Noche y día.
Durante nuestros momentos más oscuros debemos centrarnos en ver la luz (Aristóteles)
5 de enero. DOMINGO II DESPUÉS DE NAVIDAD
Jn 1, 1-18
La luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron
El Génesis nos presenta el reloj del tiempo en las mismas dos cadencias mencionadas por el evangelista, la experiencia en el ritmo imperturbable del día y de la noche: “Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero” (Gn. 1, 5)
Luz y Sombra son símbolos profundos que tienen mucho que ver con los hechos de la vida y de la muerte; el mundo de los muertos es la región de la oscuridad: “…a la tierra lóbrega y opaca…donde la misma claridad es sombra” (Job 10, 22).
El AT es más pródigo en lo referente a la Luz, que en el mismo Job aparece contra puesta a la sombra equivalente a vivir: “para sacarlo vivo de la fosa, para alumbrarlo con la luz de la vida” (Job 33, 30); en Nm 6, 25: “el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti”; Isaías dice que en el tiempo escatológico habrá un crecimiento de luz: “¡Levántate, brilla, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti!” (Is. 60, 1).
Una luz espiritual que no puede quedar encerrada en nuestra casa y estar exclusivamente a nuestro servicio. Cuando Dios dijo en la Creación Fiat lux (Gn 1, 3), la luz existió para iluminar al mundo entero, lo cual quiere significarnos que la nuestra no es de nuestra propiedad, sino que nos ha sido ha sido concedida para que, abriendo todas la puertas y ventanas de nuestro cuerpo y vida, incremente la luz de los demás.
La iluminación espiritual es la experiencia de lo divino, una experiencia que se manifiesta en paz, amor, felicidad o sentido de unidad con el universo.
En el NT se hace resaltar también el sentido positivo de la luz; Juan lo dice en su evangelio de este domingo segundo después de Navidad; Mateo nos invita en 10, 27 a manifestar nuestra luz: “Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día”; como símbolo, Dios y Jesús son luz: y la vida era la luz de los hombres (Jn 1, 4).
La luz brilla en las tinieblas, es un libro del vietnamita Cardenal Van Thuan (1928-2002), que es la crónica inacabada de un gran amor, porque su luz sigue brillando en medio de la obscuridad de nuestro tiempo.
La pintura, no ha sido ajena a estos requerimientos, pues, aparte de ella y los pinceles, las luces y las sombras han prefijado siempre los contenidos de tal arte.
Pintores como De Chirico, Dalí, Rembrant, Sorolla, etc, manifestaron en su obra sus preocupaciones por este simbolismo; el valenciano Joaquín Sorolla, gran maestro de la iluminación, lo hace en el cuadro La bata rosa, que mostramos en este artículo.
Durante nuestros momentos más oscuros debemos centrarnos en ver la luz, dijo el filósofo griego Aristóteles, y que es lo que el evangelista Juan quería decirnos con lo de La luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron, porque, indiscutiblemente al hombre le cuesta hacerlo.
HIJO DE LA LUZ Y DE LAS SOMBRAS
Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
Forjado por el día, mi corazón que quema
lleva su gran pisada de sol adonde quieres,
con un solar impulso, con una luz suprema,
cumbre de las mañanas y los atardeceres.
Daré sobre tu cuerpo cuando la noche arroje
su avaricioso anhelo de imán y poderío.
Un astral sentimiento febril me sobrecoge,
incendia mi osamenta con un escalofrío.
Miguel Hernández
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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