“Hacerse cristiano cuando muchos lo dejan”, por Jaume Flaquer SJ.
Leído en Cristianismo y Justicia
Jaume Flaquer. [Catalunya Cristiana] No es fácil entrar en un vagón de metro cuando muchos de sus pasajeros quieren salir. La riada de gente te empuja hacia fuera. Si a pesar de esto sigues esforzándote por entrar sin esperar que se calme el andén (con el riesgo de perder el tren), es que tienes poderosas razones para querer subir.
Ésta es la situación de los jóvenes-adultos que llaman a la puerta de la Iglesia cuando muchos de sus compañeros la han abandonado. Experiencias personales de Dios y búsquedas de sentido suelen estar detrás de estos procesos. Yo he podido ser testimonio de tres de ellos porque el azar hizo que tres jóvenes me pidiesen casi a la vez un acompañamiento. Los reuní y constituí un grupo de reunión semanal. Ellos mismos pidieron que el proceso durara más de un año. Finalmente, después de casi dos años, ya recibirán el bautismo, la confirmación y la primera comunión en la Vigilia Pascual.
Para mí, como acompañante, ha sido una experiencia extraordinaria al estar tan cerca del huracán transformador que supone el descubrimiento de la fe. Los cristianos «viejos» damos demasiado la fe como «presupuesta» de manera que hemos ido redondeando la punta de su interpelación.
Hemos escuchado tantas veces el mandamiento del amor de Jesús que hemos perdido la capacidad de la sorpresa ante el tesoro de su vida, y hemos escuchado tantas veces sus críticas a los ricos y a los fariseos que hemos hecho de este discurso algo inofensivo situándolo en una pura utopía del Reino de Dios. Quien descubre el Evangelio es el verdadero niño que Jesús pone como modelo, porque abre los ojos como platos ante lo que le parece radical novedad.
A pesar de que cada camino de búsqueda es personal, el grupo al que acompaño es bastante representativo en algo, la gran diversidad de países de origen: un catalán, un cubano y una chica chilena. Alguien podría decir que los inmigrantes buscan en la religión un elemento de integración. Pero más bien es lo contrario. En una sociedad laica, la nueva pertenencia religiosa de estos nuevos catalanes supone un nuevo elemento de extranjeridad: extranjeros de origen y extranjeros de religión en la medida en que ésta va siendo cada vez más extraña en Cataluña.
Las familias de los catecúmenos reaccionan siempre con sorpresa y a veces con oposición. De hecho, lo pueden interpretar como una cierta crítica a la educación recibida. Los padres de uno de ellos le decían: «¿Qué hemos hecho mal para que ahora quieras bautizarte?». Paradójicamente muchos padres cristianos se preguntan lo mismo en sentido inverso cuando sus hijos toman otros caminos.
Karl Rahner tenía razón cuando decía que «el cristiano del futuro será místico o no será», es decir, fruto de una experiencia de encuentro con Dios. Estos continuarán el viaje en el vagón o subirán a él en alguna estación. Los demás bajarán para caminar solos o para coger otros trenes.
Imagen extraída de: CPAL
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