No nos dejes caer en la tentación.
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
- De nuevo al desierto.
Los hebreos se pasaron cuarenta años caminando por el desierto, es decir: toda la vida. Y es que, salir de Egipto (y de todos nuestros “egiptos y esclavitudes particulares”) y llegar a la tierra de promisión y a la libertad, eso cuesta toda la vida, “toda una vida”.
Así es que, ligeros de equipaje, comencemos esta santa cuaresma, pero mirando hacia la libertad y a la tierra de promisión, que a Egipto no quiero volver ni loco.
- Peligros y tentaciones.
El primer domingo de cuaresma nos ofrece e invita siempre a pensar un poco en esto que se ha dado en llamar: las tentaciones. ¡Cuántas veces hemos rezado: No nos dejes caer en la tentación!
¿Y qué es la tentación o qué son las tentaciones?
Yo no creo, -en sentido de fe-, no creo en la visión de una tentación como si Dios fuese un señor caprichoso al que le gustan las manzanas reinetas, por lo que se las reserva para él, prohibiendo que nadie toque su árbol, y cuando una mujer y su marido se comen amigablemente una de tales manzanas, Dios pilla un rebote y un enfado del que todavía no se ha repuesto, condenando a toda la humanidad, incluido su Hijo, a galeras. Si no fuese trágica la cosa, sería cómica.
La tentación no es que Dios dice A, nosotros hacemos B, va y se enfada y, por lo tanto estamos condenados. Eso es de una simpleza infinita.
Estamos ante un mito que piensa y expresa algunas cosas sobre la ética, la libertad, la tentación, el mal. Decía ya K. Marx que la primera reflexión sobre las grandes cuestiones de la vida es la bíblica, la religiosa.
- La tentación antídoto del sufrimiento humano
Quizás toda tentación -grande o pequeña- consiste en querer salir de un sufrimiento más o menos grande y hallar alivio o salida en alguna realidad.
Hay casos límite como puede ser el suicidio, las adicciones a la droga, al erotismo, cleptomanías, ludopatías, etc. En el fondo se busca calmar y salir de un gran dolor existencial: el dolor del rechazo, de la soledad, el dolor del desafecto, de los fracasos, de la ansiedad, del mal trato de la infancia, de las culpabilidades morales, el dolor de “muchas asignaturas pendientes en la vida” o cualquier otro tipo de dolor. La tentación (caer en la tentación) es intentar aliviar esos sufrimientos profundos con una “huida definitiva” o con un erotismo compulsivo, con un robo, que creo me conferirá un poco de seguridad, con un juego (ludopatía) que me va a reportar un sueño paradisíaco de dinero (ludopatía), etc.
Por lo general, son “tentaciones de la vida cotidiana”, pero que responden al mismo esquema: huir del sufrimiento que la vida inevitablemente conlleva. La tentación reporta un cierto bienestar, al menos momentáneo.
- Cuando caemos en tentación, disfrazamos el dolor.
Me parece a mí que lo que nos ofrecen las tentaciones edulcoran, disfrazan el dolor; son como el “orfidal o el valium” que calman, pero no curan. Y es que todo placer requiere eternidad (Nietzsche); nunca el placer es suficiente. El dolor existencial vuelve y vuelve en un ritornello sin fin.
- La libertad.
Las tentaciones tienen como sustrato la libertad humana. El ser humano es libre y puede elegir, escoger. En el fondo de toda tentación, de toda elección hay un uso correcto -o menos- de la libertad
Ahora bien, ¿qué podemos entender por libertad?
Se puede considerar que la libertad tiene como tres niveles de profundidad:
- La libertad es la capacidad de elección. Podemos escoger entre varios objetos: legítimos o no. Es la capacidad de elección, primer nivel elemental de la libertad y de una libertad más bien superficial: la capacidad de escoger.
- Una segunda cota de la libertad son las libertades cívicas, los derechos humanos: libertad de expresión, libertades políticas, sindicales, libertad religiosa, etc. Es un nivel necesario y todo grupo humano tiene derecho a vivir en esas libertades. pero no significa que las libertades cívicas garanticen personas libres.
En tiempos de la dictadura no teníamos libertades cívicas, pero había personas libres. En estos tiempos democráticos, creo yo que tenemos libertades cívicas, pero hay infinidad de personas esclavas del consumismo, de las adicciones, de las ideologías, etc.
- La libertad como capacidad de ser. Cuando escogemos una posibilidad en la vida, no escogemos meramente una posibilidad “externa”, sino que “me escojo a mí mismo en esa posibilidad”. Cuando un joven escoge la carrera de Magisterio o Derecho, en el fondo se está escogiendo a sí mismo como maestro o como abogado. Cuando una persona decide casarse o entrar en la vida célibe religiosa-contemplativa, se está escogiendo a sí mismo como persona capaz de formar una familia o de realizar su vida en el claustro, en el sacerdocio.
De manera que la libertad es la capacidad de ser, de construirnos como personas; capacidad que Dios nos ha dado y que ya desde el Génesis entra en crisis, porque no es una cuestión sencilla.
- No culpabilizar, ni amenazar.
Es cierto que cuando “caemos en tentación”, “nos hacemos daño”, podemos hacer daño a los demás”, “destrozamos, más o menos, la creación” y “Dios está triste”.[1]
Dios no castiga, no es inmisericorde. Por ello, no culpabilicemos, no amenacemos con castigos que no vienen de Dios, ni hurguemos en viejas heridas, no carguemos moralmente con fardos pesados a los demás. No culpabilicemos ni condenemos a los demás.
Sobre todo quienes tenemos alguna responsabilidad como padres, educadores, presbíteros, no encaucemos a nuestras gentes al “colapso moral”. Abramos horizontes, caminos, puertas, Éxodos, liberación, paz, vida, resurrección[2]…
Dios no se enfada con estas situaciones nuestras, no nos deja en la estacada, mucho menos nos manda al infierno. En una de las oraciones introductorias al rezo del Rosario se dice:
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Humano, desde luego, no. Pero ¿esto es cristiano? Más bien es mentira, simplemente mentira.
En el cristianismo la salida a la caída en la tentación está en el perdón de Dios. El salmo 129 dice que el Dios de Jesús no es un Dios eternamente enojado, que cantábamos, sino que nuestro Dios se hace sentir por su bondad y misericordia:
de Ti procede el perdón, y así infundes respeto. (salmo 129)
Dios se hace respetar por el perdón a nuestras caídas en las tentaciones, no por el látigo. La salida a la tentación y a nuestras caídas está en descansar en el Señor, su respeto no está en la disciplina, en el castigo, sino en el perdón y la acogida (la casa del Padre y el hijo pródigo).
No nos dejes caer en la tentación, pero si caemos en tentación, que caeremos, después viene: líbranos del mal.
Somos barro, somos ceniza, somos dolor, tentación, somos caídas:
Si creció el pecado, más abundante fue la gracia (San Pablo)
[1] Dios, el padre del hijo pródigo, jamás se enfada: está triste, sufre, nos espera y siempre nos acoge
[2] Jesús no fue un predicador del infierno, sino de la vida.
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