“No se agobien por el mañana”. Domingo 2 de marzo de 2014. 8º domingo de tiempo ordinario.
Leído en Koinonia:
Is 49,14-15: Yo no te olvidaré
Salmo responsorial 61: Descansa sólo en Dios, alma mía
1Cor 4,1-5: El Señor pondrá al descubierto los designios del corazón
Mt 6,24-34: No se agobien por el mañana
Uno de los elementos que caracterizan al Dios cristiano es su infinita generosidad para con sus hijos, que se expresa plenamente en la vida y misión de Jesús de Nazaret, quien con sus actitudes y comportamiento hacen presente el Reino de Dios, es decir, el amor y la solidaridad incondicional de Dios que sale al encuentro del ser humano, con el fin de darle vida en abundancia. Éste es el tema central de hoy.
El texto que leemos del profeta Isaías se enmarca en la época de la deportación en Babilonia, en donde la mayoría del pueblo de Israel pierde su confianza y esperanza en Yahvé a causa de la fuerte y violenta influencia religiosa, política y social de Babilonia y por la poca capacidad de espera y resistencia del mismo pueblo desterrado; Israel se siente abandonado y olvidado por Dios, siente que las promesas de liberación nunca se cumplirán, y se resigna y doblega por entero al dominio babilónico. La tarea del profeta es entonces animar la esperanza del pueblo resignado, por medio de la Palabra, haciéndole ver que Dios no le ha abandonado, que está ahí junto a él sufriendo y luchando por la liberación, que no lo ha olvidado y que lo ama entrañablemente como una madre ama a sus hijos. Con este texto, Isaías manifiesta la ternura de Dios, su preocupación de madre por el bienestar de sus hijos, distinta a la experiencia de sufrimiento en Babilonia. Dios actúa desde la ternura, desde la misericordia con quien sufre. Ésta es la manera como Yahvé anima y salva a su pueblo.
Pablo, en esta sección de su primera carta a los corintios, responde a las críticas de quienes, después de tomar partido por un anunciador del evangelio en particular y por una manera concreta de proclamarlo, juzgan el modo de actuar del mismo Pablo, juicio que es apresurado, poco fundamentado e inmaduro. Pablo les recuerda que lo importante para él es que lo consideren servidor y administrador fiel de los misterios de Dios, pues los creyentes sólo pueden ser eso y nada más. Por lo tanto, el juicio sobre la forma de servir y administrar de las personas le corresponde únicamente a Dios. Lo importante es el servicio fiel al misterio y la correcta administración de los carismas dados por Dios a los apóstoles. Lo que verdaderamente juzga Dios es la capacidad de servicio y entrega de los anunciadores del Evangelio; lo que a Dios le importa es qué misericordiosos y justos somos con nuestros hermanos, pues en esto se distingue a un legítimo apóstol de Cristo.
La exhortación que Mateo pone en boca de Jesús se dirige particularmente a la gente pobre que sigue al Maestro, a la gente que siempre está en riesgo, que está preocupada por el presente y el futuro, preocupada por su subsistencia y por su vida. Jesús los invita a ponerse en las manos de Dios, quien es tierno y compasivo para con todos, que mira por las necesidades de todas sus creaturas. Con la mente y el corazón puestos en la generosidad de Dios, lo realmente importante o prioritario entonces es buscar el Reino de Dios y su justicia. Ésa debe ser la preocupación fundamental del seguidor de Jesús. Es un llamado a ser como el mismo Dios es, justo, tierno, compasivo, solidario, amante de los pobres y débiles; por eso, es tarea de todos expresar al mundo, por medio del testimonio y la fraternidad, la ternura de nuestro Dios Padre-Madre de la Vida.
La primera lectura pone ante nosotros uno de los poquísimos textos en que la Biblia compara a Dios con una madre. Es muy importante pues destacar esta peculiaridad. Porque aunque, a nivel teológico, la afirmación de que Dios es tanto Padre como Madre no tiene ninguna dificultad y es ya algo pacíficamente poseído en el cristianismo actual, no deja de haber sectores que se resisten, y manifiestan su rechazo a la utilización de atribuciones femeninas a Dios. Hay que insistir en que el tema no queda resuelto con la simple admisión de que Dios no tiene sexo; el problema es más profundo; porque aunque teóricamente nadie afirme que Dios «sea» masculino, lo cierto es que durante mucho tiempo la imagen que de él nos hemos hecho ha sido claramente masculina, y en la sociedad y en la Iglesia se ha deducido de ello, durante siglos, que sólo el varón podría representar funciones de mediación con lo sagrado, haciendo de la mujer una realización humana de segundo orden. Esto no es una «crítica feminista», sino una realidad penosa y lacerante que debemos reconocer y remediar. No deben los varones sentirse incómodos ante la reivindicación de las mujeres. Aunque la situación que se genera sea, a veces, un tanto incómoda, mucho más lo ha sido la situación de marginación a la que tantísimas mujeres se han visto sometidas históricamente. Las incomodidades que experimentemos son un pequeño tributo que debemos pagar para seguir avanzando hacia una sociedad y hacia una Iglesia igualitarias. No hace falta ser mujer para asumir como propia la Causa de la Mujer, tanto en la Sociedad como en la Iglesia. Todos debemos hacer nuestra esta Causa, conscientes de que nuestra pequeña aportación no dejará de ser significativa. (Para una breve recopilación histórica de posiciones antifeministas en la historia del judeocristianismo, véase DALY, Mary, El cristianismo y la mujer: una historia de contradicciones [http://servicioskoinonia.org/relat/426.htm]).
El evangelio de Mateo que hoy leemos nos estaría presentando ese carácter materno de Dios a través de lo que tradicionalmente hemos llamado la divina Providencia, una dimensión del amor de Dios a la que la tradición espiritual popular le ha dado mucha relevancia en la vida diaria. Ha sido una forma de ejercicio de la fe que nos hacía descubrir la mano materna de Dios cuidando nuestros pasos, para evitarnos problemas, para atender siempre nuestras necesidades. No ha sido considerada nunca una verdad teológica fundamental, ha cumplido una función muy importante en el ejercicio de la vida espiritual, en cuanto confianza a ultranza en la bondad «providente» de un Padre celestial que cuida de sus criaturas. Hay congregaciones religiosas cuyo carisma está estructurado en torno al tema espiritual de la «Divina Providencia». El «ángel de la guarda» fue una pieza clave instrumental de tal Providencia.
Antiguamente fue fácil la fe en la Providencia de Dios, la confianza en que él (causa primera) intervenía en las condiciones externas (causas segundas) para cuidarnos «maternalmente». Hoy día, después que la modernidad ha dejado claro que Dios no interviene ni puede intervenir en las leyes de la naturaleza para hacer que nos vaya bien, la fe en la Providencia debe reformularse radicalmente. No sólo no tenemos por qué creer en la intervención de Dios sobre las causas segundas, sino que podemos creer en forma adulta, como personas que se consideran enteramente responsables de su destino (a veces un simple ciego destino natural), sin consolarnos creyendo que Dios mismo está pendiente de nosotros trabajando para facilitarnos o para asegurarnos la vida. No. Hoy, este «deísmo intervencionista» resulta difícil de aceptar y de creer. Hoy sabemos que en este mundo moderno «estamos solos», sin un dios-tapaagujeros que nos proteja, bajo nuestra única responsabilidad, y en manos de un sin fin de imponderables que debemos asumir adultamente, con coraje y valentía. Es ese sentido de responsabilidad y nuestro coraje el que nos permite superar la angustia existencial y la inseguridad que siempre rodea y acecha nuestra vida, como vida de seres naturales, limitados, contingentes y sometidos a toda clase de amenazas. No obstante, bien sabemos que una cosa es decir que debemos asumir nuestra vida con total responsabilidad, y otra muy distinta es ser coherentes con esta soledad existencial en los momentos duros de nuestra vida. Es cierto. ahí probaremos la coherencia de nuestra inteligencia con nuestro coraje de creer de un modo adulto.
Andrés Torres Queiruga ha abordado varias veces el tema de la Providencia. Muy recientemente lo ha hecho en la revista Iglesia Viva, en junio pasado, en su número 284 (pp. 28-48).
El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 33, «A cada día le basta lo suyo», que puede ser escuchado aquí (http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/033.mp3) y cuyo guión –con un comentario bíblico-teológico incluido- puede ser recogido aquí http://radialistas.net/article/33-a-cada-dia-le-basta-lo-suyo).
La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 100, que se titula «¿Dios es varón?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión puede recogerse en http://radialistas.net/article/100-dios-es-varon/ y su audio aquí: http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/100_1.mp3 El guión, e información complementaria a ese capítulo puede recogerse en: http://emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=190100.
También puede servir el capítulo 93, «Dios o el dinero?» (http://radioteca.net/media/uploads/audios/%Y_%m/93.mp3).
Para la revisión de vida
¿Cómo vivo la Providencia de Dios? ¿Creo que Dios está interviniendo en las causas materiales para protegerme de eventuales daños? ¿O creo que soy yo el que tiene que ir por la vida siempre con un plus de prudencia? ¿Qué significa «el ángel de la guarda»?
¿Soy consciente de la discriminación de la mujer en la sociedad? ¿Lucho por su superación? ¿Soy consciente de su marginación en la Iglesia? ¿Me excuso diciendo que no puedo hacer nada? ¿Qué puedo hacer?
Para la reunión de grupo
– ¿Cuál fue la idea de Providencia que me inculcaron en la catequesis o en mi educación? Describirla. ¿Qué papel jugaba ahí el «ángel de la guarda»?
– ¿Se puede mantener hoy un «deísmo intervencionista»? ¿Qué se puede entender por tal? ¿Es posible creer hoy en la Providencia de Dios bajo aquellos esquemas?
– ¿Es posible creer hoy que Dios «nos cuida y nos protege como un padre o una madre»…? ¿No es un antropomorfismo? ¿En qué sentido se podría re-entender y aceptar?
– ¿Qué situaciones de marginación de la mujer vivimos todavía en la Iglesia? ¿Qué gestos puede hacer nuestra comunidad cristiana para colaborar a revertir esta situación, por más que parezca una contribución pequeñita?
– Leer el artículo en línea de Mary DALY (citado más arriba), y comentar en grupo.
Para la oración de los fieles
– Para que los cristianos afiancemos nuestra conciencia de que Dios también tiene un «rostro materno» amoroso…
– Para que nuestra Iglesia tenga el coraje de dar pasos adelante y purificar sus estructuras frente a cualquier signo de marginación de la mujer…
– Para que renunciemos a «servir a dos señores, a Dios y al dinero», y optemos radicalmente por el Dios del Amor y la Solidaridad…
– Para que la palabra de la Iglesia vaya avalada por su compromiso…
– Para que nuestra responsabilidad y nuestro coraje nos permitan superar la angustia frente al futuro, confiando en la solidaridad fraterna como una forma real de Providencia de Dios…
Oración comunitaria
Dios Padre y Madre universal, cuyo amor supera el amor tierno y fiel de la madre más amorosa. Ayúdanos a experimentar tu presencia cariñosa y misteriosa en nuestra vida, para que experimentemos tu ternura, y seamos capaces de transferirla también a los demás. Nosotros te lo pedimos apoyados en la experiencia y el ejemplo de Jesús, que encarnó en sí mismo tu amor paterno-materno. Amén.
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