El Papa sí tuvo tiempo de reunirse con la funcionaria que niega licencias matrimoniales a los gays
El papa Francisco se reunió en Washington con Kim Davis, la funcionaria estadounidense que pasó cinco días en la cárcel tras negarse a conceder licencias de matrimonio a parejas homosexuales. El encuentro, mantenido en secreto hasta este miércoles, ha sido confirmado por el Vaticano. El abogado de Davis ha revelado que la activista y su marido charlaron con el Pontífice durante unos 15 minutos y que el Papa les pidió que “rezaran por él”.
A pesar de que el Papa evitó abordar durante su estancia en Estados Unidos temas como el aborto o el matrimonio igualitario, su encuentro con Davis contrasta con el tono general de su visita. La reunión puede ser interpretada además como el respaldo de Francisco a Davis, una empleada de un condado de Kentucky que se ha situado en el centro de un intenso debate sobre la libertad religiosa en Estados Unidos.
Un comunicado de Liberty Counsel, la organización que defiende el caso de Davis, asegura que la pareja se reunió con el Pontífice en la Embajada del Vaticano en Washington el pasado jueves. El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, aseguró este miércoles que no negará que la reunión tuvo lugar pero carece de comentarios que añadir.
Si ayer lamentábamos que el Papa hubiera rechazado visitar a los jóvenes sin hogar LGBT de Nueva York en su reciente visita a Estados Unidos, hoy tenemos que lamentar un nuevo hecho que deja a Francisco muy mal.
Porque mientras no ha tenido tiempo de visitar a esos jóvenes sin casa, sí lo ha tenido para reunirse con Kim Davis, la tristemente famosa funcionaria católica que lleva todo el verano siendo noticia porque se ha negado a conceder licencias matrimoniales a parejas gays. De hecho, llegó a pasar cinco días en prisión, de la cual, por cierto, salió recibida como una auténtica heroína por grupos católicos.
Homófobo, tránsfobo y cobarde: Francisco recibe a la funcionaria encarcelada por obstaculizar bodas del mismo sexo… en secreto”
La noticia ha causado gran conmoción en el colectivo LGTB y en el sector más liberal de la sociedad estadounidense. El papa Francisco, en un ejercicio de homofobia que hace bueno a Joseph Ratzinger, recibió en privado a Kim Davis, la funcionaria evangélica de Kentucky que fue encarcelada durante unos pocos días al desobedecer la orden judicial que la instaba a desbloquear la concesión de licencias de matrimonio a las parejas del mismo sexo en su condado. Francisco, que rogó a Davis que se mantuviera fuerte, se ha revelado eso sí como un cobarde redomado: el Vaticano negoció para que la noticia no se hiciera pública hasta su regreso a Roma, impidiendo así que la expectación que sin duda hubiera creado echara por tierra la imagen “progresista” que se ha labrado en este viaje.
Ya con el papa en Roma, la noticia era hecha pública por Mathew Staver, el abogado de Kim Davis, que confirmaba que el encuentro tuvo lugar en la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede en Washington D.C. (la embajada vaticana). Francisco recibió a Kim Davis y su marido durante algo menos de 15 minutos. El abogado de Davis no ha querido dar detalles sobre cómo se gesto el encuentro, ni de quién partió la idea, aunque todo apunta a que fue el propio Vaticano el que quiso tener ese “detalle” con la funcionaria rebelde (que por cierto ni siquiera es católica). Lo hizo, al parecer, con el compromiso de que nada se supiera sobre el encuentro hasta que el papa hubiese regresado a Roma, para no eclipsar el resto de su viaje. Una cobardía, dicho sea de paso, que el Vaticano mantiene incluso cuando la noticia ya se ha difundido. “La Santa Sede es consciente de las informaciones sobre el encuentro de Kim Davis con el Santo Padre. El Vaticano ni confirma el encuentro ni lo desmiente, y no habrá más información sobre el tema”, reza de hecho el comunicado hecho público por la oficina de prensa del Vaticano…
Quien sí ha hecho declaraciones es la propia Kim Davis, que ha manifestado que el papa Francisco le transmitió su solidaridad, le dio las gracias por su valor y le dijo que se mantuviera “fuerte”. “Yo estaba llorando. Las lágrimas salían de mis ojos. Yo no soy nadie”, ha declarado una “humilde” (según sus propias palabras) Kim Davis en una entrevista televisiva.
Davis, recordamos, es la funcionaria encargada de emitir las licencias de matrimonio en el condado de Rowan (en el estado de Kentucky), que no solo se negó a hacerlo a parejas del mismo sexo sino que además no permitía que sus subordinados lo hicieran. “Emitir una licencia matrimonial que entra en conflicto con la definición divina de matrimonio, con mi nombre en ella, viola mi conciencia. No es un tema inocuo para mí. Se trata del cielo o del infierno”, justificó. Al ser preguntada directamente por una pareja del mismo sexo sobre bajo qué autoridad les negaba su solicitud, respondió que “bajo la autoridad de Dios”. El juez federal David Bunning, que llegó a ofrecer a Davis la posibilidad de evitar la cárcel si accedía a que sus subordinados emitiesen las licencias de matrimonio (a lo que se negó) decretó finalmente su ingreso en prisión por un delito de desacato.
Pocos días después, Davis fue liberada, pero Bunning le impuso la obligación de no impedir que sus subordinados emitiesen las licencias de matrimonio. El culebrón, sin embargo no ha terminado todavía. Cómo termine finalmente será un buen termómetro de hasta qué punto el estado de derecho aguanta en Estados Unidos el embate del fundamentalismo cristiano. Ni Davis es la única funcionaria que opone resistencia al matrimonio igualitario ni el condado de Rowan es el único que ha obstaculizado la emisión de licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo. Hay otros varios, no solo en Kentucky, también en Alabama o en Texas, y diversos recursos judiciales están en curso pendientes de resolución definitiva. Lo que nadie esperaba, desde luego, es que el papa Francisco hiciera su aparición para apoyar tan abiertamente a Davis, erigida en mártir de una derecha religiosa fundamentalista de base evangélica con la que tradicionalmente la Iglesia católica estadounidense había procurado mantener distancias.
Pues bien, el Papa tuvo una reunión el pasado jueves con Kim Davis, a la que le dijo que fuera fuerte y le agradeció su valentía. “También me pidió que rezara por él y yo le pedí lo mismo”, añade Davis contando su encuentro con el Pontífice.
“Yo nunca pensé que conocería al Papa”, dice Davis en el mensaje. “¿Quién soy yo para tener esta oportunidad? Yo soy solo una funcionaria que ama a Jesús y que desea servirle con todo mi corazón”. La trabajadora de Kentucky asegura que Francisco fue “amable” durante la reunión y que le pidió que rezara por él. “Me dio las gracias por mi coraje y me pidió que sea fuerte”.
Davis alegó que firmar licencias de matrimonio de parejas del mismo sexo violaba sus creencias. Antes de entrar en prisión por desobedecer la ley federal, describió la obligación de suscribir esos matrimonios como una “decisión entre el Cielo y el Infierno”. Su estancia de cinco días en la cárcel por “escuchar la autoridad de Dios” le ganó el apodo de “la nueva Martin Luther King” entre la derecha más conservadora de Estados Unidos.
Los candidatos republicanos más conservadores han convertido a Davis en el rostro de la batalla conservadora en defensa de la libertad religiosa, que consideran amenazada tras la sentencia del Tribunal Supremo que reconoció el derecho al matrimonio igualitario. Apoyados en esa sentencia, los detractores de campañas como la de Davis le acusan de atacar los derechos de los homosexuales.
Según el abogado de David, el encuentro se organizó con el Vaticano, que puso como condición no hacer público este encuentro antes de que el Papa regresara al Vaticano. Tras conocer este encuentro, se entienden mejor las palabras del Papa que, en el avión de regreso, dijo a la prensa que la objeción de conciencia era un “derecho humano”. Se refería, claro, a Kim Davis.Durante su regreso a Roma, un periodista preguntó al papa Francisco si los empleados públicos estadounidenses pueden negarse, como hizo Davis, a entregar licencias de matrimonio a parejas homosexuales, reclamando así un derecho religioso. El Pontífice no hizo referencia directa a la funcionaria de Kentucky, alegando que no puede “tener en mente todos los casos de objeción de conciencia”, pero sí definió estas objeciones religiosas como un “derecho humano”.
La cobardía de Francisco
Ya en entradas anteriores hemos venido advirtiendo de la homofobia y transfobia de Francisco, que también en suelo estadounidense aprovechó para, durante su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, insistir en “la distinción natural entre hombre y mujer” y referirse al reconocimiento de las relaciones entre personas del mismo sexo como “imposición de modelos y estilos de vida anómalos”. Exactamente el mismo argumento que muchos líderes de países africanos, asiáticos e incluso del este de Europa utilizan para justificar la aprobación de infames legislaciones homófobas. El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, lo utilizaba pocos días después ante el mismo foro.
Y que Francisco, al que cuando fue elegido papa dosmanzanas calificó como “virulento homófobo” a la luz de su anterior trayectoria como arzobispo de Buenos Aires, no duda en alternar gestos aperturistas (el ya famoso “¿quién soy yo para juzgar?” o la recepción a un católico transexual español, por mencionar dos de los más señalados) con declaraciones abiertamente homófobas (como sus criticas a las leyes de matrimonio igualitario, que según él suponen una “amenaza a la familia”, o sus alabanzas al papel de la Iglesia católica de Eslovaquia en el referéndum homófobo celebrado en febrero en ese país) o tránsfobas (“Pensemos en las armas nucleares, en su capacidad de aniquilar en unos pocos instantes un alto número de vidas humanas. Pensemos en la manipulación genética, en la manipulación de la vida, o en la teoría de género, que no reconocen el orden de la creación. Con esta actitud, el hombre comete un nuevo pecado contra Dios el Creador”, expresaba Francisco en una entrevista).
Especialmente llamativas son las referencias contenidas en la encíclica Laudato si’ (“Alabado seas”) sobre el medio ambiente, que tantas alabanzas recibió de ambientes progresistas, donde el papa aprovechó para considerar que el respeto a la ecología incluye “la aceptación del propio cuerpo como don de Dios” y su “valoración en su femineidad o masculinidad” para “reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente”. Según el argentino, ”cancelar la diferencia sexual” no es una actitud sana. Transfobia pura y dura disfrazada de ecología.
En definitiva, ya sabíamos que Francisco es homófobo y tránsfobo, pese a sus gestos aperturistas (amplificados en numerosas ocasiones por unos medios de comunicación que insisten en presentar al argentino como el gran reformador de la Iglesia, algo que a día de hoy está muy lejos de ser cierto). Lo que no sabíamos es que además era un cobarde incapaz de mostrar abiertamente su LGTBfobia. ¿Por qué no permitió que su encuentro con Davis se conociese? ¿Por qué al ser preguntado por su opinión acerca del caso Davis en su vuelo de vuelta se limitó a hacer una defensa genérica de la “objeción de conciencia”, asegurando incluso que él “no podía tener en la cabeza” todos los posibles casos, sin mencionar que él mismo acababa de encontrarse con la persona sobre la que se le preguntaba expresamente?
En este sentido, estamos de acuerdo con el columnista Michelangelo Signorile, que en la edición estadounidense de The Huffington Post señala que el papa “demuestra ser contrario a mucho de lo que enseña y predica. Habla sobre diálogo y sobre tener el valor de defender las propias convicciones. Pero escondió su reunión con Davis debajo de la alfombra, como si estuviera avergonzado, y con toda certeza no queriendo abordar frontalmente el tema. Hasta los que apoyan a Davis deberían encontrarlo insultante”.
Fuente Agencias, Dosmanzanas y AmbienteG
Foto | Twitter ABCNews
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