¡Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá…!
(Dorothy Webster Hawksley, (1884-1970): Visitación de María a su prima)
María de la Espera y el Profeta por nacer
“¿Por qué huyes de las playas sumergidas de Galilea,
de las arenas y del agua del espliego?
¿Por qué dejas el mundo cotidiano, Virgen de Nazaret,
los amarillos botes pesqueros, las granjas,
los patios olorosos a vino, las bajas bodegas,
las prensas de aceite, las mujeres junto al pozo?
¿Por qué huyes de estos mercados,
de los jardines suburbanos,
de las trompas, de las celosas azucenas,
y lo dejas todo, tan dulce entre los limoneros?
A ninguna ciudad has confiado
las nuevas ocultas tras tus ojos.
Has sumergido la palabra de Gabriel en pensamientos como lagos,
has torcido hacia la montaña pétrea,
hacia regiones sin árboles,
Virgen de Dios, ¿por qué tus vestidos son como velas?
El día en que Nuestra Señora, llena de Cristo,
cruzó el umbral de su pariente,
¿no se posaron sus plantas ligeras, como oro sobre las losas del pavimento?
Sus ojos, grises como palomas,
¿no se posaron como la paz de un nuevo mundo sobre aquellas casa,
sobre la Isabel del milagro?
Su saludo
canta en el valle de piedra como una campana cartuja.
Y San Juan, no nacido,
despierta en el seno materno,
salta a los ecos del descubrimiento.
Canta en tu celda, menudo anacoreta;
¿cómo la viste, en la ciega tiniebla?
¿Qué sílaba arcana
despertó tu fe joven a esa loca verdad:
que un infante no nacido podía bañarse en el Espíritu de Dios?
¡Oh gozo quemante,
qué mares de vida plantó aquella voz!
¿Con qué nuevo sentido
percibió tu sabio corazón el Sacramento de Ella
y conoció a su enclaustrado Cristo?…..”
*
Thomas Merton.
Las lágrimas de los leones ciegos. El despertar de San Juan Bautista,
versión de Luis Alonso Schokel (fragmento)
Tomado del blog Amigos de Thomas Merton
***
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
– “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.”
*
Lucas 1, 39-45
***
Comentarios recientes