El mito bíblico del pecado
Hermanos, no temáis al pecado de los hombres; amad al hombre aún en su pecado, pues un tal amor aseméjase a Dios
(Dostoievsky)
12 de junio, domingo XI del TO
Lc 7, 36-8, 3
Por eso te digo que sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor
Dieric Bouts, (1415-1475) fue un artista holandés que pintó La Caída de los malditos. Tema religioso muy habitual en la Europa del medievo que la Iglesia acostumbraba utilizar para atemorizar al pueblo ignorante. Algo similar hizo el Bosco (1450-1516) en su tríptico El Jardín de la Delicias, entre otros. Y el pincel de un Miguel Ángel dejó estampado en un fresco de la bóbeda de la Capilla Sixtina, el mito ancestral del primer pecado.
Este es el tetimonio artístico del arte. Los verbales de las voces de la Iglesia condenando el pecado, han resonado -y siguen resonando todavía- en la conciencia de la Cristiandad entera. Una granizada que, sin piedad alguna, arruina toda esperanza de cosecha. Y esto, en verdad, es antievangelio.
Ya en el AT las prostitutas fueron tratadas con particular benevolencia: “Y será la ciudad de Jericó anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella; solamente Rahab la ramera vivirá, con todos los que están con ella” (Jos 6, 17). Jesús, simpre solícito con las ovejas descarriadas, y de quienes dijo que “habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten hacerlo”, les mostró siempre particular afecto.
El relato de Lucas nos recrea la escena de la mujer pecadora pública en casa del fariseo Simón el Leproso mientras estaban sentados a la mesa: un frasco de perfume de mirra, baño de pies en lágrimas, cabellos que los secan, y besos. Jesús le dijo: “Tus muchos pecados te son perdonados, porque has amado mucho”. Y el Papa Francisco, intérprete fiel del Evangelio, en una audiencia pública del 14 de abril celebrada en la plaza de San Pedro, saludó y dio un “caluroso abrazo” a un grupo de 50 exprostitutas y transexuales.
El poeta medieval español (1283-1350), Arciptreste de Hita y buen conocedor de amores y evangelio, escribió en su obra El Libro del Buen Amor, esta sugerente frase: “Enpero, poque es umanal cosa el pecar, si algunos, lo que non los consejo, quisieren usar un loco amor, aquí fallarán algunas maneras para ello”. En la novela El ingenioso Don Quijote de la Mancha (II, 27), don Miguel de Cervantes expone los discursos del Caballero de la Triste Figura sobre el perdón. Y el ruso Fiodor Dostoievsky (1821-1881) escribió en una de sus novelas: “Hermanos, no temáis al pecado de los hombres; amad al hombre aún en su pecado, pues un tal amor aseméjase a Dios”.
En la película sueca (2004) del director Kay Pollak, en la que una de las protagonistas también es prostituta. La mujer del pastor protestante, Ingela Olsson, harta ya de sus sermones, y después de un descoquetado baile en la parroquia con las mujeres del coro, le grita a su marido: No hay pecado. Todas estas malditas ideas sólo están en tu cabeza. Claro que no hay pecado. El pecado lo inventó la Iglesia. Con la mano izquierda reparten culpabilidad, y con la derecha ofrecen la salvación. Todo son mentiras y falacias. Nos engañan para mantener el poder. La Iglesia ha hecho de la sexualidad un pecado, pero Dios no. Tienes tus necesidades y no haces con ella daño a nadie”.
GINKGO BILOBA
Último testigo de los tiempos,
de la verde Tierra y de la Vida.
La vida te respeta,
te respeta la muerte.
Fósil viviente que naciste el primero;
que conservas la primogenitura
en el Registro de la Historia.
Representación viva del Cosmos,
en Hiroshima fuiste Primavera,
y hoy eres portador de Esperanza
y embajador de Paz ante los pueblos.
Tú serás quien rece ante mi tumba
el último responso
por el alma de un mundo
que falleció conmigo ignoro cuándo.
Mis conciudadanos y los tuyos
-el mono, el roble, la esmeralda-
nos piden hoy silencio y oraciones.
Y tú también Ginkgo biloba, nos imploras
con tus alegres hojas de abanico
convertidas en manos suplicantes,
que enterremos los odios y las guerras.
(NATURALIA. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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