Amar en mí
Cuando el Señor mandó a su pueblo amar al prójimo como a sí mismo (cf. Lv 19,18), no había venido aún a la tierra; de suerte que, sabiendo hasta qué punto se ama la propia persona, no podía pedir a sus criaturas un mayor amor al prójimo. Pero cuando Jesús dio a sus apóstoles un mandamiento nuevo, su mandamiento, no habló ya de amar al prójimo como a sí mismo, sino de amarlo como él, Jesús, lo amó y lo amará hasta la consumación de los siglos.
Señor, sé que no nos mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección, sabes que no podré nunca amar a mis hermanas como tú las amas, si no eres aún tú, Jesús mío, quien las ama en mí. Para concederme esta nueva gracia has dado un mandamiento nuevo. ¡Oh! Cuánto lo amo, pues me da la garantía de que tu voluntad es amar en mí a todos aquellos a quienes me mandas amar. Sí, estoy convencida de ello; cuando practico la caridad, es sólo Jesús quien obra en mí. Cuanto más unida estoy a él, tanto más amo a mis hermanas.
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Teresa de Lisieux,
Manuscritos autobiográficos C,
Monte Carmelo, Burgos 1997
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