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Archivo para Domingo, 13 de abril de 2025

¿Quién es este que viene?

Domingo, 13 de abril de 2025

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Domingo de Ramos

Hubo demasiadas conciencias alumbradas,
hubo demasiados privilegios trastornados,
hubo demasiadas palabras mal recibidas,
hubo demasiada mala fe:
detrás de esta puerta
con los dinteles elevados, todo va a jugarse,
lo sabe.
Posiblemente tiene miedo,
da el paso.
Entra.

Es aquí dónde se le espera.
¡Es ahora
cuando se va a verificar el perdón dado
hasta el múltiplo de setenta y siete,
la vida dada como único signo de amor,
el cuerpo y la sangre dados hasta el desgarro,
el Espíritu dado como un soplo de vida!

Ha llegado la hora.
Es ahora cuando su verdad saldrá a la luz.
Lo sabe;
da el paso.
Entra.

La semana comienza.

*

Charles Singer

***

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto por su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

***

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.

¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: “¡Hosanna!”, y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

*

(Himnos de las Primeras Vísperas y de los Laudes de la Liturgia de las Horas del Domingo de Ramos, )

***

Lecturas del Domingo de Ramos

Evangelio: Lucas 22,14-23,56

***

No conocíamos la medida del sufrimiento de Dios hasta que tomó cuerpo ante nuestros ojos en la pasión de Cristo. La pasión de Cristo no es más que la manifestación histórica y visible del sufrimiento del Padre por el hombre. Es la suprema manifestación de la debilidad de Dios: Cristo -dice san Pablo- fue crucificado por su debilidad (2 Cor 1 3,4). Los hombres han vencido a Dios, el Pecado ha vencido y se yergue triunfante ante la cruz de Cristo; la luz se ha cubierto de tinieblas… Pero sólo por un instante: Cristo fue crucificado por su debilidad, pero vive por la fuerza de Dios, añade el apóstol. ¡Vive, vive! El mismo lo repite ahora a su Iglesia: “Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo poder sobre la muerte y los infiernos” (Ap 1,18) […].

Dios ha vencido sin dejar su debilidad, sino llevándola al extremo; no se ha dejado arrastrar al terreno del enemigo: “Injuriado, no respondía con injurias, sufría sin amenazar” (1 Pe 2,23). A la voluntad del hombre que pretendía aniquilarlo, no ha respondido con deseos de destrucción, sino con voluntad de salvarlo: “Yo soy el Viviente -dice el Señor-; no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva” (cf. Ez 33,11). Dios manifiesta su omnipotencia con la misericordia y el perdón [parcendo et miserando), como reza la oración de la Iglesia. Al grito Crucifige!, respondió con este grito: “Padre, perdónalos” (Le 23,34).

No hay palabras en el mundo como estas breves palabras: “Padre, perdónalos”. Toda la potencia y santidad de Dios están ahí resumidas; son palabras indomables, que no pueden ser superadas por ningún crimen, porque fueron pronunciadas en el más grande de los crímenes, en el momento en que el mal ha hecho su esfuerzo supremo y ya no puede más porque ha perdido su aguijón.

*

R. Cantalamessa,
El misterio pascual, Valencia 1996).

***

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Con los crucificados” Domingo de Ramos – C (Lucas 22,14-23,56). 10 de abril 2022

Domingo, 13 de abril de 2025

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El mundo está lleno de iglesias cristianas presididas por la imagen del Crucificado, y está lleno también de personas que sufren, crucificadas por la desgracia, las injusticias y el olvido: enfermos privados de cuidado, mujeres maltratadas, ancianos ignorados, niños y niñas violados, emigrantes sin papeles ni futuro. Y gente, mucha gente hundida en el hambre y la miseria en el mundo entero.

Es difícil imaginar un símbolo más cargado de esperanza que esa cruz plantada por los cristianos en todas partes: «memoria» conmovedora de un Dios crucificado y recuerdo permanente de su identificación con todos los inocentes que sufren de manera injusta en nuestro mundo.

Esa cruz, levantada entre nuestras cruces, nos recuerda que Dios sufre con nosotros. A Dios le duele el hambre de los niños de Calcuta, sufre con los asesinados y torturados de Iraq, llora con las mujeres maltratadas día a día en su hogar. No sabemos explicarnos la raíz última de tanto mal. Y, aunque lo supiéramos, no nos serviría de mucho. Solo sabemos que Dios sufre con nosotros. No estamos solos.

Pero los símbolos más sublimes pueden quedar pervertidos si no recuperamos una y otra vez su verdadero contenido. ¿Qué significa la imagen del Crucificado, tan presente entre nosotros, si no vemos marcados en su rostro el sufrimiento, la soledad, la tortura y desolación de tantos hijos e hijas de Dios?

¿Qué sentido tiene llevar una cruz sobre nuestro pecho si no sabemos cargar con la más pequeña cruz de tantas personas que sufren junto a nosotros? ¿Qué significan nuestros besos al Crucificado si no despiertan en nosotros el cariño, la acogida y el acercamiento a quienes viven crucificados?

El Crucificado desenmascara como nadie nuestras mentiras y cobardías. Desde el silencio de la cruz, él es el juez más firme y manso del aburguesamiento de nuestra fe, de nuestra acomodación al bienestar y nuestra indiferencia ante los que sufren. Para adorar el misterio de un «Dios crucificado» no basta celebrar la Semana Santa; es necesario además acercarnos más a los crucificados, semana tras semana.

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José Antonio Pagola

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“He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer”. Domingo 13 de abril de 2025. Domingo de Ramos

Domingo, 13 de abril de 2025

22-ramosC cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 50, 4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado.
Salmo responsorial: 21: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
Filipenses 2, 6-11: Se rebajó, por eso Dios lo levantó sobre todo.
Lucas 22, 14-23. 56: He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros, antes de padecer.

El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.

La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible…

El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos

El evangelio de hoy es más largo que de ordinario: toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. Por otra parte, la homilía debería enfocarse pues hacia el conjunto de la Pasión y su significado. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.

Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de cómo Jesús salva a la humanidad y en qué consiste esa salvación. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.

Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».

El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que elaboró san Anselmo de Cartebury en el siglo XI sobre la tradición jurídica del derecho romano. En este sentido. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano, por su parte, quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con ello la dignidad ofendida de Dios, y restablecer así las relaciones de Dios con la humanidad.

Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Además, no está en el Nuevo Testamento: es una elaboración teológica, muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media: el derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre de los siervos, las obligaciones jurídicas relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir («re-d-emere»), re-comprar al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.

Esta teología, hoy ya insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral tienen todavía en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en n sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana… para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.

Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, le pertenecía, y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).

Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»…

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:

-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas ni descripciones metafísicas;

-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una… y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;

-que las teologías son contingentes, no necesarias;

-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas en directo del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;

-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los correspondientes cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad y pueden acabar resultando inaceptables y hasta desechadas;

-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;

-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto. Leer más…

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Ramos. 13.4. 25 . Hija-Sion danzando gozosa, Rey de Paz en un asno

Domingo, 13 de abril de 2025

IMG_0756Del blog de Xabier Pikaza:

Danza con fuerza, Hija-Sion; grita aclamando, Hija-Jerusalén. Tu tu rey viene a ti; justo y amoroso, montado sobre un asno. Destruirá el carro de  combate de Efraim, el caballo de Jerusalén, el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra (cf. Zac 9,9-10).

Hacia comienzos del III a. de C., asumiendo quizá temas y hasta textos anteriores, el autor a quien llamamos 2º Zac (Zac 9-14), redacta una obra profética centrada en el mesianismo escatológico: culminando su acción anterior e invirtiendo los medios de poder que triunfan en el mundo (violencia de los imperios).

El el mismo Dios va a desve­lar su misterio en Sión/Jerusalén. Desde ese fondo ha de entender­se cl último y, en algún sentido, el más paradójico y fuerte de todos los pasajes que tratan de la Hija-Sion, de la Nueva Jerusalén

Danza con fuerza, Hija-Sión; grita aclamando, Hija-Jerusalén; he aquí que tu rey viene a ti; justo y vencedor es él; humilde, montado sobre un asno, sobre un pollino, cría de borrica. Destruirá el carro de Efraim y el caballo de Jerusalén Y destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones; y su dominio será de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra, (Zac 9,9-10).

La traducción del texto es fácil, aunque el principio del verso 10 está en el TH en primera persona  (y yo destruiré …), como si fuera el mismo Dios y no el rey mesiánico el encargado de que­brar la fuerza guerrera de Efraín y Judá. Sea como fuere, el sentido de fondo parece el mismo y así conservamos la traducción visual, en tercera persona: el anunciador profético sigue invitando a la Hija-Sion al canto gozo, conforme a lo visto en Sof 3,14-18 y Zac 2,14-17, pero ahora los motivos para el gozo son algo distintos.

Comencemos por cl mismo gozo de la Hija-Sión. Ella tiene que ponerse a danzar en gesto de fiesta solemne; danza y grita aclamando, porque llega el monarca. Estamos en una liturgia de entronización: avanza el rey, se forma el cortejo y, mientras va llegando, se le acerca la Hija-Sion para recibirle con la alegría desbordante de su baile. Organizador de fiesta mesiánica es el profeta, danzante jubiloso el pueblo (Hija-Sión), majestuoso el rey que viene.

Sof 3,14-18a iniciaba una danza nupcial: Zac 2,14-17 invi­taba al baile religioso; sin negar del todo estos aspectos, Zac 9,9-10 nos lleva al centro de una gran ceremonia de coronación: al baile de un pueblo/muchacha que recibe con gozo emocionado y entu­siasta a su rey salvador. I:1 rey que llega y la mujer que sale a reci­birle danzando: este es el misterio final, el último acto de la historia.

Desaparecen o pasan a segundo plano los restantes ofi­cios y figuras de la tierra: sacerdotes, militares, potentados… Toda la humanidad se ha condensado en esta Hija-Sión, esta ciudad­-mujer, esta doncella que llena de juventud y esperanza se prepara para la danza triunfal de su rey. Ella no tiene más oficio que cantar y alegrarse; para eso se prepara. Ella podrá cantar porque tiene su rey En los dos casos anteriores el rey (o plenitud de poder) era un personaje divino.

Por eso, la Hija-Sión significaba la humanidad entera, varones y mujeres incluidos en esa figura femenina. Ahora, en cambio, la Hija-Sión, sin perder esa visión de totalidad, tiende a recibir y reali­zar una función particular porque el rey que viene es también figu­ra humana (humilde, montado en un asno…).

Ciertamente, el rey que viene es justo, en la línea cíe la justicia de Dios, pero es tam­bién justo con los israelitas (y humanos) justos de la historia. Este rey es vencedor, en cuanto trae la victoria de Dios; pero el término empleado en este caso es pasivo, como para indicar que no realiza la salvación por sí sino que la recibe de Dios. Es rey hunnilde como humildes eran aquellos que formaban e1 resto de Israel en Sof 3,12. Viene montado en un asno, como en asno montaban los primeros salvadores y reyes de la historia israelita (cf Gen 49,11; Jc 5,10; 10,4; 12,14).

Una muchacha que danza gozosa, un rey  de paz que avanza montado sobre un asno… Esta es la representación de la historia total. Los dos unidos forman el signo de la humanidad. Por eso hay que entenderlos uno desde el otro y con el otro.

La muchacha danzante sólo tiene sentido allí donde la vida no se entiende como guerra, allí donde el auténtico poder no es el caballo de -batalla ni el dinero sino el ser humano nuevo que avanza sobre un asno.

Por otra parte, la humildad amorosa del rey expresa algo que es mucho más que una virtud interna: no es el gesto interior e1 que aparece en pri­mer plano sino todo el signo externo del varón que ha renunciado a las armas, a la lucha por la conquista, a la soberbia del dinero.

El asno del que aquí se trata no es un signo momentáneo que se apli­ca desde fuera a un ~<rey o varón que normalmente cabalga en tren de guerra o se impone en actitud de duro mando. El asno es la expresión permanente de la voluntad de diálogo, de la paz muma, de la renuncia a la violencia.

Este rey y esta mujer se encuentran. Son uno para el otro, uno con el otro, de tal forma que sus signos pueden cíe algún modo intercambiarse: monta la muchacha en el asno, danza el rey… o danzan ambos y ambos montan en camino nuevo de paz universal.Sion era cuanto tal ha desaparecido. Aquí no hay ciudad externa, ni templo separado. Ellos dos, cl varón y la mujer, en diálogo danzan­te, son el signo de la nueva humanidad, son todo Sion, si es que pudiera utilizarse ese lenguaje.

Pero el texto sigue diciendo que destruirá (¿quién? Dios o el mismo rey, según se lea el TH) el carro de Efraim y el caballo de .Jerusalén (9~,10). Normalmente, en la vieja tradición hímnica y pro­fética de Israel carros y caballos suelen ir vinculados como expresión de poderío guerrero (cf Ex 15,1; Mi 5,9; Is 2,7). La novedad de nuestro texto está en el hecho de que separa ambos signos y atribu­ye los carros a Efraím y los caballos a Jerusalén, poniendo así sobre el mismo plano de violencia (y con la misma necesidad de conver­sión) a judíos y samaritanos. Ciertamente, la salvación está simboli­zada en la Hija-Sion y en su rey. Pero esta Hija-Sión no pertenece ya sin más a Jerusalén; ella se abre al nuevo pueblo de la paz edifi­cado por este rey humilde.

La paradoja (que el nuevo testamento ha captado en pro­fundidad: Mt 21,5) consiste en el hecho de que este rey sin armas simboliza (y en algún sentido realiza) la victoria de la nueva huma­nidad sobre los grandes pueblos armados. No se trata de pedir  que se desarmen los otros,, que empiecen renunciando a la violencia los pueblos enemigos. Este nuevo rey es signo cíe condena para los hermanos enfrentados, para judíos y samaritanos, en un tiempo (siglo III a. de C.) en que ambos se están enfrentando en visión de odio social y militar que será definitivo.

Sólo entonces, cuando judíos y samaritanos (Efraím y Jerusalén) depongan sus armas, cuando puedan darse la mano de la paz en torno al rey de no violencia, montado sobre un asno, podrá salir la Hija-Sión a bailar. Ambos, rey pacífico y muchacha danzante, forman como las dos caras de un mismo ideal mesiánico abierto hacia todos los pueblos, porque el texto sigue diciendo «destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones».

E1 arco constituye, con los carros y caballos, el signo máximo de guerra (cf 1 Sam 2,4). Parece que los pueblos han vivi­do hasta cl momento dominados por un tipo de lógica militarista: arco y espada han definido y decidido siempre sus disputas. Pues bien, asumiendo una lógica nueva de paz escatológica, que pode­mos ver en textos como Is 2,2-4; 11,1-9, nuestro pasaje ha elabora­do un ideal de paz universal. Leer más…

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La Pasión según Lucas. Domingo de Ramos. Ciclo C.

Domingo, 13 de abril de 2025

Titian_-_Christ_and_the_Good_Thief_-_WGA22832Tiziano, Jesús y el buen ladrón

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Resulta imposible comentar en pocas líneas el relato de la Pasión en el evangelio de Lucas. De los diversos episodios exclusivos suyos, considero de especial interés las tres palabras que pone en boca de Jesús en la cruz. Ninguno de los evangelios trae las siete famosas palabras de Cristo en la cruz. Mateo y Marcos, solo una; Juan, tres; Lucas, otras tres. Sumándolas tenemos siete. Las tres de Lucas pueden servir de reflexión y oración.

  1. Morir perdonando

            Jesús y los dos malhechores acaban de llegar al Calvario. Crucificar a tres personas es un trabajo más lento y cruel de lo que puede imaginarse, pero Lucas no entra en detalles. Se limita a indicar lo que decía Jesús en este momento: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

            El tema de los enemigos y del perdón ha aparecido en este evangelio desde el comienzo. Zacarías, el padre de Juan Bautista, alaba a Dios porque ha suscitado a un descendiente de David “para que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia toda nuestra vida”. Su esperanza no se cumplirá como él espera. A su hijo lo decapitará Herodes. Y Jesús no habla de verse libres de los enemigos. Lo que manda a sus discípulos es: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian”. Ahora, en el momento decisivo, Jesús va más adelante. No solo reza por los enemigos, sino que intenta comprenderlos y justificarlos: “no saben lo que hacen”.

  1. Nunca es tarde para convertirse

            Que Jesús fue crucificado entre dos malhechores lo dicen también Mateo y Marcos (aunque estos los llaman “ladrones”, que equivale a “terroristas”, cosa más lógica porque a los ladrones no los crucificaban, sino que los vendían como esclavos). Pero la mayor diferencia consiste en que en Mateo y Marcos los dos insultan a Jesús. Lucas cuenta algo muy distinto: mientras uno anima irónicamente a Jesús a salvarse y salvarlos, el otro lo defiende, reconoce su inocencia y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su reino. Todos sabemos la respuesta de Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

            Algún escéptico podría decir que Lucas ha inventado esta conversión tan inesperada del buen ladrón. Él respondería: “Si no fue así, pudo serlo”. Porque lo que intenta enseñarnos es que nunca es tarde para convertirse. En una parábola que comentamos hace tres domingos, el labrador pedía un año de plazo para la higuera estéril. Zaqueo tuvo el resto de su vida para demostrar su conversión. El buen ladrón solo dispone de unas horas antes de morir, aprovecha la ocasión de inmediato, y esas pocas palabras le sirven para salvarse. Al mismo tiempo, las palabras de Jesús suponen un consuelo para todos nosotros cuando se acerque la muerte: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

  1. Morir en manos de Dios

            Lo último que dijo Jesús antes de morir también varía según los evangelios. Marcos y Mateo ponen en su boca el comienzo del Salmo 22: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué he has desamparado?”. Parece un grito de abandono, sin esperanza. Quien sigue leyendo el salmo advierte que el olvido de Dios y el sufrimiento dan paso a la victoria final. Aunque esto sea cierto, Lucas piensa que sus lectores no van a entenderlo y se pueden quedar con la sensación de que Jesús murió desesperado. Por eso, las últimas palabras que pone en su boca son: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. De este modo, el final de la vida terrena de Jesús empalma con el comienzo de actividad apostólica. En el bautismo escuchó la voz del cielo: “Tú eres mi hijo amado”. Ahora, en el momento del dolor y la muerte, cuando parece que Dios lo ha abandonado, Jesús lo sigue viendo como “Padre”, un padre bueno al que puede entregarse por completo.

 

El relato de la pasión es una historia de dolor, injusticia, sufrimiento físico y moral para Jesús. Pero Lucas ha querido que sus últimas palabras nos sirvan de enseñanza y consuelo para vivir y morir como él.

Un comentario completo al relato de la pasión puede verse en J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino 2021), págs. 449-510.

 

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13 Abril. Domingo de Ramos. Ciclo C

Domingo, 13 de abril de 2025

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“Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y lo mismo las mujeres que lo habían seguido desde Galilea y que estaban mirando.”

(Lc, 22,14-23,56)

El domingo de Ramos nos abre un gran pórtico que nos muestra, este año a través del Evangelio de Lucas, lo que vamos a celebrar a lo largo de esta Semana Santa.

¡Siéntate, corazón mío!

Como todos los que conocían a Jesús, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, que estaban allí presenciando todo (Lc 23,49), déjate tocar, déjate asombrar, déjate enamorar.

¡Siéntate, silénciate, contempla…!

Accede, corazón mío, a ese pórtico, ábrete a que sea el Espíritu mismo de Jesús quien te ayude a descubrir la fidelidad del Maestro en su entrega total, su confianza en el Padre. Es el corazón misericordioso que Jesús te ofrece lo que te hará misericordioso. Y esa misericordia entrañable te acercará a las hermanas/os que hoy siguen el camino de Jesús de Nazaret en medio de persecuciones, abusos, torturas, arrestos e incluso la muerte por ser fieles al Maestro. Recordamos los sentimientos de aquel cristiano, en tierras sirias, que en medio de la tortura dijo algo así a sus verdugos: queréis que renuncie a mi fe cristiana, pero no puedo, porque mi corazón es de Cristo, está marcado por el amor a Cristo Jesús.

Corazón mío, no hagas de estos días santos como aquella gente que había acudido al espectáculo” (Lc 23,48) sino déjate sorprender, para que con el amor que Dios Padre te entrega a través del Espíritu puedas tú también decir con la confianza y abandono de Jesús: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46).

Lo que te preparas a celebrar no es la muerte, aunque ésta sea la de Jesucristo, sino el camino hacia la Pascua.

Oración

Tiempo de vida, tiempo de de luz, tiempo de amor.
Señor, Jesús, Maestro bueno,
dame un corazón que sepa
contemplar, acoger, perdonar, amar…
coge mi mano y conduce mis pasos
a escuchar tu invitación: ¡Sígueme!

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

***

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Por ser fiel a sí mismo, lo mataron.

Domingo, 13 de abril de 2025

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DOMINGO 6º RAMOS (C)

Lc 22,14-23,56

La liturgia de este domingo es desconcertante. Empieza celebrando la entrada “triunfal”, y termina con la muerte. Es difícil armonizar estos dos aspectos de la vida de Jesús. Podríamos decir que ni el triunfo fue triunfo, ni la muerte fue derrota. Los evangelistas plantean la subida a Jerusalén como resumen de su actividad. La muerte se considera como la meta de su vida.

Jesús fracasó estrepitosamente porque la salvación que él ofreció no coincidía con la que esperaban los judíos. Jesús pretendió llevarlos a la plenitud. Ellos solo querían defender sus intereses. Lo que Dios quiere de cada uno es también la exigencia más profunda de nuestro verdadero ser, pero nosotros solo queremos que Él se ponga al servicio de nuestro ego.

El fracaso humano de Jesús nos invita a reflexionar sobre el sentido de las limitaciones humanas. Si nuestro objetivo es evitar el dolor y buscar el máximo placer, nunca podremos aceptar el mensaje de Jesús. Él confió completamente en Dios, pero Dios no lo libró del dolor ni de la muerte. ¿Cómo podemos interpretar este aparente abandono de Jesús?

Es un disparate pensar que Dios exigió, planeó, quiso o permitió la muerte de Jesús. Peor aún si la consideramos condición para perdonar nuestros pecados. La muerte de Jesús no fue voluntad de Dios, sino fruto de la imbecilidad humana. La muerte de Jesús no fue un accidente; fue la consecuencia de su vida. Viviendo como vivió, era lógico que lo eliminaran.

Dios no está solamente en la resurrección, está también en la muerte. Es una lección que no acabamos de aprender. El dolor, el sacrificio, el esfuerzo lo seguimos asociando a castigo de Dios. Las celebraciones de Semana Santa nos tienen que llevar a la conclusión contraria. Dios está siempre en nosotros, pero necesitamos descubrirlo sobre todo en el dolor y la limitación.

Los primeros seguidores de Jesús, todos judíos, no tenían otro medio de explicar la muerte de Jesús. Nadie pudo prever lo que pasó en Jesús, porque rompió todos los moldes y lo que vivió y predicó no podía adivinarlo nadie trescientos o quinientos años antes de que sucediera. Aludir a la inspiración divina demuestra no tener idea de lo que significa la Escritura.

La pasión de Lucas tiene una clara tendencia catequética. Aunque utiliza la narración de Marcos, le da un toque de humanización muy significativo. Suaviza mucho la relación de los que están alrededor de Jesús con su persona. No todo es negativo. El mismo Jesús se relaciona con algunos con comprensión y como ayudándoles a entender lo que está pasando.

Lo importante no es la muerte física de Jesús ni los sufrimientos que padeció. Miles de personas, antes y después de Jesús, han padecido sufrimientos mucho mayores y más prolongados de los que sufrió él. Lo importante de Jesús en ese trance fue su actitud inquebrantable de vivir hasta sus últimas consecuencias lo que predicó.

Ni siquiera sabemos quién le mató, mucho menos podemos saber por qué lo mataron. Su muerte fue la consecuencia del rechazo por parte de los jefes religiosos. No debemos pensar en un rechazo gratuito y malévolo. Eran gente religiosa que pretendían ser fieles a la voluntad de Dios, que para ellos estaba definida de manera absoluta y exclusiva en la Ley.

Jesús debió tener razones muy poderosas para seguir diciendo lo que tenía que decir a pesar de que eso le acarrearía la muerte. Esa fidelidad a sí mismo es la clave de su muerte.

Seguramente la pasión fue el primer relato sobre Jesús que se redactó por escrito. A pesar de ello no podemos estar seguros de que lo que nos cuentan corresponda a sucesos reales. Los que más probabilidades tienen de ser inventados son los que cumplen a profecías del AT. Algunos han constatado más de 300. Veamos algunas fácilmente identificables:

Zacarías 9:9 “Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso, es humilde y montado sobre un asno, sobre la cría de un asna”.

Salmo 41:10 Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba, el que comió mi pan, se puso contra mí”.

Zacarías 11:12 “Yo les dije: «Si les parece bien, páguenme mi salario; y si no, déjenlo». Ellos pesaron mi salario: treinta siclos de plata.”

Zacarías 11:13 “Pero el Señor me dijo: Echa al Tesoro ese precio en que he sido valuado por ellos. Tomé los treinta siclos de plata y los eché en el Tesoro de la Casa del Señor”.

Isaías 53:7 “Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca”.

Isaías 53:4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Isaías 53:12 “Fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.

Salmo 22:16 “Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies”.

Salmo 22:6-8 “Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. 7. Todos los que me ven me escarnecen; Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: 8. Se encomendó al Señor; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía”.

Salmo 69:21 Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre”.

Zacarías 12:10 “Y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”.

Salmo 22:18 “Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes”.

Salmo 34:20 “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado”.

Isaías 53:9 “Lo enterraron con los malhechores, lo sepultaron con los malvados aunque no cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca”.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una muerte anunciada.

Domingo, 13 de abril de 2025

Crucifixión 2Domingo de Ramos

Lc 22, 14-23

«Haced esto en memoria mía»

Jesús entra el domingo en Jerusalén acompañado de un grupo de galileos que le aclaman como el Mesías anunciado: «Hosanna al hijo de David»… Disuelta la comitiva, se dirige al templo, expulsa a los mercaderes y se enfrenta a unos sacerdotes de alto rango que le increpan: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?»… Al atardecer se retira a la seguridad de Betania.

El lunes, desafiando a las autoridades, se dirige al templo y comienza a enseñarles desde la escalinata del pórtico de Salomón. Los judíos le escuchan entusiasmados y Jesús les urge a la conversión: «Todavía es tiempo»… Aparecen unos sacerdotes desafiantes y arremete contra ellos con la parábola de los viñadores homicidas: «Hará perecer a los labradores malvados y dará la viña a otros»… Sin darles tiempo a reaccionar, censura violentamente a escribas y fariseos: «¡Hipócritas!»…

Se conjuran para matarlo, pero temen a la multitud.

El martes vuelve al templo y se congrega en torno suyo gran número de personas. Unos fariseos, acompañados de unos herodianos, le ponen a prueba con una pregunta trampa sobre el tributo a los romanos: «Dad pues al César lo que es del Cesar»… Más tarde les toca el turno a los saduceos, y finalmente a los fariseos: «¿Quién es mi prójimo?»… «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó»…

Los que buscan desprestigiarle caen en la cuenta de que es demasiado listo; que por ese camino no van a conseguir su propósito, y endurecen la apuesta.

Vuelve el miércoles. Su auditorio sigue creciendo, pero su enfrentamiento con las autoridades sube sustancialmente de tono. Unos fariseos (asistidos por guardias del templo) irrumpen en el grupo, abren un claro delante de Jesús y arrojan a una mujer aterrada. «Moisés nos manda apedrear a estas mujeres, ¿tú qué dices?»… Y Jesús se juega la vida –y la pierde– por salvar la de la mujer, porque los santos fariseos no pueden perdonar que nadie les llame pecadores públicamente. Sale al monte de los olivos seguido de mucha gente y les manda el mensaje definitivo: «A mí me lo hicisteis»…

El jueves Jesús sabe que su tiempo se ha acabado y organiza una cena de despedida con sus íntimos; incluidas, claro está, las mujeres: «Yo soy el maestro y el señor, y os he lavado los pies»… «Haced esto en memoria mía»… Al acabar la cena salen de la ciudad por la puerta de las Aguas y remontan el torrente Cedrón. En el cruce de caminos Jesús se detiene. El de la derecha lleva a Betania, a la seguridad de la casa de sus amigos. El que sale al frente, a Jericó, y de allí fuera de la jurisdicción de quienes quieren matarlo. Duda unos instantes y toma la senda que sube a Getsemaní; a su destino: «Pero no se haga mi voluntad sino la tuya»…

Judas lo entrega, los levitas y los criados lo prenden, y el sanedrín lo condena a muerte por blasfemo: «¿Eres tú el hijo del Altísimo?… ¡Ha blasfemado!»…

El viernes, los sacerdotes lo entregan a los romanos, pero no le acusan de blasfemo sino de sedicioso. Pilato trata tibiamente de salvarlo, pero fracasa: «Nosotros no tenemos más rey que el César»… Su suerte está echada; los romanos lo torturan y lo crucifican: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»«¿Por qué me has abandonado?»… «En tus manos encomiendo mi espíritu»…

Los profetas mueren lapidados, pero los sacerdotes se empeñan en que sea crucificado para crucificar también su doctrina… pero fracasan «porque Dios estaba con él»

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Bendito eres, pero te crucifico.

Domingo, 13 de abril de 2025

descubrir-a-jesucristo_560x280COMENTARIO AL EVANGELIO Lc 19, 18-40

13 de abril de 2025 – Domingo de Ramos

Con el Domingo de Ramos comenzamos el tiempo de la Semana Santa. La lectura del Evangelio de este Domingo se centra en la Pasión de Jesús. Tendremos ocasión, a lo largo de toda la semana, de profundizar en las diferentes situaciones de este dramático final de su vida.

Ahora bien, también es interesante centrarnos en lo que tradicionalmente se celebra el Domingo de Ramos: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Tomo como base la narración de este hecho que realiza Lucas y que leeremos en la procesión de los Ramos de este Domingo.

La situación de esta escena de la vida de Jesús es profundamente importante para comprender su coherencia, su dramático final y la inconsistencia de quienes le vitorean y, posteriormente, desean su crucifixión.

Dice el texto que Jesús entra en Jerusalén para celebrar la fiesta de Pascua montado en un pollino. Parece que Lucas quiere mostrar que se cumplen las Escrituras profetizadas por Zacarías. El profeta invita a Jerusalén a cantar de alegría y júbilo porque viene su rey, justo y victorioso, trayendo la salvación, pero humilde montado sobre un asno.

Volvamos a la escena. Jesús es recibido por todo el pueblo y sus seguidores. Ellos aclaman a su gran héroe que ha logrado imponerse con su mensaje a un judaísmo que ya no da respuesta a las expectativas de liberación de su Pueblo.

Enseguida entran en la escena los fariseos. Ellos no soportan tanta alabanza a quien ya consideran un traidor. Su cobardía los lleva a no enfrentarse a Jesús y utilizan a sus seguidores para cortar radicalmente este momento inaguantable para ellos. En vez de decirle a Jesús que es un impostor para su pueblo, dan un rodeo, desplazan el problema y le piden que mande callar a sus discípulos y les reprenda. La respuesta de Jesús ya nos está hablando de que la liberación y el nacimiento de una nueva visión de Dios y del ser humano está naciendo: “si éstos callan, gritarán las piedras”. Ya no hay vuelta atrás, Jesús es consciente de que su vida en esta historia como humano se termina, pero serán sus seguidor@s quienes, tomando la palabra impregnada por su Espíritu, continuarán intentando que la nueva humanidad, la nueva creación, sea posible.

Un pueblo que grita con fervor alabando a Jesús no tarda ni una semana en decidir que ya no es el Mesías y que es un traidor. El pueblo es manipulado nuevamente por los fariseos, por el judaísmo institucional que sabe tocar sus puntos débiles, sus necesidades, su falta de firmeza, para hacerles cambiar de opinión y mirar a “su Rey” como un impostor. Desgraciadamente, a veces, así funciona la mente humana. Esta situación no es nueva en nuestro mundo, ocurre a nivel social, político, también religioso y eclesial. Cuántas veces se traicionan a personas referentes porque, egoístamente, no dan lo que se necesita, porque se envidia la luz que emanan y el ego queda cegado, no por esa luz sino por la envidia, la rivalidad o, simplemente la moda.

Todos llevamos dentro a un Jesús que entra triunfante tras el éxito de situaciones que nos han empoderado y llevamos dentro a ese pueblo débil e ignorante que se deja manipular y convencer para alejarse de lo que realmente plenifica y eterniza nuestra vida.

Tras la respuesta a los fariseos, dice el texto de Lucas, que Al ver la ciudad, Jesús lloró por ella”. Ya asoma el Jesús sentible, humano, que avanza hacia su final lamentando la ceguera de la condición humana cuando no soporta la verdad y la luz.

En cualquier caso, unámonos a toda la Creación para vitorear a Jesús, que ha empoderado nuestra realidad humana, a través de la Divinidad, y que nos capacita para mirar de una manera nueva la muerte, la noche, el sufrimiento y el vacío. ¡Hosanna a la VIDA y a la LUZ!

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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La Cruz: Historia, creencia (interpretación) y simbolismo.

Domingo, 13 de abril de 2025

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Domingo de Ramos

Jn 23, 1-49

Se ha pervertido tanto el significado de la cruz que resulta difícil proponer una lectura de la misma en clave positiva. De la cruz se ha dicho:

  • que fue consecuencia del pecado del ser humano;
  • que fue el castigo que dios infligió a su propio hijo para saldar la deuda del pecado;
  • que fue el modo como Jesús expió nuestro pecado y, de ese modo, nos redimió, salvó nuestras almas y nos abrió las puertas del cielo…

Tomado al pie de la letra, tal modo de presentarla daba como resultado la exaltación del dolorismo, la imagen de los seres humanos como esencialmente pecaminosos desde antes de su propio nacimiento y la idea de un dios sádico, vengativo y cruel. Hasta el punto de que uno no puede dejar de preguntarse cómo gran parte de la humanidad ha podido creer, durante siglos, en semejante caricatura de dios.

Dejando de lado toda esa interpretación, tal como se fue plasmando a lo largo de generaciones, en la enseñanza de la iglesia, transmitida a través de catecismos y predicaciones, cabe otra lectura del hecho de la cruz más ajustada, tanto en el plano histórico como en el simbólico.

Históricamente, destacan dos elementos: por un lado, la cruz fue la condena injustificable y cruel por parte del poder de turno contra un hombre inocente que, por diferentes motivos, les resultaba molesto y del que querían deshacerse a toda costa; por otro, pone de relieve la lucidez y coherencia de ese hombre (Jesús), viviendo la fidelidad a sí mismo por encima incluso del apego a su propia vida.

Simbólicamente, la cruz traslada un doble significado: por una parte, su propia forma -vertical y horizontal- simboliza la unidad de lo alto, lo profundo y lo ancho, del cielo y de la tierra, de todo lo real; en ese sentido, la cruz es abrazo que expresa la unidad radical de todo lo que es; por otra, el crucificado simboliza a la persona sabia que deja “clavado” su propio ego –se ha desidentificado de él– y vive en la verdad –serena, gozosa y entregada– de lo que es.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ni en carro de combate ni con aranceles, Jesús entra humildemente en Jerusalén

Domingo, 13 de abril de 2025

F0EB4B8C-CAEB-4BB9-B0F0-405FF670006BDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Domingo de Ramos

Con el domingo de Ramos comenzamos la Semana Santa.

        La escucha de la entrada de Jesús en Jerusalén y de la Pasión y muerte del Señor son ya homilía suficiente.

        Nada más que un subrayado a la Palabra.

02.- Humildad de Jesús.

        La vida y la historia van cambiando y podríamos decir que en cada momento la Semana Santa adquiere características y matices diversos. Quizás en estos momentos llama fuertemente la atención el contraste de la entrada de Jesús en Jerusalén con el prepotente contexto político y bélico que estamos viviendo.

        Jesús entra humildemente en Jerusalén. Humildad es una palabra que proviene del latín: humus, que significa tierra donde nace y crece vida, el barro del Génesis de donde brota la vida. Los seres humanos somos poco más que barro…

        La humilde entrada de Jesús en un asno choca frontalmente con la actitud de líderes políticos y parte de los pueblos que se muestran prepotentes con grandezas patrióticas y entran en el templo de la historia en carros de combate, drones, misiles, aranceles y poder.

        ¿Rearmando Europa se constituirá en una comunidad más fraterna?

        ¿Y si cambiáramos la prepotencia por la humildad, las armas por la paz, el racismo por la igualdad?

        Soñemos con lo que anunciaba el profeta Isaías:

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.

No alzará la espada pueblo contra pueblo,

no se adiestrarán para la guerra.

(Isaías 2,2-5)

03.- “Hoy” estarás conmigo en el paraíso

        Lo último que hace Jesús es lo que ha hecho durante toda su vida: perdonar: hoy estarás conmigo en el paraíso.

        Es el “hoy” de San Lucas: “Hoy”:

        Hoy os ha nacido el salvador, (Lc 2)

        Hoy se cumple la Escritura. (Lc 4)

        Hoy ha entrado la salvación en tu casa, Zaqueo, (Lc 19).

        Hoy estarás conmigo en el paraíso.

        Hoy, no mañana, “hoy”, estamos ya perdonados y salvados.

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“Llega un rey de Paz”, por Consuelo Vélez

Domingo, 13 de abril de 2025

De su blog Fe y Vida:

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Domingo de Ramos (13-04-2025)

(Nota aclaratoria: En la eucaristía de este día se lee toda la pasión del Señor Jesús (Lucas 22, 14-23,56) pero para este comentario nos detendremos en la entrada de Jesús a Jerusalén)

Para Lucas Jesús es “el profeta”, con lo cual todo se organiza para ir cumpliendo lo anunciado

Jesús realiza un “signo profético”, un signo contracultural al entrar en un asno. Este animal es signo de paz, al contrario del caballo que es signo de guerra

La entrada “triunfante” de Jesús a Jerusalén, pronto tomará el rumbo de la pasión que celebraremos en los días que siguen

De nuestra fidelidad, dependerá que sea Dios quien tenga la última palabra, como la tendrá con la resurrección de su Hijo después de su pasión

Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles:

Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “El Señor lo necesita”.

Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron:

– “¿Por qué lo desatan?”.

Y ellos respondieron:

– “El Señor lo necesita”.

Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían:

– “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”.

Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron:

– “Maestro, reprende a tus discípulos”.

Pero él respondió:

“Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras”

(lc 19, 28-40).

En este comienzo de la Semana Mayor, se lee el relato de la pasión, condensando en este día, lo que va a sucederle a Jesús como consecuencia de su predicación. Precisamente, este relato nos sitúa, por una parte, en la llegada de Jesús a Jerusalén y, por otra, en el éxito que su misión iba teniendo entre los suyos, incluso para proclamarlo rey, con lo cual, es comprensible, que la persecución que también se estaba gestando, se acelere y prefieran llevarla a cabo para liberarse, de una vez por todas, de este personaje que va consiguiendo más seguidores.

Cabe anotar que todo el evangelio de Lucas se estructura con la subida de Jesús a Jerusalén, allí donde matan a los profetas (“no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén” Lc 13, 33), y para Lucas Jesús es “el profeta”, con lo cual todo se organiza para ir cumpliendo lo anunciado.

Llama la atención que Jesús va a entrar en un asno, contrastando con esto la entrada de los reyes de los imperios, quienes entrarían en un “caballo”. El asno es señal de paz mientras que, el caballo, es señal de guerra. En otras palabras, Jesús realiza un “signo profético, un signo contracultural para lo que sería habitual en su tiempo y responde de esa manera al rey esperado por Israel: “Exulta sin freno, hija de Sion, grita de alegría, hija de Jerusalén. He aquí que viene a ti tu rey (…) Él suprimirá (…) los caballos de Jerusalén, será suprimido el arco de combate y él proclamará la paz a las naciones” (Zac 9, 9-10).

Por otra parte, el hecho de que Jesús mande a sus discípulos por el asno y les diga que si les preguntan porqué lo desatan, respondan que “el Señor lo necesita”, significa la autoridad con la que Jesús habla, autoridad que comienza a ser reconocida por muchos.

En el evangelio de Lucas a Jesús no lo saludan con ramos sino extendiendo sus mantos sobre el camino (los otros evangelistas si se refieren a ramos). Además, lo reciben llenos de alegría y alabando a Dios. De esa manera se manifiesta el reconocimiento que sus discípulos están haciendo de sus obras porque, en verdad, con sus actitudes y sus milagros, Jesús está haciendo presente la salvación esperada. Pero en esta misma entrada se presentan los fariseos -será la última vez que aparezcan en el evangelio de Lucas- diciéndole a Jesús que mande callar a sus discípulos. Jesús responde con la misma autoridad que había manifestado antes: “si ellos callan, gritarán las piedras”, es decir, el reconocimiento que están haciendo no es por la benevolencia de los suyos sino porque efectivamente la salvación va llegando con Él.

Sin embargo, esta entrada “triunfante” como muchas veces se dice, pronto tomará el rumbo de la pasión que celebraremos en los días que siguen. Efectivamente, el bien y la bondad dan frutos, pero las fuerzas del anti reino se empeñan en acallarlos y, en ocasiones, lo logran. Jesús tendrá que pasar por la cruz, pero no desistirá de su fidelidad. Recordemos que en el pasaje de las tentaciones el diablo le ofreció sus reinos para darle poder sobre ellos. Jesús no quiere ese reinado y, por eso, afronta la cruz, con la confianza puesta en el Rey del cielo, es decir, en el Dios bondad y bien para la humanidad.

Reconozcamos hoy, también nosotros, a este Rey de paz que se hace presente en muchos hechos de nuestra realidad, sabiendo que el mal siempre está acechando y, de nuestra fidelidad, dependerá que sea Dios quien tenga la última palabra, como la tendrá con la resurrección de su Hijo después de su pasión.

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“La medida del amor”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 13 de abril de 2025

unnamedDe su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana).

Comentario a la lectura evangélica (Lucas 22, 14-23, 56) de la Misa del Domingo de Ramos

La medida del Amor

Dios no es quien envía desgracias. No es un amo que castra e impide volar. No es un déspota que mantiene quieto y callado o castiga. No es quien esgrime la Ley y espera para ejecutar la lapidación.

No es el que detiene las guerras, después de que nosotros las hayamos empezado, pensando -con ternura- que sus criaturas pueden arreglárselas solas.

No es el Dios de Jesús. No es mi Dios.

Hace falta desierto y verdad, hambre de sentido y de Palabra para poder rendirse a la evidencia de Dios.

Un Dios que deja crecer a sus hijos, que todo lo ha hecho bien y hace llover sobre justos e injustos: un Dios que, como un Padre, otea el horizonte y acoge con dignidad al hijo que le quería muerto, y sale a explicar sus razones al otro hijo ofendido; un Dios que, el único justo, podría condenarme y no lo hace, pidiéndome que salga de la mediocridad del pecado, de la falsa libertad.

Estamos al final del desierto: ahora vemos el Gólgota en el horizonte.

El promontorio desde el que se eleva la ternura infinita de Dios.

El escenario del que pende la medida de su amor sin medida.

Comienza la gran semana, la más grande, la más importante, la más profunda.

La semana llena de asombro y de sangre, de amor y de emoción. Comienza la Semana Santa.

¡Hosanna!

Jesús entra triunfante en Jerusalén. El pueblo aplaude, agita en alto ramas arrancadas de las palmeras y los olivos, extiende sus mantos al paso del Rabí de Galilea. Pequeña gloria antes del desastre, frágil reconocimiento antes del delirio.

Jesús sabe, siente, conoce lo que está a punto de suceder.

El juicio del hombre es demasiado inestable, su fe demasiado vaga, su voluntad demasiado errante.

Pero, ¿a quién le importa?

Sonríe, ahora, el Nazareno y escucha las alabanzas que se le dirigen y que Él dirige al Padre.

Mesías impotente y manso, enérgico y tierno, cansado y resuelto.

No entra en Jerusalén montado en un caballo blanco, no tiene soldados a su lado que le escolten y protejan, ningún estandarte le precede, ninguna autoridad le recibe: entra en la ciudad montado en un burro desarmado, recordándonos, hartos de protagonismo, que el poder sólo es tal si no se toma demasiado en serio a sí mismo, que la gloria de los hombres es inútil y breve.

Que el poder es servir. Que el poder es amar liberando.

Ese poder es pacificar.

Y en este año airado, egoísta, penoso, atravesado por mil tensiones y violencias, ante el resurgir de las tinieblas y las sombras, Dios sigue señalando ese gesto suyo absurdo, burlón, ingenuo y asombroso como profecía de paz.

Hosanna, hijo de David, Hosanna nuestro increíble Dios, nuestro magnífico Rey.

Hosanna de tus hijos pobres e ilusos, heridos y mendigos,

Hosanna rey de los pobres, protector de los fracasados, ¡Hosanna!

Eleva a ti el grito de alabanza tu Iglesia, santa y pecadora, reconoce en ti la única razón de vivir, la única búsqueda, el único anuncio, Hosanna, maestro amado.

Hosanna, maestro nuestro.

La pasión

Lucas relata su pasión, dejando traslucir todo el bien que ha recibido de Cristo.

Ama al Dios de Jesús, ama al Señor que ha conocido a través de las vibrantes palabras de Pablo. Y relata las últimas horas de la batalla, relata el choque titánico entre el Dios rechazado y las tinieblas inminentes que sugieren (¿con razón?) a Jesús abandonar al hombre a su suerte. La batalla, la agonía se concentra, en Lucas, en la sangrante oración de Getsemaní.

¿Comprenderán los hombres? ¿O incluso ese gesto pasará desapercibido e inútil como tantos otros?

Una cosa es predicar y curar, y otra morir, desnudo, colgado de la cruz.

Jesús elige: consciente, dramática, dolorosamente.

Llegará hasta el final, se sumergirá en la voluntad de los hombres (de muerte), esperando que descubran la voluntad de Dios (de entrega).

Acepta morir el Nazareno, el Hijo de Dios, para que nadie pueda decir que lo que anuncia es fantasía o delirio. Acepta esa última prueba, querida por los hombres, ciertamente no por el Padre, para manifestar definitivamente el verdadero rostro del Padre, un Padre/Madre lleno de misericordia.

Un Dios en el que cree hasta el punto de preferir la muerte al rechazo.

Después, todo se convierte en un milagro.

La oreja del siervo es reimplantada, Pilato y Herodes se hacen amigos, Pedro llora su traición, Jesús es reconocido como «justo» por el procurador pagano, las mujeres son consoladas y estremecidas, el ladrón colgado en la cruz perdonado, y la multitud se va a casa golpeándose el pecho.

La muerte de Dios está llena de dulzura inesperada.

Amor amado

Así eres amado, hermano; así eres acogida, hermana.

Sé amado, ha repetido estos años de ministerio público. Meditando sobre la pasión, también nosotros quedamos asombrados, consternados. Asistimos al espectáculo de la muerte de Dios, del don total de sí mismo.

He aquí a Dios: cuelga de la cruz, muerto de amor.

Dios muere de amor.

Libre. Liberador.

Muere sin carga. Muere ligero. Transfigurado, por fin.

No para suscitar culpas (aunque la traición siga siendo horrible), sino para conmover el mar de hielo que habita en nosotros.

Estad ahí, hermanos, haced como dice Lucas: asistamos al espectáculo de la muerte de un Dios moribundo. Un espectáculo que excava conciencias, que abre corazones, que deja sin aliento.

Cuando acogemos el dolor y nos confiamos a él, cuando, a pesar de la violencia, nos hacemos capaces de perdón y de entrega, incluso nuestras vidas producen milagros inesperados, maravillas y conversiones, sin que nos demos cuenta.

Sintámonos amados.

Ahora sabemos cuánto. Sabemos cuál es la medida de este amor.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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