30.9.18. Si tu mano escandaliza… Una sociedad e iglesia de escándalo
Dom 26. Mc 9, 38-48.Dejo a un lado el tema del exorcista no comunitario, para centrarme en el tema del escándalo de los pequeños:
— Está en el fondo el motivo de una sociedad e iglesia de fuertes, que se creen capaces de utilizar (escandalizar: hacer caer) a los pequeños, es decir, a los más débiles, los pobres, los niños, en un plano religioso y social, afectivo e incluso sexual.
–– Vivimos en una sociedad de escándalo…, que utiliza y destruye a los pequeños… Hay un escándalos de gastos militares, de mentiras políticas generalizadas, de riqueza ostentosa que atrae y destruye a los más pequeños… El escándalo de una sociedad espectáculo, hecha para escandalizar… con su resultado de pateras perdidas en los mares, de fronteras cerradas, de miles de muertos.
— vivimos en una iglesia de poder social y religioso de escándalo, que se establece desde arriba, en línea jerárquica y “patriarcalista” de dominio, donde los que se creen dotados de un poder legítimo (superiores) utilizan a los más pequeños (los de abajo) en línea económica, afectiva y religiosa y, sobre todo, de “conciencia”, apareciendo y actuando a veces como “terroristas mentales”, diciendo a los demás lo que son y han de ser, utilizando para ello un tipo de “poder de conciencia”.
— En ese contexto sitúa el evangelio el gran pecado que consiste en “escandalizar” (utilizar, hacer caer, pervertir) en un plano social y sexual, económico y religioso a los más pequeños, como en un “imperio establecido por la fuerza…”. En ese contexto introduce Jes´s la referencia simbólica a la mano, al pie o al ojo que escandaliza o destruye a los otros, añadiendo que el buen creyente ha de ser capaz de cortar la mano o pie o de arrancar el ojo, a fin de conservarse así “entero” para el Reino (de no destruir a los demás). En esa línea se puede situar el “pecado de la pederastia” que no es sólo de tipo sexual, sino también afectivo y de dominio de vidas y conciencias.
Hay, sin duda, un escándalo individual, propio del “cristiano” autosuficiente, que se justifica y exalta a sí mismo, pero destruye a los otros. Ese cristiano debe, sin duda, cortarse simbólicamcante la mano, el ojo o el pie que escandaliza a los demás (y que le destruye a sí mismo), para seguir de esa manera a Jesús y para hace bien a los pequeños.
Ciertamente, es duro un tipo de pequeño escándalo sexual, con niños, con personas menores… Pero el escándalo al que alude Jesús es también social y de Iglesia. La Iglesia en su conjunto ha de mirarse y ver cémo escandaliza (hace caer) a los pequeños, no sólo dentro de ella, sino fuera (en su entorno social), pues, para ser verdadera, ella ha de estar dispuesta a “arrancarse” muchas de las cosas que parecen muy valiosas:
¿Qué debe cortar la Iglesia para no ser escándalo? Jesús habla de mano, pie, ojo (genitales…), en sentido radical, pero no físico (pues esa mutilación no sería radical, iría en contra de Mc 7, 14-23)? Otras cosas tiene que cortar la iglesia en línea de poder opresor de conciencias, de riqueza escandalosa, de falta de humanidad y de evangelio? Dejo ahora la respuesta para los lectores.
De esa Iglesia que se “automutila” y se vuelve “pequeña” para acompañar y ayudar a los pequeños, haciéndose evangelio y abriendo así un camino de comunión y ayuda mutua con los menores y los pobres (pequeños, alejados), quiere hablar esta postal.
Esta es la iglesia de Jesús que, en vez de “comportarse como un Dios más alto”, utilizando a su servicio a los demás, se hizo pobre entre los pobres, encarnándose en la vida y el camino de los más pequeños, para compartir con ellos el camino y la esperanza del Reino. Buen domingo a todos.
Texto (reducido)
El que escandalice a uno de estos pequeños que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar (Mc 9,42).
Si tu mano escandaliza, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno.
Y, si tu ojo escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos la infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga (Mc 9, 43.45-48).
Escandalizar, hacer caer a los pequeños
El principio general (Mc 10, 42) hablaba de escandalizar a “uno de estos pequeños que creen en mí”, es decir, de poner tropiezos en el camino de los más débiles, para así hacerles caer. Se refería de esa forma al riesgo de convertir la Iglesia en una sociedad de fuertes/grandes, sin lugar real para los pequeños. Pues bien, las tres concreciones que siguen (escandalizar con la mano, el pie, el ojo) nos sitúan ante el principio del escándalo, que tiene un aspecto interior (yo escandalizo y me destruyo así a mismo) y otro exterior (con el escándalo destruyo a los otros, a quienes utilizo para mi provecho egoísta).
No se pues trata de un pecado puramente interno ni externo, sino de un pecado mixto, que es interno (me destruye a mí) y es externo (destruye a los pequeños). Este pasaje nos sitúa ante una moral integral, que penetra en la actitud profunda de aquel que, con su actitud soberbia (se busca a sí mismo) destruye (escandaliza, hace caer, a los pequeños.
Por eso, defendiendo a los pequeños, Jesús debe acusar a los escandalizadores, para que reflexionen, de manera que estén dispuestos a cambiar, es decir, a “cortarse” aquello que conduce al escándalo, o que lo produce.
No se trata, por tanto, de que cambien los pequeños (que también podrán y deberán cambiar, en todo este proceso), sino de que los “grandes” renuncien a su deseo impositivo, evitando (cortando en sí mismo)todo lo que lleva a destruir a los pequeños:
Éste puede ser (y es) un “pecado personal”, de aquellos que escandalizan (destruyen a los otros). Pero dentro de Marcos es como he dicho un “pecado de comunidad”, es el pecado de una iglesia que cuida sus manos, sus pies y sus ojos… de tal forma que destruye a los demás de esa manera. La respuesta de Jesús es clara:
«Si tu mano, tu pié, tu ojo te escandaliza» (skandalidsê se),
es decir, si es para ti causa de escándalo
(pues con ella “escandalizas”, haces caer a los demás)
«córtatela tú mismo» (9, 43-47).
Córtate la mano, córtate el pie, saca el ojo… es decir, renuncia a ti mismo para que el otro pueda vivir y crecer… Éste es el “ayuno” de Jesús, convertido en amor al prójimo
– El hombre (varón o mujer, la Iglesia) es mano buena que actúa,
pero que puede hacerse mala, si escandaliza a los otros, de forma que hay que decir. También la Iglesia es mano que actúa, es poder intenso. En esa línea, Jesús sigue diciendo:
«Si tu mano te escandaliza,
siendo para ti causa de escándalo y destrucción de los pequeños, córtatela…»: 9, 43).
Recordemos que Jesús ha curado la mano seca del hombre de la sinagoga (3, 1-6), en día de sábado, causando la oposición de los fariseos y los herodianos, que quieren condenarle a muerte. Pero Jesús pide ahora a la Iglesia que sea capaz de cortar su mano escandalizadora, para que los pequeños vivan.
La mano de los grandes (su actividad, sus proyectos y negocios: ¡todo lo que se hace y simboliza con la mano!) puede convertirse en causa de escándalo (caída) para los pequeños. Por eso, si quieren ser critianos, los grandes han de estar dispuestos a renunciar a su propia manos (a sus proyectos y a su obras) para no destruir a los pequeños, con quienes el mismo Cristo se ha identificado. Ésa ha de ser la actitud de la Iglesia
– El hombre (varón o mujer, la Iglesdia) es pie bueno que camina,
pero que puede hacerse malo, volviéndose causa de escándalo para los demás, de forma que se debe añadir: «Si tu pie te escandaliza córtatelo…»: 9, 45). Recordemos que Jesús ha curado al paralítico (2, 1-12), precisamente para que pueda caminar en libertad, con gran escándalo de los escribas que le acusan de “perdonar/curar” al lisiado en sábado. Pero si el “caminar” de la Iglesia destruye a los pequeños ella debe cortarse su pie.
El pie es un miembro básico del ser humano, que puede y debe utilizarse bien, recorriendo un camino de Reino. Pues bien, ahora se añade que, allí donde el deseo y la forma de caminar de los grandes destruyen o sirven de caída para los pequeños, el pie que en sí es bueno se convierte en causa de escándalo. Por eso, debo estar dispuesto a renunciar a mi pie (a cortarlo) para que no sea motivo de ruptura y destrucción para los otros.
Ciertamente, puedo cumplir lo que deseo, pues soy libre, pero si mi libertad se vuelve motivo de ruina para otros debo limitarla, como ha dicho Pablo en un contexto semejante (cf. Gal 5, 13; 1 Cor 10, 39).
– El hombre (varón o mujer, Iglesia) es ojo bueno que mira y desea,
pero al hacerlo puede escandalizar a otros (si tu ojo te escandaliza…: 9, 47). Muy bueno es el ojo para Jesús, que ha venido para que los hombres y mujeres vean (cf. 4, 13), y para curar a los ciegos de diverso tipo, como ha mostrado la catequesis de 8, 22-26. Pero hay una forma de mirar que puede causar escándalo, es decir, un ojo malo (ophthalmos ponêros: 7, 22) que destruye a los pequeños, porque es mirada posesiva y no liberadora, en amor.
Pues bien, en ese caso, aquel que cree en Jesús (la Iglesia entera) tiene que estar dispuesto a arrancarse el ojo malo, para no hacer daño a los demás (y para salvarse a sí mismo, para no ser arrojado a la Gehena).
El hombre es aquí pies, manos y ojos, en visión ternaria que resulta muy significativa. Es evidente que el texto podría haber aducido otros ejemplos de miembros vitales, que aparecen en otros textos de Marcos (cf. lengua y oídos: 7, 31-37), pero los tres aquí citados condensan la totalidad humana en el plano del hacer, decidir, desear y son ejemplo de un “poder bueno” de la Iglesia, que puede convertirse en destructor de los otros.
La Iglesia de Jesús debe ser buena mano, buen pie y buen ojo, que ayudar a los demás a vivir, a caminar y a ver. Pero allí donde la mano, ojo y pie de la Iglesia se convierten en “motivo de escándalo” (de destrucción de los pequeños) ella ha de estar dispuesta a cortárselos, si no quiere caer en la Gehenna, que es el fuego que destruye.
Gehena, fuego que destruye. La gran poda de la Iglesia.
No es simplemente el fuego del final de los tiempos, sino el fuego que destruye a los creyentes y a la Iglesia, como basura inútil. En este contexto se dice que es precisa la “purificación”, la gran poda de la Iglesia, que debe cortar y arrancar aquello que sirve de escándalo para los pequeños.
Esta “poda” eclesial nos sitúa en el centro del Evangelio de Marcos, que es evangelio que anima y estimula, pero también que advierte y corrige proféticamente a los creyentes y al conjunto de la Iglesia, que ha de observar la función de sus manos y pies y de sus ojos.
Una Iglesia que escandaliza debe “podarse a sí misma”, si no quiere ser arrojada al fuego inútil (destructor) del pudridero de la historia.
Esta condena, simbolizada por la Gehena, puede entenderse de un modo “espiritual” (en perspectiva de muerte eterna, más allá de este mundo), pero en su origen, y quizá en el mismo fondo de este pasaje, puede y debe interpretarse también en forma histórica. Recordemos que Jesús está evocando e iniciando su ascenso a Jerusalén, donde Dios realizará su obra decisiva. Los que culminen con él su camino obtendrán allí la Vida y Reino. Los otros, que en este contexto son los que escandalizan/destruyen a los pequeños, fracasarán precisamente en el entorno de Jerusalén, consumiéndose en el fuego de la Gehena.
Jesús apela así al fuego profético intenso de la Gehena, que es un fuego asbestos, es decir, inextinguible… y al fuego externo de la misma vida egoísta que se destruye a sí misma.
El mismo Dios, que aparece como fuego positivo (calor, luz…) en las grandes teofanías, desde Is 6 hasta Ez 1-3 y 1 Hen 14, puede venir a presentarse como principio de destrucción, que arde siempre, sin perder nunca su fuerza, destruyendo sin fin a la Iglesia que escandaliza.
Ese fuego que nunca acaba (destrucción que nunca acaba de destruirse), propio de la Gehena, está vinculado al skôlêx o gusano que devora sin fin los cadáveres de los condenados (Mc 9, 49), según el texto clásico, citado ya, del fin del libro de Isaías: Al final de los tiempos, los triunfadores/salvados subirán al templo de Jerusalén y, al descender verán los cadáveres de los rebeldes, «cuyo gusano no muere y cuyo fuego no se extingue» (Is 16, 24; cf. Jd 16, 17).
Fuego y gusano son signos de condena, pero en Marcos no se aplican ya a los que se rebelan contra el poder de Dios, de un modo político y sacral (como en Isaías y en Judit), sino a los que “escandalizan” a los pequeños, destruyéndose de esa forma a sí mismos.
Éste es, según todo lo anterior, un texto simbólico y parenético. Frente al nesgo de escandalizar, destruyendo a los demás, no hay más remedio que una ascesis fuerte: uno debe vencerse a sí mismo, dejándose morir si hiciera falta (córtate la mano, sácate el ojo…), para bien del otro (9, 43-47). Sólo de esa forma se evita el riesgo de la pérdida propia o gehena, que es la destrucción de aquellos que destruyen a los otros.
¿Qué debe cortarse la Iglesia? Reflexión personal y preguntas
Los que piensan que son grandes y por serlo actúan de un modo que puede destruir (escandalizar) a los otros, corren el peligro de perder su propia vida en este mundo y de perderse para siempre, destruyendo a los otros. Los que destruyen a los otros se destruyen a sí mismo, a no ser que se corrijan (que se cortan las manos y los pies, que se arranquen los ojos).
Estas imágenes de destrucción sirven para indicar que los más grandes (importantes) en la Iglesia son los más pequeños, aquellos que se encuentran entregados (en manos) de los otros, como estuvo Jesús y como están los niños. Desde el reverso del poder, desde el lugar de los perdedores, puede edificarse y se edifica la nueva comunidad, que se expresa y triunfa en dimensión de gracia.
Éste es un momento (un domingo) para que la Iglesia examine sus manos, sus pies y sus ojos, para ver si escandaliza (si hace hacer) a los pobres del mundo (y de la propia Iglesia). Éste es domingo de ascesis intensa:
1. ¿Qué tengo que arrancarse, qué debo “perder” (en plano personal, económico, social…) para no escandalizar, es decir, para que los demás puedan vivir. ¿Como entender hoy el signo que Eusebio atribuye a Orígenes, cuando dice que se castró a sí mismo para no caer (ni hacer caer) en sexual?
2. ¿Qué debe arrancarse la Iglesia concreta (a capite et in membris, como siempre se ha dicho), en su cabeza y en sus miembros (desde el Papa hasta el monaguillo de San Roque), para no servir de escándalo a los más pequeños? ¿Puede conservar la iglesia todo lo que tiene en estructura y capital simbólico de poder… o deberá cortarse de algún modo las manos y los pies…?
3. Y nuestra sociedad en general, nuestra política y economía neo-capitalista… ¿qué tendrá que arrancar y cortar para que los pobres puedan vivir?
4. No se tratará sólo de “arrancar y cortar”, sino también de plantar y ofrecer (iluminar). Pero si no estamos dispuesta a cortar/expulsar lo que escandaliza no podremos iluminar nunca a los demás.
Buen día a todos, con la imagen que sigue:
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