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Dom 24.11.19. Ciclo B. Cristo Rey, todos son reyes (Lc 23, 35-43)

Domingo, 24 de noviembre de 2019

2CBCEF64-1AAD-478E-94DC-B1BD26EDCFF7Del blog de Xabier Pikaza:

Jesús ha sido mensajero y promotor de un Reino en el que todos los hombres y mujeres son reyes, pues reciben y comparten la vida de Dios, en quien viven, se mueven y son (Hch 17, 28).

En ese sentido, Jesús es Rey, pero no para imponerse sobre otros, sino por compartir la vida con todos, de forma que él ha podido decir y ha dicho al mismo “bandido” de su lado, que muere con él, “hoy estarás conmigo en el Paraíso”.

    Desde ese fondo comenta el evangelio de hoy (Lc 23, 35-43) el tema de la muerte y reinado de Jesús, situándonos así ante la fiesta de Cristo-Rey, que es el Cristo-no-Rey, muriendo con y por los hombres.

Los relatos  de la muerte de Jesús en los evangelios siguen perspectivas diferentes. Marcos y Mateo destacan más el drama abismal de su muerte, recogiendo sus últimas palabras: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?. Lucas y Juan han elaborado una catequesis de su muerte  como triunfo del Cristo, que reina ya desde la Cruz (Juan) o que ratifica allí su camino de recreación del paraíso, es decir, de creación de la humanidad reconciliada. Aquí quiero presentar y comentar brevemente el relato de Lucas (Lc 23, 35-43), distinguiendo sus seis elementos:

Texto:

  1. (Sacerdotes). En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
  2. (Soldados). Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”
  3. (La sentencia oficial). Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos.
  4. 4 (Un malhechor) Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
  5. (Otro malhechor) .Pero el otro lo increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues en tu reino
  6. (Paraíso) Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

1. Sacerdotes.

BAE958D2-A3EE-4B06-9FE0-EF8CDEDB2827 En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

             El texto les llama los “arkhontes”, es decir, los que tienen la “arkhe” o principado religioso y social, la primacía. Son por el contexto y por su palabra los grandes sacerdotes que han condenado a Jesús. Conforme a una visión teológica y simbólica normal de aquel momento aparece como “arkhontes malos”, ángeles perversos, rectores del orden religioso manipulado por el Diablo.Ellos son los que tienen la autoridad para decir quién es el Mesías de Dios, el Elegido… y deciden que Jesús no lo es, porque se deja matar en vez de “salvarse” a sí mismo. En el fondo, piensan que el elegido de Dios tiene ser un “egoísta”, alguien que se salva a sí mismo, siendo capaz de matar a los otros para ello: ¡matar a los que le matan y así vengarse!

            Son profesionales de la violencia (son los que sacrifican…), profesionales de la victoria de Dios. Quieren vencer siempre, mantenerse por arriba: su Cristo es el vencedor de Dios y de esa forman quieren vencer ellos. Se creen superiores y, de esa forma, se ríen de los derrotados y vencidos. De esa forma, al burlarse de los caídos, muestran su maldad y su miseria. Piden al Cristo que les haga vencer, son funcionarios de la muerte: son arkhontes del diablo, perversión suprema de la humanidad. ((Nota: no se hagan fáciles comparaciones con los arkhontes de las religiones actuales ¿…?)).

 2. Soldados

B4EF1DE3-C165-4645-AC5A-EC0FCF5D20B0Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

             Son los “stratiôtai”, los estrategas de la violencia oficial del imperio, que quiere dominar sobre la tierra con las armas. Son los representantes del Imperio Romano y se unen también a los “arkhontes” de la religión, pero sólo de un modo parcial… Es como si ellos no entraran del todo en el juego… Por eso, ellos dicen con altanería y burla: “si eres Rey de los judíos”…

Los arkhontes hablaban en lenguaje más religioso del “Mesías de Dios, del Elegido”. Los soldados hablan de un “rey de los judíos”. Ellos están al servicio del César, que es rey de Roma, no pueden aceptar otros reyes, por eso les han encargado que maten a éste y lo hacen… Pero tienen cierta compasión y, en medio de la burla, le ofrecen “vinagre” para calmar su sed (y quizá para adormecerle, aunque no es claro).

            Es evidente que los soldados ejercen la violencia… pero ésta es una violencia que no nace de ellos, sino de los arkhontes. Es como si el poder militar estuviera al servicio de la religión, es decir, de una ideología falsa… Ellos son unos pagados: hacen lo que les manda; son unos “mercenarios”, les pagan para matar y de esa forma matan.

Desde ese fondo el evangelio ha podido recuperar la figura del “jefe de soldados” que dirá más tarde, al ver morir a Jesús: ¡En verdad, éste era un justo! (Lc 23, 47). En este contexto se podrá hablar de una “conversión” de los soldados, pero no de los arkhontes… que se mantienen hasta el final en su actitud de burla y menosprecio, pues su Dios es incompatible con el de Jesús… ((Otra nota: ¿también aquí hay que cuidarse de no trazar comparaciones fáciles con la actualidad…? ¿Quiénes son hoy los soldados y quiénes los arkhontes?)).

3. Letrero. La sentencia oficial

 Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos.

Éste es el dato histórico indudable… Los arkhontes y soldados… pueden burlarse de Jesús, a su manera… Pero hay alguien que ha puesto el letrero de la sentencia oficial…Ese alguien es sin duda el Gobernador Romano, que ha condenado a Jesús porque, de una forma u otra, le ha visto como “Rey de los Judíos”. Le ha condenado por “política”, porque es contrario al Reino del César. Es posible que hayan intervenido los arkhontes, acusando a Jesús, pero Poncio Pilatos, como jurista romano, no puede poner en la sentencia: ¡Condenado por ser el Mesías de Dios, el Elegido! Nunca Roma hubiera aceptado esa condena, pues Roma no se metía en asuntos de mesianismo religioso… a no que se pudieran traducir en forma política.

   Pues bien, este mesianismo de Jesús se traduce en forma política. Jesús aparece ante Pilatos como Rey Judío…, un rey a quien él quizá no entiende, pero que puede acabar siendo muy peligroso para su imperio. Estos “males” hay que atajarlos de raíz, y así los ataja Pilatos, condenando al que aparece como Rey de los Judíos. Esta es una sentencia paradójica: Por un lado, es falsa: Jesús no ha querido ser Rey de los Judíos en la forma que pensaba Pilatos. Por otro lado, es verdadera: El Reinado de Jesús, llegando hasta su final, va en contra de la forma de reinado del Cesar, a quien Pilatos sirve.

 4- Malhechor primero. Compartir con Jesús un reino de bandidos

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.

            D8F4D8ED-FE2A-469F-B1A7-28B4CD7B1D4A Los “ladrones” que acompañan a Jesús en la muerte eran originalmente “lestai” (Mc 15, 37) es decir “bandidos o terroristas” de corte político, en la línea de los luchadores a favor de la independencia de Israel (celotas). En el contexto en que Lucas escribe, esa palabra no es ya significativa y, por eso, les llama simplemente kak-ourgoi (es decir, hacedores de mal, de algo que es kakos). Son, según eso, malhechores normales, personas que emplean “medios malos” para sobrevivir, sea robando, sea amenazando, sea oprimiendo a los demás. Estos malhechores no son simples cuatreros, bandoleros o carteristas de tercera fila, sin que pueden ser y son todos los que emplean el mal para imponerse.

Pues bien, este malhechor pide ayuda a Jesús para seguir haciendo el mal, es decir, para bajar de la cruz, escapar corriendo y tirarse nuevamente al monte (al monte especial de sus maldades). Quiere que Jesús le ayude, porque piensa que en el fondo es de los suyos. Si es como dicen…, como un nuevo Robin Hood de todas las historias, Jesús tendrá que bajar de la cruz y liberar a sus “amigos” bandidos y recrear su banda… y dominar de esa manera el mundo. Tendríamos así al Jesús rey de bandidos, en la línea de muchas representaciones del Cristo Rey, que más que rey evangélico parece rey político. Cuentan que, al escuchar el evangelio, leyendo este pasaje, un rey famoso, el Beato Carlomagno, gritaba: ¡Soldados francos! ¿Qué habríamos hecho nosotros de haber estado allí? Y todos los francos debían responder a coro: ¡Habríamos bajado a Jesús de la Cruz, para hacerle nuestro rey!

Lo que dice ese relato de Carlomagno es lo que quiere el “mal” kakurgo, quiere compartir con Jesús el Reino de los Bandidos, para dominar de esa manera la ancha tierra, como había ya intentado el Diablo de Lc 4, cuando prometía hacer rey a Jesús, si le adoraba (si adoraba el poder). Pero Jesús no bajo de la cruz… ni se hubiera dejado bajar por Carlomagno (Nota: ¿existen hoy nuevos Carlomagnos como éste de la leyenda de la Cruz)..

 5. Malhechor segundo. Hoy estarás conmigo en el paraíso

Pero el otro lo increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues en tu reino.

             Éste es el único que, por ahora, acepta la verdad… Y sabemos ya, por Jn 18, 33-37 que “ser rey” es decir la verdad. Éste la dice: reconoce su maldad y le pide al otro malhechor que la reconozca. Aquí no se dice si este “malhechor” es peor que los arkhontes, que los soldados y Pilatos… El evangelio no hace comparaciones. Cada uno tendrá que reconocer su “verdad”. Pues bien, éste la reconoce y está dispuesto a empezar, con Jesús… “cuando Jesús llegue en su Reino”.

Muchas traducciones dicen “cuando llegues a tu Reino”…, como si es Reino existiera ya en algún lugar de arriba, y fuera un cielo-celeste… y Jesús entrare en ese Reino, que ya existía, fuera de este mundo. Pero en texto dice “en tê basileia sou”, que puede tener varios matices, pero que evoca una “venida” o manifestación de Jesús, en sus “parusía…” (en su presencia en el mundo, en su camino de transformación de la historia de los hombres).

Este “malhechor” que confiesa su mal… está dispuesto a sumarse al Reino que viene…, al Reino que Jesús ha venido preparando… No quiere bajar de la cruz para seguir haciendo lo que hacía, como el otro mal-hechor, sino sumarse a Jesús, precisamente ahora, cuando le ve en la cruz… Evidentemente, él tiene que emplear la palabra Reino… y así reconoce a Jesús de verdad como Rey…, como Rey en la cruz, en contra de lo que dicen y piden con burlas o sarcasmo todos los restantes personajes de la escena. No dice si el reino viene antes o después de la muerte… Simplemente confiesa que viene y le pide a Jesús que le tenga en cuenta, nada más (y nada menos).

 6. Paraíso. El hoy del reino de Dios

 Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

             Esta respuesta recoge y condensa todo lo anterior. Jesús se presenta de esa forma como “Rey”, con autoridad suprema, sobre la cruz… Pero no tiene autoridad para bajar y matar a sus enemigos, encabezando un reino de bandidos…, como le piden otros (eso no seria autoridad de reino, sino una nueva forma de maldad…). No tiene autoridad para bajar, sino para prometer “hoy” el “paraíso”, es decir, para iniciarlo, desde la misma Cruz (no después), desde su misma vida regalada a los demás, para compartirla con ellos..

            Ésta es una respuesta enigmática y riquísima, que se puede interpretar de muchas maneras. Algunos exegetas la entienden incluso como una declaración de que el cielo (la resurrección: el paraíso) comienza ya en el día de la muerte… Los hombres buenos (los hombres y mujeres de la bondad de Dios) resucitan en el momento de la muerte. No tengo nada en contra de esa interpretación y en el fondo pienso que ella es buena, pero el texto dice mucho más.

    El texto habla de un “hoy” de plenitud… Para el bandido que pide ayuda a Jesús, ese “hoy” es el mismo momento de la muerte como descubrimiento y despliegue de la vida, a favor de los demás… En ese sentido, el pasaje nos pone en la línea de una escatología “de presencia” (no de simple futuro). Pero, al mismo tiempo, ese “hoy” es un futuro, pues se añade “estarás”, es un hoy que pasa a través de la muerte, es decir, de la fidelidad en la misma muerte…, de la aceptación del propio destino.

            El texto habla de un “paraíso”. Todos (menos los sacerdotes) han hablado hasta ahora de Reino, de un reino más o menos homologable al del César, que es quien manda matar a Jesús (a través de Pilatos). Pues bien, Jesús (¡que ha centrado su evangelio en el anuncio del Reino!) habla aquí de Paraíso, retomando así la terminología del principio de la Biblia: de la Buena Tierra de Adán y Eva, en el principio, es decir, de un reino ecológico de vida, de una vida humana en plenitud, en equilibrio con el despliegue de la vida, en amor a los demás.

            El camino de Adán y Eva… y del conjunto de la humanidad ha sido y sigue siendo un camino de destrucción de paraíso, un camino de muerte…En ese camino se siguen situando los que matan a Jesús, con arkhontes, soldados y/malhechores… Pues bien, Jesús invierte ese camino y vuelve a situar a la humanidad en un camino que empieza hoy mismo y que dirige hacia el paraíso.

Ciertamente, ese paraíso puede llamarse “cielo”, pero no es cielo puramente espiritual del “mas allá” (olvidando las cosas bajas de aquí abajo), sino el cielo de la nueva humanidad reconciliada, que empieza preciadamente allí donde se asume el camino de Jesús, que lleva externamente a la muerte, pero que de hecho lleva al “paraíso original”, a la nueva humanidad.

            Dejemos el tema así, recordando que en la mayoría de las representaciones ortodoxas y románicas de la muerte de Jesús, bajo la cruz suele aparecer la calavera de Adán, del hombre antiguo…Jesús nos pone de nuevo en camino de paraíso, Adán vuelve… puede volver con Jesús, como el buen malhechor, para iniciar con él de nuevo el camino del paraíso.

            El evangelio de Lucas sigue y nos depara más sorpresas: hay otras gentes, parientes, conocidos y mujeres… que acogen la muerte de Jesús como muerte salvadora (Lc 23, 44-49). Pero por ahora nos basta con saber que Jesús tiene, al menos, un discípulo, un amigo… No hay muerto a solas, no ha muerto fracasado… Por lo menos ha tenido un discípulo en la cruz…Con él está dispuesto a iniciar el camino de paraíso.

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