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Dom 28.2.16. “Todos igualmente moriréis”. Seguido de “!Córtala…! ¡Déjame cuidarla un año más!”

Domingo, 28 de febrero de 2016

tn_image036Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 3. Cuaresma, ciclo C. Lc 13, 1-9. Así responde Jesús:

— Le dicen que han muerto dieciocho cuando ha caído la torre de Siloé, y él recuerda entonces que otros muchos galileos han muerto, asesinados por el gobernador de Roma en el mismo templo.

Las circunstancias son serias sigue diciendo Jesús, tanto en un plano físicos (torres caídas) como social (matanzas políticas), para añadir que el tiempo exige una gran conversión (meta-noia), cambio de ser y pensar, pues de lo contrario todos igualmente moriremos (nos mataremos, pereceremos).

Éste es el argumento de la primera parte del evangelio del domingo (los muertos de la torre, los muertos de Pilato: Lc 13, 1-5); la segunda trata de la higuera humana que lleva mucho tiempo sin dar frutos, de forma que el Señor quiere ya cortarla, pues no hace más que estorbar en su campo, como diciendo así que le especie humana está en peligro inminente de destrucción (Lc 13, 6-9).

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Las dos “historias” (los muertos y la higuera) son distintas, aunque se encuentran vinculadas por la urgencia de la “hora” y por el riesgo de la muerte. Las dos son importantes, y por eso las quiero presentar por separado, para así poner de relieve su escalofriante actualidad, su gran realismo.

Hoy me ocupo pues de la primera, que evoca dos tipos de muertes.

(a) Una parece de “accidente” cósmico: Una torre de Jerusalén se cae y mata a dieciocho. Pero es un accidente “provocado” por aquellos que construyen torres de seguridad soberbia (bombas atómicas, obras que polucionan aires, mares y tierras), como la de Siloé… torres que al fin caen sobre aquellos que las edifican (como la de Babel: imagen).

(b) La otra historia plantea el tema del asesinato político directo, del riesgo de genocidio universal: Pilato, gobernador imperial romano, mata a un grupo de peregrinos galileos, pensando que son peligrosos(como unos terroristas), pero con ello sólo hace una cosa: aumenta la espiral de la violencia (en esa línea puede verse el coloso de Goya).

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Ante esos riesgos sólo hay un camino: La con-versión radical (meta-noia): Si no cambiamos de forma de ser (pensar y actuar) pereceremos todos.

No se trata pues del juicio final de Dios, sino del riesgo de la muerte final de una humanidad que se destruye a sí misma. Un tema de increíble actualidad, que el Papa Francisco ha planteado de un modo fuerte en su encíclica sobre la “ecología” o, mejor dicho, sobre la posible eco-thanatología (la destrucción de la humanidad).

Siga leyendo quien quiera conocer su actualidad, discutir su sentido.

Lucas 13, 1-5

Eu una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:

-“¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo.
Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.”

1. Una torre que cae, un asesinato político:


‒ La caída de la torre.En principio parece una catástrofe natural:
puede haber sucedido por fallo del suelo o por un terremoto (a no ser que su derrumbe se deba a la mala construcción a la desidia de los hombres, que no se han preocupado por asegurarla )¿O se trata de una torre de vigilancia militar, como la de Babel, que acaba matando a quienes la construyen y quieren vivir seguros a su sombra?.

En esa línea se podría hablar de un río desbordado que inunda todo el pueblo, de una tormenta o tsunami del mar que destruye las ciudades de la costa, o de un terremoto como el de Haiti que destruye numerosas poblaciones, produciendo millares de muertos. En esa línea se debe seguir hablando del efecto invernadero, de la polución del agua y del aire, de la destrucción muy posible de la vida del mundo, por efectos de ruptura o muerte cósmica

‒ Los galileos matados por Pilato fueron víctimas de la conflictividad política en un mundo donde resultaba difícil (por no decir imposible) el control de la violencia. Dentro de una creación positiva donde, en principio, Dios quiere hace que alumbre el sol y llueva para justos y pecadores (Mt 5, 45), nos hallamos amenazados no son por las catástrofes “naturales”, sino por la violencia social, que para algunos proviene de los “galileos” levantiscos y para otra de la opresión imperial de toma.

Estos galileos a quienes Pilatos mató por entonces no murieron en cualquier lugar, sino en el templo de Jerusalén, que sigue siendo quizá el lugar más “caliente” de la conflictividad humana, lugar donde podría nacer una nueva guerra mundial de dimensiones cósmica. Estos galileos podían buscar un Reino Judío tipo ISIS, era quizá unos “terroristas” de grandes torres (¡la imagen de las Torres Gemelas de Nueva York planea en el fondo). Pero Pilatos no era mejor y ahogó en sangre su “revuelta”.

Primera lectura del texto: Bienes y males para todos. A Dios no le importamos

En un primer momento, la función del texto es clara: si los bienes de Dios (agua y sol) son para todos (Mt 5, 45), lo mismo han de ser ahora los males, pues mueren de igual forma justos y pecadores: Los caidos bajo la torre no eran peores que los otros, ni los asesinados por Pilato. Así parece que estamos por igual ante un mismo riesgo de muerte, justos y pecadores, buenos y malos.

La bondad moral no sirve para liberarnos de los males de la tierra; la oración no impide la caída de la torre ni la matanza de los galileos. Estamos ante un Dios que resulta misterioso y que parece mantenerse y planear con soberana indiferencia ante los muertos de la torre y los asesinados de Pilato, muy por encima de aquella división moralizante que divide dentro de la historia a buenos y perversos.

Esta muerte que amenaza por igual a justos e injustos no es la muerte de Adán pecador de la que hablaba Pablo en Rom 5, ni es la ruina “justa” de aquellos perversos que se ahogaron en el tiempo del diluvio (Gen 6-8), ni el desastre de Sodoma y Gomorra, arrasadas por el fuego vengador de Dios puesto al servicio del triunfo los justos (Gen 19).

El Dios de este pasaje parece indiferente. No es que sea malo, sino que es peor, pues no le importa el mal ni el bien de los hombres, y así deja que caigan las torres y no detiene la mano asesina de los viejos o nuevos Pilatos, con sus soldados de muerte.

No hay distinción intramundana de justos y culpables: todos aparecen como iguales ante el tema de la muerte, en un mundo amenazado por violencias naturales y sociales. Éste es el argumento central de todo un libro de la Biblia: el Eclesiastés o Qohelet.

Una solución demasiado corta: Los buenos al cielo, los malos al infierno.

Lo anterior claro es claro: los que han muerto aplastados por la torre o asesinados por Pilato no son, en principio, más culpables que los otros. De esa manera, con su respuesta, Jesús refuta de un solo plumazo, toda la teología barata de la retribución inmediata de gran parte del Antiguo Testamento (¡no del libro de Job!) y de los catecismos y las predicaciones moralistas de muchos clérigos de Iglesia:

Desde una perspectiva cósmica da lo mismo hacer el bien que hacer el mal. En un primer momento, el Dios de este mundo no premia a los buenos, ni castiga a los malos, sino que parece situarse y callar, indiferente, ante unos y otros.

Ciertamente, Jesús podría haber respondido, con esa teología barata: Aquí, en este mundo, Dios calla y deja que las cosas pasen como pasan y mueren los que mueren, como si no le interesaran.
Pero hay un premio y castigo más allá de la muerte, cuando los buenos irán al cielo y los malos al infierno. Sin duda, esta respuesta tiene pare de verdad, de manera que hasta el mismo Manuel Kant, el mayor de los filósofos racionalistas modernos, tuvo que acudir a ellas, postulando la existen de Dios que distinguirá al final a los que han muerto bajo la torre o por la espada de Pilato, separado a los buenos (para el cielo) y a los malos (para el infierno).

Digo que esa respuesta de juicio y separación final puede tener parte de verdad, pero de un modo inquietante (y luminoso) Jesús no acude a ella. Jesús no dice que habrá un juicio final, y que entonces se sabrán (y se distinguirán) las cosas y personas. Lo que dice es algo distinto y más profunda: Si no os convertís, todos pereceréis de igual manera.

Jesús no niega el juicio final de Dios, pero aquí habla de otro juicio que nosotros provocamos en el mundo

Como he dicho, Jesús, buen judío creyente, no niega el “juicio” o gran discernimiento del fin de los tiempos (en la línea de lo que Mt 25, 31-46 ha dicho, al utilizar la imagen de las ovejas y las cabras), pero aquí no le importa ese juicio del fin, cuando el mundo acabe, sino el juicio de la misma historia.

Jesús habla de un riesgo ante el que estamos todos, riesgo de torres que caen (terremotos, fenómenos del cosmos) y de tiranos de un tipo o de otro que matan: los gobernadores del imperio hablarán de los terroristas “galileos”, siempre prontos al motín…; por el contrario, los “buenos” galileos hablarán del riesgo de Pilato, representante de un Estado/imperio terrorista, que mantenía el orden (su orden) por la pura espada.

La ruina con que Jesús amenaza a los oyentes va en la línea de una torre derrumbada (caerán los edificios, se polucionará la tierra, la misma naturaleza dejará de ser casa habitable)… o de un homicidio político mundial (los galileos rebeldes y/o Pilato matarán a todos, de forma que la humanidad se destruirá a sí misma). En ese contexto añade Jesús:

‒ Si no os convertís, es decir, ei mê metanoêite, si no cambiáis de mente (de pensamiento y acción), si no creáis una humanidad distinta, en equilibrio con el mundo, en justicia social… todos moriréis.

Este pasaje no habla pues de una conversión puramente penitencial: darse golpes de pecho y lamentarse, vestir saco y cilicio y humillarse, ayunando y haciendo sacrificios (renunciando al gozo del amor o al sexo), a las comidas y placeres… La conversión que aquí pide Jesús es mucho más: Es cambiar de forma de ser y pensamiento, meta-noia (como dije en la postal del miércoles de ceniza).

‒ Pereceréis (con apoleisthe) igualmente todos (pantes), y os destruirás a vosotros mismos, quedando en manos de una gran catástrofe cósmica (de tipo ecológico o, quizá mejor, antiecológico) y social. Jesús nos sitúa de esa forma ante el riesgo de nuestra propia destrucción, en un mundo frágil que nosotros mismos podemos destruir, a través de nuestra violencia cósmica o social.

‒ Si no cambiáis de mente (de forma de pensar y de vivir…).

Ésta es una respuesta típica de Jesús. Le han hablado de una torre caída que ha matado a dieciocho, él mismo alude después libremente a las muerte de “Pilato”, es decir, del orden imperial que destruye y mata a los distintos, a los que la propaganda del Estado llama terroristas galileos, que quizá no son más que piadosos peregrinos (aunque quizá tampoco esos galileos eran santos, de forma que algunos podrían compararlos con los de la ISIS actual…).

Jesús no entra en este caso en distinciones de tipo cósmico o político, sino que nos sitúa ante el fondo del problema de la destrucción que nos amenaza a todos (¡que todos estamos provocando!), si no cambiamos.
De forma de ser, pensar y actuar. De esa manera proclama su gran palabra “convertíos” (cf. Mc 1, 14-15): Cambiad de mente y de conducta, para que podáis seguir viviendo en este mundo, para que podáis superar la violencia de los galileos o Pilato. Así podemos decir, resumiendo, que el mensaje de Jesús se centra en dos afirmaciones radicales:

‒ Por un lado, Jesús niega la culpabilidad especial de los que mueren bajo la torre o bajo la espada de Pilato, conforme a lo que estamos indicando. Aquellos que han muerto no son peores que los otros. Todos corremos pues el mismo riesgo, todos somos responsables de un mundo hecho de torres que caen y de políticos que matan por terrorismo galileo o terrorismo romano (por citar el texto)

‒ Pero, en un plano más algo, Jesús pide que nos convirtamos, es decir, que “subamos de nivel”, que aprendamos a pensar y sentir de otra manera, descubriendo mejor (y respetando) el sentido del mundo (para que no caigan las torres), superando el pensamiento (la acción y reacción) de la violencia, para que no existan “pilatos” que maten a los peregrinos galileos. Sólo este tipo de con-versión (cambio de dirección) que es una “meta-noia” (pensamiento distinto, más alto) logrará hacer que este mundo resulte habitable.

El tema está pues en “con-vertirnos”, en cambiar de mente, es decir, de pensamiento y de opciones radicales en la vida. Al llegar aquí descubrimos la inquietante actualidad de este pasaje de Jesús, que acepta el riesgo de la vida (ligada a las torres, los pilatos…), para decirnos que cambiemos, que podemos y debemos cambiar, pues de lo contrario nos destruiremos todos (no al final de todo, en el juicio universal), sino aquí, en este mismo mundo, en esta historia:

‒ Se trata pues de “invertir” el tipo de pensamiento… y acción de este mundo…. Un mundo que construye torres como las de Siloé (torres de defensa militar o de dominio técnico desmesurado…), sin contar con la resistencia de la tierra, del agua y del calor… se acaba destruyendo a sí mismo. No morirán sólo 18 por caía de torre, inundación o polución… Si sigue esta carrera de construcción de muerte moriremos todos. Si sigue esta cultura de dominio del mundo, sin cuidado, sin respeto al medio, caerán un día las torres que estamos construyendo, y moriremos todos.

‒ Se trata de invertir la forma de vida social… y política… Ciertamente, hay “galileos” (del ISIS o del hampa de la droga, de organizaciones mafiosas y grupos terroristas) que matan… Pero la respuesta del Imperio (Pilato) va en la misma línea… si no cambiamos todos construyendo una humanidad hecha de misericordia y justicia, de concordia y respeto moriremos todos.

Conclusión: Desactivar las dos bombas, que son en el fondo una misma

Jesús pide “conversión” (meta-noia) a todos sus oyentes, haciéndoles responsables de aquello que pueda pasar.

Esta conversión no es un simple cambio en la línea de lo algo mejor, algo menos malo, en la misma perspectiva, sino que es un cambio radical de perspectiva, superando un tipo de escisión actual entre lo lo bueno y lo malo para así pasar a una lógica más alta de comunión con el mundo y de gratuidad social. gratuidad). Por medio de ella emerge en nuestra vida el logos o palabra del no-juicio que nos libra de la muerte verdadera; de ella trata Jesús cuando dice que si no nos convertimos moriremos; si impedimos que la gratuidad nos trasfigure, terminamos pereciendo todos sobre un campo de juicio.

‒ Hay que desactivar la bomba-fortaleza, representada por la gran Torre de Siloé, en el ángulo sud-oriental de la muralla de Jerusalén. Una torre que se había hecho para defender la ciudad de los ataques enemigos, una gran ingeniaría de guerra (una especie de escudo-antímisiles del tiempo), en la línea de la gran torre de Babel que construyeron antaño los acadios, y que ahora estamos construyendo nosotros

. Pues bien, esa torre se cae, acabará cayendo y matando no a 18 simples diablos que buscaban un día a su vera la sombre. Caerán las torres que hacemos, bombas atómicas, complejos militares inmensos… y podremos morir todos, por la polución de la tierra y por el veneno de las mismas armas.

‒ Hay que desactivar la bomba-pilato, que es la bomba del ejército imperial que, por un lado, suscita terroristas (como aquellos galileos) y que por otro lado los mata. Superar la espiral de la guerra y contra-guerras, aprender pensar y vivir de otra manera, sin violencia

Eso es eso es lo que Jesús quiere y dice, sigue diciendo este tercer domingo de cuaresma, con imágenes que pueden parecer antiguas, pero que son muy actuales, porque estamos construyendo torres peores que la de Siloé (que acaban cayendo indefectiblemente), porque estamos suscitando imperios peores que el de Pilato y Roma, que mató entonces no sólo a los pobres galileos del templo, sino al mismo Jesús, que está subiendo de nuevo al templo de Jerusalén, para decir allí su palabra, como escucharemos el día de Ramos.

(Buen domingo a todos, y no olvidéis que el tema tiene cola, y que seguiremos viéndolo mañana, con la imagen de la higuera).

!Córtala…! ¡Déjame cuidarla un año más!

imagesComenté ayer la primera parte del evangelio del domingo (3 cuaresma, ciclo C), tomada de Lc 13, 1-5, donde se cuenta la historia de la torre de Siloé que mató a 18 judíos y la represión de Pilato, que asesinó a un grupo indeterminado de galileos, en el mismo templo de Jerusalén.

Las dos partes de esa historia terminaban con la dura advertencia: Si no os convertís, todos igualmente pereceréis. Por ella mostraba Jesús el riesgo de muerte en que nos encontramos, desde un punto de vista más ecológico (torres que caen) o más social (levantamiento y asesinatos políticos).

Pues bien, en ese contexto ha querido añadir el Evangelio de Lucas el signo de la higuera estéril que el Señor quiere cortar, pues no da fruto (Lc 13, 6-0). Es un primer momento esa higuera parece referirse a Israel; pero en un sentido más extenso, tal como la interpreta Lucas, ella se refiere al conjunto de la humanidad.

Da la impresión de que el Señor (Dios) está cansado de un mundo que se seca y no da fruto. Por eso manda al criado/viñador y le dice ¡Córtala! Ésta es la palabra lógica: Dios tenía que haber destruido este mundo

300px-Teachings_of_Jesus_36_of_40._parable_of_the_fig_tree._Jan_Luyken_etching._Bowyer_BiblePero alguien, a quien Lucas llama Viñador, tiene compasión de la higuera y le dice al Señor ¡dale de nuevo una oportunidad, doy a cuidarla!

De esa oportunidad y ese cuidado del viñador vivimos (¡el Dios de la justicia nos habría destruído ya!), por ella nos mantenemos. Así le seguiré indicando.

No olvide el lector que se trata de una parábola, pero eso no significa que su argumento no sea serio, sino todo lo contrario. Buen día a todos.

Lectura: La higuera sin fruto

«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.
— Dijo entonces al viñador: “Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?
— Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas» (Lc 13, 6-9).

EL DILEMA DE LA PARÁBOLA:

O cortar la higuera estéril y plantar en su lugar otra que produzca frutos… o cuidarla con mimo, esperando un año más (¡han pasado tres!), para ver si da fruto. Es difícil decidir.

‒ El amo (que quizá entiende menos de agricultura) es justo, y no siente compasión por un árbol que no le fruto y encima quita energía a su viña. Le ocupa la tierra, no produce fruto. No hay más remedio que cortarla.

‒ Pero el viñador (como en muchas ocasiones, en oriente, la higuera está medio de la viña), que entiende quizá más de tierras (es es quién la trabaja), tiene compasión del árbol y le pide al amo (¿Dios?) que le permita cuidarla un año más.

En el fondo de esta breve parábola está toda la historia de Israel y el mensaje (movimiento) de Jesús. Y estamos nosotros. Unos más compasivos, otros más dispuestos a echar abajo con todo lo que nos parece que sobra o hace daño. Además, tenemos visiones distintas de la higuera.

‒ Algunos están dispuestos a sacar sin más el hacha y derribar la higuera (sobre todo si es la higuera del prójimo).

‒ Otros, en cambio tienen compasión y quieren cuidar más a la higuera, darle una nueva oportunidad. Por eso es bueno pensar más sobre el tema

EL TEMA DE LA HIGUERA, UNA LARGA TRADICIÓN

b33c02La historia de la higuera y del árbol que debe cortarse porque no da fruto proviene de la tradición israelita. Son numerosos los pasajes de la Biblia (sobre todo en Isaías y en Ezequiel) que hablan de árboles sin fruto que deben ser talados… pero que quizá pueden revivir, por la misericordia de Dios.

a. El amo que quiere cortar la higuera (árbol sin fruto) se parece Juan Bautista

Había dicho que viene el Más Fuerte con el hacha (y con el bieldo…) para cortar de raíz y quemar los árboles secos (Mt 3 y Lc 3). Se refería al Árbol seco de un Israel sin fruto, a los árboles sin fruto de sacerdotes y funcionarios sagrados… ¡Todo árbol que no dé fruto será talado…!

b. Según Marcos, el mismo Jesús “maldijo” un día a la higuera…

Se refería a la higuera del Templo de Jerusalén, con funcionarios “bandidos”… Se acercó a Jerusalén, observó lo que pasaba y dijo, de un modo solemne: ¡Que nadie más coma nunca del fruto da esta higuera! (Mc 11, 12-14).

Lo mejor que le podía pasarle a la higuera sagrada (templo y sacerdotes) es que fuera cortada… Y así lo supieron sus discípulos, descubriendo el día siguiente que la higuera estaba seca. Toda compasión en un asunto como éste (¡y es!) una mentira, pues esa higuera-templo mataba (o dejaba sin salvación) a muchos inocentes. Para que los inocentes vivan tiene que caer ese sistema de higuera-templo, ya, inmediatamente, sin esperar tres años, ni siquiera un día….

Ciertamente, según Marcos, la higuera se secó… Pero antes ella condenó a muerte a Jesús…

c. El evangelio de Mateo sigue en la línea de Marcos (Mt 21, 18-22)

Hay que cortar esta mala higuera de templo y sacerdotes…

Tiene que caer este templo de Jerusalén, para que puedan venir todos, salvarse los pobres…

La mejor compasión es la del hacha, el cambio de sistema.

e. Pero Lucas pensó que aún había tiempo de misericordia…

Lucas viene de fuera (no es judío, como Marcos y Mateo…) e interpreta en otro contexto el tema de la higuera, en línea de misericordia… Y por eso, a pesar de que la higuera lleva tres años sin dar frutos (¡tres es todo el tiempo de la historia!) el viñador de Dios piensa que se puede esperar todavía.

El Amo/Señor es partidario del hacha: cortar y sembrar allí otro árbol… Pero el Viñador, siervo de Dios (¡Jesús!), quiere dar tiempo y cuidado amoroso a la higuera, para que pueda cambiar..

VISIÓN DE LUCAS, VOLVER AL CONTEXTO

Lucas ha situado esta parábola de la higuera, es decir, del árbol de Israel, en el contexto de las catástrofes políticas y cósmicas, por eso, cita ese “caso” al lado de otros dos, señalados ayer (los muertos de la torre de Siloé, los asesinados de Pilato).

a) Lucas nos sitúa en un contexto de terror político.

«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo».

Estamos bajo un tiempo de terror, representado por Pilato, delegado del Gran Imperio, que puede ahogar en sangre cualquier intento de libertad. Ciertamente, el Imperio llamará terroristas a los galileos, diciendo que llevaban intensiones asesinas… Pero el texto no dice que ellos mataran, sino que el asesino es el Imperio…

Pues bien, en este contexto, el Jesús de Lucas no ofrece ningún juicio, sino que se limita a decirnos que nos convirtamos, pues de lo contrario todos moriremos

b) Lucas nos sitúa en un contexto de terror cósmico

Así nos habla de la Torre de Siloé, en el ángulo sud-oriental de la muralla de Jerusalén, que pueden caer por descuido de los constructores, por fatalidad geológica y terremoto (o también por atentado, como en las torres gemelas de Nueva York).

«Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».

El texto no dice por qué caen las torres, sino sólo que caen, añadiendo que los que mueren bajo ellas no son más pecadores que los otros. ¿Qué se puede hacer en esta situación? Quizá ener paciencia… y en un segundo momento edificar mejor la torre o dejar de edificarla (pues este tipo de torres miliares acaban cayendo siempre sobre sus mismos constructores.

c) Esta higuera no es ya Israel, sino la humanidad entera

Al llegar aquí descubrimos algo sorprendente, que Marcos y Mateo no habían puesto de relieve. Esta higuera no es ya el pueblo de Israel, sino la humanidad entera, que lleva tiempo sin dar fruto, que lógicamente debía haber sido talada.

Vivimos así de regalo, en un mundo que, lógicamente, tendría que haber sido ya destruido. La lógica del Amo (¡un tipo de Dios israelita, de tipo apocalíptico!) es clara: ¡Córtala, destruye esta higuera, quizá podamos comenzar con una nueva creación!

Pero hay alguien que le pide a Dios paciencia, que espere un año más. El texto le llama el viñador, alguien que cuida con mimo la viña, en cuyo centro está la higuera. Nos gustaría pensar qu ese viñador compasivo es Jesús, pero el texto no lo dice.

CONCLUSIONES

Ahora podemos volver a la higuera, que era en principio Templo de Jerusalén con sus sacerdotes, pero que después es todo Israel y ahora (en el texto de Lucas) la humanidad entera

1. ¿Dónde está la verdadera justicia?

Parece que la justicia consistir en cortar la higuera, para plantar otro distinto, destruir a Israel, destruir a la humanidad entera.

En un sentido, el evangelio supone que Jesús vino a “cortar” un tipo de higuera de templo de Jerusalén (Pablo diría un olivo…); pensó que lo mejor que podía hacerse con ella era segarla de raíz (como parecía indicar Isaías en Is 6)… Pero el Jesús Lucas pensó que era mejor darle tiempo, una prórroga. De prórroga vivimos. Lógicamente deberíamos haber sido destruídos.

2. ¿Qué higuera se debe cortar?

Algunos (siguiendo la imagen de Jesús y que él dijo del Templo) están diciendo que lo mejor sería segar-cortar la higuera del Vaticano, porque dicen que lleva siglos sin dar frutos…

Otros (quizá del mismo Vaticano) han llevado mucho tiempo diciendo que había que cortar la higuera de la Teología de la Liberación o de otro tipo de movimientos cristianos…

¿Habría que sentarse y hablar, que haya una reunión o concilio de leñadores, que cada uno abandone su hacha? ¿Sería mejor ampliar ese año de prórroga a todos los tiempos… pero insistiendo en la necesidad de conversión que vimos ayer?

3. Aplicación social y personal: Yo la cuidaré

Unos quieren cortar la higuera del Capitalismo mundial… pero los representantes del Capitalismo parecen estar dispuestos a seguir con su higuera, caiga quien caiga, sin preocuparse de los pobres debajo de la higuera.

¿Tiene posible futuro la higuera del capitalismo? ¿Cómo se la puede cortar, sin que vuelva con más fuerza….?

En este contexto se entiende la conclusión del viñador: Yo la cavaré, yo le echaré abono y la cuidaré…

Con estas palabras acaba la historia de la higuera: Ante el Señor de la justicia que quiere cortar la higuera se alza la voz suplicante del viñador, que ama a la higuera, que ruega por ella:

El viñador suplica al Amo:¡Déjala, déjame! Esta es una oración de petición que influye en la visión y decisión del amor.
— El viñador se compromete: Yo la cuidaré, la cavaré, la abonaré… Este compromiso marca y define el final de la historia, que sigue de esa forma abierta

¿Hay alguien que la cuide, que cuide la obra de Dios? ¿alguien que cave, que mime la higuera que le eche abono?

Esta es la conclusión de la historia. Aquí debemos situarnos.

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