Del interior al exterior del alma.
“No importa que los sueños sean mentira, / ya que al cabo es verdad, / que es feliz el que soñando muere, / infeliz el que vive sin soñar” (Rosalía de Castro)
4 de noviembre. Domingo XXXI del TO
Mc 12, 28-34
Amarás al prójimo como a ti mismo
Escultura en bronce de Jean Louis Corby (París 1951), El vacío del alma. El vacío, como ya demostraron otros grandes escultores, por ejemplo, el Bruno Catalano (Marruecos 1960) tiene forma y cuenta historias. En el caso de Corby además, ese vacío trasciende porque trasciende e invita a emprender el camino de la búsqueda interior del ser. Una de las más apasionantes aventuras del ser humano: encontrase a sí mismo. El hombre busca en su interior y contempla el vacío que se pierde hacia el infinito.
Dice el Salmista en el Libro de los Salmos 14, 7: “Señor, ¿quién puede hospedarme en tu tienda? Un natural deseo de encontrar a Dios, pero con ansias de descubrir en Él el mundo de todo -y todos- los demás seres. Razón por la cual, a mi entender, el amarás al prójimo como a ti mismo del versículo 31 del Evangelio de Marcos, presupone el conocimiento de sí mismo. “Este es el primer principio de la psicología budista: Ve la nobleza y la belleza interior de todos los seres humanos”, escribe en La sabiduría del corazón, Jack Kornfield.
En su obra Semillas de esperanza, mensaje contemplativo de monje cisterciense Thomas Merton (1915-1968), se encuentra en esta misma dimensión: “Entonces fue como si de repente viese la belleza secreta de sus corazones que no puede ser alcanzada por el pecado, el deseo o el conocimiento de uno mismo, la esencia de nuestra realidad, la persona que cada uno es a los ojos de lo Divino. Ojalá pudieran todos verse como son en realidad. Ojalá pudiéramos vernos todos así todo el tiempo”.
Personalmente lo que más me importa es verme con los ojos del cuerpo, mirar a mi interior y descubrir mi camino, que lo defino en este mi poema titulado Las Tablas de Moisés:
“Vestí mi felicidad de largo, / blanca como el alba su túnica / y llena de verdades. / Lo des cubrí en Las Tablas de la Ley, / que Moisés rompió con ira / cuando bajó del Monte, / donde la zarza ardía. / ¿Por qué no se quedó Yahvéh / quemándose en la zarza? / ¡Demasiado divino, para mí!
En la primera Tabla, los de Dios, / -había sólo tres- / y en la segunda Tabla había siete, / los mandamientos del quehacer humano. Yo me pregunto: / ¿Por qué no fue aquella, la que rompió Moisés con tanta ira?
Entonces me sentí benevolente / y me volqué de amor en mis hermanos, siguiendo el sabio consejo del evangelista: / Amarás al prójimo como a ti mismo”
Rosalía de Castro dijo: “No importa que los sueños sean mentira, / ya que al cabo es verdad, / que es feliz el que soñando muere, / infeliz el que vive sin soñar”.
17. LA CATEDRAL TRANSFIGURADA
Alfarero del alma,
que bates las alas de tus manos en la pila
hasta tornar el barro
en figuras divinas.
Deseo en oración que a Dios se eleva,
sin fe de petición… ¡sólo deseo!
Anclada airosa sobre el suelo
-en plenitud de humanidad-
desmelenada al cielo.
(EN HIERRO Y EN PALABRAS.
Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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