Dom 3. 7.16. 72. Una marcha de Paz, los 72 Diputados de Jesús
Domingo 14. Tiempo ordinario. Ciclo C. Sólo quiso tener 72, como algunos pequeños partidos España. No los quiso tener por votación, sino por vocación y envío propio.
Había escogido ya un círculo central de 12, un Consejo permanente de Ministros , a los que Jesús hizo signo y principio del Nuevo Israel, una Isla Verde de paz en la tierra.
Pero, al lado de ellos, escogió y envió 72 diputados, que representaban a todas la naciones, citadas en Gen 10 (eran las que entonces se conocían), como si fueran delegados de su Unión de Pueblos, evocados en Mt 28, 16-20,sin necesidad de una edificio superior, como el de Nueva York, sin Pentágono, sin armas…. Quiso expresar así su movimiento de paz.
En ese contexto puede situarse el texto de este día, la palabra de Jesús, que dice a sus enviados, con sus tres consignas fundamentales:
— que vayan por doquier (todos los pueblos son iguales) y que saluden a la gente con la paz:invitándoles a compartir su movimiento de comunión social, de plenitud humana, desde Dios, ante la vida;
— que coman lo que haya, que compartan entre todos lo que tienen, lo que llevan, lo que logran conseguir, sin capitalizar dinero, sino sólo esperanza y vida compartida (pues un dinero capitalizado se vuelve principio de imposición y dominio que destruye a las personas);
— que curen a los enfermos, que animen a los desanimados, que ofrezcan a todos una educación de paz, con su ejemplo de vida, más que con palabras… como avanzadilla de Reino entre los pueblos…
Suenan estos días en Europa los tambores de la disensión, como un nuevo fascismo imparable, poblado de miedos: No hay sitio para refugiados, cada en un su casa, sin pan para los otros, llega el Brexit de los pueblos (y sobre todo del Gran Capital), sálvese quien pueda y que se arreglen, si pueden, los restantes.
Suenen en España los tambores de unas elecciones mal digeridas, en las que casi nadie sabe de verdad lo que (lo que hemos) votado, con codazos, expulsiones…, amenazas, miedos, sin un norte que nos permita orientarnos o al menos compartir orientaciones. Tengo la impresión de que hemos votado como súbditos de unos poderes externos y de unos miedos interiores.
Pues bien, desde su hogar caminante, Jesús nos sigue invitando a la gran marcha de la paz, sigue enviando a sus 72 diputados… llamarles profesores y obispos de la paz, simplemente “testigos”. Buen tema, buen domingo
Paz en Galilea y desde Galilea (Lc 10, 1-12)
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
— ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.
–Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa.” Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan..,— Curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”
— Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.”
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El texto incluye otros detalles y elementos que no puedo hoy comentar (he tratado de ellos en Historia de Jesús, VD, Estella 2014). Quiero fijarme hoy en la paz, siguiendo en la línea de lo que he venido diciendo otros días sobre el tema.
Otros podràn comentar otros rasgos (del pasaje citado y del resto del evangelio del domingo (Lucas 10, 1-12, 17-20). Yo quiero resaltar sólo algunos, siguiendo en la línea de mi Historia de Jesús.
Ésta es la caravanade la paz de Jesús… formado por 72 enviados, que son el signo de toda la humanidad , un Tren de paz concretado en 72 trenes más pequeños, dirigidos a todos los continentes, con un único mensaje: la paz.
A este Jesús de la paz no le importa establecer grupos cerrados… Quiere crear un movimiento de paz para todas las naciones… y para eso le basta con 72 pobres, sin nada… pero con ganas de ofrecer la paz y compartirla, desde abajo.
Introducción. La paz era difícil.
Los estudios económicos y arqueológicos confirman que en los años de Antipas, etnarca o rey vasallo de Galilea (del 4 a C. al 39 d. C.), que son en gran medida los de Jesús , se produjo la mayor revolución social de aquella tierra: gran parte de los antiguos propietarios perdieron sus tierras y quedaron sin trabajo. Creció la inestabilidad política y muchos empezaron a pensar y sentir que no había más solución que la muerte o la guerra.
En ese contexto se entiende el proyecto de paz de Jesús, que empieza de abajo y se expresa en forma de pacto entre itinerantes (sin casa ni tierra) y sedentarios (con casa). Los amigos y enviados de paz de Jesús eran itinerantes, portadores de un mensaje de Reino (Paz mesiánica), en medio de una sociedad duramente amenazada por la guerra. Así debían actuar esos mensajeros, que según Lucas eran setenta y dos, signo de todas las naciones y pueblos de la tierra (no simplemente Doce judíos, como en otras tradiciones).
Los que así ofrecen la paz, estos setenta y dos, no son simplemente judíos, ni cristianos, son hombres y mujeres de paz, que tienen la tarea mesiánica de ofrecer y expresar la paz en este mundo.
La paz que aquí se ofrece no es de tipo espiritualista, ni formalistas. Los enviados de Jesús vienen por todo Galilea y por los pueblos del entorno como promotores de una paz activa, en contra de los que colaboran con Roma en el campo militar, pero también en contra de los que se rebelan de un modo militar. Su mensaje es la paz mesiánica.
Ofrecer la paz. Un movimiento de pacificadores
Los enviados de Jesús empiezan ofreciendo por las casas “paz”, no una paz puramente interior, sino la paz social, política, económica, que ellos, pobres itinerantes, querían ofrecer, en nombre de Dios, como expresión y signo del Reino que viene. No eran los únicos, había otros que decían ofrecer la paz, pero lo hacían con otros medios y otros fines.
Roma quiso actuar como “pacificadora”; también los reyes herodianos y los sacerdotes se presentaron como portadores y garantes de paz, pero una paz del sistema, para beneficio de funcionarios y comerciantes. Pues bien, en ese contexto, Jesús envió a sus discípulos casa a casa, como portadores de un proyecto de paz, en una situación pre-bélica, sin seguridad externa (sin dinero, sin armas, sin garantías jurídicas). Sus mensajeros de su paz eran precisamente aquellos pobres, que han sido expulsados de los grandes proyectos de la pax romana. Por eso iban sin nada:
No llevéis bolsa, ni alforjas, ni calzado; ni saludéis a nadie por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: ‘Paz sea a esta casa…
Precisamente porque no tienen absolutamente nada, ellos pueden ofrecer la paz, viniendo a presentarse como portadores de un proyecto de pacificación real para Galilea y, de hecho, para todo Israel, y de hecho para todo el mundo… un proyecto de paz concreta, que debía ir creciendo desde abajo, un camino social de trasformación que brota de la tradición israelita y que no empieza con la toma de poder, ni con la destrucción de los adversarios, sino con el mensaje y testimonio de unos campesinos desposeídos, que expanden su ideal por aldeas y pueblos.
Por eso, Jesús elige y envía a sus “adelantados”, para que anuncien la paz con su vida (no sólo de palabra) en todo Galilea. Éste es el principio permanente, el punto de partida de la paz mesiánica, que Jesús entiende como Reino de Dios.
Estos discípulos de Jesús, adelantados de una paz social, en medio de un mudo conflictivo, dispuesto a la guerra, siguen siendo ejemplo para todos los cristianos posteriores. Iglesias y grupos de fieles han pactado muchas veces con las instituciones dominantes, con los poderes militares. En contra de eso, los primeros cristianos fueron unos verdaderos “objetores de conciencia”, unos promotores de paz, sin armas, ni seguridades (sin dinero, sin alforja), como seguiremos viendo. No tenían nada que defender, por eso pudieron ser y fueron portadores de la paz mesiánica de Jesús.
Conclusiones:
a) La paz es dialogar entre todos, desde abajo, no con el poder de algunos que lo tienen casi todo (políticos, dueños del sistema), sino con la palabra de aquellos que no tienen nada (o se han despojado de lo que tenían) para establecer las bases de la paz desde la palabra común, no desde instancias de poder más alto.
b) La paz es curar… curar a los enfermos “del cuerpo”, pero, sobre todo, a los enfermos del “alma”, es decir, a los que viven aplastados por el deseo de tener y de dominar a los demás. Sin curar a los enfermos de “violencia” social, ideológica, económica o militar no es posible la paz. Hace falta un gran “hospital” de campaña (de campos y pueblos) de pacificación.
c) La paz es trabajar y comer junto… “Comed lo que es pongan…”. Colaborar en la tarea de la humanidad, en contacto directo, desde la misma calle de la vida… sin lugares resguardados, coches blindados, seguridades y más seguridades policiales… Hay que aprender a compartir la vida desde la calle, que es la palabra, la conversación, la casa abierta… trabajando y comiendo juntos…
d) Crear una cultura de pan, sin mentiras de unos, sin imposiciones de otros… Ésta es la utopía de los setenta y dos de Jesús que siguen siendo mensajeros de su paz mesiánica. Esa es la tarea de la Iglesia.
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