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Dom 3.4.15.Yo soy vid… vosotros sois el vino

Domingo, 3 de mayo de 2015

f8e37287164902863bea24b6c4f0334cDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 5 de Pascua. Jn 15, 1-8. El domingo pasado estuvimos ante Jesús Buen Pastor. Hoy, ante Jesús que es Vid, la Viña universal, y nosotros somos sus sarmientos o, mejor dicho, su vino.

Que el mundo entero sea Vid frondosa que nosotros seamos buen Vino, para ver, para oler, para gustar, para beber, para compartir en esta gran fiesta de vida que es el Universo-Tierra.

Dos son los temas básicos que el evangelio de Juan ha desarrollado desde la tradición de Jesús y desde su propia experiencia de Iglesia, en un mundo (Mediterráneo Oriental) donde el vino había sido y era desde tiempo antiguo y signo sagrado.

— La vida de Jesús y de sus creyentes es un don generosa, vida compartida que se entrega y se goza, en amor generoso que se abre y extiende por el mundo entero.

— La viña es una planta simbólica, especial (que no es roble, ni es hiedra, ni es piña…), una planta que, unida con el trigo, ha formado parte de la gran cultura cristiana del mundo mediterráneo.

Quiero que se tome y se entienda esta lectura como imagen gozosa (¡y peligrosa!), que nos hace sentir y pensar y vivir… Tiene como digo dos aspectos:

‒ La viña/vid es una realidad natural: Una planra con sus ramas o sarmientos, la gran vida, el universo entero, miembros unos de los otros, y en el centro, al servicio de todos, el Cristo.

‒ El vino es una imagen cultural: Los racimos de la viña hechos ya vino, con cuidado, con cariño; vino que parece sangre, vino que anima y enciende (pero que puede embriagar); así es la religión, así es la vida: Una experiencia peligrosa y fascinante de emoción y entrega de la vida, en Cristo Vino.

No me ocupo hoy de la de la expansión y aplicación de esa imagen a otras culturas, con sus valores y sus limitaciones. De eso podré hablar otro día. Hoy me ocupo solo de la viña y el vino. Todos somos (podemos ser) sarmiento y pámpano del Dios de (que es) la Vida. Todos somos en Cristo buen vino…

Desarrollaré brevemente el motivo de la viña… Me detendré luego en el vino, con cierta extensión, tomando el motivo (los motivos) de mi Diccionario de la Biblia. Buen bien de semana pascual a todos.

(Primera imagen- Icono del Cristo Ampelos (viña); todos los creyentes son/somos sus ramas, sarmientos.
Segunda imagen: El texto del Diccionario de donde he tomado estos pasajes)

Texto. La vid verdadera (Jn 15, 1-8).

[1. Vid del Padre]
– Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador. Todo sarmiento que en mí no da ruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé fruto más pleno. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado.

[2. Vid con frutos]
– Permaneced en mí, como yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí.

[3. Vid, sarmientos]
– Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y yo en él, da mucho fruto; pues sin mí no podéis hacer nada. Quien no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca…
– Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos….

LA VIDA DEL EVANGELIO DE JUAN, UNA ALEGORÍA EN TRES PLANOS

‒ Es una alegoría histórica, que presenta a Jesús como Vid verdadera, cumplimiento de la esperanza israelita: templo de Dios, fuente de vino, árbol de vida verdadera (frente a otras vides que pueden ser falsas, porque engañan, dividen, emborrachan…). Por eso, he comenzado diciendo que la viña pertenece al Padre, verdadero Viñador: por fin ha plantado una Viña que logra dar fruto por siempre (cf. Is 5, 1-2; Mc 12, 1).

‒ Es una alegoría cristológica: Jesús es la Vid que florece, madura y da vino abundante sobre el mundo (cf. Apartado 2º: Vid con frutos). La palabra central del pasaje habla de unión con Jesús, de permanecer en él, como un sarmiento que recibe la buena savia de la vida, vino que alegra a dioses y humanos. Jesús aparece así como árbol abundante, sagrado, del que mana la fiesta de vida para todos los que quieran beberla agradecidos.

‒ Ésta es alegoría eucarística (cf. Apartado 3º: Vid, sarmientos). Central es la vid, pero en ella resultan esenciales los sarmientos, es decir, los cristianos que aceptan y beben el vino del Cristo, convirtiéndose con él en verdadera eucaristía. Ciertamente, los sarmientos nada pueden sin la Vid, no tienen savia para vino. Pero la Vid tampoco puede extenderse jubilosa por la tierra, dando frutos de abundancia sin sarmientos. Desde este fondo se comprende la palabra del Cristo eucarístico de Juan cuando proclama: “quien cree en mí hará las obras que yo hago, y las hará incluso mayores, pues yo voy hacia el Padre” (Jn 14, 12).

AMPLIACIÓN 1. LA VIÑA Y EL VINO EN EL AT

diccionario-de-la-bibliaEl vino constituye con el pan y (y el aceite) el signo básico de la sacralidad y abundancia de la tierra prometida, apareciendo como uno de los elementos fundamentales de las → ofrendas del templo. Tiene un carácter ambiguo: está vinculado al riesgo de embriaguez, pero se utiliza, de un modo especial, en las fiestas y ofrendas del templo. El vino se menciona frecuentemente en las listas de ofrendas que se presentaban a las divinidades en los sepulcros o en los templos del oriente y aparece en los cultos de → Baal. En Sas Shamra ciertos ritos litúrgicos daban ocasión para beber vino con (ofrecido a) los dioses. Los cultos de Dionisos, Attis o Mitra utilizarán el vino en los banquetes sagrados, lo mismo que hará después el orfismo. La famosa «confesión de fe» de Sal 16, 3-4 está vinculada al rechazo de las libaciones paganas: «No ofreceré sus libaciones con mis manos, ni mis labios pronunciarán sus nombres» (el nombre de los dioses a quienes se consagra el vino).

(1) Nombres. Se dice en hebreo de varias formas.

(a) Yayin: bebida producida por fermentación de uva. Esta es una palabra que está relacionada con el oinos griego (el vinum latino y vino castellano). Proviene de la vid (originaria del sur del Caúcaso) y su elaboración aparece atestiguada, tanto en Mesopotamia como en Egipto hacia el 3.000 a. C., extendiéndose a través de los fenicios por todo el Mediterráneo. Al asentarse en Palestina, los israelitas consideraron vid y vino como bienes propios de esa tierra.

(b) Tirós parece referirse a mosto (zumo de uva sin fermentar), aunque en los textos tardíos recibe el mismo sentido que yayin, refiriéndose al vino propiamente dicho.

(c) Sakar tiene un sentido más amplio que el anterior y puede traducirse por sidra (de la misma raíz que Sakar: sikera) y cerveza. Se produce de la uva, pero también, y sobre todo de cereales (cebada), frutas (dátiles, granadas y manzanas etc.). En ese sentido evoca varios tipos de zumos y bebidas fermentadas. Cuando, más tarde, el cristianismo sólo acepte como bebida cultual el vino fermentado de uva (y no el mosto o zumo de frutas) estará interpretando la tradición bíblica de una forma restrictiva. Dentro del campo semántico y simbólico del vino caben en la Biblia bebidas diversas, entre las cuales (por analogía) podrían incluirse cervezas, sidras y zumos, propios de varias culturas del mundo. Volviendo a la tradición del Antiguo Testamento, la entrada y posesión de la → tierra por los israelitas está vinculada a la fiesta del vino, como muestra el relato de los → racimos de uva de los exploradores de la tierra de Canaán (Num 10, 20-26). Lógicamente, los israelitas solían beber vino en fechas importantes: cuando se declaraba la mayoría de edad del niño, en las bodas y fiestas, lo mismos que en los contratos y ceremonias sociales.

(2) Riesgo de embriaguez.

La Biblia no ha creado ni acogido un mito del vino, equivalente al de Dionisio, Dios de la embriaguez y el sexo en Grecia. En ese sentido, ella ha sido más racionalistas que muchos griegos. Los israelitas celebran al vino, pero no lo ensalzan ni adoran como expresión de lo divino. A pesar de eso, ellos han trasmitido algunos relatos etiológicos, de tipo irónico, moralizante o crítico, que pueden situarse en el entorno de las fiestas del vino y que pueden orientarnos en la línea de la embriaguez y del riesgo del vino.

(a) Noe, vino como desnudez.
«Noé fue labrador, plantó una viña, bebió vino, se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vio Cam, padre de Canaán, la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos. Entonces Sem y Jafet tomaron el manto… y andando hacia atrás, vueltas las caras, cubrieron la desnudez de su padre sin verla. Cuando despertó de su embriaguez… Noé dijo: ¡Maldito Canaán! ¡Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem! ¡Dilate Dios a Jafet!» (Gn 9, 20-27). Al comienzo de la nueva historia, dispersos por el mundo, después del diluvio, los Noe y los nuevos habitantes de la tierra empiezan cultivando viñas y produciendo vino, una bebida que define de forma poderosa y ambigua su comportamiento. Antes no era necesario el vino. Ahora parece serlo, para mantener la vida humana, en gozo y fiesta, sobre la dura superficie de la tierra. Esta es la primera fiesta del vino anima al hombre (siendo así bendición), pero puede desnudarle, convirtiéndose en maldición: derrumba al padre (inconsciente) sobre el suelo, de manera que sus hijos pueden deshonrarle (Cam) o cubrirle con respeto y cuidado (Sem y Jafet). Así quedan prefigurados los caminos de la historia, el futuro de los pueblos: Cam simboliza a los cananeos y sureños, Sem a los semitas del oriente, Jafet a los pueblos del norte y oeste de Palestina.

(b) Hijas de Lot, vino como inconsciencia y engaño. La ambigüedad del vino se acentúa en el relato de las hijas de Lot, que ha vinculado sexo y vino. Hay buen vino de amor, como sabe el Cantar de los Cantares (cf. 2, 4.15; 4, 10; 5, 1; 6, 11; 7, 8-13; 8, 2). Pero hay también vino de embriaguez y engaño:

Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte… Él y sus dos hijas se instalaron en una cueva. La mayor dijo a la pequeña: Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a darle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia. Dieron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó… También la noche siguiente le dieron vino y la pequeña se acostó con él, sin que él supiera cuándo se acostó o se levantó. Las hijas de Lot concibieron de su padre. La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab, padre de los actuales moabitas. La pequeña dio a luz un hijo, ye le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales ammonitas (Gen 19, 30.38).

También éste es un relato etiológico y burlesco (basado en la etimología popular de Moab y Ben-Ammi: del padre, hijo de mi pueblo), creado para descalificar a los vecinos de Israel, tan cercanos y enemigos. Es un relato mentiroso, pero sirve para evocar los riesgos del vino que, en manos de personas solitarias y ansiosas, puede crear la desmesura. Nadie es culpable y todos lo son: las muchachas no son responsables de su abandono, ni el padre fugitivo es responsable de su borrachera; todos (tanto Lot como sus hijas) acaban cayendo en las redes de su impotencia. Este es el gran riesgo del vino.

(3) Embriaguez aparente. Fiesta sin vino (1 Sam 1, 9-17).

Este relato recoge tradiciones antiguas, pero las reelabora en perspectiva profética, quizá deuteronomista. El piadoso Elcana sube cada año a celebrar la fiesta de Yahvé, en el mismo santuario de Silo (famoso por sus fiestas del vino), con sus dos mujeres. Una de ellas, → Ana, parece estéril:

Un año, después de haber comido y bebido, se levantó Ana y se puso ante Yahvé. Estaba llena de amargura y oró a Yahvé llorando sin consuelo… Como prolongase su oración ante Yahvé, Elí (sacerdote) observaba sus labios. Ana oraba para sí: se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria, y le dijo: ¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas! Pero Ana le respondió: No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahvé… Elí le respondió: Vete en paz y que el Dios de Israel

te conceda lo que le has pedido (1 Sam 1, 9-17 LXX).El relato nos sitúa en un contexto de fiesta de vino. Terminada la recolección, vendimiada la viña y pisadas las uvas, el buen israelita sube al templo, para ofrecer ante Dios los dones de la tierra, con sacrificios de animales. Evidentemente bebe y se alegra: es tiempo de fiesta. Pues bien, paradójicamente, en medio del gozo, una mujer eleva ante Dios su tristeza. La fiesta es alegría y fecundidad. Pero ella está sufriendo por estéril. La celebración del vino se vuelve tristeza si falta familia (el amor de los hijos). De manera significativa, (como harán los habitantes de Jerusalén, criticando a los cristianos, en una fiesta semejante de Pentecostés: Hech 2), el sacerdote piensa que ella está borracha, que el vino ha trastornado su cabeza, convirtiendo la fiesta del gozo en embriaguez y orgía. Ella responde: no ha bebido, es estéril, no puede gozar en la fiesta israelita del vino.

(4) Fiesta del vino. Jubileos.

Los israelitas celebraban una fiesta del vino, vinculada a los → Tabernáculos; pero los textos actuales de la Biblia parecen haberla silenciado, quizá para evitar malos entendidos dionisíacos (de embriaguez). Por eso, los grandes catálogos legales (Ex 23, 14-19; 34, 18-23; Dt 16, 1-16; Lev 23) no han transmitido o legislado nada sobre ella. Por otra parte, el relato donde podía haberse trasmitido el origen de la fiesta del vino (Gen 9, 20-27) está dedicado en la Biblia actual a la embriaguez de Noé y al comportamiento de sus hijos. Pero lo que no ha conservado la Biblia oficial o canónica, lo han conservado algunos apócrifos, como el libro de los Jubileos, que tenía un gran influjo en tiempos de Jesús y que cuenta la instauración de la fiesta del vino:

En el séptimo septenario de este jubileo, en su primer año, plantó Noé una viña en el monte donde se había posado el arca… Dio fruto al cuarto año, la vendimió ese año, en el mes séptimo guardó su fruto. Hizo así mosto, lo puso en una vasija y lo conservó hasta el quinto año, hasta el primer día del primer mes. Celebró ese día la Fiesta con regocijo e hizo un holocausto al Señor… Colocó toda la grasa en el altar en el que ofrecía el holocausto al Señor y añadió la carne de la ternera, el carnero y las ovejas. Puso encima masa (de harina) con aceite, luego derramó vino en el fuego que había encendido sobre el altar y echó incienso encima, levantando un buen aroma agradable al Señor, su Dios. Se regocijó y bebió de este vino él y sus hijos con gozo (Jub 7, 1-6).

Suele decirse que Jub 7 ha recreado la historia truncada de Gn 9, 20-27, aunque es más probable que el camino haya sido el inverso: Gen 9 ha desacralizado un relato anterior, de tipo sacral, donde se contaba el descubrimiento y primer uso religioso del vino. Eso significa que Jub 7 habría conservado la tradición más antigua en la que Noe aparece como figura paradigmática: patriarca de nueva humanidad, iniciador de las fiestas de Israel, una de las cuales estaba dedicada a la elaboración y bebida del vino nuevo.

Aquí se dice que Noé ha elaborado el vino para Dios y así lo derrama cuidadosamente sobre el altar donde, con la grasa de los animales sacrificados y la masa de harina amasada en aceite, se iba consumiendo la carne de los sacrificios. La libación de vino va unida al incienso aromático y el humo de la combustión se eleva hacia la altura, siendo recibido por Dios. Sólo después de haber sacralizado las primicias del vino, Noé y sus hijos consumen regocijados el resto, en fiesta de gozo. Por eso, toman ritualmente la bebida que el mismo Dios ha recibido y sacralizado, inaugurando el tiempo del vino, que se repite y actualiza cada año, el primer día del mes primero.

(5) Fiesta del vino en Qumrán.

Los esenios (especialmente del grupo de Qumrán) han dado gran importancia al vino, tanto en sus comidas rituales como en su esperanza escatológica. Por eso, es normal que hayan estado muy influidos por la versión de Jubileos, donde se conservan algunas tradiciones antiguas sobre la fiesta del vino como anticipación y anuncio de la plenitud y cumplimiento de los tiempos. En ese fondo se sitúa un texto famoso del Rollo del Templo de Qumrán, que recoge leyes antiguas, contenidas en la Biblia, y otras que quizá han sido expulsadas de la literatura bíblica. Una de ellas evoca la fiesta del vino, que es culminación de todas las fiestas del año:

Contaréis siete sábados completos desde el día en que traéis la gavilla… y traeréis una nueva ofrenda a Yahvé desde vuestros poblados: pan nuevo de flor de harina fermentado, primicias para Yahvé, pan de trigo, doce tortas; cada torta de dos décimos de flor de harina (11QT 18, 11-15)… Es la fiesta de las semanas y la fiesta de las primicias para recuerdo eterno… Traeréis vino nuevo para la libación: cuatro hin por todas las tribus de Israel, un tercio de hin por cada tribu. Ese día, todos los jefes de Israel ofrecerán a Yahvé doce carneros con el vino (11QT 19, 9-16) de la libación y ofrecerán… el holocausto… y su grasa la quemarán sobre el altar… Quemarán todo sobre el altar, con sus ofrendas y libaciones. Es un sacrificio de fuego de aroma que aplaca a Yahvé. Ofrecerán toda ofrenda con una libación, según lo prescrito…(11QT 20, 1-10).

Hay ciertas dificultades a la hora de identificar esta fiesta del pan nuevo y vino nuevo con la fiesta del vino nuevo de Jub 7. Da la impresión de que Jubileos la coloca en contexto de Tabernáculos (al comienzo otoñal del año). Por el contrario, el Rollo del Templo de Qumrán parece situarnos en contexto de Pentecostés (siete semanas tras la pascua y las primicias). Pero ignoramos los matices de los diversos calendarios de aquel tiempo y la forma de relacionar las diversas celebraciones pentecostales (ciclos de siete semanas). Por eso, dejamos el tema abierto, suponiendo que ambas fiestas del vino (y pan) nuevo coinciden de algún modo.

La novedad del último texto (Rollo del Templo) está en su forma de vincular ambas fiestas, poniéndolas en el centro del calendario y las de celebraciones litúrgicas de Israel. Es evidente que los sacrificios de animales siguen siendo importantes, pero ahora empiezan a estar al servicio de las dos fiestas básicas: del pan y del vino. Este cambio resulta comprensible: muchos grupos separados, que solemos conocer como esenios, han dejado el calendario y culto oficial del templo de Jerusalén. Por eso no pueden celebrar los sacrificios animales (reservados para el templo). Pero pueden y quieren acentuar otros ritos y gestos, vinculados al pan y al vino. Muchos judíos del III a. C. al II d. C. han descubierto y resaltado el carácter sacral del pan y el vino. Entre ellos podrá estar Jesús.

(6) Misná. Vino consagrado.

La Biblia recuerda en un lugar clave de la historia religiosa de Israel que Melquisedec, sacerdote pagano de Salem, Jerusalén, presentó a su Dios una ofrenda de pan y vino (Gn 14, 18). Eso significa que el santuario de Jerusalén había sido Casa del pan y el vino, ya en tiempos paganos. Lógicamente lo ha seguido siendo cuando se ha implantado allí el Yahvismo, como saben las leyes rituales, que regulan el uso (libaciones) de vino en los sacrificios (cf. Lev 23, 13; Num 15, 5-10). En el templo de Jerusalén se conservaba el vino de las ofrendas y libaciones, como recuerda una tradición de la Misná:

¿De donde se traía el vino? Kerutim y Hatulim tenían el mejor vino. El segundo

en calidad procedía de Bet Rimmá y Bet Labán, en la montaña, y de Kefar Signa en la llanura [zonas de Judea]. No se lo metía en grandes tinajas, sino en pequeñas cubetas. Las cubetas no se llenaban hasta los bordes, a fin de que la fragancia se expandiera. No se tomaba el vino de la parte alta a causa de la espuma, ni tampoco del hondo a causa de las heces, sino que se tomaba del tercio (de la cubeta) o del medio… (M. Men 8, 6-7).

Había buen vino en el templo, para libaciones de Dios y consumo de los sacerdotes. En su conjunto, los israelitas (al menos los sacerdotes antiguos) celebraban el recuerdo y presencia de Dios con pan y vino, en la tierra prometida. Ciertamente, no todos compartían esta visión, pues había recabitas, nazireos y bautistas o penitentes, más empeñados en el agua de las purificaciones que en el vino de las bodas.

(cf. A. APARICIO, Tú eres mi bien. Análisis exegético y teológico del Salmo 16, Claretianas, Madrid; R. PENNA, Il vino e le sue metafore nella grecità classica, nell’Israele antico e nel Nuovo testamento , en AAVV, La Bíblia i el Mediterrani I, Montserrat, Barcelona 1997, 41-74; J. C. REEVES, The Feast of the First Fruits of Wine and the Ancient Canaanite Calendar , NovTest 42 (1992) 350-361; D. RUIZ, El vino en el antiguo oriente bíblico , La Bíblia i el Mediterrani I, Montserrat, Barcelona 1997, 373-389).

AMPLIACIÓN 2. EL VINO DE JESÚS

A Jesús le han acusado de comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores (Mt 11, 19; Lc 7, 34). Evidentemente, ha sabido disfrutar del vino y lo ha bebido, en solidaridad con los marginados de su pueblo, ofreciéndoles la promesa y garantía del reino. Al final de su vida ha mantenido ese gesto y promete a los suyos que seguirá bebiendo con ellos el vino del Reino. Por eso, es normal que las iglesias de Jerusalén y Antioquía (representadas por los textos de la institución eucarística) y luego todas las iglesias hayan asumido la palabra de la última cena sobre el vino como expresión radical del evangelio, uniéndola al pan, que es señal de su presencia salvadora.

(1) Mc 14, 25. Voto de abstinencia.

Uno de los pasajes más significativos de los evangelios es aquel donde Jesús jura que se abstendrá de tomar vino hasta la llegada del Reino:

En verdad os digo, que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios (Mc 14, 25 par).

Este logion, que es muy importante para entender el sentido y coherencia biográfica de Jesús, vincula dos elementos: se compromete a abstenerse de vino mientras siga existiendo el mundo actual; expresa su fe en la llegada del Reino, centrado también en el vino. Mateo ha retocado ligeramente el texto de Marcos, simplificando la formula de juramento. Lucas ha dividido el tema en dos partes paralelas: una sobre la pascua y otra sobre el vino (Lc 22, 16.18), ampliando así el tema y vinculando (quizá en forma tardía) comida y bebida, como signos del reino; los dos signos (pascua del pan y bebida) quedan proyectados de esa forma hacia el futuro de la escatología, entendida como pascua verdadera y auténtica fiesta del vino, en sentido apocalíptico judío.

El texto de Marcos, comienza de un modo solemne, en verdad os digo que ya no beberé… , con una triple negación (ouketi ou mê), que debe interpretarse como juramento sagrado o voto (en el que pone al mismo Dios como testigo, en fórmula que podría traducirse: así me haga Dios si… .

En el momento más solemne de su vida, rodeado por sus discípulos, tomando con ellos a última copa, Jesús se compromete a no beber más hasta que llegue el reino que él ha prometido ya en otros contextos (cf. Mc 9, 1; 13, 30). Estos son algunos elementos de texto. El juramento de Jesús puede interpretarse como voto de abstinencia escatológica, que nos recuerda la tradición de los → nazareos, de tal manera que, de ahora en adelante, él puede presentarse así como nazareo del reino. El vino ha sido (con el pan) el signo más fuerte de su vida y esperanza.

Lógicamente, al acercarse el momento decisivo, Jesús proclama que ya no beberá en este mundo viejo, en este orden de cosas (es significa que podrán matarle), pero que llega (se está acercando de inmediato) el reino. La Biblia recuerda otros votos semejantes: David no dormirá en su lecho hasta edificar a Dios un templo (Sal 132, 2-5); los conjurados de Hech 23, 23 no comerán ni beberán hasta matar a Pablo… Pero el caso de Jesús es peculiar: se compromete a no beber hasta que llegue el reino, vinculando de esa forma su vida en el mundo la manifestación salvadora de Dios.

(2) Mc 14, 25. El vino del Reino.

Estas palabras de Jesús, que resultan poco apropiadas en un contexto de pascua judía (donde lo central son los ázimos, el cordero y las legumbres amargas) resultan perfectamente lógicas en una fiesta pentecostal de acción de gracias por la vida, simbolizada en el vino. La expresión solemne (fruto de la vid, en vez de vino) responde a ese trasfondo. Jesús pone su destino al servicio de la → viña de Dios, es decir, de la vida del pueblo israelita. Con vino de este mundo, en la fiesta de su despedida (entrega), Jesús promete a sus amigos el vino del reino.

Este juramento escatológico se inscribe en su camino de evangelio: Jesús ha ofrecido su mesa (→ pan y → peces) a los marginados y pobres, a los publicanos y multitudes. Ahora, en el momento final, asumiendo y recreando la mejor tradición israelita, afirma ante los suyos que ha cumplido su camino, ha terminado su tarea: sólo queda pendiente la respuesta de Dios, el vino nuevo y la fiesta del reino. El vino de esta fiesta de despedida (que el ritual de la institución interpreta como sangre de alianza: Mc 14, 23-24) es anticipo y promesa de culminación mesiánica: al beber así la última copa, en compañía de sus discípulos, invitándoles a tomar la próxima en el reino, está fijando y sellando el sentido de su vida, vinculada a la esperanza del Reino.

Éste no es un logion sobre los elementos centrales de la pascua (el pan sin levadura, las hierbas amargas o el cordero), sino sobre el vino. Eso nos permite supone que la → cena de Jesús se sitúa en la línea de las celebraciones de la de entrada de los israelitas en la tierra prometida (cf. Jos 5, 10-12) más que en una línea de pascua estrictamente dicha. Por eso alude al vino nuevo, que no es propio de pascua sino de las diversas fiestas de primicias, vinculadas al recuerdo de Pentecostés: tiempo de alianza y vino nuevo.

En este contexto pueden recordarse los diversos ritos → pentecostales del vino y pan. El texto completo de Marcos sobre la Última Cena (Mc 14, 12-21) resalta la ruptura pascual de Jesús y dentro de ella se sitúa nuestro logion, que nos puede resultar arcaico, pero perfectamente lógico dentro del contexto de Jesús y de sus ideales de reino, vinculados al pan y al vino (especialmente al vino), en la línea de la tensión escatológica que implica su mensaje. Está para morir, se encuentra perseguido. Por eso, reúne a sus discípulos y les ofrece el signo más hondo de su vida, una señal de solidaridad y promesa escatológica. Ha llegado la hora, no se vuelve atrás. Así promete (jura) diciendo que la próxima copa que beberá con ellos será en el reino de los cielos. Este es el sentido de Mc 14, 25, retomado por Mt 26, 29 y reelaborado por Lucas en Lc 22, 16 (ya no comeré hasta que se cumpla esta pascua en el reino de Dios en el reino de mi Padre) y Lc 22, 18 (no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios).

(3) Vino eucarístico (Mc 14, 23-24 par).

Desde el contexto anterior se entiende mejor el relato de la institución eucarística de la Última cena, que comentamos siguiendo a Marcos.

(a) Tomó una copa (potêrion)… Esta palabra puede traducirse, de manera quizá más sacral, como cáliz, destacando de esa forma la experiencia de dolor y entrega de la vida, como supone el relato sobre los zebedeos (¿sois capaces de beber el cáliz que voy a beber?: cf. Mc 10, 38) y la oración de Getsemaní (¡Aparta de mí este cáliz…! Mc 14, 36).

Preferimos, sin embargo, copa, porque es una palabra más neutral, propia de un banquete de amistad y despedida, en la línea de Sal 116, 5: El Señor es mi Copa… . El vino de la copa es señal de agradecimiento (eukharistía). Mientras un grupo de amigos puedan tomar juntos una copa podrán dar gracias a Dios. No están abandonados, perdidos, sobre un mundo adverso. El mismo vino, fruto de la tierra y del trabajo humano, producto de fermentación de la uva, es signo del cuidado de Dios, expresión del valor de la vida. Jesús no les ofrece una sesión de ayuno, hierbas amargas, en plano de sudores, sino el más gozoso y bello producto de la tierra mediterránea: el vino. El vino no es bebida diaria de los pobres, sino que implica riqueza y alegría. En ese sentido, Jesús quiere que sus discípulos puedan vivir en alegría y riqueza, bebiendo ya en este mundo el vino prometido para el Reino (cf. Mc 14, 25).

(b) Y bebieron todos de ella, de la copa, en gesto muy preciso de participación. Por un lado se dice que bebieron todos, por otro que bebieron de la misma copa, compartiendo de esa forma el mismo vino En esta fiesta emerge la más honda exigencia de solidaridad y justicia humana. En sentido estricto, las palabras interpretativas: esta es la Sangre de mi alianza (Marcos y Mateo), es la nueva Alianza en mi Sangre (Pablo y Lucas), no eran necesarias, pues el gesto en sí resulta elocuente: Jesús, un perseguido, mensajero del reino, amenazado de muerte, ofrece a sus amigos una copa de vino, en signo de solidaridad y esperanza escatológica (como ha destacado Mc 14, 25). Pero ayudan a entender el gesto.

En este contexto se sitúa la paradoja de la sangre. Para los israelitas, las → sangre constituye quizá el mayor de todos los tabúes: ellos pueden comer las varias partes de los animales pero nunca su sangre porque ella es la vida de la carne y os la he dado para uso del altar, para expiar por vuestras vidas, porque la sangre expía por la vida (Lev 17, 10-12; cf. Gen 9, 4). Dios se ha reservado la sangre, como signo de su poder originario, de forma que comer carne no sangrada o beber sangre constituye la mayor de las impurezas (cf. Hech 15, 29). Pues bien, fiel a su experiencia de trasgresión sacral y de ruptura de límites, Jesús ha ofrecido a sus discípulos su sangre, en el signo del vino. Difícilmente podemos hoy imaginar la extrañeza de este gesto, que rompe la distinción entre lo sagrado y lo profano; todo en Jesús es sagrado, siendo todo profano; todo es amor de madre y amigo, que da su vida (sangre) por los otros, para compartirla con ellos.

(4) Vino-sangre: el don de la vida.

Así como se ofrece un buen vino, en amor generoso, así ha regalado Jesús su vida a los hombres, para perdón de los pecados. Marcos dice simplemente por muchos (hyper pollôn), es decir, por todos (cf. Mc 14, 24; cf. Mc 10, 45). Mt 26. 27 ha añadido «para perdón de los pecados», situando de esa forma el gesto y la comida de Jesús en el trasfondo de los rituales israelitas, pero cambiándolos del todo. Frente al ritual de muerte de animales, detallado por Lev 1-9, superando el pacto de sangre de novillos (cf. Ex 24, 8), el rito del cordero pascual que tiñe las puertas de la casa para protegerla (Ex 12, 1-13) y la sangre de la expiación nacional con que se ungía el altar y santuario (cf. Lev 16, 14-19), Jesús ha expresado el sentido de la auténtica sangre, de la vida verdadera, que se regala en alianza de amor (de perdón) a todos los humanos. Ésta es la sangre de la vida, sin sangre de sacrificios exteriores de hombres o animales, es la vida que se regala, porque sólo el regalo de la vida hace posible el perdón entre los hombres. El vino de Jesús expresa y celebra la entrega gozosa de vida, el amor que él ofrece y comparte, en acción solidaria, de fiesta de sangre al servicio de la unión enamorada entre los humanos.

Pues bien, allí donde el amor se pervierte y los hombres se utilizan y destruyen unos a otros, se invierte este signo del vino y frente a la eucaristía de Jesús emerge la anti-eucaristía de la violencia envidiosa y asesina:

Vi a la Mujer… que tenía en su mano una copa de oro, rebosante (del vino) de sus abominaciones y de las impurezas de su prostitución… Ella esta embriagada con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús (Ap 17, 4-6).

Esta es la anti-eucaristía de la → prostituta que, en vez de regalar s vida a los demás, como Jesús, bebe la sangre de los hombres, suscitando así el furor de Dios, pues «si alguien adora a la Bestia y acepta su marca en la frente o la mano, beberá también del vino del furor (de Dios) que está preparado, en la copa de su ira» (Ap 14, 9-10). Esta imagen del vino-sangre expresa el horror de la destrucción que se destruye a sí misma: Y salió del altar otro Ángel que… que gritó con fuerte voz al que tenía la hoz afilada: Mete tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque están en sazón sus uvas. El Ángel metió su hoz y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad y brotó sangre… hasta la altura de los frenos de los caballos en una extensión de 1.600 estadios (Ap 14, 17-20).

(cf. J. JEREMIAS, última Cena. Palabras de Jesús, Cristiandad, Madrid 1980; X. LEÓN DUFOUR, La fracción del pan. Culto y existencia en el Nuevo Testamento, Cristiandad, Madrid 1983; E. NODET y E. TAYLOR. The Origins of Christianity, Grazier, Collegeville MI 1998).

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