Daesh decapita a un adolescente de 15 años por escuchar pop, la música que ‘promueve la homosexualidad’
¿Qué podemos decir ya sobre esta barbarie?
Creíamos que el terror y la vileza personificado en los extremistas islámicos del Daesh había tocado techo con la práctica de arrojar a personas acusadas de ser homosexuales desde las terrazas de edificios para luego ser rematadas en la calle por lapidación ante una turba enfurecida pero nos sorprenden porque aún se puede llegar más lejos. Esta vez se ha cobrado una nueva víctima de 15 años. Se llamaba Ayham Hussein, se encontraba escuchando música en su compact disc en una tienda propiedad de su padre en un mercado al aire libre en el oeste de Mosul, en Irak. Y tuvo la mala suerte de que una patrulla del Daesh le vio. Escuchar pop o cualquier música que no sea aprobada por los tribunales religiosos se considera un acto de “libertinaje y depravación porque promueve la homosexualidad”. Todavía no nos habíamos recuperado de que Daesh ejecutara a otro niño de 15 años acusado de tener ‘sexo gay’ con uno de sus líderes al que le perdonaron la vida.
Ayham fue juzgado por un tribunal de la sharia local, donde fue declarado culpable por el ‘delito’ de escuchar la música pop occidental, previamente había sido apaleado por sus propios captores.
Según una fuente de un medio de información kurdo, el adolescente fue ejecutado por decapitación en una plaza de la ciudad en el centro de la ciudad.
Se cree que la ejecución enfureció a muchos habitantes de Mosul que fueron a acompañar a la familia de la víctima en su vigilia y mostrarle sus condolencias pero, a pesar de este tímido acto de repulsa ante este salvaje crimen, es poco probable que se produjera un acto público de protesta dado el poder que Daesh tiene sobre grandes extensiones de Irak y Siria. Por ahora no se vaticina que vaya a terminar o cambiar su régimen de terror y el número de víctimas sigue creciendo, siempre personas inocentes.
Un infierno para la comunidad LGTB
Siria e Irak, hace años estados de tradición laica (vinculada al baazismo) en los que las personas LGTB podían encontrar pequeños espacios de libertad, han acabado por convertirse para ellas en un infierno. En Irak, la homosexualidad fue legal hasta 2001, cuando Sadam Hussein, para contentar a los sectores religiosos, decidió castigarla con cárcel y, en caso de reincidencia, con pena de muerte. Tras la invasión, la situación se sumió en un estado de confusión. La entonces autoridad administrativa estadounidense ordenó en 2003 retrotraer los códigos penal y civil a la situación vigente en los 70, pero la diversidad de autoridades existentes según la zona del país, así como el papel preponderante que los líderes religiosos alcanzaron, facilitó que la persecución de las personas LGTB fuera en aumento. En los años sucesivos la situación no hizo más que empeorar, y las denuncias sobre el secuestro, la tortura y el asesinato de homosexuales, involucrando además a las fuerzas de seguridad, no hacían sino aumentar en todas las zonas del país.
En el área suní de Irak, la situación de descontento con el régimen surgido de la invasión, unida a la difusión de las ideas religiosas más radicales, terminó por cristalizar en el surgimiento del Estado Islámico, que también controla ya una parte importante de Siria. En este último país, la revuelta contra el régimen de Bashar al-Asad, alentada en sus inicios desde los países occidentales (y de la que ya en 2013 conocíamos sus consecuencias para los homosexuales sirios) ha confluido en el mismo fenómeno. En este caso, además, el propio régimen de Asad utilizó la persecución de los homosexuales como un instrumento de propaganda contra los rebeldes.
El Estado Islámico o Daesh, finalmente, ha hecho de la persecución de las personas LGTB, y muy singularmente de los varones que mantienen relaciones con otros hombres o que son percibidos como homosexuales, uno de sus principales elementos de propaganda. Cada cierto tiempo son difundidas imágenes de ejecuciones. A finales de julio, por ejemplo, era difundido un vídeo en el que se podía ver como dos jóvenes, supuestamente acusados de mantener relaciones homosexuales, eran arrojados desde lo alto de un edificio en Palmira (Siria) y posteriormente lapidados. A finales de junio, otros cuatro hombres eran arrojados también desde lo alto de un edificio en Deir ez-Zor, también en Siria, muertes que activistas islamistas aprovecharon para “celebrar” a su modo en redes sociales la sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos a favor del matrimonio igualitario.
Antes ya habíamos recogido la ejecución de dos hombres a los que además se les dijo, pocos segundos antes de ser lapidados hasta la muerte, que habían sido “perdonados”. Tras ser conducidos a una explanada con los ojos vendados y abrazarse a uno de sus verdugos, fueron lapidados hasta la muerte por una horda enfervorecida que continuó lanzándoles piedras incluso cuando era ya evidente que habían fallecido. Ocurrió en un lugar indeterminado de Siria. O el degollamiento de cuatro jóvenes en Mosul, ciudad iraquí en manos de los islamistas en la que semanas antes otros dos hombres eran arrojados desde lo alto de un edificio. O la muerte de otro joven arrojado al vacío en Raqqa (Siria); la muerte por lapidación de dos hombres, también en la provincia siria de Deir ez-Zor; el asesinato de otro hombre en un lugar indeterminado, arrojado también desde lo alto de un edificio, o el asesinato de otro hombre de unos cincuenta años arrojado al vacío en Tal Abyad (Siria), luego lapidado al sobrevivir a la caída.
Son solo algunas de las muertes que han trascendido. Por razones obvias, resulta imposible disponer de información contrastada sobre estos asesinatos y torturas. Como otras veces hemos destacado, resulta imposible disponer de información contrastada sobre estos asesinatos. En realidad es difícil saber si se trata de personas LGTB o simplemente de opositores al Estado Islámico a los que se acusa de serlo como pretexto para asesinarlos y utilizar sus muertes como propaganda. Organizaciones en favor de los derechos LGTB hacían en enero un llamamiento a la prudencia, con objeto de no exacerbar el miedo de las personas LGTB que viven en la zona y causar daños mayores. Sin embargo, cada vez resulta más difícil pensar que no asistimos simplemente a un proceso de exterminio, máxime cuando hay testimonios que aseguran que los islamistas se hacen pasar por homosexuales como “gancho” para así atrapar a sus víctimas.
Fuente Ragap/Cristianos Gays
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