Homofobia de la buena de la mano de la madre Olga María del Redentor…
Que esta señora Olga María que se denomina … “del Redentor”, que siguiendo la nueva moda practicada por determinadas religiosas de abandonar sus carismas iniciales para “fundar” nuevas experiencias “carismáticas” escriba semejante artículo en su blog demuestra lo que bulle en sus cabezas…
No contentas con el espíritu inclusivo de mujeres como Teresa de Jesús, quien eliminó el estatuto de limpieza de sangre en su orden, o Clara de Asís, que abrazó la pobreza como su Señora, lanzan al mundo una imagen del Cristianismo ñoño en sus formas, farisaico en su estricto significado (separado del mundo, por impuro), nulo de la inclusividad del Evangelio de Jesús. ¿Cómo puede afirmar que ama a Jesús si no lo hace a sus hermanos?
Dice no querer generalizar e insulta a millones de personas que celebran el Día del Orgullo llamándoles perversos y depravados…
Como ella termina su ¿artículo? “¡Qué pena! ¿no?”
¿Homosexualidad o perversidad?
Esta semana estamos viviendo en España un episodio para mí tristísimo: el de hacer de Madrid el centro mundial de algo que me parece patético, degradante y deshumanizante. Como española me entristece y me avergüenza. No es un tema para estar todo el día rasgándose las vestiduras -aunque insisto en que es absolutamente bajo e indigno- sino más bien para rezar y tratar de compensar ese mal con el testimonio de una alegría sana y limpia, auténtica y respetuosa, que no insulte a nadie.
Quizás lo primero que hay que dejar bien sentado es que no debemos generalizar y hemos de tener en cuenta que con los homosexuales pasa como con los heterosexuales, que dentro de ese grupo humano hay de todo: gente sensata y delicada y gente perversa, irrespetuosa y maliciosa. Lo que está sucediendo en Madrid no es cosa de los homosexuales, sino de los homosexuales perversos aplaudidos y secundados por heterosexuales igual de perversos, así de claro.
Ha sido enriquecedor para mí conocer a personas homosexuales y comprobar que -por encima de esa realidad- en ellas se encierran grandes cualidades, grandes valores y mucha bondad. Ser homosexual no significa necesariamente ser promiscuo, vicioso y depravado, pero tristemente los defensores del orgullo gay han logrado que se tenga esa imagen de la homosexualidad: la de la depravación y la perversidad. Sé y me consta que muchos homosexuales que viven sin estridencias y serenamente su realidad, detestan y se avergüenzan de esa actitud depravada que en absoluto les identifica: lo lamentan y no quieren que se les incluya sistemáticamente en ese colectivo que no respeta a nada ni a nadie.
Yo no puedo entender que en muchas ciudades españolas cuestionen las procesiones de Semana Santa y cada vez pongan más dificultades porque no se puede cortar el tráfico para “no dificultar la vida de los ciudadanos” y para “no herir la sensibilidad de los no cristianos, que pueden sentirse ofendidos” y que después corten el tráfico del centro de la capital de España y financien con dinero público obscenidades y espectáculos de ese calibre, que hieren la sensibilidad de muchos cristianos y también de muchos no creyentes que tienen principios morales sólidos y profundos. La sexualidad no debe instrumentalizarse, ni tratarse de manera vanal e irrespetuosa. Es un aspecto de la persona humana que debe vivirse en la esfera de lo privado y de la delicadeza extrema, porque atañe a la intimidad más profunda del ser humano. No me parece de recibo traficar con ella y prostituir todo lo más sagrado que a ella va ligado: el amor, la entrega, la fidelidad…
Una cosa es la identidad sexual de una persona, que debe ser tratada con todo respeto y sin discriminación, y otra cosa es que se enarbole eso para herir y ridiculizar y en definitiva para blasfemar, para ofender a Dios y los sentimientos de muchas personas que también tenemos derecho a ser respetadas en nuestras convicciones religiosas y morales. Una cosa es que se les respete y no se les margine y otra cosa es que se ensalce la homosexualidad como si fuera lo mejor y lo más alto y esto se haga a costa de pisotear de la manera más soez todo lo que para muchos es sagrado. Hay que distinguir entre la defensa de los derechos de los homosexuales y el ataque despiadado y bárbaro al pensamiento y sensibilidad católicos. En Madrid en estos días hay muchísimo de lo segundo, y muy poco de lo primero, porque socialmente, en estos momentos, ya no quedan derechos que defender; han logrado prácticamente todo lo que querían a excepción de una cosa: que se valore a la persona homosexual. Han conseguido que el término homosexual quede ligado, en la cabeza de cualquier persona medianamente normal -no hablo de curas y monjas- a palabras como degeneración, depravación, vicio y barbarie. ¡Qué pena! ¿no?
Fuente La Nueva España
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