Comunidad de bienes.
Sólo si encuentras paz en ti mismo encontrarás una verdadera conexión con los demás. (Película Antes del amanecer)
8 de abril. II domingo de Pascua
Jn 20, 19-31
Jesús repitió: Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros
En primera lectura de este domingo, los Hechos de los Apóstoles nos invitan a participar en esta Comunidad de Bienes, a crear un cuerpo social con ella: “La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. No llamaban propia a ninguna de sus posesiones, antes lo tenían todo en común” (Hch 4, 32). A mi entender esto debe extenderse también al hecho de la donación sí mismo y a compartir con los demás, no solo los bienes materiales sino los espirituales. No solo monedas, también nuestras sonrisas, afecto, el perdón de sus errores, nuestro saber, nuestros hobbies y todo cuanto a entender nuestro pueda proporcionar felicidad a los otros.
La película estadounidense Antes del amanecer (1995), dirigida por Richard Linklater dice uno de los protagonistas: “Sólo si encuentras paz en ti mismo encontrarás una verdadera conexión con los demás”. Conexión en la paz, en la que Jesús repitió a los Apóstoles con alusión al Padre: “Paz con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros” (Jn 20, 21). Debieron quedar todos muy pensativos considerando la gran responsabilidad que les había caído encima; a ellos y a todos sus sucesores. ¿Hemos considerado alguna vez que también es competencia nuestra dicha responsabilidad? ¿O quizás las palabras de Jesús nos dejaron con ojos de lechuza y boquiabiertos, para luego meter la cabeza bajo el ala hasta el amanecer y emprender después vuelo igualmente quizás a no se sabe dónde?
En el epílogo de su obra Jalones para una teología del laicado, el dominico Yves Congar (1904-1995) cuenta la siguiente anécdota, que atribuye al cardenal Gasquet. Un catecúmeno pregunta a un sacerdote: “¿Cuál es la posición de un laico en la Iglesia?”. El sacerdote responde: Es doble: primero, ponerse de rodillas ante el altar: segundo, sentarse frente al púlpito”. El cardenal Gasquet añade: “Olvido una tercera: meter la mano en el portamonedas”. p 138
Gerald Maurice Edelman (1929-2014) fue un biólogo estadounidense que obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1972 por sus descubrimientos sobre el sistema inmunitario. Mantenía particular interés en el estudio de la conciencia. Sus tesis pretenden ofrecer una tesis completa de la conciencia dentro de una visión biológica general. La teoría de Edelman busca explicar la conciencia en términos de la morfología del cerebro. En El Universo de la conciencia, dice: “queremos dejar bien claro que no consideramos que la conciencia en toda su plenitud surja únicamente del cerebro; creemos que las funciones superiores del cerebro precisan interactuar con el mundo y con las personas”.
Quizás sea el momento de recordar el tema del servicio, tan prolíficamente ejercido por Emily Dickinson y tan reiterado en el Nuevo Testamento. El evangelista Marcos, por ejemplo, lo menciona con el término griego “diácono” en el cap. 20, vers. 26, cuando la madre de los Zebedeos pedía los primeros puestos en el Reino de los Cielos para sus hijos. La respuesta de Jesús fue contundente diciendo que él no había venido a ser servido, sino a servir. Y Marcos repite de nuevo la palabra “diácono”. ¿Encontraste también esta sentencia en tu mochila?
La poetisa estadounidense Emily Dickinson (1830-1886) nos lo reitera poéticamente en su Poema 632:
El cerebro – es más amplio que el cielo –
y si los pones juntos,
el uno contendrá al otro
holgadamente, y a ti también.
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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