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El fundamento de la religión es el miedo y la angustia. El fundamento del cristianismo es el amor.

Domingo, 11 de agosto de 2019

trans-madre-1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

El diccionario de la Real Academia dice que el miedo es la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.

El miedo es un sentimiento -¿una emoción?- negativo ante un peligro real o supuesto, presente o futuro.

Variantes del miedo son el terror que puede tornar irracional el o los comportamientos.

La angustia es más difusa, más inconcreta y más profunda. Se trata de un estado de ansiedad “generalizada”. Es un síntoma existencial que no depende de la riqueza o pobreza, de la salud o enfermedad. De hecho sufren angustia el rico y el pobre, el sano y el enfermo, el ignorante y el culto, el hombre y la mujer.

El miedo y sus variantes son como un mecanismo de defensa ante los peligros de la vida. Cuando sentimos miedo o angustia nos replegamos, a veces buscamos salida, a veces huimos.

En ocasiones El miedo nos bloquea, nos deja paralizados. Nos quedamos en nuestros “cuarteles de invierno” por la que pueda venir.

¿Habrá alguna persona que no haya sentido  miedo o angustia ante un problema, ante una enfermedad, ante la muerte?

Si bien no siempre, pero en estas cuestiones tienen mucho que decir la psicología, tal vez la medicina, pero también la bondad, la cercanía, la familiaridad empatía tienen mucho que decir y hacer. El miedo y la angustia son problemas que encuentran un buen tratamiento en la confianza, la amistad, la fe.

El miedo en el Nuevo Testamento:

         El miedo aparece con frecuencia en el NT

El lago, el mar es sitio de peligro y la barca (la Iglesia naciente) atravesó como pudo diversas tormentas en las que los creyente sintieron miedo y angustia. Pedro sintió miedo en el mar y se hundía. (Mt 14,26ss). ¿Y quién no siente miedo en las travesías de la vida? Cuando Cristo está presente en la vida de la comunidad y de los comuneros (creyentes) se hace la calma (Mt 8,26). Cuando la misericordia y el amor de Dios se están haciendo presentes en la Iglesia con el papa Francisco, sentimos un cierto alivio) A veces las instituciones y las personas de poder infunden miedo y funcionan amenanzando, Los padres del ciego del Templo no se atrevían a hablar por miedo a los judíos del Templo (Jn 19,38). Las instituciones eclesiásticas y algunos de sus representantes con sus modos de actuar han infundido miedo y desesperanza José de Arimatea fue un hombre valiente y, al mismo tiempo, con miedo pues pide a Pilatos el cadáver de Jesús para darle tierra. (Jn 19,38).  ¿Nos haríamos cargo de un ejecutado en una pena de muerte? Tras la muerte de Jesús, los discípulos estaban encerrados por miedo a los judíos (Jn 20,19). Cuando Jesús no está en mi vida, en nuestra vida eclesial, vivimos encerrados y con miedo.

También nosotros, pues, tenemos miedos de todo tipo: miedo ante el futuro: a que no nos llegue el dinero, el sueldo – la pensión, miedo a la enfermedad, a la muerte, etc.

Podemos sentir miedo ante las instituciones. A mí que no me quiten el puesto de trabajo o el cargo eclesiástico – político que tengo. En la vida política esto lo vemos todos los días, también en la vida eclesiástica: cargos, potestades, miedos a no medrar o a perder el puesto. Por eso sentimos miedo ante las instituciones eclesiásticas: que el “obispo no me toque” o vamos a ver si me “asciende”.

También hemos vivido otros miedos más profundos y traidores: miedos y angustias de tipo moral-religioso. ¡Cuánto daño y angustia ha infundido la moral que hemos recibido!

“El fundamento de la religión es el miedo”, el fundamento del cristianismo es el amor y la paz.

También podemos sentir miedo porque vemos peligrar la salud: ante una enfermedad, la decrepitud de las fuerzas, las capacidades. ¿Quién está libre de un cáncer, un infarto., un Alzheimer? Miedo ante la muerte.

Nos puede pasar de todo en la vida.

El miedo es la otra cara de la moneda de la vida.

Jesús insiste: No tengáis miedo. Vivid en Paz.

         Jesús seguro que sintió miedo en su vida. Era hombre y en muchos momentos las cosas “le venían mal dadas”: de hecho lo buscaron para despeñarlo por el barranco. Jesús fue audaz y valiente, pero sintió miedo ante los fariseos (la ley del pueblo), ante Herodes, ante los sacerdotes del Templo (la banca), Jesús sintió miedo ante la cruz: la víspera de su muerte sudó sangre en el huerto de los Olivos y en la cruz se sintió abandonado. Muchas realidades le tuvieron que infundir miedo.

         Sin embargo, a Jesús no le bloqueó el miedo. Fue un hombre libre y, por tanto, un hombre de calma y de paz. No perdáis la calma, confiad (Jn 14,1-12). No temáis a los que pueden hacer daño al cuerpo, pero no pueden tocar la vida y los valores (Mt 10,28). La paz os dejo, mi paz os doy. No se turbe vuestro corazón, no tengáis miedo.(Jn 10,27). no temas, pequeño rebaño.

         Para un creyente vivir sin miedo es confiar (creer, fiarse) en Dios, vivir en la paz de Dios. Toda la primera lectura de hoy (Hebreos) está impregnada de confianza, de fe en Dios: Abraham y Sara en situaciones imposibles se fían y viven en la paz de Dios.

La paz en el plano personal es la integración y armonía de la existencia.[1] Dejar, descansar toda nuestra existencia en manos de Dios. Hay una expresión popular que creo recoge bien este sentimiento: que sea lo que Dios quiera.

         Una enfermedad incierta, puede ser fuente de gran preocupación. Un superior, un político o un obispo despótico y tirano pueden hacer daño, pero mi vida no descasan en ellos, solamente en Dios descansa mi vida  (salmo 61) y ahí encuentro la paz.

         Estas cosas son más para pensarlas y vivirlas en nuestro interior, que para decirlas.

Nos pase lo que nos pase que no nos pase sin el Señor.

Seamos gente que sembramos calma.

         En nuestros convivir y transcurrir seamos gente de calma. No infundamos miedo, sino serenidad. Muchas veces somos un manojo de nervios y transmitimos angustia, ansiedad.

         No encendamos el ventilador y aireemos enseguida litigios, defectos, malos augurios y chismes. No seamos un vulgar Internet que airea todo lo que recibe. Juan XXIII decía aquello: no seamos profetas de calamidades.

         El Seños nos dejó su paz, la paz os dejo, mi paz os doy. No temamos, comuniquemos paz.

No temas, pequeño rebaño.

No perdáis la calma.

Dios Padre nos lleva al Reino

[1] No es el momento, pero también hemos de tener en cuenta el problema de la paz socio-política y de la pacificación. Los cristianos hemos de trabajar para pacificar la vida de los pueblos, de nuestro pueblo.

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