Tres Magos (Elifaz, Bildad y Sofar). La Gran Marcha del Niño: “En realidad, los ‘Magos’ son los niños”
Ellos son los magos, la magia de la vida de Dios que nace en un mundo amenazado, pero donde sigue habiendo magos y magas, como Elifaz, Bildad y Sofar (los tres magos‒magas de la tradición antigua) o como Melchor, Gaspar y Baltasar (que son los nombres posteriores de los magos)
Son sabios, no reyes guerreros, no vienen a conquistar países, con drones de muerte, sino a ofrecer y expandir los dones de la vida, oro que brilla, incienso que perfuma, mirra que fortalece y cura
Van a “rescatar” al niño perseguido, amenazado de muerte: Al niño al que quieren matar, al acusado de intruso, de emigrante malo (¡siendo recién nacido!)
| Xabier Pikaza , Quique (ilustración)
Este es el día de la gran misión de Jesús, que es ofrecer vida (dones de amor y esperanza) a los niños. Con este relato de los magos (Mt 2, 1‒2) que comentaré por extenso culmina y se cumple la Navidad, el nacimiento de Dios en la historia de los hombres. Así lo diré en las dos partes que siguen:
- Evocación actual: Marcha de los magos, la gran cabalgata (caminada, peregrinación, en pateras, o camellos…) a favor del Niño… Ésta es la gran “peregrinación”, la única importante de la historia humana: El Éxodo de Egipto, el camino de todos los pueblos que buscan patria y libertad. Es la marcha que han de iniciar, cambiando de vida, los pederastas de diverso pelo (que se buscan a sí mismos, a cosa de los niños), los soldados de varias banderas que luchan en realidad para matar a niños, los ricos de un oro homicida, es decir, paido‒cida.
- Lectura exegética del texto (Mt 2, 1‒12). Algunos lectores podrán quedarse en la parte anterior, dejen la “exégesis” para otro día. Otro preferirán la exégesis del texto más largo, que es lo mío (soy exegeta) y que he tomado básicamente de mi comentario de Mateo.
Buen día a todos, los de la primera lectura y los de la segunda. Buen día, sobre todo, a los niños. Ellos son los magos, la magia de la vida de Dios que nace en un mundo amenazado, pero donde sigue habiendo magos y magas, como Elifaz, Bildad y Sofar (los tres magos‒magas de la tradición antigua) o como Melchor, Gaspar y Baltasar (que son los nombres posteriores de los magos).
La primera imagen está tomada del primer “icono” de los magos, de la Basílica de San Apolinar (siglo V‒VI d.C.) con persas presurosos que corren a Belén. Las demás son fáciles de entender. La de la “madre” dando de mamar al niño tras la alambrada USA es un fake‒imagen de Argentina, como todo el mundo sabe, y los “dueños” de FB la están queriendo brorrar… pero viene bien para situar el tema (con Persia‒Irán y USA de fondo, como en la lucha de drones‒estrellas mortales de estos días). Feliz Pascua de Epifanía a todos. Colección espléndida de imágenes de Epifanía en FB José Luis Navarro, de donde tomo algunas (!gracias!). He publicado otras en mi muro de FB.
EVOCACIÓN ACTUAL DEL RELATO DE LOS MAGOS ( Mt 2, 1‒12)
De Oriente, lugar de donde viene el Sol cada mañana, vienen los magos Israel, al mundo entero. Son magos y magas, de Arabia y de Persia, de India de China, con su de la sabiduría que es la Estrella del cielo de la Vida.
Son sabios, no reyes guerreros, no vienen a conquistar países, con drones de muerte, sino a ofrecer y expandir los dones de la vida, oro que brilla, incienso que perfuma, mirra que fortalece y cura. Son expertos en signos del “cielo”, es decir, en el mundo misterioso de los “astros”, donde se refleja como en un espejo de adivinar el sentido y futuro de la historia humana, centrara en el Niño, en todos los niños, que son los verdaderos “magos”, la magia de amor de la vida.
Conocen el camino… Los libros antiguos (de Job y de Isaías, de Hermes y de Henoc) dicen que ellos conocían las “vías del cielo”, mejor que las callejas de sus viejas ciudades: Susa o Samarcanda, la Meca, Isfahán o Benarés, y que las conocían para trazar con ellas los caminos de de bendición de la tierra. Saben que está para nacer la estrella de la nueva humanidad, que será Jesús, y de esa forma esperan caminando, y caminan aún más para que crezca la esperanzar.
La tradición les presenta como “magos” pero son también “magas” porque las mujeres son más importantes en la “magia de amor de la vida”, y ellas han estado siempre interesadas en la promesa de los astros: Las Pléyades, la Osa, la vía de la Leche… Por eso dice el texto, Mt 2, que ellas van y van buscando a la Madre con el Niño, hasta Belen que significa antaño Casa de la Guerra (Bet‒ha‒Milhama), pero que después se ha convertido en Casa del Pan (Bet‒ha‒Lehem), porque como saben ellas cada niño viene con un pan en la mano.
Van a visitar, acoger y bendecir al Niño indefenso y perseguido, no al Rey poderoso de Jerusalén. Ésta es la gran procesión, la Marcha de la Leche (de la vía láctea del cielo) de los magos y magas que vienen a saludar, adorar y bendecir al niño que nace para todos y con todos, no las “pruebas” militares de los grandes soldados de Arabia, de Persia o de USA, de Rusia de China o de España, que andan con drones, no dones, por los caminos por donde antaño anduvieron con oro de brillar, incienso de perfumar y mirra para fortalecer el amor.
Van a “rescatar” al niño perseguido, amenazado de muerte: Al niño al que quieren matar, al acusado de intruso, de emigrante malo (¡siendo recién nacido!). Ésta es la única procesión, la única cabalgada del fin de Navidad: Que todos los sabios (los ricos, los reyes…) se hagan magos y magas para a ofrecer su dones a los niños.
‒ ¡Proletarios y pobres, expulsados y víctimas del mundo entero uníos… para visitar y acompañar a la “prole” de Dios que es el niño Jesús, y con él a todos los miles, millones y millones de niños amenazados de muerte del mundo.
‒ Ésta debería ser la procesión de los pederastas de la Iglesia y de fuera de la Iglesia,, curas y no curas, que aprovechan su poder “sagrado” o social para pervertirse a sí mismos y destruir a los niños, en solitario o en lobbies de grupos de poder (de mafias e imperios), en locura de “placer solitario y paido-cida” a costa de los niños… Una procesión hasta Belén, casa de la leche y del pan compartido, del amor al servicio de los niños. Cada uno de los niños violados vale más que toda la Iglesia de los poderes del mundo.
‒ Esta es la “inversión” de la gran Iglesia en salida, del año 2020, que dice con Jesús: Dejad que los niños vengan a mí, dejarme ir y estar con los niños, para prometerles vida como los magos/magas que fueron a Belén, para encontrar al niño con María y José, a quienes ofrecieron su solidaridad, su admiración, su ayuda. Una institución al servicio de niños excluidos, exiliados, perseguidos… Eso ha de ser la Iglesia.
‒ Esta ha de ser la inversión de los soldados antiguos y modernos, como Herodes (que mató a los niños de Belén para matar a Jesús, que le pareció contrario a sus intereses), como los soldados actuales de los “fuertes estados homicidas” que organizan marchas de guerra, que en el fondo son marchas para matar a niños, como el viejo Herodes, cerca de la tierra de Jesús, en Belén, ciudad sitiada, en Gaza, territorio de muerte, en Irak y Persia, en USA, Rusia y China… por poner unos ejemplos. Que vengan todos los soldados, que diga a‒Dios a las armas y adoren al niño, con procesiones y marchas de paz por los niños en todos los países del mundo.
‒ Esta la marcha de los amigos de Job, el gran niño/mayor enfermo, arrojado al “estercolero” de una ciudad maldita… La mejor narración de los magos que conozco en la de este libro de Job, donde se dice que, estando él arrojado, aplastado, en el estercolero, en un contenedor de basura, vinieron tres Sabios (magos) de Oriente para consolarle (Job 1‒2). Uno se llamaba Elifaz, otro Bildad y el tercero Sofar. Vinieron a consolarle pero, según el libro, no lo hicieron bien, sino que, en el fondo, le acusaron de ser malo, y el mismo Dios tuvo que reñirles, pidiendo a Job que rezara por ellos, para que pudieran cambiar, deja la guerra de poder y salvarse (Job 42).
‒ Una leyenda de oriente dice que Dios “castigó” a esos sabios/magos (Elifaz, Bildad y Sofar…) y les tuvo encerrados muchos siglos, porque no ayudaron a Job, y así les tuvo en una cárcel de esperanza hasta que nació Jesús, perseguido por Herodes, y les mandó que fueran a llevarle sus regalos… Si Jesús les perdonaba, él (el mismo Dios niño) les permitiría seguir viviendo. Y Jesús niño les perdonó, recibió sus dones, con María y José, y por eso estamos aquí y podemos celebrar también este año 2020 la cabalgada/camellada de Reyes (acogiendo a los que vienen con niños, para ayuda a los niños) en pateras, por duros caminos, pasando alambras y muros…
‒Y desde entonces hay magos…, que ya no se llaman Elifaz, Bildad y Sofar, porque la gente se olvida de los nombres, sino Melchor, Gaspar y Baltasar, o, mejor dicho, María y José, Manuela, Carmen y Mabelia… y miles y millones de mujeres y hombres que ayuda a los niños perseguidos, abandonados… Por eso sigue viviendo este mundo, a pesar de los muchos Herodes que siguen matando de mil formas a los niños.
Mateo y Lucas suponen que Jesús, hijo de María y José, estaba vinculado a Nazaret de Galilea, pero añaden que nació en Belén, ciudad de David (cf. Mt 2, 1-6 y Lc 2, 4). Ellos no inventan los datos (Belén, nacimiento por el Espíritu), ni se copian entre sí, sino que los recogen de una tradición anterior, que ha debido surgir en un ambiente judeo-cristiano, para destacar las conexiones davídicas de Jesús. No es imposible que en el fondo de esa tradición (descendencia davídica, Belén…) se exprese una interpretación mesiánica extendida por los mismos parientes de Jesús, y por otros grupos eclesiales, interesados en destacar su origen davídico[1]. Desde ese fondo se entiende la historia de los magos:
2 1 Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, 2 diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.
3 El rey Herodes se sobresaltó al oírlo y con él toda Jerusalén 4, y convocando a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó el lugar donde había de nacer el Cristo. 5 Ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: 6 Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en modo alguno la menor entre los clanes principales de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.
7 Entonces Herodes llamó aparte a los magos y precisó con cuidado el tiempo de la aparición de la estrella. 8 Después, enviándolos a Belén, les dijo: Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.
9 Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente les precedía hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. 10 Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. 11 Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. 12 Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino[2].
Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos (autou to astera).Este motivo nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (especialmente al gran rey) con un (=el) Astro del cielo: Ese astro es como luz en el firmamento cósmico (signo eterno de divinidad, y así aparece en gran parte de paganismo), siendo al mismo tiempo promesa de futuro salvador (signo israelita). De esa forma se vinculan dos grandes tradiciones:
‒ La visión cósmica del astro divino es propia de las religiones de la naturaleza (cielo y tierra), con la presencia de Dios en los signos astrales. En esa línea, la estrella debía estar allí en el cielo desde siempre, de manera que los magos se han limitado a descubrirla.
‒ La visión histórica de una nueva estrella que ha de nacer, distinta de las otras, marcando la novedad del reinado histórico de David, en la línea de las “profecías de Balaam” (cf. Num 24, 17), que era también un sabio/mago de Oriente que había bendecido (no maldecido) a los israelitas cuando venían de Egipto[3].
Este paso del plano cósmico a la historia, y de Balaam-David a los Magos-Jesús define el evangelio de Mateo, que recrea así, poderosamente, la base cósmica de la historia y salvación israelita. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz y se expande una esperanza de salvación que atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por otra parte, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea del mesianismo universal de Mt 28, 16-20, que se abre no sólo a “todos los pueblos” humanos (de oriente y occidente), sino también a todo el cosmos (se me ha dado todo poder, en cielo y tierra, incluyendo por tanto a las estrellas).
Anuncio de la misión universal de Jesús. El texto dice que “Jesús nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes” y añade que “unos magos vinieron a Jerusalén… preguntando por el lugar donde había nacido (pues la estrella era signo de ese nacimiento ya realizado). Lógicamente, sacerdotes y escribas de Jerusalén, le responden que en Belén, según la profecía de Miqueas (cf. Mt 2, 1-6), pues Belén era el lugar del verdadero rey, de la línea de David, y su sacralidad era incluso anterior a la de Jerusalén (que aún no era ciudad israelita hasta que la conquistó David).
La historia del nacimiento de Jesús se sigue contando desde las profecías, como muestran las citas de cumplimiento que jalonan el evangelio de la infancia: “Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho…” (cf. Mt 1, 22-23; 2, 5-6.15.18.23). Dicho eso, debemos añadir que ese nacimiento mesiánico de Jesús no aparece vinculado en Mateo con el templo de Jerusalén, ni con los sacerdotes y escribas, ni con el rey Herodes, sino con unos magos de Oriente, que vienen siguiendo su Estrella (cf. Num 24, 17), y con la ciudad davídica de Belén (en este contexto se introduciré después el recuerdo del exilio: “de Egipto llamé a mi hijo”, Mt 2, 15; cf. Os 11, 1).
Estos datos tienen un valor simbólico y ponen de relieve la identidad mesiánica de Jesús, de manera que carece de sentido preguntar a los astrónomos cuándo pudo haber aparecido por aquellos días una “estrella nueva” o algún tipo de asteroide, como el que aquí se evoca (cf. Mt 2, 9-10). Ésta es una estrella bíblica, evangélica, forma parte del orden celeste abierto al futuro de la salvación, no un astro concreto que pudo “aparecer” en el firmamento un día. Los magos preguntan por el mesías en Jerusalén, pero no le encuentran allí (donde reina Herodes), sino en Belén, ciudad donde se centran y cumplen las promesas. En esa línea, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse como anuncio de un tipo de pascuacentrípeta (gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén)[4].
– El “evangelio” de los magos brota de la tradición israelita, pero la desborda.Los pueblos paganos vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los sabios de Oriente, son para la Biblia el signo de un camino de búsqueda y fe, que se funda en las tradiciones de Israel, pero que, de hecho, desborda el nivel israelita, tanto por su origen (la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión), como por su meta, pues no encuentran a Jesús en el templo, ni en el palacio real, sino en una casas del margen de Belén, de manera que no pueden quedar allí, adorando a Jesús, para formar parte del pueblo judío, sino que tienen que dejar la tierra de Judá y volver a sus tierras. De esa forma Así aceptan al rey de los judíos (se convierten a Jesús), pero sin hacerse judíos, de manera que tienen que volver a sus países de origen.
– Este pasaje evoca y anticipa el envío final de los discípulos a todos los pueblos (Mt 28, 16-20), aunque ese envío invierte y completa el sentido de los Magos. En el caso de los magos son ellos (los gentiles) los que vienen hacia Jerusalén para encontrar al Niño. En Mt 28, 16-20 han de ser los cristianos, seguidores y testigos de Jesús, los que expandirán el evangelio de su resurrección, desde el monte de Galilea, no desde Belén, a todos los pueblos. Conforme a ese texto final, los cristianos ya no esperan la venida de los pueblos a Jerusalén, como parecen haber hecho algunos miembros de la iglesia primera de Jerusalén y las comunidades judeo-cristianas, cuya doctrina ha recogido (y superado) Mateo en su evangelio (cf. 8, 11); al contrario, conforme al texto final de Mateo, son ellos (los cristianos) los que deben ir a todas las naciones (y no sólo a las de oriente).
De esa forma se distinguen y completan dos tipos de misión: una centrípeta (los gentiles vienen para adorar al Dios israelita, revelado en su mesías), otra centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su visión del discipulado). La primera tradición (Mt 2) es más judía y precede evangelio. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual y expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende todo Mateo, que interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera del mesianismo judío.
– Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos, como suponiendo que deben aceptar sus leyes nacionales (la forma de vida israelita). Vienen pero no encuentran al Rey en la capital del Templo (sacerdotes), ni en el trono político de David sino en Belén. No le descubren exaltado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de la vida y obra de Jesús, que culminará y se expresará sólo en el envío pascual.
– Los discípulos pascuales de Jesús (Mt 28, 16-20) llevan su mensaje y vida (su discipulado) a todos los pueblos, pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de Galilea. No van para retornar a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) en todos los pueblos de la tierra, de manera que deben aceptar el esquema de vida (cultura, religión originaria) de los pueblos hacia donde se dirigen[5].
Evangelio centrípeta: Rey de los judíos, rey para todos los pueblos (Mt 2, 2). Conforme a la esperanza israelita, la Ciudad y el Santuario de Sión son el centro y meta de la tierra, a la que un día vendrán pueblos y reyes, para reconocer la soberanía de Yahvé (cf. Is 42, 1-6; 51, 4-5; 56, 1ss etc.). Esta visión transmite la certeza esperanzada y gozosa de que Dios se manifiesta de un modo salvador en Israel, expandiendo desde allí su soberanía. Pero ella incluye también elementos de triunfo particular israelita, como si Dios quisiera ofrecer un premio especial a los judíos en cuanto tales, de manera que los otros pueblos aparecen como secundarios o subordinados.
En ese contexto empieza a situarse la escena: Los magos llegan a Jerusalén, esperando encontrar allí al Rey de los Judíos, conforme a la esperanza general del judaísmo, compartida por muchos judeocristianos de Jerusalén y de la diáspora: unos y otros creían que los pueblos de la tierra debían venir a la ciudad del templo, trayendo sus dones, para presentarlos ante Dios y ante su pueblo (o su Mesías) en Sión[6]. En esa línea, más que en la apertura misionera de la iglesia, los judeocristianos habían insistido en la venida de los pueblos a Jerusalén, para adorar allí a Dios (y para esperar a Jesús resucitado), manteniendo viva la esperanza de su llegada. Mt 2 acepta en principio esa esperanza, para luego la transforma:
‒ Jesús, Mesías de Dios, no está en el templo, según la ley de Jerusalén, sino en una casa Belén, la patria de David, para acoger allí a los magos e iniciar un camino mesiánico que empieza con la persecución. No es Rey que impone su derecho en Sión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo, sino un perseguido, que debe exilarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15)[7].
‒ Las autoridades religiosas y sociales de Israel no vienen a Jesús, para iniciar con él un camino mesiánico. Ellas conocen de algún modo el lugar del Mesías (saben que ha de nacer en Belén), pero no quieren buscarle, ni le ofrecen sus dones (cf. 2, 11), pues están cerrados en sus sacralidades nacionales y sociales. Esta es la paradoja del mesías nacional: La subida mesiánica de los pueblos a Jerusalén queda truncada, pues Jerusalén no busca ni quiere al nuevo mesías de Belén.
‒ Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle, de manera que la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución, y de esa forma el verdadero Rey de los judíos debe exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven de incógnito a sus tierras, esperando su momento. De esa forma, el Israel histórico de Herodes queda en manos de su propia violencia destructora (relato de los inocentes)[8].
De Oriente a Egipto, una historia ejemplar. El camino de los magos sigue siendo un elemento clave del mesianismo cristiano: Los gentiles (representados por Oriente) han buscado a Jesúspara ofrecerle el homenaje de sus dones, oro de realeza, incienso de sacralidad, mirra de unción y perfume, mientras los judíos le rechazan; pero más que desde el pasado este episodio debe interpretarse y recrearse a la luz de la historia posterior del evangelio (de la Iglesia de Mateo):
‒ Sigue latente el mesianismo centrípeto, conforme a una promesa antigua y nunca rechazada de la profecía israelita, representada básicamente por Is 60. Los pueblos de oriente vendrán a buscar al Mesías de Israel, rechazado paradójicamente por su pueblo, como supone Mt 11, 20-20 (lamento de Jesús por las ciudades galileas). Mateo mantiene esa esperanza en de 8, 11-12: vendrán muchos de oriente y occidente, y se sentarán en la mesa del banquete, mientras los hijos del Reino (israelitas) serán expulsados fuera.
‒ Ese mesianismo centrípeto parece haber fracasado, por rechazo de los israelitas, que no han aceptado a su mesías y no han querido recibir a los gentiles, para iniciar con ellos un proceso de transformación mesiánica (en la línea de Is 2, 2-4). Quizá el mismo Pablo, en su primera misión en Arabia (Gal 1, 17), quiso seguir ese modelo para convertir a los pueblos de oriente y llevarlos a Jerusalén, como ofrenda mesiánica. Pero esa misión fracasó, lo mismo que esta primera misión de los magos de Oriente en Mateo, de manera que él (Pablo) debió comenzar una misión distinta, dirigida hacia occidente. También Mateo (que empieza con este signo de los magos de oriente viniendo a Jerusalén) tendrá que invertir su estrategia; los seguidores de Jesús ya no esperan la venida de los gentiles (magos de oriente) a Jerusalén, sino que han de salir dede Montaña de Galilea (28, 16-20), todos los pueblos (y no sólo hacia Oriente)[9].
‒ Viniendo ya al texto concreto, Mt 2, 1-15 ha vinculado sabiamente oriente (Magos) y occidente (Egipto; cf. 2, 13-15), lugar al que Jesús ha ido exilado y del que vuelve como Hijo de Dios (2, 13-15). El Rey de los judíos ha nacido en el centro de la tierra, que es Belén (no Jerusalén), entre el oriente de los magos (Mesopotamia, Persia) y el occidente del exilio (Egipto…), vinculando de esa forma las dos grandes diásporas judías, de manera que en él se vinculan y confluyen las dos direcciones (entonces) principales de la tierra. De todas formas, esta evocación no es segura, pues Egipto se encuentra al sur de Israel, más que al occidente. Sea como fuere, la referencia a Egipto sirve para relacionar a Jesús con el principio de la historia de la salvación, conforme a la cita clave de Os 11, 1: “de Egipto llamé a mi Hijo” (cf. Mt 2, 15)[10].
‒ El final del evangelio, Mt 28, 16-20, no distingue ya oriente y occidente, sino que habla más bien de todos los pueblos, lo mismo que había hecho Pablo en Gal 3, 28 (¡el mismo Pablo que empezó su camino cristiano en Oriente: Gal 1, 17), cuando afirma que no hay judíos ni gentiles (orientales ni occidentales), pues todos son uno en Cristo (en Dios). Por otra parte, en esa línea, podemos sospechar que tanto el evangelio centrípeta (oriental) de Mt 2, 1-12, como la misión árabe de Pablo (Gal 1, 17) han tenido poco éxito, pues al fin tanto Pablo como Mateo hablan de una misión a todos los pueblos, en un contexto en el que, sin embargo, parece que Pablo se dirige más hacia el occidente (quiere llegar hasta España), mientras que Mateo puede seguir pensando también en Oriente (a pesar de que escribe su evangelio en griego, no en arameo). Sea como fuere, al final no es necesaria la estrella de los magos dirigiéndose a Belén, pues todas las direcciones del mundo son dirección de evangelio[11].
NOTAS
[1] Se podría afirmar que los antepasados de Jesús habían emigrado de Belén a Nazaret, en el tiempo de la conquista y rejudaización de Galilea (tras el 104-103 aC), de manera que conservaban las tradiciones davídicas de Belén, donde Mateo y Lucas sitúan el nacimiento de Jesús. Pero las “historias” del nacimiento de Jesús no son una crónica de datos, sino “evangelios”: quieren expresar la providencia de Dios, que actúa y se revela a través del surgimiento mesiánico de su Hijo. Pablo sabe que Jesús ha nacido de mujer (Gal 4, 4) y de la estirpe de David (Rom 1, 1-3), lo que parece vincularle teológicamente con Belén. Marcos relaciona a Jesús con David (cf. Mc 2, 25; 10, 47-48; 11, 10, aunque el dato de Mc 12, 35-37 es ambiguo), y recoge la tradición de su “procedencia nazarena” (relacionar Mc 6, 1-6 con 1, 24; 10, 47; 14, 67). Por otra parte, la afirmación de que Jesús era “nazareno” (de Nazaret de Galilea) y la posible relación de ese origen con el hecho de que le llamaran “nazoreo” forma un dato firme de la tradición, y las “afirmaciones más teológicas” de Mt 1-2 y Lc 1-2 no han logrado borrarlo. En esa línea, parece que Jn 7, 42 va contra la presunción de aquellos que afirman que Jesús es Mesías “porque nació (o debió nacer) en Belén”, pues lo que le define como enviado e hijo de Dios no es el nacimiento davídico (en Belén), sino su mensaje y entrega por el Reino.
[2] Además de comentarios, cf. J. D. Derrett, Further Light on the Narratives of the Nativity, NT 17 (1975) 81-108, especialmente 95-105; P. Gaechter, Die Magierperikope (Mt 2, 1-12), ZKTh 90 (1968) 257-295; H. Hengel y J. Merkel, Die Magier aus dem Osten und die Flucht nach Ägypten (Mt 2) im Rahmen der antiken Religionsgeschichte und der Theologie des Matthäus, en P. Hoffmann (ed.), Orientierung an Jesus (FS J. Schmid), Freiburg 1973, 139-169; J- Nolland, The Sources for Mt 2, 1-12: CBQ 60 (1998) 283-300; M. A. Powell, Chasing the Eastern Star. Adventures in biblical Reader-Responce Criticism, Louisville 2001; A. Strobel, Weltenjahr, grosse Konjunktion und Messiasstern. Ein themageschichtlicher Überblick: ANRW 20/2, 1987, 988-1187; E. M. Yamauchi, The Episode of the Magi, en J. Vardamm-E. Yamauchi (eds.), Chronos, Kairos, Christos (FS J. Finegan), Winona Lake 1989, 15-39; L. Zani, Influsso del genere letterario midrashico su Mt 2,1-12, St.Patavina 19 (1972) 257-320; Abbiamo visto la sua stella. Studio su Mt 2, 1-2, Gregoriana, Roma 1972
[3] La tradición astral ha influido en el Apocalipsis, desde las siete estrellas que Cristo lleva en su mano (cf. Ap 1,16.20; 2, 1; 3,1), que simbolizan los ángeles de las siete Iglesias, aunque pueden relacionarse también con el Espíritu de Dios, como he destacado en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999 (o son los siete planetas “buenos” de los días de la semana). La tradición judía conoce el signo de los astros errantes (caídos), que no cumplen la voluntad de Dios (1 Hen 18, 15), siendo así signo de los hombres pervertidos (2 Tim 3, 13).
[4] Mateo no está interesado por datos astronómicos, ni vino expresamente a Belén o Nazaret, para investigar lo que pasó en sentido material, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo que estaba prometido y debía pasar, para anunciar la verdad del evangelio y proclamar con ella el sentido de Jesús según las esperanzas de Israel. Sobre la estrella en sentido astronómico, cf. U. Holzmeister, La stella dei Magi, Civiltà Cattolica 93 (1942) 9-22; J. Kepler, De anno natali Christi (1614), en: Gesammelte Werke V, München 1953, 5-125; W. E. Filmer, The Chronology of the Reign of Herod the Great, JTS 17 (1966) 283-298; R. W. Sinnott, Thoughts on the Star of Bethlehem, Sky and Telescope 36 (1968) 384-386; D. Hughes, The Star of Bethlehem, Nature 264 (1976) 513-517; J. Parkinson y F. Stephenson, An Astronomomical Re-appraisal of the Star of Bethlehem. A Nova in 5 B.C., Royal Astronomical Society 18 (1977) 443-449; K. Paffenroth, The Star of Bethlehem Casts Light on its Modern Interpreters, Ibid 34 (1993) 449-460; K. Ferrari d’Occhieppo, The Star of Bethlehem, Ibid 19 (1978) 517-520; C. Cullen, Can we Find the Star of Bethlehem in Far Eastern records?, Ibid 20 (1979) 153-159; D. C., R. Stephenson, The Historical Supernovae, Pergamon Press, Oxford 1977; D. Hughes, The Star of Bethlehem. An Astronomer’s Confirmation Walker, New York 1979; J. Mosley, Common errors in “Star of Bethlehem” planetarium shows, Planetarian 10 (1981). On line: www.ips-planetarium.org/ planetarian/articles/common_errors_xmas. Partiendo de la posible aparición de un astro se ha querido trazar también la fecha de la muerte de Herodes y del nacimiento de Jesús: cf. G. Firpo, La data della morte di Erode il Grande. Osservazioni su alcune recenti ipotesi, Studi Senesi 32 (1983) 87-104; Il problema cronologico della nascita di Gesù, Paideia, Brescia 1983; J. P. Pratt, Yet another Eclipse for Herod, Planetarian 19 (1990) 8-14. Para una visión de conjunto, cf. M. Molnar, The Star of Bethlehem: The Legacy of the Magi, Rutgers Univ. Press, London 1999; R. Rosenberg, The star of the Messiah reconsidered, Biblica 53 (1972) 105-109; G. Teres, The Bible and Astronomy. The Magi and the Star in the Gospel, Springer, Budapest 2000.
[5] Los magos vienen buscando al Rey de los judíos, y encuentran a un Niño en brazos de su madre (2, 11). José desaparece; es como si la figura del padre varón no fuera necesaria en esta familia mesiánica, formada por el Niño en brazos de la Madre (la gebîra de Lc 1, 43), como ha recogido la iconografía de la iglesia posterior. En lugar de José aparecen los magos creyentes de oriente, signo de los gentiles que vienen a adorar al Niño en brazos de la madre. Mateo elabora así una cristología del camino misionero, anunciando por los magosel despliegue del mensaje de Jesús a todas las naciones, que culminará en 28, 6-20.
[6] El mesianismo sacral de Jerusalén se refleja en muchos salmos, como he puesto de relieve en Dios judío, 96-120. Cf. H. Cazelles, El Mesías de la Bible, Herder, Barcelona 1981, 29-66; L. A. Colunga, La Ciudad del gran Rey.Exposición mesiánica de algunos salmos, EstBib 14 (1955) 255-279; J. Coppens, Le Relève Apocalyptique du Messianisme Royal 1, BETL50, Leuven 1979; M. G. Goulder, The Psalms of the Sons of Korah, JSOT SuppSer 20, Sheffield 1982; E. Lipinski, Le Poème Royale du Ps 89, 1-5.20-38, Gabalda, Paris 1967; S. Mowinckel, El que ha de Venir.Mesianismo y Mesías, FAX, Madrid 1975, 24-105.
[7] Cf. A. Vögtle, Das Schicksal des Messiaskindes: BiLe 6 (1965) 246-279.
[8] Para mantener su política exclusivista, Herodes debe matar a sus posibles competidores, es decir, a los niños de Belén y de su entorno, suscitando así el llanto sin remedio de Raquel, madre del patriarca José (cf. Mt 2, 16-18). Ciertamente, Mateo está evocando al rey Herodes, pero al mismo tiempo alude a la guerra del 67-70 dC, en la que murieron miles de judíos a causa de disputas de poder. Sobre la historia de Herodes, cf. Cf. J. G. Echegaray, Los Herodes, Verbo Divino, Estella, 2007; J. Knoblet, Herod the Great, UP America, New York 2005; P. Richardson, Herod: King of the Jews and friend of the Romans, Continuum, London 1999.
[9] De todas formas, como indica la “colecta” de Pablo, los cristianos de los pueblos gentiles debían venir a Jerusalén (cf. Gal 2, 10; 2 Cor 8-9; Rom 15, 26‒16,3) en una línea que recoge un motivo central del ofrecimiento de los dones de los Magos para el Rey de los judíos en Mateo. Los dones de los magos (Mt 2) y la colecta de los gentiles tienen una misma finalidad, que ha debido cumplirse primero, para ser transcendida después con la apertura universal del evangelio.
[10] Tanto como la geografía (oriente, occidente), ha podido influir en Mt 2 el recuerdo los orígenes patriarcales del pueblo (de oriente vinieron Abrahán y sus hijos) y el recuerdo de la pascua y el éxodo de Egipto.
[11] A lo largo de la historia cristiana, muchos han aplicado un modelo de misión centrípeta, como si todos los pueblos debieran someterse al modelo de iglesia dominante (de Bizancio, Roma…). Por otra parte, a diferencia de los magos, muchos cristianos han ido como misioneros a otros pueblos, aunque a veces, quizá, imponiendo su cultura dominante.
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