¡Caminante de la vida, procura hacer tú lo mismo!
El buen samaritano
(Lc 10, 30)
No es muy larga la distancia,
sí es peligroso el camino
que va de Jesrusalén
hasta el verde paraíso
de Jericó, fértil vega,
novia del sacro Jordán
y manantial del Profeta.
Y, aunque próxima al Mar Muerto,
es rico vergel de vida:
“la ciudad de las palmeras
y las rosas encendidas.”
Yace en la cuneta un hombre,
medio muerto y malherido,
mas todos pasan de largo
eludiendo compromisos:
el sacerdote, el levita
y otros muchos peregrinos.
Pasa un buen samaritano,
caballero en su pollino,
y sin preguntar quién es
-aunque bien ve que es judío-
se aproxima sin desdén,
le hace una cura de urgencia
con su propio aceite y vino,
y lo lleva hasta el mesón
donde lo cuida con mimo.
–“¡Cuídalo bien mesonero,
yo te pagaré con creces
cuanto hayas gastado en él,
cuando vuelva de camino!“
¿El prójimo verdadero?
El que prestó sus auxilios,
el que olvidó que aquel hombre,
medio muerto y malherido
que yacía en la cuneta,
era un olvidado judío;
el que olvidó que era suyo
su propio aceite y su vino.
¡Caminante de la vida,
procura hacer tú lo mismo!
*
José Luis Martínez SM
***
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
– “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”
Él le dijo:
– “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”
Él contestó:
– “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.”
Él le dijo:
– “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.”
Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
– “¿Y quién es mi prójimo?”
Jesús dijo:
– “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.” ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?“
Él contestó:
– “El que practicó la misericordia con él.“
Díjole Jesús:
– “Anda, haz tú lo mismo.”
*
Lucas 10, 25-37
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