Conocer
“Si quieres conocer a una persona,
no le preguntes lo que piensa,
sino lo que ama“.
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Agustín de Hipona
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“Si quieres conocer a una persona,
no le preguntes lo que piensa,
sino lo que ama“.
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Agustín de Hipona
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De su blog Umbrales de Luz:
Son muchos los hombres y las mujeres cuya biografía e identidad más profunda está ligada a esta Iglesia católico-romana, pero que hoy se sienten en ella fuera de lugar. Entre ellos me cuento. No nos reconocemos en su forma actual. Vivimos en exilio. No es, sin embargo, ella, nuestra Iglesia, la que ha cambiado, sino nosotros. ¿Y cómo podíamos vivir sin cambiar en un mundo que cambia, en una vida que es permanente transformación? Hoy, después de décadas postconciliares de esperanzas frustradas, somos muchos los que nos hallamos en una delicada encrucijada vital, personal y colectiva a la vez: romper lazos o transformarlos en una Iglesia reimaginada. Opte cada uno como su aliento vital le inspire. Yo opto por reimaginar la Iglesia católico-romana y reimaginarme en ella.
La reimaginación no es un ejercicio artificioso, irreal, superficial y ficticio. Con todas las incoherencias y ambigüedades, reimaginar la Iglesia y reimaginarnos en ella puede ser también un ejercicio exigente de fidelidad a nuestra identidad profunda más allá de muchas –no necesariamente todas– las formas que la han sustentado. Y un ejercicio de fidelidad profunda a la Iglesia más allá de todas las formas en la que ya no la reconocemos ni nos reconocemos.
Reimaginar la Iglesia es redescubrir más a fondo su realidad profunda, y la nuestra, en libertad crítica y creadora. Es un ejercicio vital (mental, cordial, práctico) de transfiguración de la Iglesia, de toda su teología, de su compromiso con la vida y con el mundo de hoy, de sus ideas, palabras y ritos. De liberación de la letra, para dejar que el espíritu vuelva a mover la mente, el corazón, la acción. De renovación de las instituciones y formas eclesiales, para que vuelvan a encender la emoción de la belleza, la llama creadora, el aliento vital del que todo nació.
“Reimaginar la Iglesia de Jesús” no quiere decir volver a la imagen o a la figura impresa en ella por Jesús. En realidad, Jesús no concibió ni estableció ninguna imagen, ningún modelo de Iglesia. Jesús no “fundó” ninguna Iglesia propiamente dicha, mínimamente organizada. Nunca elaboró un código cerrado de normas, ni unos rituales específicos, ni unas creencias vinculantes. Nunca organizó una autoridad orgánica, ni estableció una estructura de poder, ni impuso unas relaciones de sumisión, menos aun una “sucesión apostólica” para el futuro. Ni siquiera pensó en ninguna Iglesia futura, pues se consideraba como el “profeta de los últimos tiempos” y estaba convencido de que la transformación radical del mundo, la liberación de todas las opresiones, era inminente, es más, ya estaba haciéndose presente en él, en sus palabras y accionas sanadoras.
Jesús lo llamaba “reino” o “reinado” de Dios: el fin de la dominación y de toda desigualdad injusta, el nacimiento de un nuevo mundo en este mundo. Un mundo de hermanos y hermanas libres. Ese es el mundo que Jesús imaginó, reimaginó y anunció, soñó y anticipó en su esperanza activa, libre y arriesgada. Ese fue el mensaje, la causa, la opción de Jesús. Y para anunciar e impulsar ese mundo reimaginado, reunió en torno a sí un grupo de discípulos y -hecho insólito- también discípulas, que hacían vida itinerante con su maestro. Y, muy probablemente, nombró un grupo especial de doce, que no poseían poder sobre los demás discípulos, sino que constituían un símbolo de la reunión de las doce tribus judías dispersas (de todos los pueblos divididos y dispersos, diríamos). Nadie debía estar por encima de nadie. “A nadie llaméis maestro, padre, señor. Todos vosotros sois hermanas, hermanos” (Mt 23,8-10). La liberación de los cautivos, la sanación de los heridos, la comensalía abierta, la fraternidad-sororidad universal: he ahí los elementos constitutivos del reino de Dios, sin relación esencial con ninguna institución (credo, culto, código y autoridad establecida).
Para muchos hombres y mujeres afligidas, Jesús fue consuelo, sanación, fuerza liberadora, aurora de un nuevo tiempo, promesa de liberación definitiva. Así se formó un movimiento en torno a su persona y su mensaje. Un movimiento fraterno-sororal de esperanza activa, transformadora. Para la élite judía sacerdotal y laica, así como para la autoridad romana, Jesús era un hereje y un peligro, y muy poco tiempo -entre uno y tres años- después de comenzar su itinerancia profética, fue condenado a muerte por el tribunal romano, a instancias del Sanedrín judío. No obstante, el movimiento de Jesús no se detuvo. “Los que lo habían amado lo siguieron amando”, dirá Flavio Josefo. Lo reconocieron viviente en su memoria, en el espíritu que les seguía animando, en la fracción del pan, en el corazón de la esperanza activa, liberadora, de todas las opresiones.
Con el paso del tiempo, aquel movimiento fue adoptando formas institucionales propias, cada vez más fijadas y rígidas. Hasta finales del s. I, siguió siendo una corriente intrajudía, en tensión creciente con el judaísmo sacerdotal primero y con el judaísmo rabínico tras la destrucción del templo en el año 70. Hacia finales del s. I, se constituyó en “religión” cristiana (“cristianismo”). El movimiento escatológico de liberación se fue convirtiendo en “culto religioso” o “religión”, un sistema religioso organizado. La Iglesia se fue “eclesiastizando” (E. Troeltsch), en torno a dos ejes fundamentales: la fijación de una “ortodoxia” y la organización de la autoridad. Al mismo tiempo, fue siguiendo un proceso de uniformización de acuerdo a la corriente eclesial “protocatólica romana” marcada por la tradición petrino-paulina, mientras la Iglesia judeo-cristiana iba desapareciendo y las Iglesias gnósticas eran duramente perseguidas.
En ese sentido, tenía razón Alfred Loisy (1857-1940): “Jesús anunció el reino de Dios y lo que vino fue la Iglesia”. Primero fue el reino de Dios, luego vino la Iglesia institucionalizada. Y a medida que se institucionalizaba, se fue apartando de la imaginación creadora de Jesús. La llama del reino nunca desapareció de la Iglesia, pero una y otra vez quedó amortiguada o ahogada por el peso de la institución.
Con siglos de retraso, es hora de reimaginar la Iglesia de Jesús. No para volver al pasado, sino para reavivar con la mayor libertad el fuego creador que ardió en el profeta Jesús y en el movimiento liberador que impulsó. Reimaginemos una Iglesia animada por la compasión liberadora, que promueva a la vez la “revolución de la ternura” y la revolución de todas las estructuras de opresión psíquica, social, sexual, política, laboral, económica. Una Iglesia inspirada por una memoria creativa y cohesionada en una comunión abierta, amplia, libre. Una Iglesia democrática, descentralizada, plural, siempre en camino. Una Iglesia que comparta las dudas y los interrogantes, los desgarros y amenazas de la humanidad planetaria en la comunidad de los vivientes. Una Iglesia que reciba del mundo de hoy la buena noticia de Jesús que les anuncia, despojada de toda pretensión de superioridad ad intra y ad extra. Una Iglesia guiada en sus palabras, opciones prácticas e instituciones por el clamor de los últimos, los migrantes forzados, los sin-casa ni pan, todos los marginados y olvidados. Una Iglesia itinerante, libre del significado literal de todo dogma y creencia, consciente de la relatividad y provisionalidad de todas las expresiones históricas, culturales, del pasado o del presente. Una Iglesia que haga sitio en su liturgia a textos, gestos, danzas y músicas inspiradas de ayer o de hoy, más allá de la Biblia, de la tradición y de las rúbricas canónicas. Una Iglesia fraterno-sororal, desacerdotalizada, desclericalizada, despatriarcalizada. Una Iglesia que sea “puesto de socorro”, “hogar de humanidad”, comunidad de respiro, de paz, de hambre y sed de justicia. Una Iglesia mística y liberadora.
Pero antes de proseguir este ejercicio de reimaginación de la Iglesia y de nuestro discipulado evangélico más profundo, querría dejar claro un criterio decisivo: aunque Jesús –hipótesis carente de toda verosimilitud histórica– hubiese fundado la Iglesia con un cuerpo bien organizado de dogmas y códigos, de sacramentos y ritos, y aunque hubiera instituido un orden sacerdotal clerical y masculino, y hubiera decretado que sus doce apóstoles fueran sucedidos por obispos y que éstos fueran presididos por un papa como sucesor de Pedro, aun en ese supuesto descabellado, hoy, 2000 años después, podríamos y deberíamos reimaginar la Iglesia de Jesús de otra manera muy distinta, siguiendo al espíritu que lo inspiró, más allá de toda letra y forma pasada o presente.
El capítulo precedente ha mostrado que la “primavera eclesial” tan esperada por muchos tras la elección del papa Francisco y tras algunos de sus primeros gestos, se ha visto frustrada, prisionera del modelo clerical de Iglesia y de la teología en su conjunto. Bien por presiones o imposiciones ajenas –contradicción inherente a todo sistema de poder personal “absoluto”– o bien por propia voluntad y convicción teológica, el papa Francisco, tras doce años de pontificado, ha dejado intacto el viejo, milenario, edificio clerical de la Iglesia católica romana, con el papa a la cabeza.
A saber: una Iglesia de clérigos y laicos, de pastores que mandan y de rebaño que obedece. Una Iglesia de escogidos (“clérigos”) e investidos directamente por “Dios” del poder sagrado exclusivo de enseñar, de hacer realmente presente a Jesús en el pan y el vino y en la comunidad, de perdonar los pecados en nombre de “Dios” y de transmitir su poder sagrado por la imposición de las manos. Una Iglesia piramidal de autoridades ordenadas de arriba abajo, presidida por la figura de un “padre”, un papa plenipotenciario, cimiento, piedra angular y clave de bóveda de la entera edificación clerical. Una Iglesia masculina que reproduce la subordinación de sexo y de género. Una Iglesia cuyos lenguajes e instituciones reflejan todavía hoy una cosmovisión dualista, una sociedad jerárquica, una antropología patriarcal. Una Iglesia en ruinas.
El modelo clerical de esta Iglesia forma parte de un mundo jerárquico de dominio y sumisión: lo material bajo espiritual, lo sagrado bajo lo profano, la naturaleza bajo el ser humano, la mujer bajo el hombre, el laico bajo el clérigo, el presbítero bajo el obispo, el obispo bajo el papa, el mundo bajo Dios. ¿Puede ser esta Iglesia hogar de humanidad, signo de la nueva tierra habitable de la comunidad de los vivientes?
No creo exagerado afirmar que el clericalismo es la raíz de los peores males de la Iglesia católico-romana y la razón fundamental de su insignificancia cultural en el mundo actual: patriarcalismo, autoritarismo, división entre clérigos y laicos, sacralismo, estancamiento dogmático y ritual… Y la primera víctima del clericalismo, me atrevería a decir, es el propio clero: excesiva dependencia de su rol, distorsión entre las necesidades psico-afectivas y las exigencias de la función, represión de la sexualidad, soledad, insignificancia y falta de reconocimiento, sensación de fracaso…
El pasado nunca es criterio determinante de lo que debe ser hoy, pero es bueno recordar que durante los dos primeros siglos no hubo clérigos en la Iglesia, y en consecuencia tampoco hubo “laicos”. Es en el s. III cuando ya se aplica el término “clero” a los obispos, sacerdotes y diáconos.
La derogación de este modelo clerical de la Iglesia fue poderosamente reclamada e impulsada en el movimiento reformador del s. XVI provocado por Lutero, y ya antes en los siglos XIII-XIV por Juan Wiclef (1324-1384) y por Jan Hus (1369-1415), y mucho antes incluso en el movimiento valdense inspirado por Pedro Valdo (1140-1218). Honramos su memoria y la de todos los hombres y mujeres (como Marguerite Porete) que les inspiraron y apoyaron. El Concilio Vaticano II ni siquiera remotamente planteó la posibilidad de superar la distinción entre “ministerios ordenados” (obispo, sacerdote, diácono) y ministerios o servicios ordinarios. Tampoco el papa Francisco, a pesar de sus reiteradas críticas del “clericalismo” (como talante), ha dado ningún paso para la derogación del modelo clerical de la Iglesia que preside.
La tarea es decisiva, sigue en pie y emplaza a todas las Iglesias: reimaginar una Iglesia sin clérigos y laicos, más allá de la distinción entre ministerios clericales (“sacramentales”, “ordenados” o “sagrados”) y laicales, más allá de la potestad exclusiva reservada a obispos y presbíteros para presidir la eucaristía, “absolver pecados” (¡qué expresión!). No basta con exigir un estilo clerical más amable, ni con nombrar laicos e incluso laicas para altas responsabilidades curiales o sinodales, ni con ordenar sacerdotes a viri probati (hombres casados de conducta virtuosa), ni con la derogación del celibato obligatorio, y ni siquiera con la ordenación de mujeres como sacerdotisas u obispas dándoles acceso al estado clerical. Es el estado clerical el que es preciso derogar. El Evangelio pone en labios de Jesús: “No ha de ser así entre vosotros” (Mt 20,26), y“Todos vosotros sois hermanas, hermanos” (Mt 23,8).
Aquí ya no se trata de “reimaginar el papado” en la Iglesia católico-romana, sino de reimaginarla sin papado. El papado es la piedra angular y la clave de bóveda del constructo de la Iglesia clerical, y responde a su vez al viejo paradigma teológico, patriarcal y piramidal: Dios Padre en lo alto, el Hijo encarnado en el hombre Jesús, el apóstol Pedro investido de poder sobre los demás apóstoles, el papa sucesor de Pedro en la Iglesia y vicario de Cristo en la tierra. Un solo Dios, un solo Hijo encarnado, un solo papa que lo representa (en oportuna alianza con el rey de turno).
La institución católico-romana, con el papa al frente, es un enorme embrollo de buena voluntad, de creencias y prejuicios ancestrales, de lucha de intereses y de ambiciones contrapuestas de poder. Un inmenso círculo vicioso que apresa el Evangelio y oscurece el futuro: la teología legitima el sistema clerical, y el sistema clerical con un papa plenipotenciario defiende la teología. Al final del pontificado del papa Francisco, esta Iglesia católico-romana clerical sigue enteramente vigente, y así seguirá en el próximo pontificado y en todos los siguiente mientras no se rompa el círculo vicioso. En cualquier caso, no bastará con que un papa sea buena persona, ni con reformar las curias, ni con exponer a la luz del día el oscuro mundo de las finanzas (cosa en la que no se ha avanzado…), ni con escribir para otros encíclicas y exhortaciones económico-políticas y ecológicas de enorme urgencia, ni con organizar sínodos, ni con nombrar cardenales afines para mejor preparar el próximo cónclave.
En realidad, el edificio está agrietado por todos sus lados. No puedo menos de evocar aquella tarde silenciosa en la semiderruida ermita de San Damián, a las afueras de Asís, donde el joven Francisco escuchó la voz que brotaba de lo más profundo de su búsqueda personal y de los labios llagados de los hermanos leprosos: “Francisco, reconstruye mi Iglesia, ¿no ves que amenaza ruina?”. Al hermano pobre de Asís nunca se le pasó por la cabeza que alguien pudiera ni siquiera pensar en la derogación del papado, pero a muchas cristianas y cristianos de hoy nos parece una condición necesaria, aunque insuficiente, para reimaginar una Iglesia de Jesús que aporte aliento y levadura para la transformación del mundo.
En los dos últimos pontificados encontramos dos propuestas de reforma del papado: la Enciclica Ut unum sint de Juan Pablo II (1995) [2] y el documento El obispo de Roma del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos (2023). El obispo de Roma se limita prácticamente a recoger las reacciones de las diferentes Iglesias cristianas a la Encíclica Ut unum sint et a extraer como conclusión la necesidad de la sinodalidad ad intra y ad extra de las diferentes Iglesias, pero una sinodalidad bajo el primado del papa. Son, pues, la misma propuesta, dos veces nacida muerta, ahogada en su propio cordón umbilical: la imposibilidad de reformar el papado definido por el primado.
En Ut unum sint, Juan Pablo II expresó la voluntad de buscar una nueva manera de ejercer el primado del obispo de Roma como ministerio de comunión de todas las Iglesias. La propuesta suscitó interés en todas las Iglesias, pero muy pronto quedó relegada al olvido. El ministerio del obispo de Roma, reconoce, “constituye una dificultad para la mayoría de los demás cristianos” (UUS, n. 88).
Todos los esfuerzos ecuménicos postconciliares han encallado una y otra vez debido a la reivindicación por parte de Roma de un primado entendido como poder jurisdiccional sobre las demás Iglesias. Inesperadamente, el propio Juan Pablo II, el papa conservador e inflexible, vino por fin a reconocerlo en la Encíclica. Y afirma: “Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva” (UUS 95). Pero ¿en qué consiste, justamente, “lo esencial” del primado o de la misión del obispo de Roma? He ahí el nudo de la cuestión que la Encíclica deja intacto, pues afirma: “La Iglesia católica es consciente de haber conservado el ministerio del Sucesor del apóstol Pedro, el Obispo de Roma, que Dios ha constituido como principio y fundamento perpetuo y visible de unidad” (UUS, n. 88). Una afirmación a todas luces excesiva.
Ut unum sint propone volver a la relación entre las Iglesias de Oriente y Occidente durante el primer milenio, antes de la división de 1054, pero dando a entender que durante ese tiempo todas las Iglesias reconocían al obispo de Roma como garante último de la plena comunión. Cosa que no es verdad. De hecho, ninguna Iglesia del Oriente aceptaba que el obispo de Roma tuviera la última palabra en caso de discrepancia.
Por otro lado, Ut unum sint afirma taxativamente que “la función del Obispo de Roma responde a la voluntad de Cristo” (n. 95). Pero entre los exégetas hay un amplísimo consenso en que Jesús no confió a Pedro ningún “poder jurisdiccional” sobre las diversas comunidades, cuánto menos un poder heredable. Por lo demás, me permito señalar una vez más: aunque Jesús hubiera dado a Pedro un poder jurisdiccional sobre todas las Iglesias, poder heredable por sus “sucesores”, de ningún modo estaríamos obligados a secundar la norma 2000 años después. El “así fue” nunca significa “así debe seguir siendo”. De modo que ni histórica ni teológicamente se sostiene la declaración solemne de la Encíclica en el n. 81: “La autoridad docente tiene la responsabilidad de expresar el juicio definitivo” (UUS, n. 81).
Pasemos al largo documento de estudio El obispo de Roma de 2023 del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos. Tras una prolija recopilación de las reacciones de las diversas Iglesias a la Encíclica Ut unum sint desde su publicación en 1995 hasta el año 2023, el documento se cierra con una proposición titulada “Hacia un ejercicio del primado en el siglo XXI”, aprobada por la asamblea plenaria del Dicasterio. La novedad consiste en que apela al principio de la sinodalidad, el camino en común, entre el obispo de Roma y todas las Iglesias o confesiones cristianas.
Pero la novedad acaba encallada en la roca del papado. En efecto, la mencionada proposición del Dicasterio cita el discurso pronunciado por el papa Francisco al grupo de trabajo mixto ortodoxo-católico San Ireneo, del 7b de octubre de 2021, en el que dijo: “Hemos llegado a comprender mejor que en la Iglesia primacía y sinodalidad no son dos principios contrapuestos que hay que mantener en equilibrio, sino dos realidades que se establecen y sostienen mutuamente al servicio de la comunión. Así como la primacía presupone el ejercicio de la sinodalidad, la sinodalidad implica el ejercicio de la primacía” (n. 5). Perdura el círculo vicioso.
Habría que decir más bien: donde hay primado, donde un papa es elegido por unos cardenales elegidos por él y posee la última palabra no es posible una auténtica sinodalidad (“caminar juntos”) entre todas las Iglesia. Un papa investido de un poder superior otorgado directamente por un “Dios” de lo alto no solo no es “principio de la comunión de las Iglesias”, sino que es un obstáculo decisivo para la sinodalidad, el ecumenismo, la comunión de Iglesias hermanas y libres. Mientras no se derogue el papado junto con los dos dogmas del Vaticano I (1870) que lo sostienen (el primado de jurisdicción y la infalibilidad), un verdadero ecumenismo de todas las Iglesias seguirá siendo un sueño vano. No son las diferencias, por numerosas e importantes que sean, las que rompen o impiden la comunión, sino la intolerancia de las diferencias. Y no es la autoridad primacial de un papa la que garantizará la comunión, sino el respeto y el reconocimiento mutuo en la diversidad. El papado es hoy un atolladero. Por todo ello, la razón de que hoy podamos y debamos derogar el papado no es que Jesús no lo instituyera –que no lo instituyó–, sino que hoy no tiene sentido.
En el sistema canónico de la Iglesia católica romana, solo un papa podría dictar y sellar canónicamente la abolición del papado y de la teología que la sustenta. Y sería necesario que lo hiciera inteligentemente, y sin que hayamos de esperar otros 12 años. Es más que dudoso que quiera hacerlo. Pero aun cuando quisiera, ¿lo podría? Sabe que, si lo hiciera, sería acusado de herejía por muchos cardenales, obispos y teólogos, que reclamarían su destitución. Y se produciría un cisma. Esa amenaza o el miedo que la imagina o la propia convicción teológica impiden a este papa e impedirán al siguiente dar este paso. Todo ello pone de manifiesto que el papado es una institución constitutivamente contradictoria: hace que un hombre limitado se sienta investido de un poder absoluto que no puede ejercer ni puede dejar de querer ejercerlo, y todo ello por voluntad divina. Todo papa es rehén de su poder absoluto.
Es hora de deshacer ese artificio malsano. ¿Será eso una herejía? ¿Surgirá por ello un cisma? Y ¿qué importan todavía y a quién unas “herejías” doctrinales y unos “cismas” intracatólicos a estas alturas del siglo XXI, en estos tiempos tan críticos en los que el futuro de la comunidad humana planetaria se halla gravemente amenazado y en los que la capacidad inspiradora del cristianismo y de la memoria de Jesús se desmorona?
No será posible reimaginar y transformar realmente este modelo clerical de Iglesia mientras no se transforme radicalmente la teología que lo legitima, sostiene y nutre cada día, mientras no se reinvente otra teología más allá del paradigma premoderno: dogmático, “teísta”, antropocéntrico, eclesiocéntrico, patriarcal.
¿Pero tiene sentido decir “reinventar la teología”? Reinventar no significa crear de la nada. Nada ni nadie –ni un “Dios” omnipotente, si existiera– crea nada de la nada, pero todo es en eterna transformación, y a la mente y al corazón humanos les corresponde reconocer lo real nuevo y reimaginar sin cesar lo real posible, para hacerlo ser. El término reinventar proviene del latín invenire: “encontrar”, “descubrir”. Todo “invento” consiste en descubrir una nueva forma, posibilidad o aplicación en algo que tenemos a mano. Reinventar la teología es redescubrir el misterio fontal siempre nuevo de la realidad que se ha llamado y que todavía hoy podemos seguir llamando Dios, y recrear su imagen y el lenguaje para decirlo. Reinventar la teología –“palabra sobre Dios”– es, para quien todavía quiere servirse de este nombre, una forma de recrear la realidad y recrearse en ella. Vivimos una época crucial de la civilización, de la historia del hecho religioso y de la historia de “Dios”, una época que nos llama a reinventar el imaginario, el vocabulario y la gramática referida a la realidad primera y última, para decir, vivir e impulsar la renovación de todas las cosas.
Tanto las ciencias positivas (física, química, biología, neurociencias…) como las ciencias humanas (historia, psicología, sociología…) nos inducen a revisar las grandes categorías religiosas tradicionales: Dios, creación, conciencia, amor, libertad, pecado, perdón, salvación…
Cuando el desarrollo científico y tecnológico crecen de manera exponencial, cuando el cambio cultural y tecnológico se acelera y globaliza hasta límites inquietantes, cuando la información se multiplica y se difunde al instante en todos los rincones de la tierra, cuando el saber adopta cada vez más la forma del interrogante abierto, cuando el mundo afronta incertidumbres y retos globales jamás conocidos, turbulencias planetarias jamás imaginadas;
… cuando el telescopio James Webb nos sugiere no solo una imagen del universo en general –así como del espacio, el tiempo, la materia, el átomo…– muy diferente a lo que pensaban, no ya los grandes científicos y astrónomos de la antigüedad como Ptolomeo (s. I), sino también Copérnico (ss. XV-XVI), Galileo (ss. XVI-XVII) y Newton (ss. XVII-XVIII), e incluso Maxwell (s. XIX) y el mismísimo Einstein (ss. XIX-XX);
… cuando las diversas disciplinas de la historia y de la antropología documentan rigurosamente el origen cultural del sistema patriarcal; cuando la psicología, la biología, la zoología, la etnografía y un largo etcétera han echado por tierra nuestros viejos prejuicios y tabúes en torno a la sexualidad y las relaciones sexuales; cuando las mismas ciencias demuestran que la masculinidad y la feminidad son un continuo donde a menudo los límites físicos y psíquicos son imprecisos, que la complejidad físico-psíquico-cultural de la orientación sexual y de la identidad de género transcienden los esquemas binarios como “varón -mujer”, “heterosexual-homosexual”… y que diversas formas de orientación sexual y de identidad de género son realidades plenamente “naturales”, independientemente de que sean más o menos frecuentes; cuando la biología y las biotecnologías reproductivas han contradicho desde hace muchas décadas la presunta relación constitutiva entre relación sexual y reproducción, y nos anuncian la posibilidad teórica de reproducir nuestra especie no ya solo sin relaciones sexuales sino incluso sin óvulos ni espermatozoides;
… cuando la IA ya no tiene rival en juegos complejos como el ajedrez o el go, emula a los mejores especialistas en la traducción o elaboración de textos académicos, rivaliza con creadores artísticos, musicales…, y camina –a tientas todavía, pero con determinación– hacia el “despertar de la conciencia” y de sus capacidades; cuando en el horizonte se dibuja la posibilidad –más o menos próxima– de robots o de ciborgs transhumanos o posthumanos, y se suscitan con razón inquietudes e interrogantes nunca sospechados (¿quiénes saldrán ganando? ¿quiénes serán los perdedores? ¿no acabaremos perdiendo todos?);
… cuando vamos sabiendo que nada en el universo se repite, que todo se transforma desde lo infinitamente pequeño a lo infinitamente grande, que todo se renueva sin cesar, como el agua que mana, como el aire que sopla, como el aliento que nos sostiene, que todo renace en permanente paso y nacimiento, que todos los seres son siempre nuevos y que por ello cada ser es único, que no ha habido ni hay ni habrá en el universo/multiverso dos formas iguales, ni dos estrellas ni dos ojos ni dos hojas ni dos llamas ni dos piedras ni dos átomos ni partículas de átomos (no sabemos cómo seguir) exactamente iguales, que nada es exactamente igual a lo que ha sido hace solo un segundo o su trillonésima parte que llaman “attosegundo”;
… ante tantos y tan profundos cambios culturales, ante tantos y tan graves retos globales, salta a la vista la urgencia de una nueva teología, de una nueva Iglesia, de una nueva inspiración. Una teología estancada en una cosmovisión caduca y en un dogma inamovible, en la dicho y sabido, en lo formulado de una vez para siempre ya no se sostiene, pues ya no inspira ni alienta. La humanidad y toda la comunidad planetaria de vivientes necesita inspiración y aliento.
Si la Iglesia no quiere seguir convirtiéndose en un reducto socio-cultural marginal y cerrado de nuestra sociedad moderna, al menos occidental, si quiere anunciar hoy de manera eficiente lo que Jesús anunció, si quiere ofrecer a los hombres y mujeres de hoy y recibir de ellos el espíritu liberador y sanador del que Jesús estaba inspirado, si ya no es demasiado tarde y aunque lo fuera, debe reinventar, adoptar un paradigma hermenéutico, holístico, post-metafísico, dinámico y evolutivo, cosmocéntrico, ecológico, feminista…, en el que la liberación integral de la vida individual y común constituya el criterio decisivo para el pensamiento y la praxis. La necesidad de reinventar la teología es imperiosa.
No es posible reimaginar la figura clerical de la Iglesia católico-romana sin reimaginar la teología y la cristología que la sustentan, a saber: “Dios” como supremo ente metafísico infinito y eterno, creador extrínseco de un cosmos temporal y finito, encarnado en el tiempo y en el espacio, en el planeta Tierra, en un varón judío hace 2000 años; y Jesús de Nazaret, nacido de madre virgen, como única encarnación y revelación plena de Dios en este cosmos en expansión acelerada, como único Cristo y Salvador pleno, único mediador entre Dios y el universo mundo, único salvador por su muerte sacrificial o expiatoria, únicamente representado de manera segura y plena por los obispos legítimamente ordenados, presididos por un papa dotado de la última palabra sobre Dios y el mundo, poseedor de la llave última del bien y de la verdad.
Una gran mayoría, creciente, de hombres y de mujeres de nuestra sociedad moderna –al menos europea– ha dejado de creer en este “Dios” ente supremo, sujeto espiritual omnisciente y omnipotente metafísico, extrínseco al cosmos, necesitado de intermediarios escogidos por él (sacerdote, obispo u papa, imán, ayatolá o mullá…) para representarlo en este nuestro mundo físico. Y si han dejado de creer en ese “Dios”, no es porque se hayan vuelto ciegos o insensibles al misterio abisal de la realidad, sino más bien porque sus ojos, su sensibilidad inteligente, su inteligencia sintiente, vislumbran y anhelan un misterio más grande que un ente espiritual supremo omnipotente, que piensa y siente, ama y odia, perdona y castiga, elige y rechaza a la manera humana. Siete mil años después de haberla imaginado y plasmado de mil maneras, esta entidad teísta se les ha vuelto extraña, no se reconocen en ella. Ya no pueden confiar en tal entidad como un niño en brazos de su madre, ni reposar en paz en medio de las angustias y amenazas de este momento histórico, ni hallar en ella aliento vital y energía transformadora.
No creen porque no pueden. En su cosmovisión de un universo/multiverso infinito y eterno no hay lugar para ninguna entidad espiritual eterna “fuera” del propio universo. Ya no puede concebir la existencia de algo puramente “espiritual” anterior y exterior a lo “material”. Los términos mismos como “espíritu” y “materia” se les han vuelto caducos y confusos. Ya no pueden pensar que exista algo “puramente espiritual” sin “materia” que la sustente y de la que emerja, ni que exista algo “puramente material” sin espíritu o energía o fuerza o potencialidad o información o conciencia que lo haga ser. ¿Materia, espíritu, energía, fuerza, potencialidad, información, conciencia y un etc. no serán tal vez otras tantas manifestaciones, formas, dimensiones o representaciones de una realidad eterna en eterno movimiento de transformación, de la que somos formas efímeras (o quién sabe si también en el fondo eternas), formas de una realidad que no podemos ni decir ni imaginar?
En el fondo, la teología tradicional religiosa, teísta, dualista, se ha quedado corta para una mayoría de hombres y mujeres de esta cultura postreligiosa y postsecular al mismo tiempo, cada vez más necesitada de conocimiento científico y de hondura mística. Y todo indica que este mismo proceso cultural se irá difundiendo en todos los continentes. De la conjunción de la ciencia, la política y la educación con una profunda espiritualidad mística depende la “salvación” de esta humanidad, en comunión con la comunidad de la vida. La vieja teología se ha vuelto o se volverá inservible.
¿Y la realidad primera y última, la realidad fontal que llamamos “Dios”? No es lo real eternamente igual e inmutable, sino el aliento y el corazón palpitante de todo lo real, su infinita potencialidad, la realidad primera y última en eterna transformación y renacimiento, en eterna relación creadora de todo con todo, en pascua y navidad sin comienzo ni fin. Es la presencia cálida y acogedora que se abre en la hondura de cada ser. Y es la voz que habla desde el corazón de cuanto es: “Mirad, voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43,19). “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Y podemos abrir los ojos y los oídos, hacernos presentes a la presencia más real de todo lo real, y confiar en ella como un niño en brazos de su madre y decir con el salmo bíblico: “Mi alma descansa en paz en Dios”. Y sentir que renacemos y que podemos respirar a pesar de todo.
Dios es una forma de decir el latido profundo del universo o multiverso, el latido y el aliento de eso que llamamos materia en todas sus formas, desde lo infinitamente pequeño hasta lo infinitamente grande, la comunión creativa de todos los seres, la llama de la creación permanente, la posibilidad siempre nueva sin comienzo ni fin, la infinita posibilidad que lo anima todo, la eterna creatividad de la que todos los seres somos creaturas y a la vez creadores. Una forma de decir el todo, la plenitud a la que, silenciosa y vigorosamente, aspira cuanto es. Una forma de decir el mundo futuro de este mundo, la Tierra transformada a la que aspiramos, la paz en la justicia y la justicia en la paz, el amor o la ternura o la conciencia infinita de la que somos capaces todos los seres que somos, cada uno en su forma y medida.
La realización de la posibilidad infinita que llamamos Dios es algo futuro para nuestra percepción superficial, espacio-temporal, pero también es realidad eterna y presente en el fondo de cuanto es, más allá de nuestras distinciones espaciales entre aquí, ahí, allí, más allá de nuestros parámetros temporales divisorios entre pasado, presente, futuro. El misterio fontal y la energía creadora habita en nosotros, y en todos los seres del universo, en cada uno a su manera, y depende de nosotros y de todos los seres, de cada uno en su medida, que la fuente se abra y el agua viva mane, que la palabra se haga carne, que la posibilidad creadora se realice, que el mundo nuevo renazca. Así, la reimaginación de Dios se convierte en una forma de crear a Dios, como la reimaginación de la Iglesia se convierte en una manera de recrearla en una figura que nos parece más auténtica.
No podremos reimaginar la Iglesia de Jesús sin reimaginar al propio Jesús, y no podremos reimaginar a Jesús mientras no lo liberemos no solo de los constructos dogmáticos, sino también de la mera facticidad histórica. El Jesús metafísico de los dogmas nos resulta ajeno, y el Jesús histórico de los datos “rigurosamente comprobados” (¿?) se nos queda corto. Las fórmulas dogmáticas –con su metafísica dualista– constituyen hoy un revestimiento superfluo; y la investigación histórico-crítica nos ofrece un esqueleto más o menos necesario, pero en buena medida incoherente y, en lo más profundo, siempre insuficiente. Necesitamos un Jesús que nos inspire. Ni el Jesús dogmático ni el Jesús histórico bastan hoy para inspirarnos: he ahí la cuestión de fondo. Apuntaré algunos hitos históricos que nos han traído hasta el punto en que nos hallamos. No es un punto final, sino una encrucijada para discernir la dirección, reimaginar a Jesús y seguir caminando como el espíritu nos inspire.
Así fue también al comienzo. Tras haber sido injustamente condenado y cruelmente colgado de una cruz, las discípulas y discípulos reconocieron a Jesús viviente entre ellos, no por un sepulcro milagrosamente vacío ni por apariciones paranormales, sino por los ojos del amor, la luz de la memoria y el rescoldo de la esperanza. Y lo expresaron con las imágenes y categorías que tenían a mano. Lo confesaron como el profeta mártir exaltado que próximamente habría de volver para la plena manifestación del reino de Dios. En el año 50, solo 20 años después de la muerte de Jesús, en la primera Carta a los Tesalonicenses (considerada comúnmente como el primer texto del Nuevo Testamento), Pablo utiliza el término “Cristo” (Mesías) como nombre propio para designarlo, y lo llama reiteradamente “Señor”. Sin embargo, “Cristo” y “Señor” no expresaban de ningún modo la divinidad metafísica que le atribuirá el Concilio de Nicea siglos más tarde.
Ningún cristiano había negado nunca que Jesús fuera un hombre dotado de un carisma, una misión y una cercanía especial a Dios en su calidad de profeta de los últimos tiempos, “llamado” y en este sentido “enviado” por Dios, como todos los profetas. Pero el Concilio de Nicea supuso un salto decisivo, tras un largo proceso de tres siglos que fue todo menos concorde y apacible entre las diversas Iglesias, obispos y sedes patriarcales. Las Iglesias judeo-cristianas fueron desapareciendo, las Iglesias gnósticas fueron duramente condenadas y marginadas, las Iglesias que pretendían fundarse en las tradiciones de Pedro y de Pablo, de lengua griega y ligadas a Roma, fueron imponiéndose. El esquema judío predominantemente dinámico (la persona humana llamada a realizar su vocación divina y “ascender” hacia Dios) fue quedando suplantado por el esquema griego predominantemente metafísico (personajes divinos preexistentes, dioses o semidioses, dotados de “esencia divina”, que descendían del cielo a la tierra); y categorías como “palabra” y “sabiduría” divinas de la literatura sapiencial judía, utilizadas por el Evangelio de Juan, fueron interpretadas de acuerdo al esquema metafísico griego.
Entonces, el emperador Constantino, interesado en asegurar la unidad de fe para garantizar la unidad del imperio, convocó un concilio en su palacio veraniego de Nicea (actual Turquía), e impuso un dogma vinculante para todas las diversas Iglesias cristianas: “Jesús, el Hijo de Dios preexistente es de la misma esencia (homoousios) del Padre”. Muchos pensaron que así se negaba la verdadera humanidad de Jesús. Los debates y las condenas mutuas arreciaron durante más de un siglo. Para resolver el litigio, en el año 451 se reunió un nuevo concilio en Calcedonia (también en Turquía), y en él se definió el segundo gran dogma cristológico: Jesús posee dos naturalezas (fyseis), una plenamente humana y otra plenamente divina, unidas en una sola “persona divina”. Un galimatías. Jesús se convirtió en una figura imposible de imaginar y entender. Nosotros ya no podemos comprender ni hablar ese lenguaje.
En el siglo XVIII, muchos sabios cristianos emprendieron una inmensa tarea exegética, teológica y existencial: la búsqueda del “verdadero Jesús histórico” como criterio y referente fundamental de la fe cristiana, más allá del “Jesús de la fe” que narran los evangelios y más allá del Jesús de los dogmas metafísicos. La investigación llevada a cabo, la literatura publicada y los conocimientos adquiridos son inmensos, pero el fruto resultante ha sido más bien paradójico y desalentador: exagerando algo, se puede decir con Albert Schweitzer (1875-1965) que cada investigador propone su propio Jesús. Y la gran pregunta de Bultmann sigue en pie: ¿de qué sirven las certezas históricas –aun si las hubiera– para el creyente que busca fundar su vida en Jesús y vivir su mensaje? Los datos históricos seguros acerca de Jesús, además de que son extraordinariamente exiguos, no nos fundan en nuestro ser profundo, nuestro ser crístico, nuestra confianza última, nuestra esperanza activa, nuestro compromiso solidario transformador.
Nos hallamos en una encrucijada cultural, teológica, eclesial. No es posible desandar la historia, pero tampoco es posible ignorar su contingencia radical. Toda imagen de Jesús, al igual que cada fórmula dogmática y cada dato histórico, es relativa y transitoria. La última palabra no está dicha, nunca lo estará. El espíritu sopla sin cesar en todas partes, transformando y abriendo nuevos caminos para seguir caminando juntos, empujados por el mismo espíritu universal y multiforme, y compartiendo en el camino el pan y la palabra, nuestros sueños y desalientos. En cada recodo y a cada paso, en cada voz y en cada rostro, se hace presente la gran compañía que nos sostiene, el horizonte de la compasión universal que nos atrae. Cada una, cada uno, lo reconoce y lo llama a su manera, y nos entendemos en todos los lenguajes.
Las cristianas y cristianos lo llamamos Jesús. Es para nosotros el icono de la persona humana inspirada e inspiradora, más allá de toda letra, creencia y norma histórica. No afirmamos que sea el más inspirado e inspirador de todos los seres humanos que fueron y serán; baremos y medidas hechas a nuestra imagen no nos importan. Miramos a Jesús y en él reconocemos nuestra mejor imagen, porque nuestra historia y nuestra lengua, nuestras raíces y nuestro ser profundo le están vinculados. Es nuestra tierra.
Su espíritu universal siempre nuevo nos inspira y nos llama en cada página evangélica –canónico o apócrifo, poco importa–, en cada poema y melodía bella, en cada gota de lluvia y soplo de brisa, en cada caminante cansado, en cada mesa rota, en cada herida y herido del camino, en cada grito de este mundo desgarrado.
No encerramos a Jesús en ninguna forma, porque es en todas las formas y libre a la vez de todas ellas. Lo reimaginamos sin cesar, pues cada una de las imágenes que nos hacemos de él no pasa de ser una formación neuronal, psíquica y cultural efímera, nuestra propia proyección pasajera. Lo reimaginamos sin cesar, porque su imagen es siempre nueva, como el aliento vital que infunde. Lo reimaginamos para restaurar nuestra propia imagen y abrirla al infinito que somos.
Reimaginamos a Jesús para reimaginar esta Iglesia como Iglesia de Jesús, libre de cánones, órdenes y poderes “sagrados”, libre de dogmas, instituciones y formas del pasado, libre de patriarcalismos, homofobias y transfobias, libre de toda división entre clérigos y laicos. Una Iglesia que refleje la libertad y la compasión sanadora de Jesús, la fraternidad-sororidad y la comensalía abierta que practicó, la revolución pacífica y la paz rebelde que encarnó. Una Iglesia compañera de camino de todos los hombres y mujeres, cada uno y cada una en su condición. Una Iglesia que aporte la luz y la sal de Jesús para hacer de este mundo la mesa común abierta que él soñó y sigue soñando con nosotros.
[1] Cf. José Arregi, «Cléricalisme ou Evangile ? Comprendre les enjeux. Vers une église sans clercs ni laïcs» (Assemblée Générale de NSAE, Paris 2-3 février 2019) https://www.pretresmaries.eu/pdf/fr/609-Vers-une-Eetn769;glise-sans-clercs-ni-laietn776;cs_1.pdf?PHPSESSID=3918e4b0cbac89c5668ed631bdf73352
[2] Cf. https://josearregi.com/es/otro-papado-para-el-siglo-xxi/
José Arregi, Aizarna, 6 de enero de 2025
www.josearregi.com
(Publicado en Robert Ageneau, José Arregi, Gilles Castelnau, Paul Fleuret y Jacques Musset, Réformer ou abolir la papauté. Un enjeu d’avenir pour l’Église catholique, Karthala, febrero de 2025, pp. 111-132.
Seminaristas de Madrid
El olvidado, y por lo tanto desconocido, Juan Pablo I sorprendió a todo el mundo en el Ángelus del diez de septiembre de mil novecientos setenta y ocho, cuando dijo que “Dios es Padre, aún más, es madre”. La frase causó muchísimo revuelo y, más debería haber organizado si, de verdad, alguien hubiese pensado en su profundo contenido.
Dios, Padre y Madre, es imagen de toda la humanidad en una relación familiar de fácil comprensión para nosotros, pero, si se conoce un poco de la teología de este papa de breve recorrido, esa frase es una prevención, incluso un aviso muy serio a toda forma de “paternidad espiritual” de los sacerdotes sobre los laicos. ¿Intuía Juan Pablo I el grave problema que ya teníamos de clericalismo y sus consecuencias?
Germen de abusos
Hace unas semanas celebrábamos el Día del Seminario. Por extraño que parezca, todavía hay seminarios donde a los seminaristas se les forma en lo importante que es la “paternidad espiritual”. Nadie es Padre más que Dios y, con lo que sabemos ahora, ya hemos visto que en la “paternidad espiritual” está el germen de muchos abusos que tanto sufrimiento causan y tanta credibilidad quitan a la Iglesia.
A los jóvenes que llegan a los seminarios no hay que formarlos en la idea de ser diferentes o elegidos y, mucho menos, en que van a ser ‘padres espirituales’. Meter algunas ideas en la cabeza es jugar con fuego de cara al futuro.
Seminaristas exculpados
Los seminaristas no tienen la culpa. Ya tienen bastante con pasar muchos años apartados del mundo en el que les tocará vivir y de más de la mitad de la humanidad. La responsabilidad está en los formadores y en los rectores con los que se encuentran, que están nombrados por los obispos. En muchas ocasiones, la formación refleja los deseos y miedos de quienes forman, lo que ya es preocupante.
Despertar la pasión en los jóvenes seminaristas para la misión ad gentes debería ser el punto central de la formación. A eso, por favor, que no se añada la ‘paternidad espiritual’, porque no hace falta enseñar clericalismo.
Fuente Vida Nueva
De la situación de calle y el desamparo a la vida comunitaria. Casa Andrea se habilitó a fines de 2024 y allí viven 8 personas cis y trans.
Fuente Agencia Presentes
28 de marzo de 2025
Maby Sosa
Ariel Gutraich
Edición: Ana Fornaro
BUENOS AIRES, Argentina.
Un sueño, una urgencia, un deseo. Casa Andrea es una vivienda transfeminista, gestionada por las organizaciones No Tan Distintes y Yo No Fui. Se inauguró en 2024, uno de los años más difíciles para la población LGBTI+ de Argentina. Actualmente viven 8 mujeres cis y trans, tres niñes, cinco gatos y un perro.
“No tenemos una receta de cómo se construye una casa colectiva. Somos dos colectivos que tienen sus lógicas, sus modos de trabajo, sus concepciones de organización, muy hermanas, muy parecidas, pero a su vez diferentes”, cuenta Alejandra Rodríguez, integrantes de Yo No Fui, una organización transfeminista y anticarcelaria. “Todos estamos aprendiendo, nos estamos conociendo en profundidad”, agrega.
La casa tiene dos plantas y habitaciones para cada una de las mujeres. Además, hay dos cuartos para situaciones de emergencia y una sala de reuniones. Cuando se inauguró la casa, Sofía Castro Riglos, la única sobreviviente del triple lesbicidio de Barracas se mudó allí. Ambas organizaciones fueron vitales en el acompañamiento de la mujer en los meses siguientes a la masacre del hotel California.
Una casa soñada
Todos los lunes, en una de las salas de la enorme casa, ubicada en el límite del barrio de Balvanera y Recoleta, se realiza una reunión entre las dos organizaciones y las habitantes para gestionar una convivencia amable.
La casa fue construida hace un poco más de un siglo. Mabel vivió allí con su mamá y su papá. Durante un tiempo alquiló para estudiantes o personas que llegaban a estudiar en Capital Federal. Con el tiempo, Mabel quedó sola y no tenía en claro qué hacer con el espacio. Le habían ofrecido acondicionarlo para hostel pero la idea no le convencía. En un contexto tan complicado, eligió poner a disposición el espacio y, tras investigar el trabajo de Yo No Fui y No Tan Distintes (NTD), lo ofreció.
Estrategias
Sentadas en el living de la casa, las chicas bromean entre ellas. Hablan de las cosas de la casa y se divierten con uno de los cinco gatitos que viven en el lugar. Tienen un organigrama pegado al lado de las escaleras, al ingreso del hogar. Vienen de recorridos diferentes, pero las une las ganas de construir su vida compartida.
“Con Pipi (Gaby) nos conocemos hace más de 20 años. Nos conocimos en la calle estuvimos juntas, en el instituto de menores, en la cárcel. Conocimos al colectivo y estuvimos juntas en un taller de poesía dentro de la cárcel en el 2008. Salimos y después de millones de conflictos y de cosas que nos pasaron estamos conviviendo en un espacio colectivo comunitario que no tiene nada que ver a lo que nos llevó a convivir juntas 20 años atrás”, cuenta Eva.
“Intensidad es lo que no falta acá”, dicen las chicas que viven en Casa Andrea. Marlene es una mujer trans salteña que salió de la cárcel en 2024 luego de estar 17 años presa. Allí conoció al colectivo Yo no fui porque asistía a un taller de literatura. A su salida, siguió trabajando con la organización y hoy es parte de Casa Andrea. “Si no tenía esta posibilidad, me voy a la calle”, dice a Presentes. También viven allí Paula, Belén, Eva, y Gabriela. “Es todo un aprendizaje. La vida colectiva es un cambio de 360 grados de vivir, pensar, sentir todo colectivamente”, coinciden.
Marlene estableció el sistema del semáforo. De acuerdo a cómo se siente, pone el color rojo, el amarillo o el verde. Sus compañeras de casa ya saben cómo acercarse. Dice que por ahora funciona muy bien y eso garantiza que no haya roces. Vivir en comunidad requiere de estrategias.
Paula llegó por No Tan Distintes a partir de su paso por Frida, un centro de integración comunitaria. “Estuve mucho tiempo en consumo, casi 15 años en la calle. A los 41 decidí de dejar la calle, ponerme las pilas y tener otra vida. Y me acerco a No Tan Distintes que siempre fue un pilar enorme para mí”.
Paula destaca el trabajo de las organizaciones que no tienen una mirada estigmatizante. “Hasta nuestras familias nos dicen que no vamos a poder cambiar ni salir de la que estamos. No nos creen. Y en realidad, a nosotras se nos complica un poco por ser de la cárcel, por haber estado presas, por drogarnos. Gracias a Yo no fui y No tan distintes tenemos esta oportunidad de poder vivir dignamente, tener nuestro baño, nuestra cama, nuestra pieza. Las compañeras que tienen hijes, tienen la pieza para sus hijes y eso es súper groso”.
El peor año
El primer año del gobierno de Javier Milei no fue fácil para las diversidades ni para las mujeres en situación de extrema vulnerabilidad. La estigmatización, los discursos de odio, los ataques constantes desde el mismo gobierno nacional, más un ajuste económico feroz las afectó directamente.
“Para mí fue uno de los peores desde que salí de la cárcel, hace 12 años. Me quedé sin trabajo después de haber conseguido un empleo en el Estado que para mí no era algo menor. De un día para el otro lo perdí y hasta laburé dos meses gratis con las expectativas de recuperarlo”, cuenta Eva, quien trabajaba en un programa de promoción de derechos dentro de la Secretaría de la Niñez. Es mamá y cría sola a su nene.
Tanto Yo No Fui como No Tan Distintes participan en forma activa en la Asamblea Antifascista que convocó a la gran marcha que se realizó el 1 de febrero en todo el país. También formaron una alianza con la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) y son parte de Mostri, un espacio que formó en marzo pasado.
“Lo Mostri para nosotros tenía ese carácter de pensar más allá: puede ser tu paso por la cárcel, puede ser el consumo, que seas disca, que seas trava, que seas marrona. Toda esa confluencia también hizo que nos unamos”, cuenta Pablo de No Tan Distintes. “Militar acompañando a las personas en situación de calle y querer militar el antipunitivismo eso ya te ubica en un lugar Mostri”, agrega Alejandra.
Un crimen contra todas
El atroz triple lesbicidio de Barracas ejecutado por Juan Fernando Barrientos las marcó. A través de las organizaciones las mujeres tuvieron una participación activa en el acompañamiento a Sofía y en el pedido de justicia.
“En lo particular me dolió mucho porque fueron compañeras que estuvieron en paradores conmigo”, dice Belén.
“En ese caso, había toda una precariedad de la vida y un estado ausente”, aporta Eva. “Es lo que hacemos nosotros en nuestro cotidiano. Hace poco murió una compañera en la cárcel de Ezeiza por una inhalación de humo, por un incendio que hubo en una celda de castigo. ¿A cuántas personas prendieron fuego en situación de calle? Todo eso terrible que en el lesbicidio de Barracas es muy visible es parte de nuestro cotidiano de siempre. Y eso hace que Sofi esté acá y que seamos parte de su vida. Y de su red y de su afecto”.
En diciembre de 2024, un fallo del Juzgado de Primera Instancia en lo Contencioso, Administrativo y Tributario N° 23 ordenó al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) que garantice a Sofía Castro Riglos, única sobreviviente del triple lesbicidio de Barracas, el acceso a una vivienda en condiciones dignas y con urgencia.
“Esta casa es una respuesta a la pregunta de dónde están las feministas, en un sentido micropolítico”, dice Alejandra. “Nosotras no estamos en los programas de televisión diciendo soy feminista o el pañuelo verde o tal cosa. Estamos trabajando a nivel de las de la vida de la micropolítica y generando de ahí transformaciones subjetivas y transformaciones estructurales en nuestras vidas. Estamos acá, así como estamos en las marchas feministas o defendiendo la universidad pública. Estamos tratando de componer vidas más vivibles”.
Los sueños que faltan
-¿Qué sueños tienen para la vida que viene?
Marlene: – Mi sueño es recibirme de algo. Lo vengo postergando por muchas cuestiones. Pero creo que empecé desde que salí de estar presa empecé a hacer cosas que me gustan. Me gusta mucho aprender todos los días. La organización de Yo No Fui, día a día me va enseñando cosas nuevas, incluso hasta mi manera de hablar. Mi sueño es poder el día de mañana llegar a ayudar a otra gente lo que necesite, así como me están ayudando en este momento.
Gaby: – Esto es para crecer y para que sigan funcionando nuevas casas colectivas, que tengamos herramientas con esta casa. Y que tengamos súper herramientas para poder seguir bancando casas y para poder seguir bancando pibas. Siempre el sueño está en que las pibas vivan dignamente
Paula: – Yo estoy aprendiendo todo, todo para mí. Me cuesta, pero estamos aprendiendo.
Eva: – Sumado a esto que dicen las compas, medio estamos en ese proceso de ir experimentado todo esto. Nosotras estamos materializando un sueño, que ya se hizo material. Hace dos años nos estaban desalojando y dejando en la calle con todo. Y hoy en esta casa se están materializando un montón de deseos. Para mí esto es un sueño cumplido y veremos en el tiempo cómo ese sueño crece y cómo nos transformamos y cómo se multiplica.
Belén: – Mi sueño es que haya cien casas, miles de casas. Multiplicar las casas.
Alisa Serova. Foto: ebashimsolieveryfuckingday / Telegram
Una adolescente rusa transgénero falleció en un centro de detención de refugiados en los Países Bajos, según informó un medio ruso independiente.
Según activistas de derechos humanos citados por la publicación Vot Tak, Alisa Serova, de 17 años escapó de Rusia y solicitó asilo en los Países Bajos a los 16 y fue alojada en el campo de detención de refugiados de Ter Apel, en el norte del país, cerca de la frontera con Alemania.
La publicación rusa Vot Tak, afirma que el campo no debería haberla aceptado siendo menor de edad y que presuntamente fue violada durante sus primeros meses en el centro.
Según informes, su muerte se debió a una sobredosis de drogas, mientras que un residente declaró a Vot Tak que la adolescente estaba “deprimida“.
El informe de Vot Tak sugiere que la muerte de Serova no es la primera vez que un refugiado ruso fallece en Ter Apel, ya que se mencionan otros seis casos.
Se estima que alrededor de 700 ciudadanos rusos se encuentran en campos de refugiados en los Países Bajos.
La situación legal del colectivo LGTBI en Rusia
Con el inestimable apoyo de la Iglesia ortodoxa, el presidente ruso, Vladimir Putin, firmó por primera vez una ley que prohíbe la llamada “propaganda gay” en Rusia en junio de 2013: la llamada ley contra la «propaganda homosexual ante menores». La ley buscaba aparentemente “proteger a los niños” de cualquier “propaganda de relaciones sexuales no tradicionales”, como se establece en el texto de la ley. La nueva ley extiende las restricciones no solo a los niños sino también a los rusos de todas las edades. Desde entonces, la legislación rusa ha seguido empeorando respecto a la situación de las personas LGTBI. La ley se ha utilizado principalmente para silenciar a organizaciones activistas, eventos, sitios web y medios de comunicaciónLGBTQ+, así como para separar familias y acosar a maestros. También ha sido rotundamente condenado por el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, los grupos de derechos humanos Amnistía Internacional y Human Rights Watch, así como activistas de derechos civiles en todo el mundo.
El objetivo siempre ha sido invisibilizar la lucha por los derechos LGTBI y la mera existencia del colectivo. Cualquier información positiva sobre las orientaciones sexuales “no tradicionales” o de las distintas identidades de género quedaron marcadas como ilegales, se reprimieron y se castigaron con fuertes multas económicas. La marcha del Orgullo quedó prohibida, las banderas arcoíris o trans fueron vedadas en público y sus portadores fueron detenidos, sancionados e incluso temporalmente encarcelados.
Los observadores de derechos humanos dicen que la ley, que también prohíbe que las personas compartan “ideas distorsionadas sobre el valor social igual de las relaciones sexuales tradicionales y no tradicionales”, se ha utilizado para reprimir la libertad de expresión de las personas LGBT +, y alimentó un aumento en retórica homofóbica en el país.
En 2017, Putin afirmó que es su “deber” evitar que las personas homosexuales se casen para que las personas normales tengan más bebés. En ese mismo 2017, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos determinó que la ley es discriminatoria. Los jueces escribieron: “Al adoptar tales leyes, las autoridades reforzaron el estigma y los prejuicios y alentaron la homofobia, que era incompatible con los valores de una sociedad democrática”.
El mismo tribunal también determinó que Rusia estaba violando los derechos humanos de las personas LGBT + por la prohibición de los eventos de Orgullo en 2018 y por las acciones para bloquear el registro de grupos LGBT + en 2019.
En 2018, un informe de la Human Rights Watch confirmaba que la ley contra la “propaganda gay” de Rusia es un peligro.
Pero todo empeoró en diciembre de 2022, cuando Putin firmó una ley que amplía la prohibición del país de la “propaganda” LGBTQ+. La ley recién firmada prohíbe efectivamente cualquier expresión pública de la vida LGBTQ+ en Rusia al prohibir “cualquier acción o difusión de cualquier información que se considere un intento de promover la homosexualidad en público, en línea o en películas, libros o publicidad”, informó Reuters.
La ley fue aprobada por unanimidad en las dos cámaras del Parlamento ruso. Se eliminaba el requisito de que la “propaganda” fuera realizada ante menores y, de ese modo, se prohibió cualquier manifestación, información o creación que mostrase “relaciones no tradicionales” de manera no derogatoria, así como la información sobre las identidades de género a menores. Cualquier libro, película, espectáculo, canción, obra de arte, muestra de afecto, afirmación de la propia orientación sexual ante testigos, información positiva de la homosexualidad, bisexualidad o condición trans fueron castigados con fuertes sanciones. De hecho, la reforma de la ley supuso la total invisibilización y el enmudecimiento social de las personas LGTBI, a quienes desde medios o instituciones gubernamentales se consideraron “agentes extranjeros” o traidores a la patria, en una situación de guerra tras la brutal invasión de Ucrania.
El siguiente ataque a los derechos LGTBI fue dirigido específicamente y con absoluta crueldad contra el colectivo más vulnerable: las personas trans. El 31 de mayo de 2023, fue presentado un proyecto de ley en la Duma (la cámara baja del Parlamento ruso) en el que se establecía la prohibición de cualquier tratamiento médico, tanto farmacológico como quirúrgico, para la reasignación de género. El proyecto de ley fue aprobado en la cámara el 19 de julio, tras las tres lecturas pertinentes, por unanimidad de los representantes, dejando patente una vez más que el supuesto pluripartidismo del régimen autocrático ruso es una mera pantomima. Ese mismo día, se sometió a votación en el Consejo de la Federación (la cámara alta del Parlamento). Se habían introducido varias enmiendas al texto inicial, que incluían la anulación de los matrimonios en los que uno de los cónyuges hubiera cambiado su sexo registral, así como la prohibición de que estas personas pudieran adoptar o acoger a niños. Tan solo unos días después, el 24 de julio, la ley era promulgada por el presidente Vladimir Putin. Desde esa fecha, las personas trans rusas dejaban de existir legalmente.
Finalmente, el 30 de noviembre de 2023, en una sesión a puerta cerrada, el Tribunal Supremo ruso falló a favor de la demanda del Ministerio de Justicia que acusaba al “movimiento LGTBI” de incitar a la discordia social y religiosa. La sentencia del alto tribunal calificaba al “movimiento LGTBI internacional” como “organización extremista”, poniendo en peligro cualquier forma de activismo o visibilidad de las personas LGTBI rusas. La legislación penal rusa castiga con hasta 12 años de cárcel el hecho de participar en una organización declarada como extremista, así como su financiación. Cualquier persona que exhiba símbolos de tales grupos se enfrenta a hasta 15 días de detención en la primera ocasión y hasta cuatro años de prisión si es reincidente. Existe una «lista de extremistas» en la que las autoridades incluyen a las personas sospechosas de estar implicadas en ese tipo de organización. Sus cuentas bancarias pueden ser congeladas y se les prohíbe presentarse a cargos públicos.
Como el supuesto “movimiento LGTBI internacional” no existe en realidad como organización, las corruptas autoridades judiciales podrán procesar arbitrariamente a cualquier persona por cualquier actividad relacionada con los derechos LGTBI. Si la ley contra la “propaganda homosexual” establecía fuertes sanciones administrativas a la visibilidad LGTBI, la sentencia del Tribunal Supremo la convirtió en un delito grave penado con dureza.
En esta coyuntura, no podemos olvidar el papel fundamental que está ejerciendo la Iglesia Ortodoxa Rusa. Y ponemos dos ejemplos:
Recientemente, el patriarca Kirill llamaba a Rusia a luchar contra Occidente, al que calificaba como el “Anticristo”: la ideología de género, la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo y la “propaganda a favor del cambio de sexo”,
El patriarca Moscú, Kirill I, ha llamado a Rusia a luchar contra el “mal” de Occidente. “Es muy importante que nuestro país sea capaz de liderar la resistencia contra -diré ahora una palabra increíble- el Anticristo“, afirmó el líder de la Iglesia ortodoxa rusa en la cámara alta del Parlamento, el Consejo de la Federación. Hay que defenderse de la llegada del “mal”, aseveró quien se ha convertido en uno de los principales aliados del presidente Vladimir Putin.
Según Kirill, las élites de los países occidentales se basan en valores anticristianos y están embarcados en lo que considera un proceso para disolver la herencia cristiana. “Hoy en día, las élites occidentales están librando una guerra contra la institución de la familia tradicional, por supuesto con el pretexto del respeto a los derechos humanos y la libre elección”, afirmó el jerarca, criticando, como ya ha hecho en otras ocasiones, la ideología de género, la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo y la “propaganda a favor del cambio de sexo”, según informa Katholisch.
“La casa europea, para decirlo con palabras del Evangelio, se parece cada vez más a un ataúd pintado, que se ve hermoso por fuera, pero por dentro está lleno de huesos de un hombre muerto y todo tipo de suciedad“, abundó en su descripción del declive de Occidente, en su opinión. El edificio impresiona por su lujo, “pero los cimientos son irremediablemente débiles y los muros de carga están al borde del colapso”.
En febrero de 2023 la Iglesia Ortodoxa Rusa rompía con las «iglesias» que aceptan el matrimonio o la bendición de parejas homosexuales. La Iglesia Ortodoxa Rusa ha cortado los lazos con las iglesias occidentales que han aprobado el matrimonio o la bendición de parejas homosexuales. Entre ellas figura la Iglesia de Inglaterra, de donde nació la comunión anglicana. comunidades de las iglesias luteranas de Suecia, Noruega y la Iglesia Episcopal de EE.UU., de base anglicana.
Obispos católicos de Rusia
Tampoco la Iglesia Católica se queda atrás en su homofobia… como respuesta a la declaración vaticana Fiducia Supplicans, los obispos católicos de Rusia respondieron considerando inaceptable la bendición de cualquier pareja en situación “irregular”… Los obispos católicos de Rusia manifestaron su rechazo absoluto a cualquier bendición de una pareja que viva en una situación “irregular”. En un comunicado publicado tras la reunión plenaria de su Conferencia Episcopal (CCER) del pasado marzo, los prelados salían al paso de los supuestos malentendidos provocados por la declaraciónFiducia Supplicans, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Los obispos católicos de Rusia no difieren respecto a los ortodoxos sobre la bendición de parejas que, según ellos, vivan en pecado y rechazan el contenido de Fiducia Supplicans.
Dios los cría…
Fuente PinkNews/Cristianos Gays
Josh Cavallo se ha abierto sobre el odio que recibe por ser un futbolista abiertamente gay.
El centrocampista del Adelaide United, Josh Cavallo, quien en 2021, fue el primer jugador activo abiertamente gay del fútbol masculino, dijo que recibe múltiples amenazas de muerte todos los días y que le resultaría difícil alentar a otros jugadores a salir del armario debido al ambiente “tóxico” del deporte.En 2021, el jugador de Adelaide United hizo la historia LGBTQ+ después de que salió en una carta abierta.
“Ha sido un viaje para llegar a este punto en mi vida, pero no podría estar más feliz con mi decisión de salir. Al crecer, siempre sentí la necesidad de esconderme porque estaba avergonzado, avergonzado nunca podría hacer lo que amaba y ser gay. Al crecer ser gay y jugar al fútbol eran solo dos mundos que no habían cruzado los senderos antes.
El anuncio histórico de Cavallo lo convirtió en el primer futbolista profesional de primer nivel abiertamente gay del mundo.
Mientras que el joven atleta ha sido abrazado por sus entrenadores, compañeros de equipo y LGBTQIA+ Community/Allies, continúa experimentando el odio de los trolls en línea.
El jugador de la A-League dijo que, a pesar del apoyo de su club y sus entrenadores, su franqueza sobre su sexualidad le había traído mucha presión y negatividad.
Durante una aparición reciente en el Los futbolistas de Fifpro sin filtrar Podcast, Cavallo reveló que todavía recibe “múltiples, múltiples, múltiples amenazas de muerte”, y agregó que es “bastante triste ver, dijo al podcast Footballers Unfiltered de FIFPRO.
El jugador de 25 años describió el mundo del fútbol como un “lugar muy tóxico” que tiene un largo camino por recorrer para ser un lugar de aceptación para los jugadores homosexuales. “Es algo que no todos podrían manejar y pasar”, continuó.
“Por lo tanto, estos factores estos son los factores que las personas considerarán en su salida del armario, y podrían no estar fuera ahora, pero salir atrae toda esta atención, trae toda esta presión, trae toda esta negatividad que afectará su juego a largo plazo. Es difícil decirle a la gente: ‘Por supuesto, sal y sé tú mismo’. Pero también conlleva una montaña de desventajas que no creo que la gente conozca “.
Si bien Cavallo continúa enfrentando el odio de los fanáticos del fanático y los trolls en línea, no se arrepiente de haber salido del armario. Cavallo dijo que tener una red de apoyo a su alrededor lo había ayudado a “levantar un muro” para protegerse del abuso. También dijo que deseaba haber salido del armario antes, en lugar de esperar hasta los 21 años, porque sentía que estaba viviendo una mentira.
“Estaba cansado de estar escondido y cansado de tener que andar escondiéndome de la gente y de no vivir mi auténtico yo”, dijo. “Y entonces me pregunto: ¿por qué no ha pasado esto en el fútbol? ¿Por qué nadie ha salido a ser él mismo, a tener éxito y a jugar?”. “Y ahora entiendo que, al mirar atrás, toda la negatividad, todas las cosas que se te presentan“.
Mira la entrevista completa de Cavallo aquí o debajo.
https://www.youtube.com/watch?v=rtuwbjedr94
Fuente ESPN.com
Con su asesinato, ya son 24 personas LGBTIQ+ asesinadas en Colombia en lo que va del año, una cifra alarmante que sigue creciendo sin respuestas efectivas del Estado.
07 de abril de 2025. Este lunes se dio a conocer el fallecimiento de Sara Millerey, una mujer trans que fue lanzada al río quebrada de Playa Rica, luego de que le fracturaran los brazos y las piernas. Aunque había personas viendo lo ocurrido, nadie la socorrió, a pesar de que Sara se quejaba del dolor, expuesta a una violencia que se normaliza cada día más.
Este hecho no es aislado. Hace parte de una ola de violencia sistemática que enfrentan las personas LGBTIQ+ en el país, en especial las personas trans, quienes siguen siendo blanco de ataques que no solo buscan silenciar sus cuerpos, sino también borrar sus existencias.
La mayoría de estos crímenes ocurren a plena luz del día, en espacios públicos, frente a testigos silenciosos y con la indiferencia o complicidad de muchas personas y autoridades. Esa misma indiferencia fue la que condenó a Sara a no recibir auxilio inmediato.
Con su asesinato, ya son 24 personas LGBTIQ+ asesinadas en Colombia en lo que va del año, una cifra alarmante que sigue creciendo sin respuestas efectivas del Estado.
Desde Caribe Afirmativo exigimos acciones urgentes a la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría del Pueblo, la Procuraduría General de la Nación, la Gobernación de Antioquia y la Alcaldía de Bello quienes tienen la responsabilidad de actuar. Este crimen debe investigarse de manera inmediata y no puede quedar impune, como tantos otros..
Desde Caribe Afirmativo seguiremos trabajando y alzando la voz frente a este incremento de violencia que está cobrando la vida de nuestras compañeras. Necesitamos que se nos garantice el derecho a la vida, un derecho que hoy sigue siendo vulnerado con total impunidad.
Fuente Caribe Afirmativo
Recordatorio
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