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Pascua (10), vamos a pescar: La iglesia tiene dos centros (no uno)

Domingo, 24 de mayo de 2015

Pedro Y Juan ante la resurrecciónDel blog de Xabier Pikaza:

Termino esta serie de Pascua, ya en las puertas de Pentecostés,con el motivo de unos pescadores que no echan la red para “extraer” la pesca del lago, sino para cuidar y amar a los peces convertidos en ovejas, es decir, en ganado.

Ya sé que el motivo es extraño y puede ser algo barroco, como las escenas del evangelio de Juan, que comienza con parábolas simples (un ciego, un paralítico…) y que después se lía, volviendo y revolviendo las imágenes, como en este caso (Jn 21), pasando de la pesca y de la red con peces al rebaño y al pastor examinado de amor y no de pastos o de leches.

Ármese de paciencia el lector y lea el texto (Jn 21) y déjese extrañar, y vuelva luego, si aun tiene resuello, a esta postal, en la que quiero insistir en las figuras de Pedro (signo del orden de la Gran Iglesia) y el Discípulo Amado (que sin duda va por libre). Pedro debe defender (aceptar) la libertad del Discípulo Amado… el Amado ha de seguir en la barca de Pedro.

Recordemos el comienzo de la escena. Pedro sale a pescar con seis amigos, un grupo de Siete (es decir, toda la Iglesia; cf. Hech 6-7). Entre ellos se ha colado un “extraño”, que no tiene ni siquiera nombre, y le llaman Amado (cf. Jn 15, 15).

— Se puede discutir quién es ese Discípulo Amado, si es figura simbólica o real. Algunos dicen que es Juan el Zebedeo, otros con Lázaro, a quien Jesús amaba (cf. Jn 11, 5. 28) o María Magdalena, a quien Jesús parece haber querido mucho…. Pero es muy difícil decidirlo.

pedrojuan— Pedro “es” la Gran Iglesia, como sabemos por Jn 1, 42, cuando Jesús le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que significa Pedro», es decir, Piedra cimiento (cf. Mt 16, 17-18). Incluso el Discípulo Amado, el de tantas libertad, ha de entrar en su barca…, pero tendrá su propio oficio, será libre siendo Iglesia (es decir, por ser Iglesia).

Imagen 1: Iglesia son dos dos que corren al sepulcro de Jesús (Pedro y el “otro”)
Imagen 2: Pedro y el Discípulo amado al final de la pesca (aunque el tema se pude aplicar a la primera llamada de Mc 1, 18-22; pero “imaginemos” que estos dos son Pedro y Juan, no Pedro y Andrés).
Imagen 3: La Iglesia son dos (Pedro y el discípulo amado, que avanzan con Jesús).

(La imagen normal de la Iglesia formada por Pedro y Pablo es buena, pero es posterior…).

Éste ha sido un “pacto” no escrito, el primer “concilio” de la Iglesia antigua:

‒ La Gran iglesia (Pedro) ha de admitir a carismáticos liberados, que van a lo suyo, testigos de la libertad originaria del amor, debe aceptarles como son ( iglesia especial, sin muchas leyes o estructuras).

‒ Por su parte, ese Discípulo amado debía reconocer un tipo de autoridad de Pedro, es decir, la Gran iglesia (como supone Jn 21), sin desvincularse del todo.

Así cuenta Jn 21 nuestra historia que empieza con los peces del agua y termina con las ovejas del monte, en un camino de reconocimiento y amor en la iglesia. .

Pedro dice: Vamos a pescar, compañeros; y entra en la barca el Discípulo Amado, que es “casta”.

Así dice Pedro, y el Discípulo amado se cuela en la barca, sin decir nada, sin pedir permiso. Está allí porque sí, como estaba cerca de Jesús en la Última Cena. (Jn 13, 21-27). Parece un “don nadie”, y sin embargo tiene conexiones, de forma que incluso es amigo del Sumo Sacerdote y consigue así que a Pedro le abran la puerta de la casa donde se celebra el juicio de Jesús (cf. Jn 18, 15-16).

Esta amistad del Discípulo amado con el Sumo sacerdote supone que era un hombre de categoría, emparentado con la “casta” de los altos círculos de Jerusalén, y así le presenta el evangelio como alguien que está cerca de la élite sacerdotal: es un judío importante que se ha hecho amigo de Jesús.

Todo parece indicar que este Discípulo Amado era Casta, pero sabe querer y se mantiene bajo la cruz, donde no está Pedro, que no es casta, pero tiene miedo… Más aún, este Discípulo Amado, amigo del Gran Sacerdote, se hace también “amigo” de la madre de Jesús (Jn 19, 26-27)… y corre luego con Pedro buscando el sepulcro vacío de Jesús, donde ven el sudario y las vendas, cuidadosamente dobladas (Jn 20).

Pedro ha de hacerse Discípulo Amado (es decir, reconocer su autoridad).

Pedro tiene que rehacer oficialmente la Iglesia de los compañeros de Jesús, pero no empieza de cero… pues a su lado sigue silencioso este Discípulo Amado… que quizá no sabe otras cosas, pero sabe querer y ser querido (¡sólo en amar es mi ejercicio!)

pedro y juanEl relato empieza con Simón Pedro diciendo “voy a Pescar” (21, 3). Sin este principio no hubiera habido iglesia, como han indicado otros testimonios de Mt y Lc-Hech. Se le juntan varios discípulos, formando así un número de siete (como los helenistas de Hech 6), no Doce como los apóstoles de Jerusalén (evidentemente, faltan aquí las mujeres, que estaban, sin duda). Suben con Pedro a la barca y, a la voz del Señor, que les espera en la orilla, vuelven a echar las redes tras una noche en la que no han pescado nada.

Ahora logran pescar un gran número de peces (todos los pueblos) y el Discípulo amado reconoce a Jesús y dice a Pedro: ¡Es el Señor!» (Jn 21, 3-7). Pedro ha dirigido la faena, pero no sabe ver, porque aún no ama, y así depende del Discípulo amado, para descubrir a Jesús que espera en la orilla, recibiendo los peces que le traen y ofreciéndoles el pan y el pez del Reino. «Después que comieron, Jesús dijo: «Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?». Le dijo: «¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero». Le dijo: «¡Apacienta mis corderos!…» (Jn 21, 15-17).

En este contexto volvemos a descubrir la vinculación y diferencia entre Pedro y el Discípulo Amado, en línea de amor. Ambos han estado en la barca de la pesca; ambos deben seguir vinculados. Pedro tiene que aprender a amar a Jesús; el Discípulo amado debe aceptar el ministerio de Pedro. De esa forma, los dos quedan vinculados por el mismo amor. Así se entiende el final de la escena, que está centrada en Pedro, pero en su referencia al Discípulo Amado.

– Pedro sigue siendo el encargado de cuidar de ese rebaño, como responsable del trabajo de la iglesia; para ello debe transformarse en amor, convirtiéndose él también en discípulo amado (Jn 21, 15-19).
– El Discípulo Amado ha de seguir al lado de Pedro, libre y creativo, dentro de una iglesia que es de todos. Ese discípulo avanza por sus propios caminos, al lado de Pedro, como representante de la comunidad del espíritu y amor dentro de la iglesia (cf. Jn 21, 20-24).

— Eso significa que en un sentido muy profundo sólo existe iglesia del amor: el mismo Pedro debe transformarse en esa línea si es que quiere seguir a Jesucristo y anunciar su pascua sobre el mundo.

— Pero, en otro plano, puede hablarse de dos rasgos o facetas dentro de la iglesia: Pedro es la función organizativa, el ministerio al servicio del mensaje de Jesús y evangelio; el Discípulo Amado es el servicio del amor, la libertad del espíritu. Si una de las dos funciones queda sola pierde su sentido, deja de formar verdadera iglesia.

Pascua y pastoreo (Jn 21, 15-17).

Siguiendo una estrategia narrativa que es normal en los autores de la Biblia, un nuevo proceso de vida comienza precisamente allí donde el antiguo ha terminado, y así cambia el simbolismo cambia, de manera que los peces han venido a ser ovejas. Pedro, el pescador de la noche sobre el lago, se convierte en pastor del rebaño, pues Jesús le ofrece l esa tarea de cuidar de sus ovejas. Antes le hizo pescador, ahora le quiere pastor de su rebaño:

Después que comieron dijo Jesús a Simón Pedro:
– Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis corderos!
Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me amas?
Le dijo: ¡Sí, Señor! Tu sabes que te quiero.
Le dijo: ¡Apacienta mis ovejas!
Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan ¿me quieres?
Se entristeció Pedro porque por tercera vez le había dicho ¿me quieres?
Y le dijo:¡Señor! Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero.
Y le dijo: ¡apacienta mis ovejas! (Jn 21, 15-17)

Este es el texto clave de la pastoral de los ministros de la iglesia. Pastoral deriva de pastor y significativa pastoreo: Jesús ha encomendado a sus discípulos y en forma peculiar a Pedro (obispos, presbíteros) la obra de cuidar a sus ovejas.

El texto anterior trataba de la misión, simbolizaba en la faena de la pesca (traer hacia Jesús los peces de la historia, convertir todos los pueblos al amor del evangelio). Después de ella viene el pastoreo: cuidar a los discípulos de Cristo (convertidos en ovejas), guiarles con amor por los hondos, peligrosos caminos de la historia.

La experiencia pascual se ha convertido así en principio de trabajo pastoral, para servir a las ovejas de Jesús. El que ha visto a Jesús ya nunca puede estar tranquilo ni encerrarse en sus pequeñas diversiones, mientras rueda el ciclo de este mundo. El que ha visto a Jesús ha de cuidar a sus ovejas, afanado en la tarea pastoral.

Muchos desean ser pastores para dominar sobre el rebaño, como sabe ya la tradición de la Escritura (cf Ez 34). Es más, los reyes y señores de los viejos imperios de la tierra se decían pastores de sus gentes: en principio querían ayudarles y guiarles pero muchas veces acababan destruyendo y oprimiendo a su rebaño. Frente a esos malos pastores que no buscan el bien de sus ovejas se ha colocado Jesús:

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas.
El asalariado, el que no es pastor… mira venir al lobo y huye…,
es asalariado y no le importan las ovejas… (cf Jn 10, 7-13).

Hay un tipo de pastores ladrones y bandidos: dicen cuidar de su rebaño pero lo dominan a su antojo, para su provecho. Hay pastores de interés y economía: les importa su dinero, no la vida del rebaño; por eso en tiempo de estrechez escapan.

Pues bien, en contra de ellos, Jesús se ha presentado como auténtico pastor: guía y acompaña a sus ovejas, dialoga con ellas (se conocen mutuamente) y les ofrece su vida (muriendo por ellas). Esta es la tarea que encomienda en el momento de la pascua a Pedro y así empieza preguntándole: ¿Me quieres?

Este es el único tema del examen para ser “pastor” rebaño de Jesús: Amarle a él, amar su obra, entregarse por sus ovejas. No hace falta más seminario ni teología.

Por tres veces ha negado Pedro al Cristo en el momento de la prueba: ha visto al lobo (los jueces que condenan a Jesús) y se ha escapado, olvidando su palabra y compromiso (cf Jn 18, 15-18 par). Por tres veces vuelve a preguntarle Cristo, en gesto de confianza renovada: ¿me quieres? Dos son los elementos que se implican en ese amor que Cristo pide a Pedro.


– Por una parte Pedro tiene que amar intensamente a Jesús,
identificándose con él, comprometiéndose a dar la vida por los demás. En ese aspecto, Pedro tiene que hacerse discípulo querido. Sólo aquellos que se dejan amar por Jesús y le aman pueden realizar la experiencia de la pascua. Al final de todos los caminos, en la entraña del misterio pascual sólo existe un secreto: el amor. Pedro debe conocer ese secreto, como ya lo conocía el discípulo amado: ha de querer a Jesucristo.

– En un segundo momento, el amor a Jesús ha de expandirse y expresarse como amor a sus ovejas. Jn 10 aseguraba que el auténtico pastor ama a su rebaño, está dispuesto a entregar siempre la vida por las ovejas. Esto es lo que Cristo dice a Pedro cuando le confía por tres veces su tarea: apacienta, pastorea a mis ovejas.

De esa forma, la pascua se convierte para Pedro en expresión y principio de amor activo, de entrega sacrificada y servicial en favor de las ovejas de Jesús, es decir, de aquellos hombres y mujeres de la iglesia donde el mismo Cristo pascual se hace presente.

Pascua y martirio (21, 18-19a)

Pero el texto continúa. Tras indicar a Pedro que cuide sus ovejas, Cristo añade:

Cuando eras joven te ceñías tú e ibas donde querías…; cuando seas viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará donde no quieres (Jn. 21, 18-19).

El pastoreo es experiencia de amor y libertad: Pedro lo asume porque ama a Jesús y porque quiere ayudar gratuita y amorosamente a sus ovejas. Pues bien, después de confiarle esa tarea, Jesús promete a Pedro un galardón extraño. No le ofrece premio sobre el mundo. No le garantiza la gloria de los hombres. Al contrario, le promete un camino de martirio: aquel que cuida por amor a los demás ha de estar dispuesto a que le traigan, le lleven y le maten finalmente, como hicieran al pastor supremo, al Cristo.

Jesús resucitado tiene todo el poder sobre la tierra. Pero el suyo es un poder de amor y gracia. Por eso ha confiado a Pedro la tarea de cuidar de su rebaño. No le ha dado más seguridad que el amor; no le ha ofrecido más imperios ni más triunfos que la gratuidad de su servicio. Por eso, después de haber cuidado a las ovejas de Jesús, después de regalar su vida en actitud de gracia por el reino, Pedro ha de encontrarse dispuesto a padecer martirio.
Esta es la experiencia más honda de la pascua: ofrecer la vida con Jesús y por Jesús en actitud de entrega, para bien de las ovejas. En el fondo de la experiencia pascual (interpretada aquí como servicio) hallamos siempre un anuncio de martirio: sólo en el Calvario puede revelarse de verdad la gloria del Señor resucitado.

Amor de Pascua. Pedro y el discípulo amado (21, 19b-25)

Jesús le dice a Pedro sígueme, en llamada de confirmación pascual, de nuevo comienzo misionero. Pedro camina con Jesús. Ha iniciado ya la etapa definitiva: la pascua se ha vuelto ministerio pastoral, al servicio de todas las ovejas de Jesús. Pero entonces sucede algo nuevo, un gesto donde viene a culminar el evangelio:

Volviéndose, Pedro vio que les seguía el discípulo amado de Jesús…
Pedro, al verle, dijo a Jesús: ¿qué pasa con éste?
Jesús le respondió:
Si yo quiero que él permanezca hasta mi vuelta a tí qué;
tú sígueme (Jn 21, 21-22).

Pedro ha recibido autoridad (debe cuidar a las ovejas), pero no puede controlar al discípulo amado, no se puede convertir en una especie de vigía o dictador que determina desde arriba la marcha de los otros. Así encontramos por última vez, uno al lado del otro, a estos dos discípulos de Cristo, situados en el mismo espacio de la pascua.

– Pedro ha recibido la tarea de cuidar a las ovejas, en amor servicial, que reproduce el gesto de Jesús a lo largo de su vida. La pascua se convierte para él en pastoreo: tiempo de atención y de cuidado, para bien de las ovejas.

– Por su parte, el Discípulo Amado ha de hallarse hallarse libre para el amor, en medio del gran campo de la pascua, pudiendo decir con San Juan de la Cruz: ya no guardo ganado, que ya sólo en amor es mi ejercicio.

Conclusión: La pascua del Discípulo Amado. Sólo en amor es mi ejercicio

La pascua del discípulo amado es puro amor: por encima de las leyes anteriores, más allá de los principios y exigencias que se pueden traducir en forma de estructura o ley de mando, la experiencia de Jesús se ha vuelto para él principio de amor puro.

La pascua se comprende así como experiencia de amor porque en ella ha desvelado Jesús el más alto misterio de su gratuidad y de su entrega, de su cariño redentor y de su afecto, superando todos los poderes de violencia, de odio y muerte de la tierra.

Los hombres anteriores se encontraban sometidos al miedo de la muerte que les obligaba a vivir esclavizados, buscando la manera de imponerse unos a otros.

El mismo Pedro había negado y escapado en el momento de la entrega de Jesús; por eso, al comenzar de nuevo su camino ha debido asumir los fundamentos de amor que le ha ofrecido y pedido Jesucristo. Por el contrario, el discípulo amado ya no tiene miedo de la muerte: por eso se mantiene firme ante la cruz, escuchando y acogiendo las palabras del crucificado (Jn 19, 25-27).

Por el contrario, el discípulo amado permanece para siempre, como permanece y triunfa el amor sobre la muerte. Eso es lo que indica el enigmático final de nuestra escena. Jesús ha querido que este discípulo permanezca, como signo de pascua y amor sobre la tierra. El texto no dice si muere. En el fondo no importa que muera o que no muera. Lo grande es saber que, en medio del camino de este mundo, hay un amigo de Jesús que se puede presentar como expresión de amor definitivo, como signo de la pascua.

En ese sentido profundo, el evangelio termina diciendo que ese discípulo amado sigue vivo a través del mismo evangelio:

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito, y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero (Jn 21, 24).

La iglesia aparece así fundada en el testimonio de alguien que ha amado a Jesús (que ha sido amado por Jesús), de tal forma que puede ofrecernos su recuerdo, garantizando su presencia. Sólo ese recuerdo de amor ofrece un fundamento al evangelio, que no es una verdad abstracta, trasmitida por alguien que no ama, sino testimonio de alguien que ha amado a Jesús. Sólo el amor permite recordar. Sólo el amor da ojos para ver y comprender la verdad. El Discípulo Amado es testimonio del amor de Jesús en la historia de los hombres y, de un modo especial, en el interior de la iglesia.

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