia de Dios nos transforma y quienes lo ven se llenan de espanto. Nos asusta a pesar de que sea bueno. Mateo nos dice que los discípulos cayeron de bruces.
Sin embargo quien tiene esa experiencia, en este caso Jesús, siente confirmados todos sus anhelos. Recibe la fuerza y la esperanza para continuar avanzando en medio de las dificultades y peligros.
Por eso Jesús baja del monte con el ánimo renovado, con nuevas fuerzas e ilusiones. La situación no ha cambiado, pero él ahora la ve desde otra perspectiva.
Oración
Recuérdanos, Trinidad Santa, esos momentos fuertes en los que tu luz nos ha iluminado y hemos sido capaces de continuar en medio de las dificultades. Amén.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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