La ascensión: La vida tiene sentido.
Del blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:
01. ALGUNAS NOTAS EXEGÉTICAS
Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro de san Marcos.
La Ascensión EN LOS Hechos (Lucas) acontece a los 40 días de la resurrección. En Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.
Pensemos que estos relatos no son la filmación de un hecho para “Informe semanal”, sino que son más bien una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas
Estos relatos, como tantos otros, están elaborados con un mundo de símbolos: la montaña es el lugar más cercano a Dios: Jesús está en Dios. La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios: más allá de la nube está Dios, que es donde termina Jesús. Los “cuarenta días lucanos” son una alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. A Jesús, como a todos, ascender a Dios le costó toda la vida.
En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios Padre.
El que viene de Dios, Jesús, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los seres humanos.
02. EL CIELO NO ES UN LUGAR, ES UNA SITUACIÓN PERSONAL.
La Resurrección, la Ascensión, Pentecostés son acontecimientos no visibles históricamente. (De hecho, hasta el siglo IV las comunidades cristianas celebraron en el mismo día la Resurrección y la Ascensión).
No sabemos cómo será el cielo, probablemente no será “un lugar”, una especie de “vacaciones en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.
03. LA ASCENSIÓN ES LA RESPUESTA A LA CUESTIÓN DEL SENTIDO DE LA VIDA.
Una pregunta constante en la historia de humanidad es ¿Qué podemos esperar? ¿Hay algo que esperar? Los cristianos, como todo el mundo, tenemos el peligro de vivir en “tiempo muerto”, o simplemente de instalarnos en este pequeño oasis que es la vida y se está bastante bien.
Cuando individual, social o eclesialmente perdemos la esperanza y no miramos ya al futuro, nos instalamos. Se está bien aquí.
Esta es una tentación muy eclesiástica: olvidar el futuro y quedarse en las instituciones y estructuras intermedias.
Ser persona humana, ser cristiano es ser esperante, vivir esperanzadamente. Vivimos como si este tiempo fuese todo. Pero este tiempo, esta historia se acaba, o mejor: concluye definitivamente en la Ascensión La Ascensión nos indica la meta de nuestra esperanza, el futuro.
La pregunta sigue en pie. ¿Tiene sentido la vida?
La afirmación de la Ascensión es muy potente y esperanzadora, aunque está dicha muy sencillamente, casi de un modo infantil: Jesús subió al cielo y se sentó junto a Dios.
La tierra termina en el cielo, el tiempo en la eternidad, el hombre termina en Dios.
Para vivir sensatamente el presente en toda su complejidad de dimensiones –positivas y negativas- hay que intuir el futuro, el futuro absoluto. ¡Ay del que piensa que su patria es donde ha nacido! ¡Dios nos libres de quienes piensan que la Iglesia es el Reino de los cielos! Nuestra meta, nuestra patria está en el CIELO: hacia ti morada santa…
El futuro no llega como punto final de nuestra vida o de la historia. El futuro se hace presente en nuestro hoy y la esperanza posibilita vivir el presente con sentido y algún gozo. El futuro que aguardamos: como personas, como pueblos, ideologías, como Iglesia, ese futuro está influyendo y configurando nuestro presente. La esperanza que aguardamos, es la alegría del presente.
No es pensable una existencia sana sin esperanza. El ser humano es aquello que espera. Posiblemente sin esperanza, la existencia humana se torna enfermiza, depresiva. La esperanza confía en el sentido de la vida. Tal sentido descansa en la ultimidad de Dios. La meta de nuestra esperanza es la Ascensión.
Cronológicamente el cielo llegará cuando y como llegue. Dice el salmo 89:10: Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.
Pero el cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido. El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.
El cielo no puede esperar.
04. CUIDEMOS EL SENTIDO DE LA VIDA.
El sentido de la vida responde a la cuestión de “si existe algo o alguien por el que merece la pena que yo siga existiendo”.
El sentido de la vida confiere dirección, finalidad y finalización al ser humano y a todos su procesos.
Pero el sentido de la vida no es algo evidente. Nadie puede demostrar científicamente que la vida tenga sentido. El sentido de la vida no es un asunto científico, no se vende en la farmacia Es una cuestión de confianza absoluta.
Pero precisamente porque no es evidente, hemos de cuidar más y mejor el sentido de la vida
El supertécnico del parque tecnológico de Aiete, el ingeniero o científico más importante saben de su destino y del de sus semejantes lo que el analfabeto o el hombre de Altamira o Santimamiñe. El ingeniero espacial de la base de California y el “salvaje” de la última tribu que haya sobrevivido tienen en común una pareja ignorancia sobre el tema. Más aún, parece probable que el llamado salvaje sepa de esto algo más que el ingeniero
Las religiones se han sobrepasado en su lectura e interpretación de muchas cuestiones de la vida. Las ciencias se quedan muy cortas ante los problemas últimos de la vida y dejan al ser humano a descampado. No parece que sea progreso y ciencia ver cómo unos caníbales comen perfectamente sentados en la mesa, con mantel, servilleta, cuchillo y tenedor.
Hemos de cuidar el sentido de la vida: cultura, confianza, arte
05. MISIÓN: ID POR TODO EL MUNDO Y NO OS QUEDÉIS PLANTADOS MIRANDO AL CIELO.
Id y enseñar el Evangelio. Los discípulos se pusieron a enseñar el evangelio por todas partes.
El “id por todo el mundo” no es solamente una cuestión geográfica, sino ideológica: id por todas las culturas, por el diálogo ciencia y fe, fe y situaciones políticas, por los recovecos de la cultura.
La misión, la evangelización implica una dinámica misionera de desinstalación, de agilidad mental y cristiana, de esperanza.
La buena noticia, el evangelio es comunicar que el mal, el pecado está perdonado, que la muerte no es el final, sino que nuestro final es Dios.
Una iglesia replegada, atrincherada sobre sí misma, es una iglesia asustada que sigue viviendo en el cenáculo. Jesús ha sacado a los suyos del Templo, de los cenáculos y de los sistemas eclesiásticos: Id por todo el mundo
06. PAR ASCENDER, HAY QUE DESCENDER.
La Ascensión a los cielos pasa por el descenso a los infiernos. Jesús -el que no era ni tenía pecado- descendió en el río Jordán a lo más profundo del mal, de las desgracias y tristezas humanas.
Jesús fue elevado a la cruz con toda esa massa damnata (masa-humanidad condenada), toda la humanidad caída a la cruz, y de la cruz al cielo. Mirarán al que transpasaron.
Nuestra Ascensión pasa por el descenso a los bajos fondos (infiernos) de los empobrecidos, deprimidos, pisoteados, drogadictos, de las mujeres vejadas, maltratadas, de todos los marginados; también hemos de descender a nuestros propios hundimientos.
También resuena para nosotros:
MIRAD AL CIELO COMO ESPERANZA.
ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO.
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