¿Te vienes a cenar?
Yolanda Chaves, yolachavez66@gmail.com; Mari Paz López Santos,pazsantos@pazsantos.com; Patricia Paz, ppaz1954@gmail.com
Los Ángeles; Madrid; Buenos aires.
ECLESALIA, 24/03/16.- Me invitaron a una cena que promete ser muy especial. Es increíble pero el que firma la invitación es ¡Jesús mismo! Nadie me lo cree, es que ni yo misma me lo creo, pero ahí está el sobre, sencillo y la tarjeta adentro, dice: “Si tienes hambre, ven”.
Cuando recién me llegó pensé que era una broma de alguno de mis amigos. Imagínense, una invitación firmada por Jesús, quién se lo va a creer. Con el pasar de los días me llegaron correos de mis amigas Yolanda y Mari Paz y ahí supe que la cosa venía en serio. Es que mis amigas viven en USA y en España y no hay ninguna, o casi ninguna posibilidad, de que mis amigos les puedan hacer la broma a ellas.
Lo otro que me chirriaba es el tema del hambre, porque ni bien la recibí pensé que se habían equivocado de persona. Con tanta hambre en el mundo, ¿me iba a invitar a mí que pertenezco a la categoría de los privilegiados que tienen satisfechas todas sus necesidades? Pero de a poco empecé a sentir todas las “hambres” que tengo, que no son precisamente de comida, pero que son muchas y empecé a desear que fuera verdad, aunque seguía dudando.
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Abrí el buzón del correo con aire distraído. No esperaba recoger más que publicidad y los típicos sobres con ventanita de correspondencia bancaria. Ya nunca llegan cartas con “letra humana” como en otros tiempos.
La primera sorpresa fue aquel sencillo sobre blanco en donde figuraban mi nombre y dirección postal escritos… ¡a mano! Impresionada, di la vuelta para ver quién era el remitente: “Jesús, el de Nazaret”, escrito a bolígrafo en perfecta letra humana.
Esto es una broma o publicidad, pensé mientras me dirigía al ascensor. Abrí con prisa y leí una tarjeta de invitación, también escrita a mano: “Si tienes hambre, ven. Puedes traer a otros, todos están invitados, no importa cuántos”, firmado: “Jesús, el de Nazaret”.
Abrí la puerta, dejé el bolso y las llaves y repetí la operación de lectura. Algo no había entendido o eso era una broma. Quizás un atractivo medio publicitario. Nada. Quedé pensativa y aparté el sobre para volver más tarde. Pero no podía dejar de pensar en esa invitación: “Estoy invitada si es que tengo hambre y puedo ir acompañada por quienes considere que les gustaría asistir imagino que siempre y cuando también tengan verdadera hambre”. ¿A quién le cuento yo esto? Creo que escribiré a mis dos amigas Yolanda y Patricia, que seguramente se sorprenderán pero no creen que digan que estoy loca. Escribir “a seis manos” desde tres partes del mundo nos pone en una dimensión de activas “escuchantes” de la realidad, abiertas a las sorpresas con naturalidad.
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Aquella madrugada como todos los días, esperaba la ruta que me acerca a mi trabajo en la estación del metro en el centro de Los Ángeles. Esa mañana era como todas; la estación llena de personas apresuradas ascendiendo y descendiendo de las diferentes rutas del metro sin poner atención en los rostros de los transeúntes. De pronto alguien se me acercó “debe ser alguien que necesita dinero para completar su pasaje” pensé, y me apresuré a buscar unas monedas en mi bolso. Era una anciana, confieso que me hubiera gustado relatarles que era una viejecita sonriente y amable, pero no, la anciana que se me acercó tenía el rostro amargado y el aliento alcohólico. Le ofrecí las monedas y ella no las aceptó. Tenía sus manos temblorosas ocupadas con un sobre manchado y maltratado, lo levantó hasta mi cara. “Esto es para ti” dijo, me lo entregó y se fue.
Revisé el sobre, en la parte del remitente estaba escrito: “Jesús de Nazaret” y en la del destinatario mi nombre: “Yolanda”. Llegó el metro que esperaba, no hubo tiempo de abrir el sobre, a esa hora los vagones del metro van tan llenos que abrirlo y leerlo hubiera sido imposible. Lo guardé en mi bolso, llegué a mi trabajo, y tomé mi lugar en aquel inmenso mar de máquinas de coser. Mientras trabajaba, pensaba: “¿Quién puede conocer mi nombre en la estación del metro?”. Esperé hasta la hora de mi descanso para leer el contenido del sobre, lo abrí y decía: “Hija, sé que tienes hambre, ven. Puedes traer contigo a los que quieran una comida caliente”. Miré a mi alrededor, y pensé: “¿Habrá suficiente para todos ellos?”. No pude dejar de pensar en esa invitación tan personal y cercana. Ya en mi casa, al finalizar la jornada diaria, leía y releía el contenido del sobre. “Si esto es en serio ¿Cómo empiezo a invitar a esa cena especial a todos los que tienen hambre?”. Entonces decidí escribirle a mis amigas: hasta España a Mari Paz y hasta Argentina a Patricia. Seguramente “seis manos” podrán mejor que dos.
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Jesús nos convoca a celebrar la Eucarística, la primera, la de siempre, la que no pierde vigencia. ¿Dónde tenemos que ir? ¿A Jerusalén, como aquella vez?… No, nos espera en cualquier lugar donde haya gente que tenga hambre y sed de Pan y de Vino, de Justicia y Solidaridad, de Fraternidad y Comunidad; donde haya personas que sufren y se sienten rechazadas por cualquier motivo; entre los que huyen de la guerra o la violencia… “Allí nos encontraremos”, nos ha dicho. “Id, cada una de vosotras, al lugar de vuestro continente en donde penséis que debéis estar convocando e invitando a la Cena a la que yo invito. Sois mensajeras como aquellos que mandé al cruce de los caminos…”.
Nos han invitado a una cena muy especial, será íntima y multitudinaria, indicándonos que salgamos a los caminos a buscar comensales. No hay restricciones ni números clausus. No hay que ir de etiqueta ni hay puestos de honor.
Nos han dicho que hagamos llegar la invitación a muchos, que utilicemos los medios a nuestro alcance para que la cena tenga todos los invitados que quieran asistir.
Que se expanda por la redes sociales, que lo transmitamos boca a boca en los encuentros de grupos y comunidades; en las reuniones de la parroquia, de las vicarías, de las diócesis y en la curia vaticana; en monasterios y conventos, en sinagogas y mezquitas, en cárceles y hospitales, en despachos gubernamentales y en prostíbulos de carretera, en reuniones financieras. Que llegue la invitación a la orilla del Mediterráneo mientras se recogen vidas ateridas y chalecos salvavidas.
A los que viven en la calle, a los que huyen del hambre… Todos estáis invitados, nos ha dicho. Hay muchos sitios, no hay cuotas, ni clases, no se necesitan papeles, no tienes que llevar dinero.
Los niños y las niñas son bienvenidos y serán los que tengan un sitio especial al lado del Anfitrión.
¡Tomad nota!… es al atardecer de hoy Jueves, el que llaman Santo. ¡Ven, sí tienes hambre…!
Todos los que lean esto, están invitados; y a los que se lo hagan llegar por el medio que sea. Vayan pensando de qué les gustaría hablar con Jesús y de qué tienen hambre.
No se olviden de contestar a cualquiera de las direcciones de correo que figuran arriba indicando qué motivo les mueve a participar en esta Cena
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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