Yo no renuncio a nada.
Enciende un fuego, y déjalo arder en ti (Shakespeare).
18 de agosto 2019
DOMINGO XX DEL TO
Lc 12, 49-53
Vine a traer fuego a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido!
El fuego es un instrumento de juicio: aniquila o purifica. La predicación de Jesús ha encendido ya ese fuego (Is 1, 25)
En Isaías 1,25 dice Yahvé: “Volveré mi mano contra ti para limpiarte de la escoria en el crisol y eliminar todas tus desdichas”.
Zac.13, 9: “Mirad la piedra que presento a Josué: Es una y lleva siete ojos. Tiene una inscripción: En un día removerá la culpa de esta Tierra -Oráculo del Señor Todopoderoso-“
Y San Pablo en Hebreos 12, 1-4: “Corramos con constancia, en la carrera que nos toca”.
Yo creo que Jesús era de otra manera, aunque en una ocasión dijo: “Vine a traer fuego a la tierra y ¡qué más quiero si ya ha prendido! “
Creo que lo dijo para asustarnos, pero dijo también que hay que perder el miedo, y mostrar en qué somos muy valientes.
¿A mi leones?, dijo Don Quijote, y luchó contra salteadores de caminos y molinos de viento.
En el Antiguo Testamento, la guerra es una experiencia corriente en Israel y hecho común.
En 2 Samuel 11, 1 se dice: “Al año siguiente en que los reyes van a la guerra, Dios envió a Joab con sus oficiales y todo Israel a devastar la región de los Amonitas y sitiar a Raba”, e incluso Dios acude a la batalla cuando Moisés lo ordenaba en Números 11, 35: “Levántate, Señor, que se dispersen tus enemigos, huyan de tu presencia los que te odian”. O se presenta en una teofanía de tormenta: “Desde el cielo combatieron las estrellas, desde sus órbitas combatieron contra Sísara” (Jueces 5, 20).
En el Nuevo, es uno de los signos escatológicos: “Cuando oigáis ruido de guerreros y noticias de ellos, no os alarméis. Todo eso ha de suceder, pero todavía no es el final” (Marcos 13, 7). Y el Apocalipsis contempla una batalla celeste: “Se declaro la guerra en el cielo. Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; el dragón luchaba asistido de sus ángeles pero no vencieron y perdieron su puesto en el cielo”. Esta derrota contra Satanás, fue conmemorada siglos más tarde con un monumento de Ricardo Bellver en el Parque del Retiro madrileño. La espada y la armadura están presentes.
La paz no podría ser ajena a este combate. Es un concepto que pertenece al orden familiar, social, político y religioso. No solo es ausencia de guerra, si no que incluye de algún modo la prosperidad, plenitud, bendición divina.
Hay una Paz cósmica: “Aquel día haré una alianza con los animales salvajes, con las cosas del cielo y con los reptiles de la Tierra” (Oseas 2, 20), y una Paz histórica: “Pondré paz en el país y dormiréis sin alarmas, descastaré las fieras y la espada no cruzará vuestro país” (Levítico 26, 8).
En el Evangelio, el saludo hebreo, cristiano y apostólico, es eficaz: “Cuando estéis en una ciudad o aldea preguntad por alguna persona respetable y hospedaos con él hasta que os marchéis, se entra en la casa saludándola con la paz” (Mateo 10, 11-12).
Se canta en la entrada en Jerusalén, y decían: “Bendito sea el rey. paz en el cielo, gloria al Altísimo”. Y también con todos: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios” (Mateo 5, 9).
El `poema de R. Bellver hace referencia a los hechos.
AL ÁNGEL CAIDO
“Por su orgullo cae arrojado del cielo
con toda su hueste de ángeles rebeldes
para no volver a él jamás.
Agita en derredor sus miradas,
y blasfemo las fija en el impíreo,
reflejándose en ellas el dolor más hondo,
la consternación más grande,
la soberbia más funesta
y el odio más obstinado.”
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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