Enamorarme de ti
Detalle de “La Última Cena” de la artista Becki Jayne Harrelson
Es casi anacrónico este silencio clavado en la alborada.
No está acorde con los tiempos tanta calma y tanto sosiego.
Mi alma amanece sorprendida, y te digo:
Quiero poner mi corazón a tu servicio.
Quiero enamorarme de ti”
Quiero poner mi corazón a tu servicio, Señor. Quiero enamorarme de ti.
Quiero enamorarme de ti, Señor. Derramar en ti todo este amor que aún no he dado, toda tu belleza que guardo en mí, avergonzada; tanta poesía y palabras ciegas que no saco, porque son breves, porque no llegan, porque me apuro toda.
Quiero decirte, ahora que vuelan las campanas entre esa bandada de golondrinas y no voy a oírme, que mi corazón vuela con ellas al ritmo seguro de tu voz segura.
Pero quiero decirte que la duda me sale por cualquier esquina, y a veces desayuno con ella, y que la enormidad de lo que sospecho eres atolondra mi consciencia.
¿Quién eres, Señor? ¿Qué eres? ¿Quién eres para ser capaz de hacerme vivir buscando?
A veces me desespero porque no encuentro las palabra, tan intensas, que narren mi desazón. El sentimiento, la emoción, supera cualquier significado, vas más allá de todo vocablo y hasta el silencio calla mientras espera sin hacer ruido. Es el límite que tú no tienes. Es el límite que yo poseo.
Quiero enamorarme de ti, Señor, y atravesar a tu lado, como la bruma, todo el tiempo del que dispongo, las noches y los días, las estaciones vivas y los sueños perdurables.
Quiero enamorarme de ti, Señor, comenzar el día contigo, manando con las demás criaturas a la nueva mañana. Y recorrer el reloj, jalonados mis pensamientos con tu recuerdo, hasta el ocaso en el que me sumerja con el sol en la espera y el desafío.
Quiero enamorarme de ti. Esto de vivir lleva mucho tiempo y a mí me da miedo equivocarme en el primer cruce, tomar el camino errado y no saber volver. Creo que contigo será más fácil reconocer la senda buena, si tú me agarras fuerte de la mano.
Esta noche me colocaré ante el cielo, desnuda de mí, y me quedaré muy quieta, con los ojos muy cerrados, con el corazón bien abierto. Quizás logre ver una estrella fugaz y pueda así pronunciar lentamente, casi balbuciendo, un deseo:
“Señor, quiero enamorarme de ti, quiero poner mi corazón a tu servicio”
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