No tocar a Caín.
Resulta que en cuanto otra persona es distinta o comete algún error, no nos cae bien. Enseguida sentenciamos al condenarla y castigarla. Y a poder ser, rechazarla y aislarla de la sociedad.
Y así, los que nos creemos buenos, sanos o cuerdos, retiramos, metemos a los demás en un lugar aparte: cárceles, psiquiátricos, hospitales…
Caín, en la mitología bíblica, había matado a Abel. Dios dice que “nadie le toque ni castigue”. Para ello, le puso una señal, aunque seguía con el castigo de no producirle frutos la tierra y andar errante. Ya es un paso para la mentalidad de entonces. Jesús va mucho más allá “a quien te hiere en una mejilla, ponle la otra”.
Estamos haciendo un mundo de buenos y malos. Claro, los malos son los otros. Y así la pelea es continua. No hay más que ver la dificultad de los inmigrantes, refugiados, expresos para vivir normalmente y ser aceptados en la sociedad.
Es bueno pensar que en la sociedad, cada uno tenemos nuestras cualidades y defectos. Y que la vida, las instituciones no son para quitarnos de encima a las personas difíciles, Porque entonces ya no es sociedad, ya no es comunidad. “La familia, el pueblo, el país, el mundo, no puede ser -como dice Carta a una maestra- un hospital que cura a los que están bien y rechaza a los que están enfermos”. Eso solo ocurre con las clínicas de Lifting Facial.
Unos tenemos hacia otros una labor preciosa que realizar. Todos estamos sanos y todos estamos enfermos. Descubrir nuestra enfermedad y la de los demás. Pero sin condenar, sin rechazar, sino descubriendo las formas de ayudar a sanar.
Me toca muy a menudo celebrar la eucaristía en la cárcel. ¡Qué atentos están y cómo participan! Todos los días comentamos: somos capaces de sacar lo mejor que hay en nosotros y que eso supere y sane a los que hay de torcido.
Nos imaginamos lo que supondría el que todas las personas e instituciones tuviésemos como meta no el castigar, sino el sanar, el curar, el que aflore lo mejor que hay en cada corazón.
Este pueblo del que soy parte, hemos decidido acoger a dos familias: una de tres personas y la otra con cinco niños. El calor humano que van a aportar es fenomenal. No solo son niños para la escuela en un lugar pequeño, sino que transmiten su alegría infantil al pueblo. Muchas personas nos sentimos tocados en el corazón por ellos. Un abuelo, que ya no está para andar con niños, ayer me saludó y en la mano metió un billete para ellos.
Dominar el mal con el bien nos dice Pablo. Y ese es el camino. Poner amor, comprensión. Y esto no solo aisladamente cada persona sino que las instituciones tengan este fin: recuperar, hacer personas.
No cabe otra solución: los hospitales son para los enfermos, no para los sanos: “no he venido a curar a los sanos sino a los enfermos”. Y ahí adquiere sentido nuestra vida.
Gerardo Villar
Fuente Fe Adulta
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