Dom 22.12.13. Adviento: Eva-Negra, una Mujer Embarazada
Domingo 4º de Adviento. Ciclo A. Se han llenado de nuevo las calles con árboles y luces de colores, de las nieves del norte llega el Papa Noel, y de todas partes emergen como esencia de la navidad perfumes caros, sueños de dinero fácil (lotería) del país, otros bienes inciertos de la gran Fiesta del Consumo.
Pues bien, para la liturgia de este día el Árbol de Navidad es una Mujer Embarazada, Mamá-Noel, Eva-Negra, una mujer que aparece sin nombre en el texto de Isaías, sin marido ni amante conocido, pero que se eleva firme y cuida a su niño en camino (en el camino de su vientre y de su mismo corazón), en medio de la guerra que amenaza con destruir en su entorno todo lo que existe(éste es tema clave de la lectura básica del Adviento, que se proclama en la liturgia de este domingo: Is 7, 1-14).
Contexto y tema
En el centro del gran huracán de la lucha entre los pueblos, del hambre y la venganza, ella mantiene su fidelidad al hijo que nace, que es hijo de Dios, siendo hijo de todos en conjunto y de cada uno en particular, y le pone como nombre Emmanuel, Dios con nosotros. Éste es uno de los signos más fuertes de la historia humana, el signo supremo de la Navidad.
Ella es el signo de todas las madres que acogen al niño de su entraña, a pesar de que no tengan marido (como José), a pesar de que los reyes de la tierra no se ocupen de ellas, ni de sus hijos, sino de ganar sus guerras. Entre los 35.000 niños que mueren cada día de hambre y desamparo social, sin nadie que les acoja de verdad, hoy preparamos la fiesta de la Madre-Fiel, la Eva-Negra que lleva en su vientre al Niño de la Esperanza.
Esa madre con niño en camino es la mayor protesta y testimonio de la historia humana. No todo es malo en la tierra. Hubo una madre embarazada que decidió acoger al niño y llamarse Emmanuel. Ayudar a esa madre y a todas las madres con niño, y a todos los niños que no tienen ni siquiera madre capaz de acogerles: eso es Navidad
Así lo he podido anunciar esta mañana (el 18.12.13, a las 7, 45 hora española) en la Radio Nacional de Colombia, donde me preguntaban por el signo de la Eva-Negra… entendida como “madre de la humanidad”. (Según la genética, la Eva mitocondrial, el ancestro común más reciente femenino que poseía las mitocondrias de las cuales descienden toda la población humana actual, habría sido una mujer que vivió en una zona del África centro-oriental hace unos 150.000 años).
De esa madre (Eva-Negra) vendríamos todos, por ella y en ella seríamos todos hermanos. Un signo como ese, interpretado en forma profética, está en el texto base de la liturgia de este domingo último de Adviento. Así lo retoma e interpreta el evangelio (Mt 1, 18-24) del que hablaré mañana. Es el texto clave de la profecía del Emmanuel, la primera lectura de este domingo.
Texto
En el tiempo de Ajaz, rey de Judá, subió Rasón, rey de Siria, con Pécaj, rey de Israel, a Jerusalén para atacarla, más no pudieron hacerlo. 2 La casa de David había recibido este aviso: «Aram se ha unido con Efraím», y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo, como se estremecen los árboles del bosque por el viento. 3 Entonces Yahveh dijo a Isaías: «Ea, sal con tu hijo Sear Yasub al final del caño de la alberca superior, por la calzada del campo del Batanero, al encuentro de Ajaz, 4 y dile: «¡Alerta, pero ten calma! No temas, ni desmaye tu corazón por ese par de cabos de tizones humeantes…
En aquellos días, el Señor habló a Acaz: “Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.” Respondió Acaz: “No la pido, no quiero tentar al Señor.” Entonces dijo Dios: “Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa Dios-con-nosotros” Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno (Is 7, 1-14)
Introducción
Situemos el texto. Estamos hacia el 733 a. de C. Los reyes de la costa siro-palestina (de Samaria y de Damasco) quieren oponerse al rey de Asiria, que intenta invadir el territorio, desde el sur de la actual Turquía hasta Egipto. Buscan el apoyo del rey de Jerusalén, pero Jerusalén se opone (porque ha pactado en secreto del Egipto). Por eso declaran guerra a su rey y suben dispuestos al combate. Tiemblan los habitantes de la ciudad sagrada de Sión, el rey prepara la defensa. Recordemos que el rey es eficiente y, conforme a los principios de este mundo, debe defenderse. Pero ante el rey se alza el profeta. Ya están frente a frente.
‒ El rey confía en las armas y en los pactos militares: inspecciona las defensas de la ciudad y espera la ayuda de los egipcios.
‒ El profeta confía solamente en el Dios de la vida … y en una mujer embarazada; por eso ofrece un signo de carácter humano, no militar. El rey no quiere signos de profetas que rechazan el uso de las armas y que dejan a los hombres indefensos ante la llamada vacía de la gracia. El profeta insiste: “la virgen (la doncella, la mujer) está encinta y dará a luz un niño…”.
En un sentido muy profundo, esa palabra sobre la muchacha que da a luz y cuida al hijo en medio de la guerra es, para los cristianos, la comulminación del Testamento israelita, la más honda palabra del Adviento. Por eso queremos comentarla brevemente, resaltando nueve de sus rasgos. Según las circunstan¬cias podrá (y deberá) acentuarse más alguno de ellos.
1) Éste es ante todo un signo de paz.
Acab deseaba una señal de guerra: cien mil pares de jinetes bien armados, capaces de triunfar en la batalla. En contra de eso, el profeta le presenta una señal de paz: una muchacha encinta, un niño que va a nacer, precisamente ahora, en medio de la guerra, cuando mueren por doquier los hombres, cuando el hambre se extiende, cuando tiemblan de miedo los corazones de todos los hombres.
Éste es camino de Dios: los grandes varones armados se levantan para la guerra y se combaten mutuamente (se dominan, se destruyen) por cuestiones de poder y de dinero; pero ellos no son signo de Dios; sus armas son muerte, su lucha no es Navidad. En contra de eso, la mujer embarazada, el niño frágil pueden presentarse y se presentan como señal de verdadera humanidad, signo de Dios sobre la tierra: ellos representan la paz de Dios sobre la batalla de la historia. Frente a la ciudad de guerra del rey emerge aquí la casa de paz para los hombres.
2) El Dios del profeta, un anuncio de vida en contra de la guerra y opresión del sistema.
La guerra de Acaz y de los reyes siro-palestinos se halla al servicio de la muerte: es signo de violencia que se perpetúa sin fin sobre la tierra, en espiral de destrucciones. Todo lo que destruye es anti-Navidad. Toda opresión es contraria al Dios de la vida.
Pues bien, en contra de eso, Dios viene a presentarse como un Dios de vida. Por eso, su señal es la mujer que se halla embarazada: mientras haya muchachas que engendren en amor (aunque hayan sido quizá violadas por soldados o amantes sin conciencia), mientras haya mujeres que acojan y cuidan con amor al hijo de su entraña podrá hablarse de Dios sobre la tierra; mientras nazcan y se eduquen los niños sobre el mundo existe adviento, hay esperanza de reino para el hombre.
3) Eva universal, el signo es la mujer
El texto hebreo dice una doncella (almah) ha concebido, sin especificar de quien se trata: se trata, simplemente, de una mujer joven, capaz ya de engendrar y de ponerse al servicio de la vida. La traducción litúrgica lo mismo que Mt 1, 23 han interpretado esa doncella como virgen (parthenos), resaltando de esa forma la presencia de Dios y su misterio en el camino de la vida, a través de una mujer. Pero estrictamente hablando, ni virgen ni parthenos significan que esta mujer es “sexualmente virgen”, sino humanamente fecunda Sea como fuere, la señal de Dios recibe forma y gestos de mujer.
Frente al poder de los varones que dominan la tierra y se destruyen en violencia, Dios ha decidido salvar la humanidad por el amor de la mujer. No se trata de afirmar que las mujeres sean superiores o mejores. El texto no se puede interpretar en perspectiva moralista. Pero el profeta sabe que ellas se encuentran más oprimidas en esta sociedad que está centrada en la violencia político-militar de los varones. Pues bien, desde el fondo de su opresión, las mujeres siguen encontrándose al servicio de la vida; por eso pueden presentarse y se presentan como una señal de Dios, son signo de esperanza, son Adviento para los humanos.
4) El texto no dice quién es el padre…
Los exegetas han hecho mil especulaciones. Puede ser el mismo rey, que va a tener un hijo, puede ser el profeta… que también tendrá un hijo. Pero no se sabe, no se dije. Eso deja abiertas todas las posibilidades. El padre biológico de este niño puede ser un soldado, que se ha ido a la guerra o no volverá…. O puede ser un soldado que ha venido a la guerra y ha violado a la doncella… O puede ser un hombre cualquiera, un violador perverso o un amante marido…., que después, a la hora decisiva, no están. Sólo está la mujer con el niño que va a venir, mujer sin auxilio (aquí no hay un José que recibe al niño misterioso, como en Mt 1, 18-25).
En ese “hueco de padre” (ausente, muerto, evadido…) se sitúa Dios, que va a realizar funciones de Padre. En ese sentido, el padre humano no es necesario para la Navidad, pero es necesario el Padre Dios… que actúa a través de la madre embarazada. Desde ese fondo, la tradición católica ha podido decir que esta madre es virgen en sentido biológico. Pero aquí lo que importa no es el sentido biológico, sino humano, del término. Aunque falte el padre, aunque los hombres se maten en la guerra, habrá una mujer que acoge el niño, habrá Navidad.
5) Señal de Dios es igualmente el niño.
Por ahora no se sabe si será varón o mujer. Es simplemente un niño, ser pequeño que está necesitado de la ayuda y del cariño de los grandes. Recordemos la escena: sobre la muralla de Jerusalén están gritando las trompetas; los fuertes varones adultos se preparan para la guerra, discuten, vociferan, pensando que resuelven de esa forma los problemas de la tierra. Pues bien, el profeta se ríe (o se sonríe) diciendo: lo verdaderamente valioso es este niño, como promesa de vida que Dios pone en nuestras manos.
Siguiendo esa línea, el evangelio dirá que el “reino” de Dios se hace presente en los pequeños, en los pobres y en los niños, en aquellos que no pueden defenderse con su mente o con sus manos. Ciertamente, nosotros interpretaremos este pasaje a la luz del Nacimiento de Jesús (Dios se encarna como niño). Pero nunca podremos entenderlo a no ser que lo miremos desde el fondo de todos los pequeños y los pobres que también son signo de Dios sobre la tierra. Cada niño que nace es Navidad para Dios… aunque en muchos casos ese niño no sea aceptado por los hombres.
6) Ésta es una señal de protesta social, de protesta antimilitar.
Frente a la grandeza exterior de una sociedad que intenta vencer en forma militar y dominar en actitud de poder o de prestigio (político, religioso, cultural…), el profeta ofrece el signo “pobre” de una mujer y de un niño que están abandonados, marginados, expulsados de la buena sociedad, por causa de la guerra de este mundo. Sólo de esa forma, ellos pueden ser representantes de todos los expulsados de la tierra: los que no tienen poder, los que terminan derrotados en la guerra.
La mayoría de los hombres intentamos dominar el mundo por medio de algún tipo de espada y después nos presentamos como bienhechores de los mismos que oprimimos (cf Mc 10, 35-45). Pues bien, en contra de eso el profeta ha destacado como signo de Dios a los pequeños: la mujer y el niño amenazados, en medio de la guerra. Se dice que cada día mueren 30.000 niños en el mundo… por causa de la guerra de los grande (de las naciones triunfadoras, del capitalismo social, del egoísmo consumista de los ricos…).
Mueren cada día 30.000 hijos de Dios, que no han tenido una madre con poder y dinero, con cariño y capacidad social, para acogerles. Por eso, la Navidad del Hijo de Dios, acogido en amor por María, en medio de la pobreza más extrema y de la expulsión social… es un signo de condena en contra de esta navidad consumista, que recuerda a Jesús de Belén pero mata a los hijos de Dios en este mundo.
7) Dios mismo está presente en el fondo de la escena.
Mujer encinta y niño recién nacido son signo de Dios sobre la tierra: son signo de grandeza verdadera, en medio de la guerra suscitada por las fuerza opresoras, mentirosas de este mundo; mujer encinta y niño son signo de amor en el centro de un volcán de odios; signo de esperanza allí donde en la guerra parecen ya perderse y acabar todas las esperanzas. Este Dios de Adviento es, a la vez, Dios de ternura y de poder. Quizá pudiéramos decir que Dios es la misma ternura, es el amor de corazón, en medio de una tierra que parece abandonada a la violencia; por eso viene a reflejarse en la unidad de madre y niño.
Pero, al mismo tiempo, Dios es el poder de la vida que se expresa a través del amor de esta mujer, la Eva-Negra, la Madre Israel: frente a las trompetas de la guerra que acaban destruyéndose a sí mismas en gesto de violencia, se desvela aquí la potencia creadora de un amor que triunfa como amor sobre la tierra.
Esta es la revolución de Dios: quiere transformarlo todo desde abajo (desde al amor de madre y niño), para conseguir que este mundo sea lugar de vida y esperanza para todos los marginados. Pero es un Dios del poder callado, que siendo Padre de los 30.000 niños que mueren de hambre cada día… parece mantenerse en silencio. ¿Por qué callas, oh Dios? Quizá para que actuemos nosotros. Esta es la señal Adviento, es la esperanza creadora de la Navidad.
8) El signo de Dios recibe un nombre: al niño han de llamarle “Emmanuel”, Dios con nosotros. Volvamos a la escena.
El rey de este mundo prepara la guerra y rechaza la señal de Dios, dejando así que los 30.000 niños mueran de hambre. La política y la economía de este mundo dejan morir a esos niños, en medio de una Navidad de consumo infinito de los ricos. A pesar de eso, el profeta le ofrece la señal: aunque los hombres no quieran aceptarle, Dios insiste. Aunque los reyes de este mundo quieran matar a los niños de los otros (de los emigrantes pobres, de los pueblos hundidos en la miseria)…este niño Yoshua-Emmanuel nacerá y será acogido.
El signo de Dios es este niño acogido, al que se puede y se debe llamar Emmanuel: Dios está en la vida que crece, amenazada, superando los riesgos de este mundo. En el fondo de esa vida, en la vida de cualquier abandonado o pequeño se halla Dios, el Hijo de Dios que se encarna en la debilidad y en el camino de la historia. Por eso, el adviento es tiempo de fe: se trata de abrir los ojos y descubrir el nacimiento de Dios en la pequeñez de nuestra tierra.
9) Ésta es la señal que proclaman los antiguos y nuevos profetas.
Adviento es tiempo de profetas: de hombres que saben descubrir y presentar la señal de Dios en medio de la tierra. Así actuó Isaías, así tenemos que actuar nosotros. Por eso, la celebración de este domingo final del adviento ha de expresarse en forma de compromiso activo: en medio de la nueva guerra de este mundo, en una sociedad donde parece que se ahoga para siempre la esperanza, entre unos hombres y mujeres dominados por el miedo y la violencia, tenemos que descubrir (preparar y proclamar) la señal de Dios para los hombres. Sobre los 30.000 niños que mueren cada día (al servicio de todos ellos) nace este niño Emmanuel, que tiene madre, que tiene Dios.
Los otros dos textos del día
El evangelio (Mt 1, 18-23) ha interpretado la palabra y gesto de Isaías desde el nacimiento de Jesús. Frente al rey incrédulo y violento está José, el hombre que duda y sueña, el hombre que sufre y busca, hasta que encuentra la señal de Dios para aceptarla y cumplirla generosamente, acogiendo a la madre y al niño. También nosotros, como José, debemos aceptar el signo del Emmanuel (que en esta Navidad serán María y Jesús, con todos los pequeños y oprimidos) para expresar y realizar de esa manera el signo de Dios sobre la tierra. (Mañana trataremos de ello).
La carta de Pablo (Rom 1, 1-7) sitúa este camino de adviento y navidad sobre el trasfondo de la pascua. El niño que ahora nace como Hijo de David ha de iniciar un camino que le lleva hasta la muerte; sólo así podrá resucitar glorioso, culminado su adviento y navidad, como Hijo de Dios que ha derrotado a los poderes de la muerte y nos conduce hasta el misterio del Padre en el Espíritu. Pero con esto desbordamos ya el esquema del adviento.
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