Jesús, Rey del Universo
El amor es una escala inmensa que comienza sobre la tierra y termina en los cielos (Jacques Offenbach)
20 de noviembre, domingo XXXIV del TO
Lc 23, 35-43
Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí
En la Carta Encíclica Quas primas en la que Pío XI nombra Rey a Jesús en diciembre de 1925 el Papa justifica esta nominación diciendo que él es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Y para ello no tiene reparo en recurrir al NT, que en Hch 4, 12 dice que: “Ningún otro proporciona la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos”.
Quizás, de todos los títulos otorgados por la Iglesia a quien en el Cenáculo lavó y secó los pies a los discípulos (Jn 13, 5), sea éste de rey el más desafortunado. Juan se lo atribuyó en tres ocasiones en el Apocalipsis: “El Señor de los reyes del mundo” (Ap 1, 15); “Lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los derrotará, porque es señor de señores y rey de reyes” (Ap 17, 14); “En el manto y sobre el muslo lleva escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19, 36).
En su obra De los Nombres de Cristo, el agustino Fray Luis de León (127-1591) le atribuye doce principales. El octavo es el de Rey de Dios, del que dice que es así llamado por las cualidades que puso en él para este oficio.
A mí me gustaría que este reino no fuera el de los Señores de la Guerra chinos sino un cuartel general, obra del amor incondicional, de solidaridad y construcción de la armonía entre los seres. Un país como el cantado por los protagonistas de La vie parisienne, de Jacques Offenbach donde uno quisiera vivir eternamente. Y un París donde la alegría le roba a uno el aliento, y en el que “¡Se balbucearán canciones, se darán y robarán besos!”
En el brillante Dúo del amor, el barón sueco y Pauline –un noble y una corista- “El amor es una escala inmensa que comienza sobre la tierra y termina en los cielos”. En conclusión, un reino bien distinto del que proponía el jefe de prisiones Milton Wardee (Burt Lancaster) al soldado Robert Prewitt (Montgomery Clif) en la película estadounidense De aquí a la eternidad, dirigida por Fred Zinnemann: “Un hombre puede tener convicciones y obedecerlas, pero no aquí; en el ejército sólo se puede obedecer”.
La controvertida política catalana Pilar Rahola, declarada no creyente, nos sorprende en esta ocasión con su Pregón del Domund: La Patria del Corazón, pronunciado en la Sagrada Familia de Barcelona el pasado 15 de octubre. “Estoy aquí, dice, porque he recibido el inmerecido honor de ser la pregonera de un grandioso acto de amor que, en nombre de Dios, nos permite creer en el ser humano”. Con estas palabras empieza su pregón, y lo termina con estas otras: “…gracias, mil gracias, por creer en un Dios de luz, que nos ilumina a todos”. Gracias a ti, estimada Pilar, por darle al Reino de Jesús este sugerente sentido de Patria del Corazón.
Ahora solamente esperamos irnos todos juntos con el sol, el viento, el corzo, el abedul y el ágata, al Banquete del Reino. También con Dimas, el buen ladrón, que se lo pidió a Jesús con tanta fuerza. ¡Y cómo no, también con Gestas!
DIÁLOGO DEL SOL Y EL VIENTO
-“Soy la Palabra en Espíritu fundida,
que aliento y vida proporciona”, dijo el viento.
-“Soy Calor que hace crecer la vida,
y soy la luz que la ilumina”, dijo el sol.
Y repitieron su esclerótica monodia
hasta que el sol se puso y cesó el viento.
Volvió el amanecer, y el corzo, el abedul y el ágata
en matrimonio exprés se unieron en protesta.
-“No sois más que nosotros”, respondieron.
Con el alborear se renovó el diálogo.
Y el sol, el viento, el corzo, el abedul y el ágata,
se fueron todos juntos… ¡al Banquete del Reino!
(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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