La mujer que cambió a Jesús.
Así reza el título de una tesis doctoral que analiza de manera pormenorizada el paralelo marcano (Mc 7,24-30) del texto equivalente de Mateo (Mt 15,21-28), que es precisamente el propuesto para este XX domingo del tiempo ordinario. Ciertamente en el proyecto narrativo de este último evangelista la unidad está colocada estratégicamente.
Como es sabido, Mateo es uno de los evangelistas que más trabaja la cuestión sobre la relación entre Jesús e Israel. De hecho, una de las características más singulares del evangelio es la apertura universalista, que a modo de inclusión, se halla al principio y al final del evangelio, en neto contraste con el particularismo que se respira en el interior de su obra.
En este trenzado narrativo este episodio situado en el centro resulta paradigmático para la comprensión cristológica y eclesial. Pues aunque a lo largo del evangelio, y en este mismo episodio, se indica que Jesús ha sido enviado a las ovejas perdidas de Israel (Mt 10,6; 15,24), también otros textos, y el nuestro en concreto, muestra una cierta apertura universalista hacia otros pueblos (Mt 8,5-13; 10,18; 15,21-28; 24,14).
Sin embargo, la singularidad de esta escena es que a esta apertura se llega en diálogo con esta mujer de la que no se dice el nombre pero de la que se indica que es cananea. Un término para designar a un pagano en general, o bien, un gentilicio empleado para los fenicios de la costa Siria. De hecho, el episodio se ubica en Tiro y Sidón.
Tanto en lo que dice como en lo que hace, esta mujer extranjera muestra una gran fe. Algo que luego reconocerá Jesús: ¡Qué grande es tu fe, mujer! (v. 28). De hecho, utiliza el apelativo Hijo de David y la fórmula litúrgica: ten piedad de mí (v.22), así como se postra (v.25). La reacción de Jesús es desconcertante. Primero el silencio (v.23) y luego sus palabras dirigidas a los discípulos: me han enviado solo para las ovejas descarriadas de Israel (v.24). Y a ella: no está bien quitarle el pan a los hijos para echárselo a los perritos (v.26).
Lo sorprendente del texto es que ella le replica, situándose al mismo nivel argumentativo que Jesús y dándole una vuelta de tuerca: Cierto, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos (v.27). Como ella impugna no se trata de quitarle la comida a los hijos, sino de ser partícipes de los “restos” de la salvación. Y, en este sentido, como en otros pasajes bíblicos la salvación debe entenderse de manera universal. Jesús se conmueve ante la fe de la mujer que ensalza y le concede la curación de su hija.
La osadía de esta mujer encuentra eco en otras expresiones del AT que, especialmente en el libro de los Salmos, el orante sugiere a Dios lo que debería hacer, le argumenta y le insta a actuar. En este sentido, esta cananea muestra cómo la fe es ante todo audacia, asunción del riesgo de dialogar hasta el punto de ponerse al mismo nivel que Jesús para argumentarle con familiaridad, acercarse sin miedo y llegar incluso a cambiarle de opinión.
Como en otras ocasiones creer en Jesús es el desencadenante de la salvación y no otras distinciones o fronteras. Pero aquí el texto da un paso al frente, porque presenta a un Jesús dejándose interpelar y cambiar por la fe de una mujer pagana. Y este dato topa con un punto teológico que en algunas épocas ha sido neurálgico y es la del tipo de conocimiento de Jesús sobre su identidad y misión y, si esto, fue o no gradual.
La cuestión no es baladí ya que afecta de lleno al dogma cristológico sobre la naturaleza humano-divina de Jesús. Efectivamente el conocimiento divino está dotado de omnisciencia, mientras el humano es parcial y progresivo. Nosotros no vamos a entrar en cuestiones dogmáticas, simplemente a partir del texto señalar que según este la respuesta de la mujer modifica el posicionamiento de Jesús que aparecerá manifiesto al final en el mandato de evangelizar a todas las gentes (Mt 28,18-20).
Por una parte, desde la perspectiva de la resurrección probablemente la comunidad mateana leyera este episodio como una señal de ese cambio radical que se operaría tras la pascua. Por otra parte, desde un punto de vista más existencial el texto es una llamada a estar despiertos ya que el confín entre ser cristiano o no cristiano no es una cuestión nominal sino de creer y actuar (Mt 25,31-46). Es más, aquellos que consideramos paganos pueden ser precisamente quienes nos descubran quiénes somos y para qué estamos aquí, abriendo nuevos espacios de comunión allí donde antes había fronteras.
Marta García Fernández
Fuente Fe Adulta
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