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1.11.17. Todos los Santos: 144.000, muchedumbre inmensa (Ap 7)

Miércoles, 1 de noviembre de 2017

22886066_879292175581309_8155188667611233547_nDel blog de Xabier Pikaza:

Quizá el texto más significativo de la liturgia del día de Todos los Santos sea el de la segunda lectura Apocalipsis 7, 1-17. También son importantes las palabras finales del libro (Ap 21-22), que recogen y expresan la liturgia de la Jerusalén Celeste. Pero nuestro pasaje es decisivo para entender el cielo-cielo de los santos finales, y el cielo-tierra que debemos crear en la historia.

Ap 7, 1-17 Consta de dos partes, que se completan simbólicamente, indicando el sentido de la santidad, desde dos perspectivas distintas:

a. Por un lado, santos son los 144.000 “soldados” de Israel, judíos leales a la alianza de Dios, 12.000 mil por cada tribu, es decir, simbólicamente, los buenos judíos, aquellos que han luchado por la verdad y la justicia, apareciendo así como una punta de lanza (promesa y principio) de la nueva humanidad.

b. Por otro lado, los santos son “una muchedumbre inmensa” de todas las naciones, los amados de Dios, llamados a su gloria. No son santos por lo que ellos hacen, sino porque Dios les ama.

No hay unos santos de primera (que serían los primeros 144.000) y otros de segunda (la multitud inmensa, que viene del llanto…), sino una sola santidad que se da y expresa en la unión de unos y otros, los esforzados de la primera lista, los reconciliados de la segunda, unos y otros cantando la gloria de Dios, que es la gloria de una vida donde intentamos desterrar el llanto, la sed y el hambre de los pobres.

Este pasaje se puede y se debe leer en tres planos:

a. Los 144.000 que luchan (¿luchamos?) a favor de la verdad y la justicia… con la muchedumbre inmensa de los llamados de todos los pueblos. Este capítulo de los santos del Apocalipsis aparece así como un canto de esperanza: Vivimos abiertos al futuro de Dios, y la muerte no es la última palabra.

b. Los fieles del tiempo de la historia, que siguen a Jesús… con todos aquellos que son amados por Dios, que han de ser amados por los hombres, viviendo en fraternidad, sin hambre ni llanto, por gracia del Cordero, y por gracia de los restantes hombres, reconciliados en Cristo, por encima de las bestias actualmente dominantes (Ap 13).

c. Todos los que sufren, los perseguidos y hambrientos...Este pasaje marca así una gran protesta contra el hambre y el llanto que hoy dominan sobre el mundo. La santidad de los 144.000 se expresa allí donde somos capaces de luchar contra ese llanto que proviene de la injusticia concreta, que Ap 13-13 personalizó en el Imperio militar, el Falso Profeta y los Comerciantes prostituidos (la Gran Ramera del Capital asesino)…

Ésta es la santidad de todos, unos y otros a favor de la creación de Dios, de manera que los hombres y mujeres no tengan ya más hambre máterial, pues todos coman… pero tengan hambre de Dios y comunión de amor, todos y todas. Estas es la señal de la santidad: Que todos puedan comer amarse en esperanza sobre la tierra creada por Dios.

412Para todos, buen día de Todos los Santos, con las palabras de la postal que sigue, que tomo de mi Comentario al Apocalipsis, donde explico y comento algunas cosas que quizá parezcan más oscuras.

Imagen: El Barco de los Santos… del Colegio de San Francisco Javier de | Tepotzotlán Edo. Mex. Arriba María y Jesús, dirigen el barco, abajo reman los Padres de la Iglesia, en cubierto los Santos Fundadores, entre ellos Ignacio y Francisco, Domingo, Bernardo y Pedro Nolasco… El buen viento del Espíritu llena de fuerza la vela del Barco de la iglesia.
De nuevo buen día de los Santos.


a. 144.000 salvados, todo Israel (Ap 7, 1-8).

Después de esto, vi cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra. Sujetaban a los cuatro vientos para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar ni sobre los árboles.

Y vi otro ángel que subía del oriente con el sello del Dios Vivo y gritó con voz fuerte a los cuatro ángeles que tenían el poder de dañar tierra y mar: No dañéis a la tierra, ni al mar ni a los árboles hasta que sellemos en sus frentes a los servidores de nuestro Dios.

Y oí el número de los sellados: eran ciento cuarenta mil y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel (doce mil por cada una de las tribus)… (Ap 7, 1-4).

Como he dicho, estos 144.000 son los “comprometidos de Dios”, los voluntarios de la “Guerra del Cordero” (de la que trata el conjunto del Apocalipsis). son el signo del verdadero Israel, son los elegidos de la Iglesia de Jesús, son todos los que “luchan” a favor de la justicia, con las armas de Cristo. Ellos son los primeros señalados, ungidos y marcados de la historia, pues no viven para sí, sino para el triunfo de la nueva humanidad.

– Cuatro ángeles, extremos del mundo, cuatro vientos… (Ap 7, 1). Los ángeles son poderes cósmicos, como los Vivientes de Ap 4, y dirigen los cuatro aires (bóreas/norte, austro/sur, euro/este y céfiro/oeste) de la tierra. Ellos pueden retener los vientos, de forma que no soplen, dejando sin aliento a los que deben respirar sobre la tierra; o hacer que estallen con furia destructora de huracán, matando lo que encuentran a su paso, o hacerlos portadores del veneno de la peste…

La vida entera es aire, respiración del cosmos. Aquí parece que la muerte se ha extendido sobre el mundo pues los ángeles retienen todo el aire y ya no puede respirar la tierra, ni moverse vivo el mar, ni recibir aliento ningún árbol (7, 1). Pues bien, sobre ese tiempo de muerte se expresa la salvación de los israelitas, elegidos de Dios, es decir, la salvación de los que trabajan a favor los demás, como debieron hacer los judíos, como hacen los auténticos cristianos y, de un modo más extenso, todos los que ponen su vida al servicio de la Vida.

– Tiempo de espera (7, 2-3). Sobre ese fondo de muerte (falta el aire) se escucha la voz del ángel de oriente (puerta del sol, cuna de la vida), diciendo a los ángeles del viento que no dañen tierra, mar, ni bosque para que los signados (sellados) del Dios Vivo reciban el sello. Los degollados preguntaban ¿hasta cuándo? Dios había respondido: hasta completarse el número de mártires (Ap 6, 11): ellos, los degollados, sostenían el universo. Aquí emerge otra vez la misma idea: los ángeles del mundo se disponen a cortar el aire a los vivientes, destruyendo lo que existe (tierra, mar, arbolado).

Pues bien, Dios les responde que respeten la vida hasta que el Ángel de Oriente marque a los elegidos de Dios. Es el momento ya aquí, sobre la tierra, en camino de elección y de servicio a favor de los demás. Ellos, los amenazados y elegidos (sellados) sostienen con su fidelidad el mundo entero: no viven los mártires a merced de los verdugos sino, al contrario, por gracia de los mártires pueden vivir los verdugos . Por ellos, por los mártires-testigos de Dios sopla el viento bueno sobre el mar, la tierra, el arbolado. Ellos, los que ponen su vida al servicio de los demás, sostienen la Vida del Universo de Dios (con el Cristo). Sin ellos el mundo se habría apagado.

– Ciento cuarenta y cuatro mil (Ap 7, 4-8). Es número simbólico de culminación israelita, marcados con el sello de Dios, como en Ez 9, 4-6: doce mil para cada una de las tribus de Israel, citadas en forma solemne, como en liturgia de posesión sagrada, con José y a Manasés como distintas y dejando a un lado a Efraín y Dan que ciertas tradiciones presentan como culpables de idolatría (cf. Jc 17-18; Os 5, 3-4).

Estos 144. 000 son los buenos israelitas antiguos y también los judeocristianos del Apocalipsis (perseguidos por el testimonio de Jesús). Pero son también todos mártires, los buenos cristianos, varones y mujeres fieles a Jesús, el auténtico Israel… Son, en fin, todos los testigos fieles y activos de la Vida de Dios. Son los hombres justos, amigos de los hombres. Ellos sostienen con su vida y testimonio el Universo.

Los adoradores de la Bestia llevan en sus manos y en la frente su kharagma o signo de la Bestia (13, 16). Por el contrario, los fieles de Jesús llevan el sello de Dios. Estos 144.000 son por un lado todos los fieles de Israel (12.000 por cada una de las Doce Tribus); pero, al mismo tiempo, ellos los voluntarios del Cordero: personas dispuestas a dar la vida por el evangelio.

Este pasaje presenta a los salvados como de soldados de Dios. ¿Cuántos tiene? El Apocalipsis responde evocando los textos fundantes de la historia israelita (Núm 1; cf. Ex 12, 37-37; Núm 3, 39; 26, 5-51; 2 Sam 24) que contaban tribu a tribu a los guerreros de Dios (en total 603.550). Pero lo que allí eran soldados varones (aptos para tomar las armas y matar) se vuelven aquí sellados humanos, varones y mujeres capaces de dar testimonio de Jesús, dejándose matar, si hace falta, por su Nombre. A ese nivel ha cesado toda distinción entre varones y mujeres; más allá del patriarcalismo del lenguaje, el Apocalipsis ha creado un humanismo abarcador cristiano. Éstos son los santos de Dios, los que llevan el sello de su gracia y de su vida.

‒ Estos 144.000 son un signo de la culminación del judaísmo. Ap se arraiga en la historia de Israel. Por eso es fundamental el número 144.000, como signo de culminación y cumplimiento israelita. Cf. A. Feuillet, Les 144.000 marqués d’un sceau, NT 9 (1967) 191-224; A. Geyser, The twelve tribes in Revelation: Judaean an Judeo-Christian Apocalypticism, NTS 28 (1982) 388-399

‒ Los 144.000 y la muchedumbre. A partir de Ap 7, 1-8 y 7, 9-17, algunos cristianos, en especial Testigos de Jehová, has distinguido dos tipos de salvación: la celeste de los 144.000 sellados, que triunfan con Dios, y la terrena de la muchedumbre innumerable que seguiría viviendo una vida feliz sobre este mundo. Pues bien, esta distinción va contra Ap. Los 144.000 forman un número simbólico que sirve para situar a los voluntarios de la “guerra del Cordero” en la línea de esperanza israelita, para introducirlos después en la multitud de los salvados. Al final no habrá distinciones: los 144.000 se integran en la muchedumbre de la Ciudad Esposa de Ap 20-21.

b. Segundo tema. Muchedumbre incalculable (Ap 7, 9-17)

Los 144.000 de la primera lista (los soldados de Dios, israelitas fieles, todo Israel) aparecen ahora como una muchedumbre incontable, la humanidad entera que triunfa en la gloria de Dios.

La escena anterior nos situaba en el campo de batalla, como soldados de la Guerra del Cordero (6, 12-17), amenazados por los vientos malos de la tierra (7, 1-8). El cielo aparece ahora como plenitud incontable de gentes que reciben la gloria de Dios Los 144.000 (verdadero Israel) se integran en esta multitud innumerable, de todas las naciones, que nadie puede contar, pues el número final pertenece a Dios y no es objeto de ningún tipo de censo, ni aún sagrado. Es texto se compone de visión (7, 9-12) e interpretación (7, 13-17).

– Visión de los salvados (Ap 7, 9-12)

Después de esto vi y he aquí gran una muchedumbre que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua. Estaban de pie delante del Trono y del Cordero, revestidos con túnicas blanas, con palmas en las manos y clamaban con voz grande diciendo:

¡La salvación es nuestro Dios, Sentado sobre el Trono,
y del Cordero!

Y todos los ángeles que estaban de pie alrededor del Trono, alrededor de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, cayeron rostro a tierra delante del Trono y adoraron a Dios, 12diciendo:

Amén. Alabanza, gloria sabiduría, acción de gracias,
honor, poder y fuerza a nuestro Dios
por los siglos de los siglos. Amén (Ap 7, 9-12)

Esta visión introduce a los hombres y mujeres (salvados) en la gran liturgia del Trono y Cordero (Ap 4-5). El Cielo se amplía, el Salón del trono de Dios se vuelve espacio de canto y gloria para todos los humanos que alaban a Dios (7, 9-10), acogidos por los seres celestiales (7, 11-12). Esta es la visión del fin del tiempo: la liturgia humana se integra en la del cielo; la historia del dolor se vuelve gloria. Desde ese trasfondo destacamos algunos rasgos del pasaje:

– Una multitud innumerable de todo pueblo, tribu, raza y lengua. Frente a los 144.000 guerreros de Israel aparecen los triunfadores de todas las naciones, comprados por la sangre del Cordero (cf. 5, 9). El Mesías de Dios ha reunido a toda la humanidad (Dan 7, 14; cf. 4 Es 3, 7).

– Están en pie ante el Trono y el Cordero, como triunfadores, ocupando el lugar de Vivientes, Ancianos, Ángeles. Ya no sufren bajo el altar, pues la Ciudad Final no tiene altar ni templo (cf. 21, 22), ni interceden, suplican o piden venganza (como en 6, 9-11), pues todo ha sido conseguido,

– Con túnicas blancas y palmas en las manos. El blanco es triunfo, no color de espera, como en 6, 11, ni de lucha escatológica como en 19, 14, sino de marcha victoriosa de los salvados, que caminan con (ante) Jesús, como (cf. 3, 4). Roma celebra con pompa el triunfo de su ejército (como muestra el Arco de Tito, tras la guerra del 70 d. C.). El vidente canta el triunfo final de los salvados que llevan en las manos las palmas de los Tabernáculos eternos (cf. Lev 23, 40-43; 2 Mac 10, 7).

– Gritando con voz grande… Su voz no es suave melodía, sino alarido de guerra convertido en ululato de victoria. El grito de guerra, hebreo teruah, formaba parte de la liturgia de lucha y victoria (cf. Jos 6, 5; Jc 7, 16-20; 1 Sam 4, 5-6; 2 Sam 6, 15) en el mundo. Este grito poderoso (cf. 6, 10; 10,3; 14, 15) de los vencedores marca el comienzo de la fiesta celeste.

– La Sôtêría se debe a Dios… y al Cordero (7, 10). Dejo el término (sôteria: Salvación), en griego, para destacar su sentido marcial. Los vencedores de Roma dedicaban su victoria al Cesar, aclamado así como Soter para el imperio. Los vencedores de Jesús atribuyen su victoria a Dios y al Cordero: agradecen lo que han recibido y convierten su canto en teodicea, defensa de Dios. Este es el Hosanna (=¡Salvanos, Yahvé! ¡Yahve nos salva!) propio de las tradiciones de Israel que se cumplen por el Cristo. Esa palabra, vinculada a los Salmos de Victoria (cf. Sal 3, 9; 118, 25), funciona como confesión de fe (cf. 12, 10 y 19, 1): Dios se revela divino al salvarnos a través del Cordero. Este grito procesional, con palmas de victoria (cf. Mc 11, 9-10 par), marca el centro de la fe: los cristianos saben que la Salvación sólo es de Dios y del Cordero, negándose, por tanto, a participar en los cultos de salvación política del emperador romano.

– Ángeles, Ancianos y Vivientes se suman a la liturgia de los vencedores, reasumiendo su palabra anterior (7, 11-12; cf. 4, 7-11; 5, 9-14). Cantaban antes al Cordero que ha comprado un reino-sacerdotes… (5, 9-10). Ahora asumen la victoria y gozo de los salvados de Jesús: se inclinan, ratificando la salvación de Dios. No hay lucha entre espíritus y seres de la tierra. Al final todos se integran en el mismo canto: los humanos reconocen al Dios de Salvación; los celestes ratifican la palabra y gesto salvador de los humanos con un amén litúrgico y un el recuerdo solemne de los siete atributos de Dios (cf. 4QS 1, 37-40), ya aplicados en 5, 12 al Cordero: bendición, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, fuerza y poder, con acción de gracias (eukharistía) en vez de riqueza Así podría terminar el libro: varios de estos temas volverán en 21, 1-22, 5. Pero antes debe recorrerse el gran camino, desvelarse el mal completo, presentarse el triunfo del Cordero. Significativamente, en la Ciudad del Cordero y de su Esposa no habrá ya ni ángeles, ni ancianos, ni vivientes, a no ser en las puertas (21, 12-14); acaban las jerarquías, queda la humanidad ante (con) el Cordero.

Interpretación (Ap 7, 13-17).

Entonces uno de los Ancianos tomó la palabra y me preguntó:
-Estos que están revestidos con túnicas blancas
¿quiénes son y de dónde han venido?
Yo le respondí: ¡Tú lo sabes, Señor!
Y él me dijo:
-Estos son los que vienen de la gran tribulación,
los que han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero.
Por eso están ante el Trono de Dios
y le sirven en su templo día y noche,
y el Sentado en el trono habitará con ellos.
Ya nunca tendrán hambre ni sed,
ni caerá sobre ellos el ardor del sol ni otra quemadura.
Porque el Cordero que está en medio del Trono los apacentará
y los conducirá a fuentes de aguas de Vida
y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Ap 7, 9-17).

Comienza con la pregunta retórica de un Anciano sobre el color del vestido (blanco, salvación) y la identidad (¿quiénes son?¿de dónde han venido?) de los triunfadores (esquema parecido en Ez 37, 3). El vidente devuelve la pregunta al Anciano (¡Tú lo sabes!) y este responde como ángel hermeneuta, según tradición de los apocalípticos del tiempo (cf. 4 Esdras 2, 39-45), anunciando aquello que el Vidente verá luego (cf. Ap 20-22). El texto retoma motivos de los asesinados de 6, 9-11 y de los 144.000 soldados anteriores, pero los extiende a todos los salvados:

– Han venido de la gran tribulación (7, 14b: thlipsis), que vimos en la vida del profeta y sus iglesias (cf. 1, 9; 2, 9.10.22), en palabra que Dan aplicaba a la prueba de los tiempos finales (Dan 12, 1; cf. Mc 13, 19.24 par). La misma vida del Creyente, fiel al Cristo, en un mundo dominado por Jinetes/Caballos de 6, 1-8, que marcan el riesgo de la historia humana, ha sido una prueba. De ella vienen los salvados, han sabido mantenerse.

– Han lavado sus túnicas en la sangre del Cordero (7, 14c). Antes recibían los vestidos blancos, como don de Dios (Ap 6, 11). Ahora se dice que ellos mismos los han blanqueado en sangre (roja) que mana del Cordero, como río de pureza para todos los humanos. Está quizá en el fondo la imagen del “mesías” de Judá que lava en vino sus vestidos (cf. Gen 49, 11) y la purificación de quienes celebran la liturgia israelita (cf. Ex 10, 10- 14). La sangre de animales sacrificados limpiaba a los judíos; ahora lava y blanquea a los cristianos la del Cordero degollado (cf. 1, 5; 5, 9; 12, 11).

Así pasamos de la sangre de los asesinados (6, 10; 19, 2; 16, 6; 17, 6) que clama venganza a la de Jesús Cordero que limpia. En contra de Ignacio de Antioquía, el Apocalipsis no elabora ningún misticismo (victimismo) martirial: no tiene deseo de morir, ni gozo por unirse a Cristo derramando su sangre. La muerte de los testigos de Jesús carece humanamente de sentido: por eso, los mártires claman y piden venganza; por eso piden respuesta de Dios que les limpia por Cristo; por eso suplican el juicio y destrucción de los perversos.

La segunda parte de la palabra del Anciano (7, 15-17) ofrece una hermosa descripción del triunfo final de los salvados, anticipando los rasgos de la Jerusalén celeste (Ap 21-22). Faltan dos signos que aparecerán después (Ciudad y Novia), pero se anticipa la fiesta de los tabernáculos (cf. Is 25, 8; 49 10; Ez 34, 23; Sal 23):

‒ Los santos (salvados) comparten la gloria de Dios; han culminado su camino, se acercan a su Trono y le adoran día y noche ante su Templo (7, 15a). Más tarde (21, 22) se dirá que al fin no hay Templo (21, 22), pues toda la Ciudad se hará presencia de Dios para los humanos (7, 15a). Éstos son ahora sus rasgos:

‒ Esta es la Fiesta de Dios: el Sentado sobre el trono habitará con ellos (7, 15b), como amigo que vive en cercanía de alianza con los suyos. El verbo habitar (skenôsei) puede recibir en la tradición tres sentidos: Dios extenderá su tienda (skênê: tabernáculo) para que habiten los salvados (cf. Ex 25-31); la sekiná (realidad y gloria de Dios) habita entre ellos, conforme a una visión usual del judaísmo; o Dios extenderá su tienda junto a los humanos, siendo así su amigo (cf. Jn 1, 14)

‒ Es fiesta de liberación: ¡no tendrán más hambre…! (7, 16). Estas palabras (cf. Is 49, 10) son la más bella afirmación escatológica: os salvados vienen del hambre y la sed, del sol y el llanto. Su vida ha sido Calvario de dolores que ahora acaba para siempre.

‒ El cielo es una Fiesta de Tabernáculos (=Sukkot, Cabañas). Ap 7, 9-17 describe la victoria final de los salvados con expresiones que evocan esa fiesta: los fieles llevan palmas en las manos, cantan a Dios en procesión y le sienten cercano (cf. 7, 16). Esta es escena de anticipación (debemos leerla al trasluz de Ap 21, 1-22, 5) y experiencia de triunfo escatológico: los seguidores de Jesús celebran la victoria conseguida, en vestidos blancos de fiesta, con ramos de gloria en las manos.

((Ha estudiado el trasfondo de esta fiesta, aplicándola en su lugar al Ap, R. Vicent, La fiesta judía de las Cabañas (Sukkot). Interpretaciones midrásicas en la Biblia y en el judaísmo antiguo, EVD, Estella 1995. El folclore judío ha conservado viva su memoria, con ramos y cabañas y de anticipación gozosa de la gloria, como muestran de forma entrañable I. B. Singer, Cuentos judíos, Anaya, Madrid 1985)).

‒ Sentido de la Salvación. El Cordero les guía a fuentes de agua (7, 17a). Del Dios pastor (cf. Sal 23) pasamos en bella paradoja a Jesús Pastor y Cordero. Esta imagen de Jesús Cordero que protege a su rebaño, está en el fondo de 2, 27; 12, 5; 19, 15. La fuente de aguas es el mismo Trono (triunfo) que comparte con Dios (22, 1).

‒ Y Dios enjugará sus lágrimas… (7, 17b), volviéndose así consolador (cf. Is 25, 8). En el principio y fin de la experiencia escatológica del Ap no está la violencia del guerrero que destruye los poderes enemigos, sino la certeza del amigo Dios que habita con los suyos y consuela a llorosos y oprimidos. Desde aquí podemos hablar de una retórica del llanto y de su superación. Muchos interpretan Ap como libro de violencia: guerras inflexibles, venganzas sanguinarios, desastres infinitos. Pues bien, aquí podemos encontrar una preciosa retórica del llanto, tejida con textos de tradición bíblica y recreada desde la experiencia de Juan. Entre los motivos del llanto están.

(a) Hambre y sed. En el centro de está Ap el hambre e impotencia de los que mendigan indefensos por la vida.
(b) Desamparo. Los que se sienten arrojados, en manos de pastores (salvadores) falsos confían en Jesús como pastor.
(c) Lágrimas. El llanto de los que sufren en la tierra es argumento de Dios (pregunta elevada a su misterio). (d) Soledad. Los abandonados, olvidados, solos, buscan a un Dios que habite entre ellos.

La esperanza de esa Ciudad de los Santos (cielo y nueva tierra: cf. Ap 21, 1) es fuente de transformación para esta tierra. Este mundo sin hambre (Is 49, 10), con el Pastor que guía a la ovejas a los pastos y las aguas (Ez 34; Sal 23), sin lágrimas ni llanto (cf. Jer 31, 16), nos dirige hacia una sociedad alternativa de paz y plenitud para los humanos.

Evaluación personal:
1. Figuras:
– Cristo.¿Qué relación tiene con los 144.000 y la gran muchedumbre? ¿cómo es pastor y cordero?
– Dios ¿Por qué es salvador? ¿cómo está a la vez sobre el trono y con los suyos?
– Los 144.000 sellados: sentido del número, relación con las 12 tribus y los doce apóstoles de Jesús
– Multitud innumerable ¿Cómo se distingue de los 144.000?¿Qué hacen con palmas en sus manos?

2. Escenas, acciones
– Comparar las escenas de 7,1-8 y 7, 9-17). Trazar sus semejanzas y diferencia
– Fiesta. ¿Por qué se alude a los Tabernáculos? Relacionar los con la Pascua (entrega de Cordero)
– Liturgia celeste y terrestre. Comparar este pasaje con Ap 4 y 5: Ap como fiesta cristiana
– Signos sacramentales (bautismo) y acción cristiana: el canto como potencial liberador; relacionar la fiesta de los redimidos con el compromiso en favor de los perseguidos.

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