Solo por hoy.
sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez.
cortés en mis maneras,
no criticaré a nadie
y no pretenderé mejorar o disciplinar a nadie,
sino a mi mismo.
de que he sido creado para la felicidad,
no sólo en el otro mundo,
sino en este también.
sin pretender que las circunstancias
se adapten todas a mis deseos.
recordando que, como el alimento es necesario para la vida del cuerpo,
así la buena lectura es necesaria para la vida del alma.
y no lo diré a nadie.
y si me sintiera ofendido en mis sentimientos
procuraré que nadie se entere.
Quizá no lo cumpliré cabalmente,
pero lo redactaré. Y me guardaré de dos calamidades:
la prisa y la indecisión.
aunque las circunstancias demuestren lo contrario
que la buena providencia de Dios se ocupa de mí
como si nadie existiera en el mundo.
De manera particular no tendré miedo de gozar de lo que es bello
y de creer en la bondad.
*
Beato Juan XXIII, papa
Decálogo de la Serenidad
***
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