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“No creo en el código canónico sino en los evangelios”, por Oscar Fortín

Domingo, 16 de noviembre de 2014

 

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Ya llegamos a las verdaderas opciones que permiten aclarar en que realmente creemos. No siempre hacemos la diferencia entre lo de la religión y lo de la fe.

En mi entendimiento, las religiones se reconocen ante todo por los cultos que llamamos sus practicas religiosas y por las doctrinas que determinan sus contenidos de fe.

En cuanto a la religión católica, uno se dice practicante si cada domingo va a la misa, hace de los sacramentos la referencia principal de su vida de fe. La Iglesia se identifica ante todo por sus sacerdotes, obispos, cardenales y el papa. Estos personajes aseguran el buen funcionamiento de la práctica religiosa en referencia a la ley fundamental del derecho canónico que determina lo que se puede hacer de lo que no se puede hacer. Determina en la practica lo que es bueno y lo que es malo. En lo bueno corresponden las virtudes y las bendiciones de Dios. En lo malo, corresponden los vicios y las sanciones que les corresponden. El perdón y la misericordia se actualizan à través del sacramento de la confesión. Al no cumplir con este ritual, las condenas se hacen irrevocables. Al respecto, me permito referirles a una reflexión sobre el juicio final según las leyes de la Iglesia.

Por otra parte, la fe puede entenderse no como una religión, con unos cultos y doctrinas, sino como una vida nueva surgida del testimonio mismo de Jesús y de su acción en el corazón de cada uno . Vista así, la fe es más un don gratuito de Dios que el resultado de una enseñanza doctrinal o de la acción del culto. La fe que nace de los Evangelios y del testimonio de Jesús es la que abre el camino hacia la justicia, la verdad, la compasión, la solidaridad, el amor gratuito del prójimo y que da la fuerza para que esos valores sean realidades para todos los humanos de la tierra.

Esta fe nos coloca en el corazón de la historia de estas mujeres y hombres de todos los tiempos que aspiraron y aspiran a una humanidad en que se reconozca la verdadera imagen de Dios, Jesús, el primero nacido de esta humanidad nueva, nos enseño, tanto por su vida que por su enseñanza, el camino para alcanzar la gran meta de una humanidad liberada de la mentira, de las manipulaciones, de las injusticias, del odio, de la crueldad, de los juicios sin compasión y de las condenas sin misericordia.

La Iglesia de la fe se reconoce por su actuar y sus compromisos en los que luchan para que la humanidad sea cada vez más humana y semejante a Dios que la creó para que así sea.

Si los cultos religiosos, los sacramentos, las celebraciones y fiestas no conducen a estos compromisos al servicio de una Humanidad siempre más a la imagen de Jesús, no sirven para nada. Tampoco pueden presentarse como una alternativa a los compromisos por la justicia, la verdad, la solidaridad, la compasión, etc. La Iglesia, la de la fe, está plenamente radicada en la historia de los hombres y mujeres, y su actuar debe encontrarse con el actuar de todos los que obran y luchan en la misma dirección. En este sentido, la Iglesia llevada por la fe viva y el Espíritu prosigue la encarnación de Jesús en la historia de los tiempos que vivimos.

Sobre este tema de los sacramentos de la Humanidad les refiero a dos artículos recientes :

http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php/2014/03/09/y-si-la-humanidad-fuera-iglesia-cuales-s

http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php/2014/03/27/los-sacramentos-de-la-humanidad

Al decir que no creo en el código canónico no significa que no reconozca la importancia de tener reglas que encuadran las practicas religiosas relacionadas con la fe. Sin embargo, esas reglas deben resaltar de una voluntad que viene de todos los miembros de la Iglesia y que no se substituyen a los evangelios y aun menos al Espíritu que actúa como bueno lo entiende en cada de los miembros del Cuerpo de la gran Iglesia. En este sentido, la cúpula que encabeza la Iglesia debe bajar a la base del pueblo al cual el Señor a dado los mismos poderes (Mt.18,18) que a Pedro (Mt,16,19).

En esta Iglesia de la cual nos habla el apóstol Pablo, no hay espacio para monopolio de un grupo sobre el otro. Todos estamos bajo la dirección del Resucitado y de su Espíritu. La fe nos hace a todos y todas libres en Cristo.

Oscar Fortín
20 de septiembre 2014

Sobre el mismo tema

http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php/2014/05/16/no-creo-en-el-estado-del-vaticano

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