03.02.19. Disputa de Nazaret: Sólo para los nuestros o mesías para todos
Domingo 4 tiempo ordinario. Ciclo C. Lc 4, 21-30. El evangelio del domingo anterior presentaba el comienzo del Sermón de Jesús en Nazaret. Éste sigue presentando la disputa posterior. Como buen hijo de José, Jesús tendría que haberse preocupado sólo de sus paisanos “nazoreos” (judíos mesiánicos nacionalistas, como se supone que era José). Pero él supera la visión “ortodoxa” de su padre y ofrece su buena nueva a todos los necesitados (como los antiguos profetas “galileos”: Elías y Eliseo). Por eso nace la disputa.
‒ Insiste en la liberación de los pobres, poniendo como lema de su misión la apertura a los necesitados, y no el triunfo nacional israelita.‒ Deja a un lado el tema de la venganza (la victoria sobre los enemigos), presentando así implícitamente un programa de liberación para todos los pueblos.
Sus paisanos de Nazaret le acusan de ello y quieren lincharle. El discurso de Jesús, proclamado en el centro neurálgico del mesianismo judío en Galilea (ante sus paisanos nazarenos/nazoreos, defensores de una política fuerte de defensa nacional) va en contra de los intereses de su gente. Por eso, ellos rompen con él….y Jesús tiene que “romper” con ellos.
Ésta es la primera gran disputa de Jesús, y ella nos sitúa ante un tema todavía no resuelto: la relación de Jesús (y del cristianismo) con el judaísmo nacional , con los intereses de una Iglesia establecida.
Éste es el problema actual sangrante de la buena sociedad actual… que defiende sus intereses de grupos.., expulsando (dejando fuera) a millones y millones de personas de otros pueblos, de otros grupos sociales, extranjeros y distintos.
El resultado de esta disputa de Jesús con los nazoreos/nazareos y en el fondo con José sigue definiendo la esencia del cristianismo, aunque es posible que muchos (que seguimos leyendo el pasaje de forma “piadosa”) tenemos dificultad en entenderlo.
— Imagen 3: Una escena normal de linchamiento, en contra de un “negro”, alguien que rompe la unidad social de los “buenos” en la “vieja” USA
Buen domingo a todos.
Texto. Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.” Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”Y Jesús les dijo: “Sin duda me recitaréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.”
Y añadió: “Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino sólo una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino sólo Naamán, el sirio.”
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
1. Introducción. Para situar el tema
El contraste entre Jesús y su pueblo (su familia) aparece en Mc 6, 1-6 y de forma parecida en Mt 15, 35-38, aunque todo nos permite suponer que la versión de Marcos (y Mateo) es históricamente menos exacta, porque ellos quisieron eliminar los “rasgos” nacionalistas de Jesús. Lucas, en cambio, conserva mejor el tenor original de la escena, “difuminado” por Marcos, en un sentido teológico, pero históricamente menos verosímil.
El texto de Luchas sigue siendo “teológico” (recrea una escena ideal de controversia mesiánica), pero es mucho más histórico que el de Marcos. Además, tiene la ventaja de hacernos ver mejor el trasfondo familiar de Jesús, vinculándole y separándole de “padre” José.
No sabemos si Jesús se enfrentó en su juventud a José (transmisor de las promesas nazoreas, educador primordial de Jesús), ni sabemos cuando debió morir José. Pero lo cierto es que, según el evangelio de Lucas, los vecinos de Nazaret (sus vecinos) suponen que Jesús no siguió en la “buena línea” de su “padre”, que fue de hecho un “renegado” (rebelde a su padre, y digno de muerte por ello).
1) Lucas presenta la escena de un modo solemne, como introducción de todo el evangelio, citando aquí el sermón programático de Nazaret (¡Anunciar la libertad a los cautivos!: Lc 6, 18-20), que aparecía en la liturgia del domingo anterior. Éste no es un sermón más de Jesús, es “su sermón”, su declaración básica de intenciones, ante los nazoreos de Nazaret, que van a “expulsarle” de su grupo (van a condenarle, por contrario a su padre José, por contrario a los verdaderos principios nazoreos). ((Varias veces he presentado en este blog la identidad y “teología” básica de los nazoreos mesiánicos)).
2) En vez de referirse a la madre y hermanos, Lucas cita a José de un modo muy significativo. Es evidente que todos en el pueblo conocen a José y que al preguntar ¿no es éste el hijo es José? no están refiriéndose a un parentesco biológico (dado por supuesto), sino “ideológico y práctico”. Los nazoreos/nazarenos están afirmando retóricamente que Jesús no sigue en la línea de su “padre” que para ello es la buena, de forma que Jesús aparece así como “renegado”.
3) Jesús se defiende apelando a dos famosos profetas del entorno galileo (Elías y Eliseo), quienes, siendo muy israelitas, han abierto su acción sanadora a personas del “odiado” entorno: fenicios y sirios. Él no niega su identidad “nazorea”, sino todo lo contrario. Pero en vez de vincularse directamente con el David rey nacional (al que apelan sus adversarios, al menos implícitamente) apela a los grandes profetas universales de la historia israelita, que siendo creadores de Israel fueran, al mismo tiempo, hombres abiertos a los gentiles, a quienes ofrecieron su servicio (sus curaciones).
4) Todo culmina en un linchamiento frustrado. Jesús ha roto con Nazaret, que parece una aldea de nazoreos mesiánicos; ha roto con sus principios mesiánicos, rechazando los ideales de su padre José y de su gente nazorea. Evidentemente, es digno de muerte (los que van en contra de los padres deben morir, según una norma esencial del Deuteronomio: 21, 18-21). Quieren matarle, y tienen derecho para hacerlo. Pero Jesús podrá escaparse, porque es sábado… Ésta “herida y ruptura” entre Jesús y su “padre” (y su gente nazorea) está en el origen del mensaje cristiano.
5) La figura de José ha sido recuperada “piadosamente” (en ámbito de fe) por Mt 1-2 y Lc 1-2 y así la venera la Iglesia (aunque de forma quizá muy insuficiente e incluso vergonzante). Todo nos permite suponer que la figura del José real, un recio nazareo, nacionalista mesiánica (en una línea que estaría más cerca de los celotas posteriores), aparece aquí mejor esbozada (lo mismo que en Jn 1, 45 y 6, 42, confirmándose así, una vez más, las conexiones entre Lc y Jn). La Iglesia necesita una recuperación del auténtico José, padre real de Jesús (no putativo, en sentido piadosito), nacionalista judía…, un José a quien Jesús se opone, según sus paisanos.
6) Se plantea así un tema apasionante, tanto en relación a José (un “justo” nazareo, buen judío mesiánico), como en relación con Jesús, su “hijo”, que aparece abriendo un camino de mesianismo universal, que está en la base del cristianismo. Es claro que no puedo desarrollar todos los temas aquí implicados, pero intentaré esbozar los más importantes, dejando quizá para otro día la figura de José y el sentido de la evocación de Elías-Eliseo. Quien se sienta interesado por el tema sigue leyendo.
2. Conexión con el texto anterior (Lc 4, 16-20).
Este pasaje es una continuación (y desenlace) del que hemos comentado en el domingo anterior: Jesús presenta en la sinagoga de su pueblo (de su gente nazorea) su programa mesiánico, su discurso de investidura:
a) Jesús viene a cumplir la gran promesa mesiánica de la liberación de los cautivo, el anuncio del año de Gracia del Señor… (cf. Lc 4, 18-20). Es una palabra central del mensaje israelita, una promesa de salvación mesiánica de Isaías… Pero como indiqué el domingo anterior Jesús no ha citado el texto de un modo completo, pues ha dejado a un lado (quizá ostentosamente) la parte relacionada con el juicio de Dios y la condena contra los enemigos de Israel.
b) Sus paisanos de Nazaret (nazoreos) le echan en cara su ruptura y diferencia respecto de José, con cuya tradición quieren enfrentarle. Así le presentan como un hombre que no es fiel a las tradiciones patriarcales de los nazareos, al abrir la promesa de Dios a los de fuera.
c) Jesús invoca para defenderse a Elías y Eliseo, figuras importantes de la tradición popular de Israel, vinculadas de un modo especial con Galilea. De ellos hablan con extensión los libros de 1 y 2 Reyes. Elías se abre a los extranjeros, alimenta a la viuda de Sarepta y resucita a su hijo… En esa línea de apertura hacia los de fuera se sitúa el mensaje y camino de Jesús. Por su parte, Eliseo: cura a Naamán el sirio… Su acción de sanador se abre más allá de las fronteras de Israel, rompiendo los límites de un nacionalismo religioso estricto.
3. Disputa de Nazaret: todos los pobres
Como he dicho, Jesús empieza afirmando que todo el programa de Isaías (entendido como promesa de liberación universal) se ha cumplido “hoy”, en el hoy de Nazaret, que aparece así como signo y principio de una misión universal. Es evidente que, en esta línea, la “iglesia” o movimiento de Jesús empieza en Nazaret. De “Nazaret a todo el mundo”, ese sería su programa. Jesús se presenta así “nazoreo” universal de la liberación mesiánica. Pero los “nazoreos” nazarenos no le admiten. Éste es el centro de la trama:
1. Los nazoreos-nazarenos condenan a Jesús, aunque al principio parecen admirarlo. Le condenan porque, al parecer, no actúa como José (¿no es éste el hijo de José?), es decir, porque quiere ayudar a todos los pobres y cautivos del mundo, no sólo a los judíos, porque cita y aplica mal el texto de Isaías.
4. Jesús se apoya en los profetas Elías y Eliseo, que ayudaban a los pobres de los pueblos del entorno, no sólo a los judíos (ayudaban y curaban a los sirios y fenicios), preocupándose no sólo de los nacionales (los judíos, los buenos cristianos, los españoles), sino también de los de fuera (no judíos, no cristianos, no españoles…).
4. Jesús y la ley Charles Lynch (1736‒1796), juez de Virginia
Los nazarenos quieren “ajusticiar a Jesús”, porque no responde a los ideales de su nación, porque no es buen judío, y lo quieren hacer a través de un proceso de linchamiento (Ley de Lynch) colectivo, perfectamente estudiado por los antropólogos. Se trata de matar entre todos (como en la lapidación), pero de matar sin golpear directamente, acorralando al “ajusticiado” de tal forma que él mismo tiene que caer al precipicio y matarse. Es además un día de Sábado, y los buenos israelitas no pueden tirar piedras, ni dar golpes, pero pueden ir acorralando a Jesús hasta que se despeñe por el mundo.
Como he dicho, todos los textos clásicos de antropología citan casos como éste. Pero Jesús logra marcharse, abriéndose paso entre el gentío airado, aunque el texto no dice cómo (con qué resortes psicológicos o sociales)… Quizá simplemente abriéndose paso con decisión, porque es sábado y no pueden tocarle y empujarle.
Sea como fuere, esa ley de Lynch que los adversarios nazoreos de Jesús de Nazaret quieren aplican sigue teniendo una inquietante (y esperanzada) actualidad. También a nosotros nos turba y extraña ese universalismo: queremos libertad, pero sólo para algunos, para los buenos paisanos de mi pueblo o mi grupo; queremos prosperidad, pero sólo para los que pertenecen al sistema occidental o americano (por poner unos ejemplos posibles). Jesús se sitúa y nos sitúa ante el mayor enigma y tarea de la historia humana: La defensa de los intereses propios, la violencia contra los que quieren romper unas barreras nacionales o sociales a favor de un amor y de una comunicación univeral
5. Tema de fondo: la apertura (potencialmente) universal de Jesús.
Ciertamente, el mensaje de Jesús va en la línea mesiánica de Israel, pero no se cumple como muchos quieren, en clave de liberación particular (de los buenos judíos) y de condena (¡año de venganza!) para los enemigos de Israel. Jesús, en principio, anuncia el Reino de Dios para Israel… Pero en el fondo le interesan igual los pobres de Nazaret y de Israel y los pobres de todo el mundo.
Según los “buenos” nazarenos, que apelan a José, su “padre”, Jesús tenía que haber sido un luchador nacional, un partidario de la separación entre los buenos israelitas y los malos extranjeros. Por eso, la pregunta puede sonar de esta manera: «¿Cómo siendo hijo de José puede comportarse de esta forma?».
Eso significa que, según los nazarenos, Jesús aporta una novedad que le separa de los buenos ciudadanos, que quieren la gracia de Dios para ellos y la justicia o venganza para los de fuera. En este contexto se sitúa el refrán de Jesús que les responde diciendo, «ningún profeta no es bien recibido en su tierra» (Lc 4, 24), porque el profeta, si lo es de verdad, debe proclamar la gracia de Dios sobre todos (rompiendo así los límites estrechos de su tierra).
6. La cita de Isaías, una cita cambiada
En este contexto, los nazarenos advierte que Jesús, su paisano, ha universalizado el texto de Isaías, suprimiendo sus palabras finales de juicio, que suelen dirigirse contra los extranjeros. Jesús no quiere libertad para nosotros (los buenos, los nacionales, los de la iglesia verdadera) y venganza para los malos (los de fuera). Él ha suprimido la venganza y quiere libertad para todos:
Isaías 61, 2 situaba el jubileo en un contexto judicial de tipo israelita, proclamando así una “doble suerte”: un Año de Gracia de Yahvé, el Señor, para los fieles, un Día de Venganza de nuestro Dios, para los infieles. La profecía puede inscribirse así y se inscribe dentro de la experiencia nacional, ratificando la singularidad y elección del pueblo de la alianza, conforme a una visión de las dos “suertes” que el libro de Ester ha desplegado de un modo impresionante (triunfo para los judíos, destrucción para los enemigos).
Desde esta perspectiva de la doble sanción (Año de Gracia, Día de Venganza; salvar a los buenos, condenar a los malos), que puede aplicarse a gran parte de la teología “legalista”, marcada por un tipo de talión (para los buenos el cielo, para los malos el infierno), este pasaje sigue dividiendo a los hombres, pues Dios les deja en manos de su propio juicio, marcado por la lucha entre los buenos y los malos.
7. Los nazarenos rechazan a Jesús.
En contra de una lectura “cerrada” de Isaías (Gracia para Israel, venganza para los pueblos entiles), Lucas 4, 19 universaliza la parte positiva del mensaje de Isaías, indicando que Jesús (en realidad, a lo largo de toda su vida y de un modo especial por su muerte y pascua) ha proclamado las palabras de esperanza (Año de Gracia liberadora), prescindiendo del aspecto legal, esto es, del Día de venganza de Dios.
Eso significa que cesan los antiguos privilegios de los nazarenos (“buenos” judíos); las normas de la ley sacral se acaban y pierde su importancia la elección israelita que conducía al triunfo final de unos y a la derrota de otros. Estas palabras de Jesús se inscriben dentro de la lógica del Sermón de la Montaña que supera la oposición entre amigos (a quienes debe amarse) y enemigos (a quienes se combate o rechaza).
[[Jesús descubre esta lógica de oposición en el mismo mensaje de fondo de Isaías donde Dios garantizaba su gracia a los buenos expulsados (ciegos, cautivos, oprimidos) pero anunciaba, al mismo tiempo, su venganza o desquite contra los adversarios. Así ofrece sólo un año de “gracia universal”. Lógicamente, los “buenos” nazarenos se sienten discriminados. J. KLAUSNER, Jesús de Nazaret. Su vida, su época, sus enseñanzas, Paidós, Barcelona 1991, ha mostrado de manera impresionante la novedad de esta lógica de Jesús desde (y en contra) del mismo judaísmo anterior]].
Conforme a su lógica de elección y ventaja propia, los nazarenos rechazan el mensaje de Jesús. Suponen que la acogida y “gracia” que ofrece a los pobres (cautivos, ciegos, encarcelados, emigrantes…) es buena, siempre que no ponga en peligro el privilegio de aquellos que siempre se han sentido buenos, esto es, de ellos, los nazarenos. La gratuidad es positiva, pero a condición de que siga ratificando el privilegio de quienes son dignos de ella, al servicio del propio sistema.
Pues bien, Jesús ha roto ese esquema, ofreciendo perdón sin venganza, una libertad que desborda el nivel del buen sistema (de los nazarenos). Lógicamente, los partidarios (privilegiados) del orden particular, representados aquí por los buenos nazarenos le condenan y quieren matarle porque rompe su seguridad, ofreciendo la curación y libertad a todos los (incluidos los enemigos seculares de Israel: fenicios y sirios).
8. ¿No es éste el hijo de José?
Los colectivos religiosos, igual que los estados “legales”, necesitan defender su identidad y para ello tienen que expulsar a los extraños o encerrarlos en la cárcel. Lógicamente, junto al “año de gracia” (para ellos), necesitan un “día de venganza” (para los enemigos). En esa línea se habría situado, lógicamente, el buen José. Así ha sido y así será; la mayoría de nosotros somos más “josefinos” que “jesuitas o jesuánicos”, de manera que estamos dispuestos a matar (linchar) a los que ponen en riesgo nuestras raíces, nuestros privilegios
Jesús, en cambio, quiere libertad-gracia para todos y por eso apela a Elías y Eliseo (en su aspecto universal, también ellos tienen otro rasgo nacionalista duro). Por eso ha ofrecido salvación universal a los antes oprimidos y expulsados, de manera que ha tenido que renunciar por gracia de Dios a la “venganza” del Señor. Es normal que los nazarenos (representantes de los buenos israelitas) se sientan defraudados, pues pierden sus ventajas anteriores, viniendo a ser como los otros. Quieren defender su propiedad; por eso se enfurecen e intentan lincharle.
Como sabía el buen José y como afirman los que apelan a su memoria, en contra de Jesús (¡hijo rebelde!), de un modo normal, el orden de una sociedad se funda en la violencia y expulsión de los disidentes, de manera que así se distingan los buenos de los malos. Pues bien, al desenmascarar ese sistema de expulsión violenta, Jesús supera y destruye aquella distinción, viniendo a presentarse como peligroso para los que quieren conservar sus privilegios.
Por eso, sus mismos paisanos intentan matarle y lo hacen precisamente porque son «buenos»: porque defienden la institución nacional, fundada en la distinción de legales e ilegales (de los que pueden vivir en libertad y de los encarcelados). Lo hacen porque son justos, cumpliendo la exigencia del Deuteronomio (que manda matar a los que rompen la unidad de religión nacional)
9. ¿Qué habría pensado José de haber seguido viviendo?
Todo nos permite supone que José había sido un piadoso judío nacionalista… que no habría aceptado la apertura universal de fondo de Jesús. No es que José fuera “malo” o no quisiera a todos los seres humanos. Pero todo nos inclina a pensar que iba más en la línea de lo harían más tarde los celotas.
Evidentemente, Lucas ha presentado a José como un hombre justo y fiel a Dios (en Lc 1-2), pero todavía en la línea de la ley nacional. Jesús habría llegado al fondo de esa Ley, descubriendo su sentido universal. Los nazarenos se sentían más vinculados al viejo José nacionalista que a su hijo Jesús.
Estamos, por tanto, en el centro de un conflicto de familia. Por eso, los nazarenos acusan a Jesús de no ser fiel a José. Estamos en el lugar en el que parece decidirse la novedad de Jesús, la novedad cristiana…
10. ¿Recuperar a José?
Pues bien, la liturgia cristiana, al venerarle como patrono de la Iglesia, ha supuesto que el “buen José” hizo en su tiempo lo que tenía que hacer, siendo un buen padre de Jesús, situándole en el lugar justo para que Jesús le “superara”. José fue buen padre teniendo sus propias ideas. Y Jesús fue mejor hijo cambiando las ideas de su padre, buscando un camino distinto.
Es bueno que la Iglesia venere a san José en el cielo… aunque sus buenos paisanos, con sus mismas ideas, quisieron linchar a Jesús, en la primera historia de pasión frustrada del Evangelio.
Todavía hoy son muchos los que (incluso entre los creyentes monoteístas) están dispuestos a matar a los propios “hijos” si se separan de un tipo de tradición estrecha de los padres.
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