Señor, tengo mi esperanza en ti.
Del cuaderno de notas de un joven jefe scout, estudiante de agronomía, muerto de leucemia:
«En ocasiones quisiera irme a vivir a un lugar solitario, silencioso, donde no haya confusión, distracción, donde pudiera dedicarle a Él, sólo a Él, mi tiempo, todo mi tiempo. Me doy cuenta de que todo lo que hay a mi alrededor me distrae, me lleva a donde no quiero ir: a la envidia, a la maldad, al pecado corporal. Debo prepararme para aquel momento, debo estar preparado para cuando me llame a Él. No puedo dejar pasar los días. Cada segundo es importante, esencial, indispensable, y no debo malgastar de este modo mi tiempo.
Cuando me preguntan sobre mi enfermedad, rara vez soy yo quien empieza a hablar de ella y, al oír lo que pienso y cómo hablo de ella, me dicen que soy pesimista. ¡No! Soy realista.
Sé lo que me sucederá, cómo moriré; he visto morir a otros, apagarse lentamente, día tras día. Sé de qué modo, en qué hospital y cómo. He visto llorar a un hombre. Me decía: “Tengo que morir… Moriré”. Sé que esto también me sucederá a mí. Ahora bien, ¿cómo decirle a alguien: “Sí, tengo miedo, pero no veo la hora”? Tú me llamas, yo responderé: “Aquí estoy”. No lo diré a nadie, lo sabes Tú, lo sabe Él.
Ni siquiera puedo extrañarme de todo lo que me rodea: deben ponerme las inyecciones, darme las pastillas. ¡Todo esto sirve! Sirve para prepararme mejor, para recuperar el tiempo que he perdido y que perderé. ¡Ayúdame, Dios! Ayúdame a no ser hipócrita, a confiar sólo en ti. ¿Continuaré fingiendo estudiar, actuando como si todo fuera normal, como si no hubiera pasado nada? Dios, indícame el camino. Es de noche, no veo a dónde quieres que vaya. ¡Ilumíname el camino! Está oscuro, sé luz para mí. No me siento mártir. Muy diferentes y más duros son los sufrimientos de quienes han muerto por ti, de quienes han elegido morir por ti, Señor. ¡Qué valor, qué fuerza! Todo esto me hace sentirme pequeño e inútil, pero, Señor, tengo mi esperanza en ti» .
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Michelle Chinellato
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