Dom 28. IX. 24. Publicanos y prostitutas por el Reino
Ellos, varones y mujeres, expulsados, marginados, escoria de la tierra…, son los portadores del Reino de Dios, por encima de los sabios fariseos, de los altos sacerdotes, de los representantes de la Gran Sociedad de las finanzas y la empresa, los ejércitos y mandos que se creen supremos en la tierra.
Ésta es la paradoja, éste el misterio el misterio de la Trinidad hecho Vida en la vida de los hombres . Así lo anuncia y propone este evangelio escandaloso y consolador. No se dice que “os precederán” (en el futuro, en el Reino final del cielo), sino que os preceden ya (en este mundo), como Jesús que precede a los suyos en el camino de Jerusalén. Por eso quiero hablar en esta postal de publicanos y prostitutas por el Reino , fijándome de un modo especial de las prostitutas, en el amplio sentido de la palabra, pues de los publicanos he hablado más en otras ocasiones.
Aquí está el escándalo: el Reino de Dios no lo construyen los sabios empresarios, sacerdotes de Jerusalén, soldados del imperio sagrado (ellos construyen lo que saben y pueden, sus sistemas económicos, sacrales o políticos). El Reino lo construyen desde aquí, con Jesús, como hijos de Dios y con su fe, los publicanos y las prostitutas.Texto para temblar, texto para saltar de alegría.
Este evangelio sigue en la línea del domingo pasado, donde se decía que el “señor” concede igual salario a todos los trabajadores, de primera y de última “redada”. Ahora vemos que los verdaderos trabajadores del Reino son los publicanos y prostitutas, expulsados sociales y personales, la “piedra desechada” que Dios ha convertido en Piedra Angular de su Edificio divino y humano, como seguirá diciendo el evangelio de Mateo (Mt 21, 42; Sal. 118).
Evidentemente, la liturgia de este domingo ha puesto como texto clave el Himno de Filipenses (Flp 2, 6-11), del Dios hecho esclavo, allá, entre la basura de la buena sociedad, como la mujer de la segunda imagen. Sin duda, este evangelio debe matizarse luego con cuidado en la marcha de la vida, pero sin desvirtuar su fuerte espíritu, su intenso mensaje, como evoca la lección de Miguel, al comienzo de este comentario. Buen domingo a todos.
TEXTO
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” Él le contestó: “No quiero.” Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: “Voy, señor.” Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?” Contestaron: “El primero.”
Jesús les dijo: “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os proceden (os llevan la delantera) en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis. (Mt 21, 28-32).
INTRODUCCIÓN
De los publicanos (es decir, de los vendidos y manipulados por dinero) he hablado con bastante frecuencia en este blog, al comentar el evangelio de Lucas (Jesús con publicanos, parábola del fariseo y del publicano…) y en diversos temas económicos. Por eso destaco hoy algo más el tema de las prostitutas, para ocuparme después, sencillamente, del texto de Jesús, dejándolo ante los lectores, para que ellos vean, entiendan, comenten.
¿METEMOS A LAS PROSTITUTAS EN UNA CASA DE ACOGIDA… O NOS DEJAMOS CAMBIAR CON Y POR ELLAS?
La tradición cristiana posterior ha sentido casi siempre dificultades en este campo. A las prostitutas en general se las ha seguido utilizando o, en el mejor de los casos, se las ha metido en casas de arrepentimiento y conversión. En muchos lugares de Castilla (como aquí en Salamanca) se recuerdan las “casas de arrecogías” para convertir a prostitutas… Pues bien, parece que Jesús no quiere convertirlas de esa forma, sino descubrir “su fe” (con la fe de los publicanos), para iniciar desde ahí (con ellas) su camino.
No son los buenos “hijos mayores” los que tienen que convertir a las prostitutas, para “meterlas de nuevo en su sistema”. Son los hijos mayores los que deben descubrir la fe que hay en muchas prostituías y publicanos, para dejarse cambiar desde ellos y por ellos (desde ellas y por ellas). Lo que deben hacer los mayores es abrir un camino en el que están ya como primeros los publicanos y las prostitutas…
No es el buen sistema el que debe convertir (encerrar) a las prostitutas, sino que debe dejarse iluminar por ellas. El sistema debe construir un camino y una casa donde los primeros sean expulsados y oprimidos, publicanos y prostitutas, iniciando así un camino de conversión (de Reino).
Aquí la raiz, aquí la verdadera autoridad de la Iglesia: Ella es creíble en la medida en que sigue acogiendo como Jesús (con Jesús) a publicanos y prostitutas, que saben que ella (la iglesia) es su hogar y su casa.
KALUSNER, JESUS Y LAS PROSTITUTA
Quizá la mayor crítica contra la Iglesia que ha podido escuchar la vi en un libro de J. Klausner, buen judío (Jesús de Nazaret, Paidós, Bardelona 1974). Éste era su argumento:
— Los buenos judíos querían organizar un mundo bueno, según ley, cada uno en su lugar
— Jesús, judío radical, trastocó ese orden y quiso colocar primeros a prostitutas y publicanos..
— Pero la Iglesia posterior, con buen criterio (como los buenos judíos) volvió al orden anterior, poniendo en su sitio (fuera del lugar sagrado) a las prostitutas y demás “gente”, que merece un respeto, pero no el primer puesto.
MI AMIGO MIGUEL Y LAS PROSTITUTAS, AMIGAS DE JESÚS
He visto el otro día a mi alumno y amigo Miguel, a quien enseñaba esta cosas allá en los años setenta. Él aprendió más de lo que yo decía, y mucho mejor. Así se hizo “párroco” de grupos de miles de postitutas de San Pablo, Brasil. Un par de veces al año les celebraba una misa solemne. Y yo le pregunté:
— ¡No les darás la comunión sin confesarlas y convertilas primero, con propósito de la enmienda…!
Él me contestó, con humor gallego:
— Evidentemente, les doy la comunión a todas las que vienen y quieren y les animo a que vengan, porque Jesús les quiere… La conversión, cuando es posible, tiene que hacerse de otra forma, desde toda la sociedad…
— Pero, Miguelito, has visto los cinco cardenales de Roma que, en contra del Papa Francisco, no quieren dar la comunión ni a los divorciados, diciendo que que Jesús esa serio…
— ¡A esos cinco cardenales y a otros los metía yo dos años en un barrio de prostitutas de San Pablo, a ver si aprendían algo de Jesús.
VOLVER A LA BIBLIA, LEY JUDÍA (Prostitutas que muchas veces no lo son)
La prostitución aparece en la Biblia desde los tiempos más antiguos tanto en la tierra de Israel como en los países del entorno (Gen 28, 15), como en los países del entorno (Jc 16, 1; Prov 2, 16; 29, 3). Ella ha sido especialmente condenada en dos casos: (a) un sacerdote, y sobre todo el Sumo Sacerdote, no puede casarse con una prostituta, pues ello implicaría un riesgo para su santidad y, sobre todo, para la limpieza genealógica de sus hijos (cf. Lev 21, 7.14); (b) un padre no puede prostituir a su hija para lograr así ganancias económica (cf. Lev 19, 29).
En estos casos, la prostitución se utiliza en su sentido literal. Pero, como suele suceder en otros pueblos, las palabras vinculadas con la prostitución han tomado pronto un carácter simbólico, de tipo casi siempre religioso y negativo.
En este contexto debemos poner de relieve el hecho de que, por contaminación patriarcalista, el Antiguo Testamento presenta como prostitutas a mujeres que, estrictamente hablando no lo son, sino que poseen y ejercen una independencia social que las hace autónomas ante la sociedad o ante su misma familia. Los casos más famosos son los de Rajab, la «hospedera» de Jericó, que recibe a los espías de Israel (Jos 2, 1-3; 6, 17-25), y la «concubina» del Levita de Jc 19, 1-3; más que prostitutas en el sentido normal, ellas son mujeres que gozan de una libertad especial, sea en contexto social, sea en contexto matrimonial.
(1) Casos especiales. Evocamos algunos casos en los que el simbolismo de la prostitución tiene un papel importante para la Biblia.
(a) Prostitutos sagrados. Han sido especialmente condenados en Israel los prostitutos y prostitutas agrados (llamados «santos» y «santas»: de la raíz qds), vinculados al culto de algunos tempos cananeos o de otras ciudades del entorno. En este contexto se sitúa la famosa ley del Deuteronomio: «No traerás la paga de una prostituta ni el precio de un perro [=prostituto sagrado] a la casa de Yahvé tu Dios por ningún voto; porque abominación es a Yahvé tu Dios tanto lo uno como lo otro» (Dt 23, 18); en este contexto parece suponerse que en algún momento ha existido dentro del mismo templo de Yahvé algún tipo de prostitución sagrada.
(b) La idolatría como prostitución. El caso más significativo de prostitución sagrada, de tipo perverso, es la que está vinculada con el culto a los ídolos que, al menos desde Oseas, aparecen como amantes falsos (vinculados a veces con prácticas sexuales que la religión de Yahvé condena como inmorales). Entendida así la prostitución es el pecado nacional de Israel, como supone Os 2, 1; Is 1, 21; Jer 13 27. Especialmente significativo es, en ese contexto, el largo capítulo de Ez 16, dedicado a las prostituciones de las dos doncellas de Dios, Israel y Judá.
JESUS, Y LAS PROSTITUTAS QUE LO SON
Las prostitutas os precederán en el Reino de los cielos.
— El Nuevo Testamento conserva los diversos sentidos de la palabra. Así, dentro de la retórica moral del tiempo, hallamos algunas condenas generales de la prostitución, como la que aparece la crítica del hermano mayor de Lc 15, 30 o de 1 Cor 6, 15-16.
— Pero la novedad mayor del evangelio aparece allí donde Jesús viene presentarse como el Mesías o cristo de las prostitutas, a las que se acerca sin condenarlas (cf. Mt 21, 32; cf. Lc 7, 34), diciendo que ellas, con los publicanos, son los que “preceden” a los otros en el (camino del) Reino de Dios.
Ellas son las primeras, las adelantadas de la gracia de Dios, son constructoras del Reino. ¿Quién a oído cosa semejante? ¿Quién puede entender el misterio del Reino?
DIOS ES DIOS, Y ELLAS (Y ELLOS) SON SUS HIJOS
Está el hijo mayor que dice cumplir, pero no cumple; que dice que va, pero no va. Es como el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo… ¡Qué pena de Dios Padre con estos hijos!
Pero Dios tiene otros hijos… que dicen que no van… pero en el fondo van. Éstos son como el hijo pródigo: son los capaces de escuchar al Padre… Son los que pueden hacer camino de Reino, porque dejan que el Padre les alumbre con su amor.
ELLAS ACOMPAÑARON A DONDE JUAN BAUTISTA
Jesús no habla de oídas… Él conoce bien a los publicanos y prostituías, porque ha compartido con ellos la escuela de Juan Bautista. Ciertamente, no todos los publicanos y prostitutas fueron… pero fueron algunas, las suficientes para descubrir que Dios tiene un camino de salvación.
Ellas formaron parte de “la escuela” de Jesús, es decir, de la escuela donde Jesús escuchó la voz de Dios, con pecadores y prostitutas. Jesús no vino a aprender a un “sembradero de santos” (a un Master de Buen Reino) sino a una escuela donde se juntaban publicanos y prostitutas, para dejarse cambiar por la gracia de Dios, por el Reino.
PUBLICANOS Y PROSTITUTAS LE CREYERON
Creyeron a Juan, creyeron en Dios… Muchos de los “grandes” constructores del Templo Oficial (piedras sublimes de la masonería de Nueva Humanidad) sólo quieren construirse a sí mismos, construir su templo. No creen en Dios, no creen en la gracia, creen en sí mismos… Por el contrario, muchos publicanos y prostitutas “creyeron”, es decir, aceptaron la existencia de un misterio de gracia… No buscaban “su” salvación, se dejaron encontrar por “la salvación de Dios” (como dirá San Pablo, en el centro de todo su mensaje).
Evidentemente, Jesús no dice que “todos/todos los publicanos y prostitutas” se dejaron amar por el Dios del Reino… pero asegura que algunos lo hicieron. Su mismo “oficio” fue para ellas y para ellos “seminario” de gracia, noviciado de amor, del amor más alto, el de Dios, no el de ellas mismas… Es evidente que al “creer” ellas han empezada a cambiar, aunque el texto no dice cómo. ¿Han seguido siendo prostitutas pero creyentes? No se dice. Sólo se dice que “han creído” y que la fe es para ellas un cambio de vida radical. Ellas, las prostitutas que creen, pueden ser y son pioneras de un mundo nuevo, ministros/as de una nueva forma de vida, de una salvación en fe-amor.
OS LLEVAN LA DELANTERA (=OS PRECEDEN) EN EL REINO DE DIOS
La palabra griega aquí empleada (proagousin) alude casi siempre a Jesús que precede a los suyos, que les abre camino, como un “pionero”, como un explorador del Reino, como un adelantado de la Nueva Humanidad (del Hijo del Hombre). Pues bien, oficialmente los que debían preceder a los demás con Jesús son los Doce, según todo el evangelio… y en algún sentido lo hacen…
Pero estrictamente hablando, su verdaderos compañeros en esa labor de “exploradores” del Reino son las prostitutas y lo publicanos… Ellos son los primeros… en el camino del Reino. Por eso, porque ellos inician el camino… los otros pueden seguir. Ellas no hacen un camino para ellas solas, lo hacen para todos… Donde ellas vayan, donde ellas entren podrán entrar todos: no cierran la puerta, no hacen un “sistema sagrado de buenas prostitutas”, sólo para ellas.
EN EL REINO DE LOS CIELOS, ES DECIR, EN LA IGLESIA…
El pasaje no habla de la salvación eterna (de lo que pasará después de la muerte), aunque en el fondo lo que se dice de “aquí” se aplica al cielo y a la tierra, como sabe el padrenuestro… El pasaje habla directamente de lo que ha pasado en el camino de Jesús, un camino que él hace con publicanos y prostitutas… El texto supone que los publicanos y prostitutas preceden (=tienen que preceder) a los otros (a los hijos mayores) en el camino del Reino que es la Iglesia.
Me dicen a veces que en este blog aprovecho todas las ocasiones para criticar a la “iglesia oficial”. No lo haré en este caso. Dejaré que el texto diga lo que dice: ¿es cierto que los publicanos y prostitutas preceden al conjunto de la iglesia, como los “pro-agontes”, es decir, como la verdadera “autoridad”. Según este pasaje de Jesús y según todo el evangelio, la Iglesia se funda en ellos y ellas.
Las prostitutas no reciben la caridad de la gran iglesia que las ama, sino que son ellas las que inician el camino de la Gran Iglesia, que es para todos… No están ahí para recibir lecciones de los sabios y grandes, sino que ofrecen su lección, lección de fe. Vino Juan, vino Jesús… y los primeros en creer han sido publicanos y prostitutas. Ellos abren un camino de fe, ellos y ellas son los “dirigentes-pastores” de la iglesia (los pre-ceptores, los adelantados)
¿QUÉ TIENEN QUE HACER PUBLICANOS/PROSTITUTAS Y EL RESTO DE LA IGLESIA?
No se dice que se han “convertido” en sentido penitencial… El texto dice solamente que han “creído” (la iglesia es espacio de fe en el don de la vida, en el perdón y en la gracia…). Después, el texto dice que los otros (los hermanos mayores) no han “re-capacitado” para creer. Lo diré con el griego: “oude metemelêthête hysteron tou pisteusai”: ni “habeis cambiado de sentimiento para al fin creer”…
Lo que busca Jesús (desde Juan Baautsta) es un cambio de sentimientos, como muestra el verbo metemelêthête, que viene del griego “meta-meleomai”, cambiar de “sentimientos”, más que pensamientos (más en la línea de meta-noeô). Es como si los grandes no tuvieran sentimientos… y sólo prostitutas y publicanos pudieran tenerlos de verdad y creer de verdad, trasformando los sentimientos desde la llamada de gracia, en la gracia.
Lo que busca Jesús con ese cambio de sentimientos es un cambio de acción: Una vida donde lo importante nos sea el triunfo y el poder, sino la misma vida, el valor de las personas, a ras de tierra, mano a mano, desde los más pobres.
CONSTRUIR EL REINO DESDE EL GULAG DE SIBERIA
Desde ese fondo se puede hablar de otro tipo de adelantados del Reino: Los exilados y desnudos, los hambrientos y sedientos, los enfermos y encarcelados de Mt 25, 31-46. De este tema de encarcelados, exilados, hambrientos… he venido hablando con frecuencia en este blog, escribiendo incluso un libro sobre ellos, con el título de “Dios Preso” (Salamanca 2005). La dedicatoria de ese libro dice así, con palabras adaptadas al evangelio de hoy:
¡Todos somos culpables para con todos! Por todos iré allá (a la gran cárcel de Siberia), porque es preciso que alguno vaya allá por todos. No maté a nuestro padre, pero debo ir allá. Lo acepto…, todo esto que ha ocurrido aquí…, entre estos muros infamantes (de la cárcel). Porque de ellos (de los condenados) hay muchedumbre, de todos ellos hay centenares, debajo de tierra, pico en ristre.
¡Oh, sí, arrastraremos cadenas y no tendremos libertad. Pero entonces, en medio del gran dolor, nos encontraremos, de nuevo resucitaremos en alegría, sin la que el hombre no puede vivir si no existe Dios, porque Dios es el que dispensa la alegría, pues tal es su privilegio grande!… ¡Señor, que el hombre se deshaga en oración! ¡Cómo podría estar yo allí (en Siberia) sin Dios? ¡Si arrojasen a Dios de la tierra debajo de la tierra lo encontraría yo!
Un presidiario sin Dios es imposible, más imposible todavía que un hombre en libertad (sin Dios) Y entonces nosotros, hombres subterráneos, entonaremos en el fondo de la tierra un himno trágico a Dios en quien reside la alegría. ¡Viva Dios y viva su alegría! ¡Amo a Dios!
(F. M. Dostoyevski, Los hermanos Karamazov, parte IV, libro XI, cap IV; trad. R. Casinos, Obras completas III, Aguilar, Madrid 1964, 459-460)
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