Tercer Domingo de Adviento. 10 diciembre, 2016
Jesús les respondió:
“-Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: las ciegas ven y las inválidas andan; las leprosas quedan limpias y las sordas oyen; las muertas resucitan, y a las pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichosa quien no se sienta defraudada por mí!”
En el evangelio de este domingo se nos presenta de nuevo la figura de Juan. Igual de decidido pero también confuso. Se encuentra en prisión y sabe que las cosas pueden empeorar para él. Tiene muy clara su vocación: él no es el Mesías, él simplemente anuncia la llegada del Mesías. Oye hablar de lo que hace y dice Jesús, y todo junto le confunde. Jesús no es exactamente el tipo de Mesías que esperaba Juan. Por eso, desde la cárcel le envía a sus discípulos con una pregunta directa: “¿eres tú el Mesías o tenemos que esperar a otro?”
Pero la respuesta de Jesús, como siempre, obliga la responsabilidad y a la toma de postura. Podría haberle dicho: -Juan, tranquilo, yo soy el Mesías, aunque vemos a Dios de distinta manera, no te preocupes que conmigo no te equivocas.
Sin embargo, en lugar de una respuesta tranquilizadora, lo que hace es obligar a Juan a hacer uso de su libertad. Le lleva a otra manera de ver a Dios y de ser Mesías. (Recuerda que la semana pasada Juan nos hablaba de un Dios bastante enfadado, esperando la conversión con el hacha en la mano…)
Jesús le dice: – Nada de hachas, Dios no es un juez permanentemente enfadado. La Buena Noticia es que Dios no se cansa de darnos nuevas oportunidades y sus preferidas son las personas marginadas, aquellas que la Ley y la sociedad han dejado fuera del sistema. Y luego añade: – ¡Dichosa quien no se sienta defraudada por mí! Que sería lo mismo que decirle: – Juan o rompes la imagen de Dios que tienes y te vuelves al Dios de la Vida o no podrás ser feliz.
Y nosotras podemos pensar qué imágenes de Dios nos tienen atrapadas sin dejarnos salir tras la huellas del Dios Vivo.
Oración
Dichosa quien no se sienta defraudada por mí.
Dichosa quien sepa ver en la liberación de quienes más sufren la mano de Dios presente en la historia.
Dichosa la que se deje abrir los ojos a la novedad del Reino.
Dichosa la que se deja movilizar por todo aquello que devuelve la dignidad a las últimas de las últimas.
Dichosa la que quede limpia de la lepra de creerse mejor que las demás.
Dichosa la que se abra a la Palabra.
Dichosa la que se deje resucitar a una nueva vida.
Dichosa quien acoja este desconcertante Buena Noticia desde su pobreza, con humildad.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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