Escuchadle.
Me gusta la forma en que estás siendo, no la palabra (Tony a Eillis en la ópera Hansel y Gretel)
6 de agosto. Transfiguración del Señor
Mt 17, 1-9.
“Este es mi Hijo querido, mi predilecto. Escuchadle” (Mt 17, 5)
La necesidad de escuchar a Jesús es una conclusión del mandato dado a sus Apóstoles –nosotros incluidos– en Mc 16, 15: “Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad”.
El tema de la “escucha” es reincidente en La Biblia. Ya en el segundo libro del AT el Señor aconseja al pueblo de Israel que escuchen al profeta que les ha enviado: “Escúchalo, Israel, y ponlo por obra para que te vaya bien y crezcáis mucho” (Dt 6, 3). Y en 18, 15 insiste: “…a él le escucharéis”. A Isaías le advierte que advierta a su pueblo sobre los riesgos de su obcecación sus sentidos: “Anda y dile a ese pueblo: oíd con vuestros oídos; pero sin entender; mirad con vuestros ojos, pero sin comprender (Is 6, 9), porque “Mucho mirar y no sacabas nada, con los oídos abiertos no te enterabas” (Is 42, 20).
El Evangelio recalca esta dimensión auditiva puesto que, como dice Mc en 13, 17: “La fe entra por el oído, escuchando el mensaje del Mesías”. Y en 13, 14 recuerda las palabras recriminadoras de Isaías: “Por más que escuchéis no comprenderéis”. Luego pone énfasis en los oyentes –también aquí nosotros-, y nos dice: “Quien tenga oídos para oír que escuche (Mc 4, 23). “Y llamando a la gente les dijo: Escuchad y atended” (Mt 15, 10). Marcos insinúa la actitud con que debemos hacerlo: “La multitud escuchaba a Jesús con gusto” (Mc 12, 37). Y Juan en 14, 11, añade que amén por las palabras, por las obras: “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras”.
Jesús consideró a Dios Padre común y próximo a la vida humana a pesar de que, como dijo a María Magdalena el día de su Resurrección: “Subo a mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios” (Jn 20, 17). Y todo esto para, en palabras de San Hilario (Tratado sobre la Santísima Trinidad L.1, 37): “Yo tengo la conciencia de que es a ti, Dios Padre omnipotente, a quien debo ofrecer la obra principal de mi vida, de tal suerte que todas mis palabras y pensamientos hablen de ti”.
En la ópera Hansel y Gretel, del compositor alemán Engelbert Humperdinck (1854-1921), uno de los protagonistas canta de este modo la Canción del Hombre del Rocío, invitando a madrugar a los pájaros del bosque:
¡Levantaos, dormilones, despertad!
¡Ya resplandece el día!
Una sugerente advertencia de parte del Santo Doctor de la Iglesia, y de Hansel, invitándonos a sacudir nuestra pereza.
El estadounidense Ken Wilbert (Oklahoma 1948), bioquímico y especialista en el estudio de las religiones, hace un interesante estudio de las que él llama religiones exotéricas y las denominadas esotéricas. De las primeras dice que son míticas y literalistas en la interpretación de la Biblia, y dan particular importancia a los ritos y devociones de los creyentes. Por el contrario, en las esotéricas el culto se realiza en todo lugar, están vacías de ritos externos, y son cultivadas en el interior del corazón. La espiritualidad que nos propone Jesús está más plenamente en esta línea.
“Me gusta la forma en que estás siendo, no la palabra”, le dice Tony a Eillis en la ópera citada. Ya lo había escrito el apóstol Santiago veinte siglos antes en su Carta a las doce tribus de la dispersión: “Sed ejecutores del mensaje y no sólo oyentes que se hacen ilusiones. Pues si uno es oyente y no ejecutor se parece a aquel que se miraba la cara en el espejo: se observó, se marchó y pronto se olvidó de cómo era” (Sant 1, 22-24).
JESÚS SIEMPRE MAESTRO
Enseñabas siempre en Primavera.
Tú sembrabas y dejabas luego
que el Verano hiciera con su fuego
copiosas cosechas en la era.
La gente, sentada a tu vera,
oía con ansia tu doctrina.
Todo era amor, era flor de harina
brotada de tus divinos labios.
Eran perlas y consejos sabios
salidos de tu boca divina.
(EVANGÉLICO CUARTETO. Ediciones Feadulta.)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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