Dom 12.6.16 Porque has amado mucho
Dom 11. Ciclo C. Lc 7, 36‒8,3. Éste es el domingo de la “pecadora”, como le llama el fariseo del evangelio. Es el domingo de la mujer que supo amar mucho (como dijo Jesús), a pesar de que había sido prostituida.
Una opinión muy extendida piensa que se trata de María Magdalena, una prostituta que viene arrepentida a los pies de Jesús. Pero no es seguro que se llame María Magdalena, ni que sea la misma mujer de la unción en la cabeza que aparece en Mc 14, 3-9 y paralelos.
El evangelio supone que es “pecadora” (prostituta), pero no se dice si el “pecado” es suyo o es de otros (más bien supone que es de otros). Lo único claro es que ella ha sido capaz de amar (que ha amado mucho, se ha dejado amar por Jesús), y que el amor perdona, crea vida, en contra del fariseo que es incapaz de amar, por mas observante que sea.
He querido que la primera imagen evoque la figura de una mujer sobre el mar, angustiada, pesarosa de la vida, quizá al borde del suicidio, con una espada (o cruz al fondo). Quiero imaginar que ella es la “pecadora” de esta gran parábola, que un día decide ir al encuentro de Jesús.
La segunda imagen recoge la portada del libro extraordinariamente evocador de Pedro Lamet, No sé cómo amarte… que habla de María Magdalena, que no es una prostituta en el sentido activo, sino una muer prostituida, víctima de una durísima trama de trata de mujeres… Una mujer que sufre bajo la pasión de muchos amos que no aman, hasta que va logrando liberarse y encuentra a Jesús, descubriendo el amor.
La escena del evangelio de hoy constituye el centro del relato de Lamet, que podría titularse María, itinerario de amor, a través de los diversos grados o escalones de la prostitución, que es el pecado de los hombres que la emplean y esclavizan, hasta la libertad que encuentra en el amor de Jesús.
Sólo por ello, por centrar su relato en esta escena, merece la pena leer este relato novelado de evangelio, que pasa de las estaciones de la prostitución de María (Magdala, Cesarea, Petra, Tiberíades…) a las cartas que María escribe en silencio y secreto a Jesús. Ella le dice no sé cómo amarte… Jesús le ha dicho: Sabes amar, as amado mucho.
Pero hoy no quiero hablar de la novela de Pedro Lamet, que dejo para otro día, sino situar y exponer este evangelio del domingo, el evangelio de la mujer prostituida que sabe amar a Jesús (y con Jesús).
Éste es el domingo de la mujer prostituida por otros… que ha buscado el amor y lo ha encontrado en el camino de Jesús. Es el domingo del fariseo que conoce y cumple muchas leyes de pureza legal, pero no ama (no se deja amar), sino que juzga a la mujer prostituida a la que él mismo contribuye a prostituirse de un modo directo indirecto.
Bueno domingo a todos. Gracias Pedro por este libro que tanto me ayuda para comentar el evangelio de este día. Lo seguiré presentando directamente otro día. Un saludo de Mabel.
EL EVANGELIO DE LA MUJER QUE HA SABIDO AMAR MUCHO
1. Situar del texto. Prostitutas y prostituidas; del sexo sagrado a la libertad y a la opresión
La prostitución ha tenido a lo largo de la historia múltiples funciones, entre las que se puede recordar la de tipo religioso: en los grandes santuarios de las diosas, desde Palestina y Babilonia hasta la India, solía haber mujeres, y también hombres: prostitutos sagrados(hieródulas y hieródulas), que actuaban como signo de la divinidad, iniciadoras sexuales de hombres (y mujeres), en el despliegue del amor (en este contexto se puede hablar de Ishtar e Isis, de la hierogamia y del tantrismo).
Pero, en general, la prostitución e ha separado del culto y ha venido a convertirse en una forma de imposición y opresión económica, sexual, afectiva.
Casi todas las culturas, edificadas sobre principios patriarcales, han tolerado la prostitución de las mujeres como una forma de regular la sexualidad de los varones y de mantener seguras las relaciones familiares. En general, la mujer casada se hallaba sometida al marido y carecía de libertad afectiva:
‒ En algunos casos, la prostituta podía convertirse en signo de mujer liberada,ejerciendo funciones superiores, en el plano cultural y social. Por eso ha habido siempre (y sigue habiendo “prostitutas ricas”, desde la hetairas griegas hasta las mujeres de una vida más libre, que llegan incluso a ser “reinas” y que dominan las revistas de corazón de todos los tiempos, especialmente en los nuestros).
‒ Pero la inmensa mayoría de las prostitutas empezaban y terminaban siendo un tipo de esclavas sexuales. La prostitución es un signo especial de pecado masculino, de tráfico de influencias de poder, con millones de dinero en juego (millones vinculados al juego, a los casinos de lujos y a los prostíbulos de barro, con miles y miles de mujeres y niños esclavizados por el dinero del sexo).
2. Evangelio y prostitutas
De esas últimas prostitutas habla el evangelio. Ella son mujeres “violadas, dominadas, destruidas”, muy abundantes en tiempo de Jesús, de gran crisis social y económica:
‒ Se habían multiplicado las mujeres que estaban solas, sin tierra ni trabajo, sin familia ni posibilidades laborales, sin más “capital” que su cuerpo, utilizado por otros,, en un mundo donde sólo importaba la ganancia del sistema. La situación social las condenaba a la “prostitución”, es decir, al desarraigo y al hambre, a la ignominia social y la impureza.
‒ Es evidente que Jesús, profeta de los pobres y excluidos, tuvo que vincularse con ellas, pues se relacionó de un modo especial con los impuros y expulsados de la sociedad, con los enfermos y los locos, con un submundo de hombres y mujeres condenados por la misma sociedad a la opresión laboral y sexual (que muchas veces iban unidas).
La relación de Jesús con las prostitutas (y los publicanos) constituye uno de los temas centrales y más enigmáticos del evangelio. Así aparece, en uno de los pasajes más luminosos y más duros del evangelio, donde Jesús se compara a Juan Bautista. Los “justos” de Israel (o de cualquier sociedad establecida) le condenan, por andar con gente de mala vida. Jesús se defiende:
En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas os proceden en el reino de Dios. Porque Juan vino a vosotros en el camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aunque vosotros lo visteis, después no cambiasteis de parecer para creerle (Mc 21, 31-32).
3. Jesús, amigo de prostitutas
Era un tiempo de amos, que esclavizaban y prostituían a los más débiles, en especial a muchas mujeres. Era un tiempo y lugar de esclavos (personas que tenían que venderse y se vendían por motivos de trabajo y subsistencia); un tiempo de “pecadores” (personas que parecían y eran impuras desde las perspectivas de pureza de la élite sacerdotal y desde el nuevo legalismo de los judíos); un tiempo de prostitutas (mujeres sin capacidad ni posibilidades de un desarrollo afectivo y familiar que respondiera a las exigencias morales y religiosas de aquel tiempo.
En ese contexto se sitúa Jesús, amigos de publicanos y prostitutas, es decir, de marginados sociales y morales (personales), de hombres y mujeres que no tienen ni pueden desarrollar un trabajo propio, de manera que viven por un lado “oprimidos” y por otro parece que oprimen manejan a los otros (a los “buenos” ciudadanos), apareciendo de esa forma como objeto de la explotación y del desprecio violento del conjunto de la población.
En ese abismo humano penetró Jesús, haciéndose amigo de publicanos y prostitutas, para iniciar desde ellos y con ellos el camino del Reino de Dios, es decir, un movimiento integral, contracultural, de trasformación humana. En ese contexto se sitúan las páginas más bellas del libro de P. Lamet, aquellas donde el autor se adentras en la vida social y moral de los bajos ambientes de Cesarea, de Petras y Galilea.
No conoceremos a Jesús si no le vemos en el contexto y ambiente de los lugares donde se encontraban los “expulsados sociales” y donde él tuvo que conocer a los publicanos y prostitutas, a los enfermos y expulsados de la sociedad, compartiendo con ellos el escaso pan y vino (Jesús comió con publicanos y gente de “mala vida”, es decir, con prostitutas), para ofrecerles su camino y esperanza.
Es evidente que Jesús no vino a “perdonar” religiosamente a las prostitutas, sino a iniciar con ellas (desde ellas y con otros tipos de expulsados sociales y mentales, afectivos y religiosos) un camino de Reino de Dios, un camino en el que surgía el perdón y la vida del Reino.
4. Jesús y la prostituta de Lucas. Texto
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: “Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.”
Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte.”Él respondió: “Dímelo, maestro.”
Jesús le dijo: “Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?”Simón contesto: “Supongo que aquel a quien le perdonó más.” Jesús le dijo: “Has juzgado rectamente.”
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho; pero al que poco se le perdona, es porque amapoco.” Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdonados.”
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: “¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?” Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz.” (Lucas 7, 36-50)
5. La casa del Fariseo.
Este Jesús de Lucas no se encuentra con la prostituta en las “tabernas” y barrios bajos de la ciudad o en refugios de los caminos, sino en una “vivienda pura”, de un puro cumplidor de la ley. En ese contexto resulta menos probable, aunque no imposible, la presencia de la prostitutas…, pero ésa ha sabido entrar y ha entrado
Es evidente que “detrás” de esa casa del fariseo están las “casas” sin dignidad donde vivían prostitutas y expulsados de diverso tipo, a los que visitó y vino Jesús, para ofrecerles el Reino. En esas casas (tabernas y campos de dura imposición) debió encontrar Jesús a las prostitutas. Pero Lucas condensa esos “encuentros” en esta casa del “limpio” fariseo, para poner así de relieve la falta de amor del “puro” fariseo y el gran amor de la prostituta.
La prostituta tiene lo más grande: es capaz de amar, quiere amar… El fariseo no ama, sino que cumple lo legal, lo estipulado. Por el contrario, esta mujer ama por encima de la ley. Por ese decimos que es una prostituta “buena” (en los dos posibles sentidos de la palabra). Ella no pide nada, no confiesa nada… Simplemente “ama”.
Jesús no “confiesa” a la prostituta en el sentido posterior de la palabra, ni le exige que cambie de conducta (en contra de Juan 8, 11, donde se dice a la “adúltera” que no peque más). Al final no se le dice que “no peque más”, sino que “vaya en paz”, que viva en paz… Lo normal es que ella tenga que seguir en la prostitución, porque es su modo de vida (es la vida a la que le han condenado). Pero será una prostituta que va “en paz”, porque es una mujer capaz de amor, una mujer en búsqueda de amor.
6. Iglesia ¿un movimiento de dignificación y liberación de prostitutas?
¿Podría haber fundado Jesús un movimiento de liberación de prostitutas? De un modo indirecto, Jesús lo ha fundado, pues ha fundado un movimiento, una “iglesia”, que es un lugar donde “ellas” (y otros tipos de “pecadores” y expulsados de la sociedad) pueden venir, ser acogidos e iniciar (en algunos casos) un tipo de vida distinta, allí donde el movimiento (la iglesia) viene a presentarse como espacio de amor y vida compartida, sin necesidad de que nadie se prostituya (ni prostituya a los otros).
Es como si Jesús fuera “acogiendo prostitutas” en su grupo abriendo con y para ellas formas de vida en comunión y comunicación social, en amor…
También la Iglesia posterior ha sido a veces “hogar para prostitutas”, para publicanos y enfermos, para expulsados de la sociedad… Pero a veces lo hemos olvidado, queriendo hacer una Iglesia de puros y expulsando de ella a publicanos y prostitutas. Pero el camino está abierto y lo tenemos que hacer nosotros, cristianos del siglo XXI: crear una sociedad donde el amor sea capaz de acoger y de ofrecer a todos un espacio de vida en libertad y dignidad. Pero vengamos ya al texto
7. Una aplicación actual
Con los adelantos y la libertad de la modernidad no ha bajado la prostitución, sino que incluso ha aumentado, viniendo a convertirse (con la pornografía) en uno de los negocios más florecientes del sistema y en una de las formas más duras de esclavitud de las mujeres (y los niños). En ese contexto puede hablarse de “trata de blancas” (trata de mujeres).
El cuerpo de la mujer se ha convertido (en mayor medida que el del hombre) en objeto de comercio, puesto al servicio de la propaganda y del mercado. En este contexto se han creado y se siguen creando redes de “tráfico humano” que llevan a mujeres (y a niños y niñas) de países más pobres o empobrecidos del tercer mundo a los países ricos, del capitalismo triunfante, para convertirlas en nuevas esclavas sexuales.
Así lo ha puesto de relieve el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes:
La explotación sexual, la prostitución y el tráfico de seres humanos son actos de violencia contra las mujeres y, en cuanto tales, constituyen una ofensa a la dignidad de la mujer y son una grave violación de los derechos humanos fundamentales. El número de mujeres de la calle ha aumentado notablemente en el mundo por muy distintos y complejos motivos de orden económico, social y cultural.
‒ En algunos casos, las mujeres implicadas han sido víctimas de una violencia patológica o de abusos sexuales desde la niñez. Otras han sido llevadas a prostituirse con el fin de tener lo suficiente para vivir ellas mismas y sus familias. Algunas buscan una figura paterna o una relación amorosa con un hombre.
‒ Otras tratan de amortizar deudas excesivas. Algunas dejan situaciones de pobreza en su país de origen, creyendo que el trabajo que se les ofrece en el exterior cambiará su vida. Es evidente que la explotación sexual de las mujeres, que se difunde en el tejido social de todo el mundo, es una consecuencia de muchos sistemas injustos. Muchas mujeres de la calle que se prostituyen en el llamado Primer Mundo provienen del Segundo, Tercero y Cuarto Mundo.
‒ En Europa, y en otros lugares, muchas de ellas han sido objeto de tráfico de otros países para responder a una creciente demanda de la clientela. Sin embargo, no todas las que han sido objeto de tráfico se hallan implicadas en la prostitución y no todas las prostitutas han sido objeto de tráfico. La esclavitud humana no es algo nuevo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que actualmente 12,3 millones de personas se encuentran esclavizadas en trabajos forzosos y obligados, y que alrededor de 2,4 millones de ellas son víctimas de un tráfico cuyas ganancias anuales ascienden – se dice – a 10 mil millones de dólares USA (Encuentro pastoral, junio del 2005, nums 1-2. Texto en vatican.va/ pontifical_councils/migrants).
En este contexto resulta especialmente doloroso el tráfico de niños y niñas, a quienes la sociedad abandona, de manera que tienen que vivir en la calle, en los suburbios de las grandes ciudades, condenados muchas veces a la explotación económica y social. Son bastante numerosos los niños violados por mayores (dentro y fuera del ambiente familiar), con secuelas a veces graves para su estabilidad psicológica y su madurez humana.
Más grave es aún la pederastia organizada, con métodos y fines comerciales. La pornografía infantil puede convertirse también en un riesgo social de grandes consecuencias, no sólo por lo que implica de destrucción de los niños, sino también por lo que supone para los mayores. Este es un problema “global”, que ha de ser estudiado y resuelto desde varias perspectivas, como ha destacado el Vaticano.
La relación entre violencia y sociedad patriarcal, y el efecto de ambas cosas en las mujeres, necesitan ser explorados y examinados en todos los niveles de la sociedad, en particular respecto a las consecuencias para la vida familiar. Los efectos de la violencia interna deben ser expresados con toda claridad, tanto por los hombres como por las mujeres, según el caso. El complejo fenómeno del rostro femenino de la migración debe ser estudiado de tal forma que se respeten tanto la dignidad de las mujeres, como sus derechos. Tanto los hombres como las mujeres necesitan: – adquirir conciencia de la explotación de las mujeres; – conocer sus derechos y sus responsabilidades (Ibid, 17).
Conclusión
La prostitución no es un tema de amor, sino de falta de amor (especialmente de falta de amor de aquellos que prostituyen a los otros, no de las prostituidas como tales). Es un tema de esclavizamiento: convierte a muchas mujeres en auténticas esclavas, atraídas por el engaño de un dinero fácil o por la simple necesidad económica y, a veces, por la violencia. Es un tema de comercio y mercado: todo se compra y vende; así se compra y vende el cuerpo y el alma de las personas, especialmente de mujeres.
Es un tema de carencia afectiva (de los que prostituyen a los otros… y en especial a las otras). Sólo hay una forma de superar la prostitución: crear condiciones personales y sociales de igualdad y libertad, para varones y mujeres, de tal manera que nadie tenga necesidad de prostituirse por dinero. Dentro del sistema actual, de capitalismo de mercado, con grandes diferencias económicas y culturas y con la explotación real del hombre por el hombre (y en especial de las mujeres por los hombres) resulta imposible resolver el problema.
Sólo un cambio integral, político, económico y humano puede ayudar a resolverlo. En ese camino, hay que empezar promoviendo los mecanismos políticos y jurídicos que permitan perseguir y condenar las prácticas delictivas que se dan en este campo. Pero los cambios políticos y jurídicos no bastan… Es necesario un cambio radical en la vida y conciencia, en el amor y la esperanza de hombres y mujeres. En ese contexto sigue siendo fundamental el gesto de Jesús, amigo de publicanos y prostitutas.
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