25.2.18. Transfiguración: Orar en el monte, curar al niño enfermo
Domingo 2º de Cuaresma. Iniciado el camino que lleva a la pascua, la liturgia nos sitúa ante una escena simbólica de hondo sentido mesiánico:
— Para llevarnos al Monte de la Cruz, el evangelio nos hace pasar por el Tabor, para que contemplemos allí a Jesús transfigurado, con Elías y Moisés, mientras en la parte inferior un grupo de discípulos discute con escribas y familiares sobre la curación de un niño lunático (Imagen 1, cuadro de Rafael, en el Vaticano).
— El relato del Tabor traza un camino de subida y bajado con Jesús, como indica la imagen 2 (icono oriental), con los tres discípulos subiendo por un lado y bajando por otro, con Jesús, primero para ver a Jesús, después para decir al mundo lo que hemosvisto.
Subimos con Jesús y él nos revela el misterio radiante de su vida floriosa, para abrir nuestros ojos y darnos la mano en la noche de la contemplación, y en la mañana del compromiso.
Caminemos con Jesús y con sus tres discípulos cercano (Pedro, Juan, Santiago), no tengamos miedo, nos espera el Señor en la Montaña, con sus dos grandes testigos, Elías y Moisés, toda la Biblia, toda la historia.
Ésta es una de las escenas más queridas de la piedad y del arte cristiano. El relato y el Icono de la Transfiguración ha acompañado y sigue acompañando a millones de cristianos en su peregrinación. Es bueno que la liturgia lo ponga ante nosotros, para tomar con más fuerza el camino, ahora que va avanzando la cuaresma.
El primer Icono es quizá la obra maestra de Rafael Sanzio, y así he querido reproducirlo en grande, para que el lector y orante se fije y obre en consecuencia. Tiene dos planos, sensiblemente iguales:
(a) En el superior Jesús con Elías y Moisés, mientras yacen admirados y con miedo los tras discípulos principales.
(b) En el plano inferior están los otros nueve discípulos que han quedado en el llano, discutiendo con escribas y parientes de un niño “lunático”, al que no logran curar… hasta que Jesús baje de la montaña…
El segundo Icono recoge la tradición oriental, ortodoxa, y nos sitúa también ante dos planos. (a) Arriba Jesús transfigurado, con Elías y Moisés y los tres videntes. (b) En la parte inferior los tres discípulos, que por un lado suben con Jesús para “verle” (contemplación) y por otro bajan (también con Jesús) para curar el niño enfermo.
He desarrollado extensamente el tema en Comentario a Marcos(Estella 2017). Aquí sólo ofrezco una introducción a la lectura histórica y temática de esta escena central del evangelio, invitando a mis lectores a vincular las dos lecturas, la occidental (de Rafael) y la oriental del icono contemplativo de oriente.
Las tres partes del texto
1. Transfiguración (9, 2-8).
(a. Situación) 2 Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, los llevó a solas a un monte alto y se transfiguró ante ellos. 3 Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. 4 Se les aparecieron también Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.
(b. Pedro) 5 Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: Rabbi (=Maestro) (que bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. 6 Estaban tan asustados que no sabía lo que decía.
(c. Dios) 7 Vino entonces una nube que los cubrió y se oyó una voz desde la nube: Este es mi Hijo amado; escuchadlo. 8 De pronto, cuando miraron alrededor, vieron sólo a Jesús con ellos.
b. Discusión en el camino de bajada (9, 9-13).
(a. Resucitar de entre los muertos) 9 Al bajar del monte, les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del humano hubiera resucitado de entre los muertos. 10 Ellos guardaron el secreto, pero discutían entre sí sobre lo que significaría aquello de resucitar de entre los muertos.
(b. Elías) 11 Y le preguntaron: )Cómo es que dicen los escribas que primero tiene que venir Elías? 12 Él, por su parte, les dijo: Es cierto que Elías ha de venir primero y ha de restaurarlo todo, pero )no dicen las Escrituras que el Hijo del humano tiene que padecer mucho y ser despreciado? 13 Os digo que Elías ha venido ya y han hecho con él lo que han querido, como estaba escrito de él.
c. Milagro del niño lunático (9, 14-29).
(a. Situación)14 Cuando llegaron a donde estaban los otros discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos. 15 Toda la gente, al verlo, quedó sorprendida y corrió a saludarlo. 16 Y les preguntó: )De qué estáis discutiendo con ellos? 17 Uno de entre la gente le contestó: Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu mudo. 18 Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.
(b. Creo: la fe del padre) 19 Él (Jesús), respondiéndoles, les dijo: (Generación incrédula!) Hasta cuando tendré que estar entre vosotros? )Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo.20 Se lo llevaron y, en cuanto el espíritu le vio, sacudió violentamente al muchacho, que cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. 21 Entonces le preguntó al padre: )Cuánto tiempo hace que le sucede esto? El padre contestó: Desde pequeño. 22 Y muchas veces lo ha tirado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, compadécete de nosotros y ayúdanos.23 Jesús le dijo: (Dices si puedo. Todo es posible a quien cree.24 El padre del niño gritó al instante: (Creo, pero ayuda mi incredulidad!
(c. Lo levantó: la acción de Jesús)25 Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu impuro, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él. 26 Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsiones. El niño quedó como muerto, de forma que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, lo levantó, y él se puso en pie.
(d. Oración) 28 Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solasPor qué nosotros no pudimos expulsarlo?29 Les contestó: Esta tipo (de demonios) no puede salir si no es con oración.
TRES PERSPECTIVA, TRES CONTEXTOS DE LA TRANSFIGURACIÓN (9, 2-8)
Hemos leído detenidamente el texto. Leámoslo de nuevo, sintámulos por dentro. No olvidemos que, conforme a la exégesis tradicional, este pasaje pude entenderse en tres planos o perspectivas
– Perspectiva historicista. Un día Jesús subió a la montaña.
En esa línea, este relato habla de un “hecho” que pasó una vez, durante el tiempo de la vida pública de Jesús, cuando él estaba subiendo hacia Jerusalén, y para sentir mejor lo que hacía quiso subir con tres de sus discípulos a un monte del camino.
En esta línea se pone de relieve la experiencia religiosa de Jesús y puede pensarse que la escena de Mc 9, 2-8 presenta un hecho de su vida pública. Un día quiso orar más a sus anchas, subiendo para ello al monte, de forma que allí, en oración, transfiguró sobre la montaña, envuelto en una nube, y sus tres discípulos principales le descubrieron como Hijo de Dios, escuchando unas palabras de la nube que tomaron como voz divina, revelación del misterio que presenaba a Jesús diciendo: ¡ese es mi Hijo querido, escuchadle!.
Este pasaje nos recuerda que Jesús tenía necesidad de orar, en plena naturaleza, con los ojos bien abiertos a las cuatro direcciones de la rosa de los vientos. No fue al templo de Jerusalén, como otros; ni se encerró en su cuarto más secreto (como el mismo recomienda en Mt 6: cuando vayas a orar entra en la cámara secreta de tu casa…).
Jesús quiere orar y así lo hace desde la altura del monte, dejando abierto su corazón a los testigos de la Antigua alianza (Elías y Moisés…), dejando abierto su corazón a los amigos que han subido con él. Y tan intensa es su oración que los tres discípulos escuchan la voz de Dios que habla de Jesús: ¡Este es mi Hijo amado…!.
– Perspectiva apocalíptica. Ésta es la oración del fin de los tiempos.
Muchos intérpretes piensan que la primera formulación de la escena no hablaba de una oración histórica de Jesús, sino que anunciaba y presentaba de algún modo la esperanza del fin de los tiempos: Los tres discípulos sobre el monte estaban ansiosamente esperando que Jesús crucificado volviera en su gloria, con los testigos del AT: Elías y Moisés (en ese orden: Primero el profeta, luego el legislador).
Eso significa que los tres discípulos principales subieron al monte de los recuerdos de la historia de Jesús, porque querían verle de nuevo… y así le vieron, en intensa oración, descubriéndole como aquel que está en la gloria de Dios, y que debe venir pronto, con Elías y Moisés, a completar la obra de la reconciliación de los hombres.
La escena original no hablaría por tanto de una transfiguración histórica de Jesús (Mc 9, 2c sería posterior), sino de una visión y esperanza escatológica: los cristianos (en especial los tres discípulos preferidos) han visto un día a Jesús tras su muerte sobre el cielo, con Elías y Moisés, anticipando el final del tiempo como Pedro interpreta rectamente en Mc 9, 5 (9, sería 6 es posterior). Esta escena no contaría algo que pasó una vez, sino algo que ha de pasar. Por eso, ella ofrece una imagen anticipatoria de aquello que sucederá, cuando Jesús venga del cielo.
También nosotros, como Pedro, Juan y Santiago queremos subir a la Montaña de Dios, para ver a Cristo trasfigurado, que ha de venir. También nosotros, con Pedro, Juan y Santiago, debemos hacer un “retiro” en la montaña del Tabor, para escucha la voz del cielo de Dios que dice: Viene ya… Pues bien, ,ientras llega el fin del mundo hay que escuchar a Jesús, que está con los profetas raptados en el cielo, sabiendo que él vendrá al final para realizar la obra de Dios. Todavía no vemos a Jesús, pero le esperamos… La transfiguración está delante de nosotros.
– Perspectiva pascual: ¡pero si ya está…!.
Ésta es la tercera forma de entender este pasaje, que no trata simplemente de algo que pasó una vez (¡Jesús vino aquí, a este monte, para orar…!), ni tampoco de aquello que sucederá al final del tiempo (cuando Dios nos lleve a la montaña santa de Jesús…). Este relato cuenta una experiencia de resurrección, que debe darse ahora, ya…
Tenemos que ver a Jesús resucitado, como le vieron Pedro, Santiago y Juan… Y así lo muestran los diversos elementos del relato (montaña, proclamación mesiánica, voz de Dios…); todos ellos nos hacen pensar que estamos ante una experiencia de resurrección, que nos permite descubrir a Jesús como hijo de Dios (Mc 9, 7) o rey escatológico.
El mensaje de este pasaje estaría cerca de lo que San Pablo dice en Rom 1, 3-4, cuando afirma que Jesús ha resucitado… afirmando implícitamente que podemos verle. Esto somos los cristianos: Gente muy normal que creemos que Jesús ha resucitado, y que le vemos, en visión interior, con Elías y Moisés.
Por eso subimos a la montaña de la “transfiguración”, para verle con los ojos profundos de la fe, descubriendo y admirando las vestiduras blancas de Jesús resucitado que está en la montaña… Miramos y vemos que él no está solo, sino con Elías y Moisés, adelantados de su Reino, con quienes dialoga Jesús.
En ese sentido, los creyentes viven en dos planos: unidos a Jesús pertenecen al mundo divino, donde quieren integrarse con Pedro (Mc 9, 5); pero la Voz de Dios les invita al cumplimiento del mensaje de Jesús (oídle), mientras siguen viviendo sobre el mundo (Mc 9, 7).
Los tres sentidos (historia, esperanza final y experiencia pascual) tienen que unirse de alguna manera.
— El texto tiene elementos pascuales: Jesús transfigurado es Señor que triunfa de la muerte, Hijo en el que Dios refleja su misterio y se complace.
— El texto tiene rasgos escatológicos, y así aparece como un adelanto del fin del mundo: Moisés y Elías no son simples habitantes del cielo, sino profetas que atestiguan la esperanza de Israel, como confirma Pedro (quiere construir las tiendas de la fiesta escatológica).
— Sin embargo, el texto aplica esos rasgos al Jesús de la historia que entrega su vida (cf. Mc 8, 31-33 par; 9, 9-13), ayudando a los necesitados (9, 14-29). Estamos, pues, ante un misterio claro de la biografía mesiánica de Jesús, que expresa su más honda realidad en perspectiva orante.
LAS TRES PARTES DEL TEXTO ENTERO
La escena forma parte de un tríptico más amplio y según eso debe verse unida a 9, 14-29 (curación del niño sordomudo), quedando en medió el diálogo de 9, 9-13 que sitúa el tema entero en un contexto de entrega de la vida.
Acabo de mostrar los tres niveles de esta “historia” de la transfiguración, como hecho histórico, anticipo de la culminación escatológica, experiencia pascual de Jesús. Ahora quiero destacar los tres niveles de la escena, tal como aparece en muchos iconos:
– En el primer nivel (Mc 9, 2-8), la escena del icono muestra a Jesús con tres discípulos, sobre la montaña sagrada, en contacto con dos personajes (Moisés y Elías) que expresan la esperanza escatológica: Dios mismo le define llamándole su Hijo y diciendo a todos que le escuchen
– Hay una escena central, que muestra a Jesús (o a los discípulos) que suben al monte… y que bajan (Mc 9, 9–13) . Suben para ver a Jesús, bajan para decir lo que han visto, como muestra con toda claridad el evangelio cuando nos cuenta la conversación de Jesús con sus discípulos, bajando al llano, diciéndoles que ha de entregar-regalar su vida por todos. Esta escena del centro muestra el sentido de la entrega de Jesús, que sube al Padre, se pone en su manos, a través de su entrega hasta la muerte, para recibir así la resurrección, con la exigencia de de la entrega de la vida.
–La tercera escena (Mc 9, 14-29) presenta a Jesús en el llano, con el resto de los discípulos, incapaces de curar/liberar al sordomudo de Mc 9, 14-29, hasta que él viene y lo hace. El texto en su conjunto es una epifanía sacral y social: desvela el misterio de Jesús ante los humanos.
ESTOS SON LOS TRES MOMENTOS DEL ICONO DE LA TRANSFIGURACIÓN
El icono de la transfiguración: Plano pascual, plano histórico
Entendida así, la transfiguración puede entenderse como icono donde quedan integrados los elementos fundamentales de la biografía mesiánica de Jesús, como ha visto la tradición de la Iglesia Ortodoxa, que resume en esta escena el conjunto de la cristología.
En esa línea, la posible disputa sobre el sentido histórico, escatológico o pascual del texto se vuelve secundaria. Lo que importa es Jesús, Jesús entero, en los tres momentos de su historia: en el monte de la pascua, en el camino de subida y bajada, en el llano curando al niño enfermo
a) Éste es un un icono pascual. Jesús transfigurado es el mismo Jesús resucitado, que está en lo alto de la Montaña de Dios, con Elías y Moisés, los personajes fundamentales del Antiguo Testamento. Por eso, el texto de Mc 9, 2-8 y el icono de la transfiguración sólo alcanza su verdad cuando vemos a Jesús que ha culminado su camino, que está en la gloria, con Elías y Moisés escuchando la palabra del Padre, en comunión de vida con él.
b) Es un icono o signo de presencia de Jesús en la historia. Por eso, en el centro de sitúa el camino de subida de los discípulos, que quieren llegar a la montaña de Jesús… y, el mismo tiempo, el camino de bajada de esos discípulos que tienen que volver al mundo para decir lo que han visto.
c. Finalmente, todo el icono se expande y despliega en la escena inferior, en la que aparece Jesús para curar al niño enfermo. Si en un momento determinado perdemos esta base histórica de la humanidad sufriente, con el compromiso de acompañar a los buscan y llaman, a los que sufren y gritan, el evangelio pierde su sentido. En el fondo de todo sigue estando el gesto de Jesús que ha decidido dar la vida por el reino (cf. Mc 8, 27-9, 1), para liberar de esa manera al niño lunático, signo de humanidad que no puede hablar al Padre. En el centro de la biografía de Jesús, la transfiguración constituye un momento esencial de su identidad mesiánica.
REFLEXIÓN CONCLUSIVA
Desde esos tres planos se entiende el pasaje: cuando la Voz de la nube (presencia de Dios) atestigua que Jesús es su Hijo (Mc 9, 7) no alude sólo al fin del tiempo o a la pascua, sino a su realidad humana, en el camino de la historia, pues en ella ha venido a desplegarse su filiación divina. El misterio de la gloria orante de Jesús se funda en Dios y por eso es necesario que Dios mismo lo proclame.
Este es un misterio de epifanía. La palabra de Dios nos indica el sentido divino de Jesús: caminando en obediencia hacia la muerte (8, 9-13) y liberando a los endemoniados (9, 14-29), Jesús viene a mostrarse en su profundidad como Hijo pleno (presencia total) de lo divino. Por un momento se descorre el velo y puede verse al fondo: sin dejar de ser humano (así vuelven a encontrarle los discípulo en Mc 9, 8), Jesús aparece como el Hijo querido (único) de Dios. El mismo que había nacido (concepción) o ha sido adoptado (Bautismo) como Hijo aparece sobre la montaña de la Transfiguración como presencia humana de Dios, su Querido, que entrega la vida por los otros, ofreciéndoles un camino de seguimiento.
Ciertamente la escena vincula historia con pascua y parusía. Si Jesús no se hubiera entregado hasta la muerte (como indica el contexto, ya desde Mc 8, 27 par) y si Dios no le hubiera respondido en la resurrección, como mostrará el final de Mc (16, 1-8), Jesús no habría podido presentarse en su existencia histórica como el Hijo. Este relato de transfiguración constituye así un compendio de su vida, como los restantes momentos de su biografía mesiánica: cada uno expresa y explicita la totalidad de su misterio mesiánico.
Por eso se puede afirmar que Mc 9, 2-8 constituye una visión pascual pre-datada (y/o una pre-datación de la parusía), como sabe Mc 9, 9-13, presentándose a la vez como principio de un fuerte compromiso en favor de los expulsados de la sociedad (cf. 9, 14-29): escuchar a Jesús significa ponerse al servicio de lunáticos y/o enfermos. Desde este fondo se puede asegurar que pascua y parusía constituyen la verdad (culminación) de la historia de Jesús sobre la tierra; no son simplemente un arriba o después de misterio, sino la misma hondura misteriosa (epifánica) de la historia de Jesús.
Comentarios recientes